—El Señor Celestial de Bendiciones Inmensurables —llegó una joven voz desde la distancia—. Como picos soberanos, os habéis rebajado a matar a un junior. ¿En el actual mundo de las artes marciales, los artistas marciales ya han despreciado su dignidad?
Un joven en una túnica daoísta negra, con su largo cabello negro atado en una corona, montaba un pequeño toro verde. Sus labios rojos y dientes blancos tenían una leve sonrisa en su rostro. Dijo suavemente:
—¡Dispersaos!
¡Whoosh!
Era como si el poder del cielo y la tierra envolviera esta área.
La vitalidad que cubría diez millas fue instantáneamente aniquilada.
—¡Pináculo supremo! —dijo roncamente un anciano tan delgado como un esqueleto.
—Si no podemos escapar, ¡lo arrastraremos con nosotros!
El otro anciano miraba a Braydon Neal con sus ojos verdes.
Estaba decidido a arrastrar a Braydon consigo.
Esas dos viejas cosas sabían que no vivirían mucho tiempo.
Era muy viejo y su esperanza de vida estaba llegando a su fin.