El manual detalla movimientos y técnicas básicas. Explica cómo circular los cinco qis para defender un punto concreto. O cómo distribuirlo para atacar y defender a la vez. Cómo coger el bastón para impulsarlo hacia delante en línea recta, a la vez que se añade qis a la punta. Cómo bloquear con qi en un punto, a la vez que se voltea sobre ese punto. Y otros tantos movimientos con sus múltiples variaciones.
Algunos movimientos ya los había leído en un manual más básico. Aunque combinándolo con qi, hay más posibilidades. Más recursos que usar en combate. Resulta excitante la idea de tenerlos a mi disposición. Aunque primero tengo que controlarlos. Por experiencia, sé que no es fácil.
Necesitaré practicarlos una y otra vez. Algunos puedo practicarlos en la cabaña sin problemas. Otros, solo parcialmente. Necesitaré algo contra lo que golpear. Mejor si tiene formas o posiciones específicas. Lo mejor será ir a la zona de entrenamiento.
Preferiría no ir. Es más que probable que encuentre problemas. Respiro hondo y me maldigo. No puedo dejar de ir por lo que otros puedan hacer. No puedo limitar mis movimientos. Mi libertad. Ya no soy un esclavo. A veces tengo que recordármelo.
Si me buscan problemas, ya lidiaré con ellos. Además, dentro de la secta no pueden hacerme nada. Puedo simplemente ignorarlos. Como sea, no puedo permitir que me restrinjan, consciente o inconscientemente. Ya no.
De todas formas, por ahora leeré el manual. No tengo prisa por devolverlo. Tengo puntos de sobra. Quizás me lo quede. Todos ellos. Podrían ser útiles.
Miro de reojo a las chicas. Shi está cuidando el huerto. Es sorprendentemente abundante. Dice que crece mejor que en la secta. Shun le estaba echando una mano, hasta que Wei se ha despertado.
Wan está como siempre con sus plantas. Song esquivando y bloqueando las flechas de Liang. Ambas practicando con algo de qi. Aunque las flechas no tienen punta.
Lang está en el suelo, sin poder dejar de reír. Terror le hace cosquillas en los pies. Rayitas le lame la cara. Sus pechos vibran eróticamente. Y no son los únicos. Los de Song rebotan obscenamente. Las posturas de Shi mientras trabaja desnuda son de lo más provocativas.
Las gemelas están practicando con su qi. Una frente a la otra. Sus frentes tocándose. Sus manos juntas. Al coordinarlo, les resulta más difícil. Aunque les sirve para practicar juntas e individualmente. Tan concentradas y serias me resultan extrañamente adorables.
Suspiro. Ninguna está disponible para traerla un rato. Para besarla. Ni tampoco mis esclavas. Están practicando diligentemente. Rui las vigila y pone firmes si es necesario.
No me queda más remedio que practicar. Los movimientos que puedo hacer aquí. Aunque primero guardo todos los muebles en el almacén.
Primero practico todos los movimientos una vez. Para asegurarme que los entiendo. Despacio. Añadiendo qi. Resulta fácil hacerlo así. Hacia delante. Paralelo al suelo. En diagonal. Frente a mí para parar un presunto golpe. Moviéndolo detrás de mi espalda para pasarlo al otro lado. Ops. Se me ha caído. Y eso que iba lento. Otra vez.
Lo hago rotar frente a mí. Alternando la mano con la que lo agarro. Añadiendo qi. Se supone que así se pueden detener proyectiles o varios ataques de qi. Ahora golpear y rotarlo. Mmm. Necesito algo contra lo que golpear. Ya lo practicaré mejor en el campo de entrenamiento. O podría pedir ayuda a las chicas.
Después de probarlos todos, me centro en uno sencillo. Una y otra vez, muevo el bastón hacia adelante, en diagonal. Coordinando con el qi en la punta en el momento adecuado. Hasta que pueda hacerlo sin pensar. Cuando lo consiga, pasaré a los siguientes. Luego tendré que encadenarlos. Y luego probarlos en combate real. Ahí sufriré. Ellas se asegurarán de ello.
El instructor explicó que era fundamental dominar todos los movimientos. Que aprender las técnicas antes era una pérdida de tiempo. Me llevará tiempo. Mi única ventaja es que puedo recargar qi con facilidad. Además de que es placentero.
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A la hora de comer, estamos un poco más serios de lo normal. Ellas ojeando los manuales que les he traído. O hablando de nuestras experiencias con qi. De cómo creemos que podemos mejorar. Aunque las gemelas están pegadas a mí. Sus cuerpos desnudos apretándose al mío.
Shi y Song dominan cuatro. Pronto llegarán al cinco. Son bastante competitivas entre ellas. A Liang le cuesta un poco más. También es cierto que su cultivación es menor. Tiene menos qi a su disposición. En cuanto a Lang, está como Liang. Porque no le pone tanto empeño. Está siempre más atenta a ayudar. A traer un poco de agua. Un té frío. Aunque no tiene más remedio que ir avanzando.
–Vamos primero– declara Yi.
–Si necesitas más, Lang va después– interviene Liang.
Necesito recargar qi. Así que han decidido que algunas no esperarán hasta la noche. Parece impacientes por empezar.
Después, tengo que ir a ver a Guo Xua. Así que puede que lo dejemos para la noche con Lang. O no. Su mirada tímida y anhelante me resulta difícil de resistir.
Así que, cuando se van, las gemelas se quedan. Esta vez intercambiamos posturas. Me gusta de vez en cuando poder abrazar y besar a Yi. Recorrer su espalda con mis manos. Su boca con mi lengua. Su vagina con mi miembro. Sentir su piel apretada a la mía. Sentada sobre mí.
Pongo a Yu a cuatro patas. La penetro desde atrás. Sus firmes nalgas vibrando a cada embestida. Su pelo rubio cayendo sobre la cama. Su rostro apretado a la almohada. Ahogando sus gemidos. Sus orejas están rojas.
Quizás sus cuerpos sean prácticamente idénticos, pero cada una es especial. No es lo mismo follar a Yi a cuatro patas que a Yu. O besar a una o a otra. Cada una tiene un sabor diferente. Una sensación especial. Maravillosas las dos.
Después de abrazarnos y mimarnos un rato, las tengo que enviar de vuelta. Practico un rato más. Una y otra vez el mismo movimiento. Es más entretenido de lo que creía. A pesar de ser repetitivo. Exige mucha concentración en el qi y el movimiento a la vez. Me ha salido bien una vez. Solo una.
Llamo a Lang. Podría estar sin su qi. Pero también puedo absorberlo. Y parecía estar esperándolo.
Así que la abrazo por sorpresa. Cogiéndola por detrás. Besando su cuello. Jugando con sus abundantes pechos.
–Aaahhhh… Kong…– se deja ella llevar.
La acabo follando de pie. Ella inclinada hacia adelante. Con sus manos apoyadas en la pared. Sus pechos rebotan libremente. La penetro con dulzura. Acelerando poco a poco a medida que siento que lo pide. A media que su orgasmo avanza. A medida que también me abruma el placer.
Puedo notar breves estallidos de qi dentro de ella. Dándome placer a la vez que yo se lo doy. Todas las chicas están mejorando. Quieren darme placer como yo se lo doy a ellas. O quieren competir, no estoy seguro. Quizás ambos. Aunque no tienen mi capacidad, sin duda lo consiguen. No pueden competir con mi aguante. Con mi yang
–¿Quieres un té? ¿Quizás un masaje?– se ofrece.
–Solo sentirte a ti un rato– le aseguro.
Al mismo tiempo, la aprieto un poco más contra mí. Estamos los dos acostados en la cama. Acurrucados el uno en el otro. Se sonroja cuando se lo digo. Me besa en la mejilla. Noto sus mullidos pechos apretándome. Se lo haría otra vez. ¡Mierda! Me pongo sobre ella.
–¡Ah! ¡Espera Kong! ¡No podemos…!– quiere protestar ella.
–Entonces, ¿no quieres?– le pregunto, expresando mi decepción exageradamente.
–¡Eso no es justo!– se queja.
A pesar de ello, abre las piernas. Sus manos que estaban sobre mi pecho, empujándome, me envuelven. Sus labios me dan la bienvenida. Así que volvemos a tener sexo. No para recuperar qi. No para ayudarle en su cultivación. Solo por el placer de tenerlo. Por el placer de penetrarla. De jugar con sus pechos. De verla gemir extasiada. De unir nuestros cuerpos. De amarla.
—————
–Te quiero– declaro, cuando llega el momento de devolverla.
–Tonto… Yo también te quiero…– responde con timidez –. No sé cómo se lo voy a explicar.
–No lo hagas– me río.
–Es imposible. Lo sabrán– suspira ella.
–No te preocupes. Yo seré la principal víctima– le aseguro, besándola en la frente.
–¡De eso no hay duda!– ríe ella.
La devuelvo a su habitación. Aunque eso solo es retrasar lo inevitable. Al cabo de un rato la están interrogando. Estoy seguro de que está confesando. Está bastante roja. No las oigo, pero aseguraría que Song me está amenazando. Shi ríe. Las gemelas se sonríen la una a la otra. Liang y Shun siguen jugando con Wei, Rayitas y Terror.
Mientras, me visto y me preparo para salir. Les hago una señal a Rui y Hai para que estén preparadas.
Como de costumbre, salgo disfrazado. Voy al mercado y me cambio el disfraz. Luego bajo a la ciudad.
Ahora tengo que buscar a uno de los sirvientes de la familia Guo. Oh. Ahí hay uno. Ha sido más rápido de lo que esperaba. Creía que tendría que esperar bastante más. Incluso que podía no encontrar ninguno hoy. Supongo que he tenido suerte.
Me adelanto a él. Dejo a Rui y Hai en un pasaje. Sigo mi camino. De reojo, veo como Rui se acerca a él. Le hace entrar en el pasaje. Está aterrado. Sale poco después. Aún un tanto pálido. Mira hacia el pasaje asustado o confuso. O ambos. Pero va hacia la tienda de Guo Xua, la madre de Hai.
Yo doy un rodeo para llegar al otro lado del pasaje. Allí me esperan. Hai me mira, expectante.
–Ha ido hacia la tienda de tu madre– le aseguro.
–Gracias, Amo.
Es sincera. Puedo verlo en sus ojos. Empiezan a humedecerse.
–Luego lo agradeces– le insinúo.
Ella sonríe y se pasa la lengua por el labio lascivamente. Rui me mira.
–Elige hoy– le digo.
–¡Sí Amo!– exclama en un susurro.
Las devuelvo. Era una misión fácil, pero siempre podría haber peligro. Lo que no sé es qué hacer ahora. Tengo tiempo libre. Así que escribo una nota:
Todo ha ido más rápido de lo previsto. Tengo tiempo libre. ¿Alguna sugerencia?
La nota le cae a Shun en las manos. Es la única que estaba quieta. Vigilando a su hija. Lee la nota y sonríe. Llama a las chicas. Se reúnen todas. Parecen animadas. Quizás me perdonen por lo de antes.
Al cabo de un rato, han escrito algo. Lo dejan para que lo coja. Hay varias líneas:
Dulces y postres. Con Song y Yi.
Telas. Con Shi y Liang.
Hierbas. Con Wan. Que no se entretenga.
Ingredientes y cocina. Yu y Shun. Bueno, también Lang.
Tu castigo aún está en discusión.
Parece que no me han perdonado. Esperaba que me dijeran de comprar algo. Aunque me gusta la idea de que sean ellas. Puedo ver que se están vistiendo. Ocultan su rostro con un velo. Veo una confitería cerca. Supongo que es una buena primera opción.
Es entonces cuando descubro al exestudiante Dai Fen. Está tomando algo con dos chicos más de su edad. Sus guardaespaldas están cerca. Los mismos de la otra vez. No debería ser arriesgado.
Mando a Rui vestirse. Mmm. No podrá hacerlo sola. Mejor que vayan dos. Que la acompañe Ning. Sería muy peligroso que vieran a Hai. Se visten con ropa de la secta. Hacerse pasar por estudiantes las protegerá. Con la cara cubierta. Es algo habitual.
Las llamo. Les doy dinero. Y armas, por si acaso. Las miro muy serio. Ning está confundida. Rui también seria.
–Quiero que vayáis allí. Intentad escuchad lo que dicen esos, en especial el pelirrojo. Podéis tomar algo, pero no llaméis la atención. Haz caso a Rui– le exijo a Ning.
–Sí Amo– acepta las órdenes Rui.
–Sí… Amo…– acepta algo más reticente Ning, mirando a Rui.
Tiene las mejillas algo infladas. No le gusta que sea Rui la que mande. Pero es de la que más me puedo fiar.
–Puedes dejar que tome lo que quiera. Tú también. Solo sed discretas– le susurro a Rui al oído.
Asiente. Puedo intuir una sonrisa tras el velo. Salen del escondite y van para allá. Llamo a Song y Yi. Van vestidas elegantes. O me lo parece.
–Tú eres el guardaespaldas– declara Song.
–Así que pórtate con respeto– ríe Yi.
Suspiro. No puedo sino acceder. ¿Ha comenzado mi castigo? Así que ellas caminan delante. Yo unos pasos atrás. Con dos espadas en el cinto. Ellas están simplemente preciosas. No dejo de mirar sus caderas. Parecen excitadas. Normalmente solo pueden salir a comprar al mercado. Y allí no venden muchos dulces. A las dos les encantan. Más incluso que al resto.
Creo que les brillan los ojos cuando ven el escaparate. Me temo que nuestro oro va a sufrir.
–Es hojaldre relleno de crema de calabaza– explica la dependiente.
–¿Y estos?– pregunta Yi.
–Son pastelitos salados, ligeramente amargos. Es normal comerlo juntos a un licor dulce.
La dependienta explica pacientemente una a una las peticiones de Song y Yi. De hecho, parece entusiasmada. Debe de pensar que son dos niñas ricas que están de paso por la ciudad. Y que puede hacer un gran negocio con ellas. Lo último es lo único que es posible.
No puedo ver tras sus velos, aunque estoy seguro de que se les hace la boca agua. Me pregunto que comprarán al final. Supongo que tienen el encargo de comprar para todas.
–Ponnos dos de cada. Escribe los nombres. Así podremos encargar cantidades más grandes de los que prefiramos– decide finalmente Song.
Ha estado hablando en voz baja con Yi. La verdad es que me ha sorprendido su decisión. Aunque también me parece razonable. Podremos probarlos y elegir los que más nos gusten. Y luego encargar en gran número. No es un problema. Podemos guardarlos. Bueno, suponiendo que me dejen probarlos. Espero que no sean tan crueles con su castigo.
La dependienta se pone manos a la tarea inmediatamente. El pedido no es enorme, pero no está mal. Los coge y envuelve con cuidado. Añade siempre una tarjeta con un nombre.
Mientras, las dos cuchichean. No conmigo. Se supone que soy el guardaespaldas. Así que no es extraño que esté mirando por la ventana. Y no me gusta lo que estoy viendo. Dai Fen y uno de sus amigos se ha acercado a la mesa de Rui y Ning. Algo les dice.
Mmm. Parece enfadado. Ha dado un golpe en la mesa. Rui se levanta. Saca la daga. La clava junto a la mano. Claramente podría habérsela clavado. Aunque entonces hubiera sido problemático. Ha sido un aviso. Él da un paso atrás.
Los guardaespaldas han dado un paso adelante. Pero se han detenido. Están en un lugar público. Dai Fen parece asustado. Algo les grita. Sin acercarse. Rui se sienta y lo ignora. Ning mira a Rui. Sin saber qué hacer, continúa bebiendo lo que sea que ha comprado.
El que se había quedado sentado se acerca a Dai Fen. Algo le dice. Se van los tres. Al menos no ha pasado nada grave.
Miro hacia Song y Yi. La dependienta ha acabado. Les da a las dos una tarjeta. Tienen unos culos preciosos.
–Cuando hagáis más pedidos, podéis preguntar por mí. Os haré descuento– ofrece.
Más bien, creo que es para tener la venta. Debe cobrar algún tipo de comisión. Como esclavos, a veces nos aprovechábamos de ello. Los dependientes ganaban su comisión, y nosotros teníamos una comida o bebida. Un pequeño premio. Quizás pueda parecer poco. Para nosotros, era algo excepcional. Y a la secta le da igual.
–¿Pasa algo?– pregunta Song cuando salimos.
–Ese idiota se ha acercado a Rui y Ning. Algo le han dicho. Se ha puesto un poco violento. Rui ha acabado clavando una daga en la mesa, junto a la mano– les explico.
–Envíanoslas. Les preguntaremos– propone.
–Debería habérsela clavado en la mano– se queja Yi.
Song y yo nos reímos. Yo cargando toda la compra. Para algo soy el guardaespaldas. O eso han dicho entre risas. Nos alejamos del lugar. Veo de reojo que Ning y Rui se levantan y nos siguen. Encontramos un lugar adecuado para llevarlas de vuelta. Para cambiarme ligeramente de ropa. Para que Ning y Rui vuelvan.
–Ese idiota. ¿Sabes que ha dicho…?– empieza Ning.
–Luego– la interrumpe Rui.
–Vale, vale…
Suspiro. Las envió con las chicas. Las interrogan. Luego las dejan ir. Ning y Rui se veían nerviosas. Ning aún tiene miedo a Song. Y puede que Rui también.
Sigo caminando hasta que encuentro una herboristería. Acabo dejando a Wan dentro. Me he hecho pasar por su hermano. Shi y Liang se supone que son nuestras primas. Están en una tienda cercana. Mirando varias telas. Me quedo fuera, observándolas. No sé qué quieren hacer con esas telas.
Para entretenerme, me quedo mirando a Bronceada practicando desnuda. Es bastante sexy. Lástima que no pueda llamarla ahora para algo más.
Veo por la ventana que Shi está discutiendo con otra clienta. Voy hacia allí a ver qué pasa. Liang me dice que no con la cabeza. Me quedo donde estoy
Al cabo de un rato, sale esa clienta. Parece enfada.
–¡Maldita presuntuosa! ¡No sabe con quién se mete! ¡Si la vuelvo a ver, le daré una lección!– la oigo decir.
Su sirvienta suspira en silencio. Ya me explicarán lo que ha pasado más tarde. Aún tardan un rato más en salir.
Me dan las compras y se meten en la herboristería. Unos minutos más tarde, sacan a Wan casi a rastras.
–Aún quedaban muchas hierbas por mirar. Y podía haber regateado un poco más… Solo necesitaba un poco más de oro para comprar más cantidad– se queja Wan.
A pesar de ello, lleva dos pesados paquetes. Parece que se ha gastado toda su asignación. No era poco.
–Tienes para un montón de días. Ya compraremos más cuando te falte– la calma Liang.
–¿¡De verdad!? ¡Gracias! ¿Nos vamos ya? Tengo mucho que hacer– nos apremia.
Nos miramos. No podemos evitar reírnos.
–¿Eh? ¿Qué pasa?– pregunta Wan extrañada.
–Nada, nada. Vamos…– dice Shi, aguantándose la risa.
–Dai Fen…– murmuro.
Parece que tengo que encontrármelo hoy por todos lados. Shi me ha explicado que han intentado ligar con Rui y Ning. Rui no se ha cortado. Le ha dicho que se perdiera. Que le molestaba a la vista. Tengo que felicitarla. Me hubiera gustado ver su cara.
Él se ha enfadado. Ha gritado su nombre y el de su familia. Golpeado la mesa. Presumiendo. Tratando de intimidarlas. Ha sido cuando Rui ha sacado la daga. Según Ning, casi se caga encima.
Se acerca a nosotros. A mí y a Wan nos mira de reojo. Algo despectivo. A Liang y Shi las mira de arriba abajo. Parece que son su tipo, como Rui. Y eso que su rostro está oculto. Y sus ropas no son muy ajustadas. O le da igual. Como sea, me está irritando.
–Hola, preciosas. Soy Dai Fen. De la rica familia de mercaderes Dai. ¿Queréis venir a tomar algo con nosotros? Nos lo pasaremos bien– propone directamente.
Me ignora. Podría ser el novio de alguna. De hecho, soy algo así. Parece que se cree por encima de todos. De hecho, se está acercando demasiado a Shi. Que lo mira fijamente. No parece asustada.
–¿Te has quedado sin habla? Vamos, no seas tímida– intenta coger a Shi de la muñeca.
Liang ha dado un paso atrás. Su cultivación es relativamente baja. Así que el otro que se acercaba tiene que esperar.
Estoy a punto de dar un paso hacia él. Pero Shi se adelanta. En lugar de dejarse coger la muñeca, le coge ella la de él. Se la dobla. Le pega un rodillazo en el estómago. Lo lanza hacia atrás. Cae pesadamente. Recibe una patada.
–¿Quién te crees que eres? ¿Un idiota niño rico pervertido? ¿Creer que puedes tocarme? ¿Aprovecharte de quien te dé la gana cuando quieras? ¡Maldito pervertido!– le grita.
Con ello, atrae la atención de toda la gente de alrededor. Los guardaespaldas se acercan a él para ayudarlo. Cuando se levanta, los empuja furioso. Rojo. Mira hacia Shi furioso.
–Joven señor, hay mucha gente mirando– le dice uno de los guardaespaldas –. Es mejor irnos.
–Fen'er, vámonos. Hoy son todas unas estrechas que no saben qué se pierden– le dice su acompañante. No sé quién es.
–¡Esto no acabará así!– amenaza.
A pesar de eso, se acaba dando media vuelta. Aunque se gira varias veces, amenazante. No le ha sentado bien la humillación. Algo les dice a sus guardaespaldas. Uno de ellos hace unas indicaciones a alguien.
–Ha sido refrescante. Mejor vámonos– sugiere Shi.
–¡Deberías haberle dado en los huevos!– exclama Wan, excitada.
–Se lo hubiera merecido. Pero si nos pasamos, igual actuarían a pesar de los testigos– explica Liang.
–Ah… Ya veo… ¿Nos vamos ya? Tengo que tratar las hierbas y…– sigue nuestra alquimista.
–Ja, ja. Vamos– ríe Shi.
Yo las sigo. Cargado con multitud de paquetes.
Esta vez, llegamos a una calle solitaria. Junto a una puerta. Tras unas cajas. Allí las devuelvo. A todas menos a Shi. Nos quedamos besándonos un rato. Metiéndonos mano.
–Aaaah… Ya viene. Podría haber tardado un poco más– se queja Shi.
Como no salíamos, se ha acercado. Es al que le ha hecho signos el guardaespaldas. Nos ha seguido hasta aquí. Nos sobrepasa y se queda mirando la puerta. Supongo que cree que nos hemos metido allí. No nos ha visto. Estábamos escondidos entre las cajas.
Shi lo golpea con el mango de la espada. Quería hacerlo ella. El sirviente cae inconsciente.
–¿Está vivo?– pregunto.
–¡Claro! ¿Quién te crees que soy? ¿Song?– se ríe.
–Me chivaré– amenazo.
Ella me saca la lengua.
Lo atamos. Lo dejamos entre las cajas. Con una nota amenazante a Dai Fen. Vale la pena asustarlo un poco.
Luego salimos y buscamos otro sitio. Para devolverla y cambiarme de ropa. Para que no reconozcan ese disfraz. Han dicho algo de que me harían más.
Solo quedan Yu, Shun y Lang. Las acompaño comprando ingredientes. Ahora soy un sirviente. Parecen animadas. También compran un par de utensilios de cocina. Bastantes especias. Delantales para todas. Y no sé cuantas cosas más.
En el mercado junto a la secta no hay estas cosas. Los estudiantes no suelen cocinar. Y la secta tiene trato directo con los mercaderes.
Cuando están satisfechas, nos vamos. Me besan una a una antes de volver. Me dan las gracias. Soy yo quien tiene que darles las gracias a ellas. Son encantadoras. Supongo que ya es hora de ir a ver a Guo Xua.
—————
–¿Estás bien?– le pregunta un cliente. A mí me atiende la misma dependienta de siempre.
Me compra la leche. Ha aumentado la cantidad. Y hay de la etapa dos. Así que gano más. Compro carne, bastante más que el otro día. También me quedo algo de oro. Hoy hemos gastado demasiado. En especial Wan.
–Solo un poco indispuesta. Nada grave– oigo decir a Guo Xua.
Me ha mirado y ha asentido levemente. Sus ojos están un poco rojos. ¿Ha estado llorando?
Acabo mis negocios y espero a que cierren. No tardan mucho. Veo como la dependienta se aleja. Salgo de mi escondite y llamo a la puerta lateral.
Abre y entro. Me encuentro a Guo Xua quieta. Mirándome. Está empezando a llorar. Cierro la puerta con el pie. Se abalanza sobre mí. Llora.
–Mi… Mi hija me ha escrito… Dice que está bien… Que es feliz… Estaba tan preocupada… Me alegro por ella… Estará mejor que obligada a casarse como yo…– se desahoga en mis brazos.
Me limito a abrazarla. A dejarla llorar. A acariciar ligeramente su cabello morado. No sé muy bien qué más hacer. Aunque no puedo decir que me haya cogido del todo por sorpresa. Al fin y al cabo, es la carta que ha escrito Hai. La que le ha dado al sirviente de antes.
Tarda en calmarse. En mirarme con ojos llorosos.
–Lo… siento. Tú no has venido para esto… Es solo que… Espera… Debo estar horrible– intenta alejarse.
No la dejo. La atraigo hacia mí. Le hago hundir su rostro en mi pecho.
–He venido por ti. Por mi preciosa Xua'er. Llora todo lo que tengas que llorar– le aseguro.
Ella levanta un momento la cabeza. Incrédula. Le sonrío. Las lágrimas vuelve a aparecer. Vuelve a esconder su rostro en mi pecho. Está un rato más llorando. Y roja.
—————
–¿Me lo harías… despacio?– me pide cuando se tranquiliza.
En lugar de responderle, la cojo en brazos. La subo por las escaleras hasta la cama. La dejo bocarriba sobre esta. La desnudo poco a poco. Acariciándola y besándola por todo el cuerpo. Recreándome en su lugar más secreto. Ella se deja hacer. Expectante.
Meto la cabeza entre sus piernas abiertas. Lamo su clítoris con un poco de qi. Con suavidad. Hasta que se corre. Entonces, me pongo sobre ella. Mirándola. Acariciando su cabello. Su mejilla. Espero a que se recupere. Asiente con la cabeza.
La beso larga y húmedamente. Cojo un pecho con una mano. La otra en su cabeza. En su pelo. Las suyas me acarician por el frente.
La penetro despacio. Poco a poco. Salgo y entro un poco más. Hasta acabar llegando al fondo. No dejo de entrar y salir de ella. Ni de besarla. De acariciarla. De mimarla.
Puedo sentir que su lealtad hacia mí ha aumentado de golpe cuando la he dejado llorar. De una forma muy íntima. Puede que se haya enamorado de mí. O al menos aprecia que le haga caso. Que la trate como a una persona. No como a un objeto. Sé lo que es eso.
La verdad es que me gusta. Su cuerpo no es tan suave. Ni tan firme. Pero no por ello deja de ser sensual. De una forma diferente. Madura. Así que, mientras la follo, le hago tragar una píldora de las inocuas. Una excusa para ayudarla. Para que no sea tan raro cuando sus meridianos mejoren. Y se acerque al siguiente nivel.
No me pregunta qué es. Confía en mí.
Me quedo con ella durante un buen rato tras llenarla. Acariciándola suavemente. Está agotada. Del sexo. De llorar. De las emociones del día.
–¿Volverás?– casi me suplica.
–Claro. Como podría no volver por mi preciosa tendera– le aseguro.
Ella sonríe. Nos besamos suavemente. Apoya la cabeza en mí. Se acaba durmiendo plácidamente.
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