A la mañana siguiente, volvemos a interrogar a Guo Hai. Hoy es el día mensual del mercado de esclavos. Y ella lo conoce bastante bien. Se ofrece a guiarnos, pero es demasiado arriesgado. Si bien su lealtad es más que suficiente, cualquier accidente sería nefasto. No podemos arriesgarnos a que la descubran.
El plan es sencillo. Yo voy a dar una vuelta para ver la situación. A un estudiante no lo molestarán. Luego me cambio de ropas, oculto el rostro y entro. Shi y Song también entrarán. Iremos ligeramente separados, pero no muy lejos.
Varios estudiantes bajan también a la ciudad. Probablemente ninguno irá a comprar esclavos. Ni siquiera a verlos. De la secta, probablemente solo los encargados de la gestión de esclavos. Puede que alguno de la sección del Placer.
Viene mucha gente de los alrededores, así que se monta una pequeña feria. Con puestos de comida. Ventas de diferentes objetos y plantas. Incluso hay una zona de intercambio directo. Cualquiera puede ponerse con una manta y mostrar lo que tenga.
Mucha gente va a ver si encuentra alguna ganga. Siempre hay armas u otros objetos que alguien ha encontrado. O robado. Algunos no han sido identificados. Así que su dueño no conoce su verdadero valor. O dice que no lo conoce. Puede fácilmente haber objetos que parezcan valiosos. Con una traza de qi puesta artificialmente, con más o menos sutileza. Aunque también pueden ser reales.
Una estafa o una ganga. Es un riesgo, pero siempre hay a quien le gusta jugar.
Camino entre los puestos de comida. Compro bastantes de varios tipos. Es fácil pensar que es un recado. Por supuesto, son para mí y las chicas. Puedo permitirme un pequeño gasto. Es una sensación curiosa. No es en absoluto desagradable
–¡Tú! ¡Eres tú! ¡Me tendiste una trampa!– me acusa alguien de repente.
Oh, vaya. Lo conozco. Es mi "viejo amigo". El estudiante al que realmente le tendí una trampa. Al que expulsaron de la secta por ello. Y el prometido de Guo Hai.
En otro tiempo, hubiera sido un problema. Ahora yo soy un estudiante. Además de que mi cultivación es más alta. Y no puede saber con seguridad lo de la trampa. Supongo.
La gente nos está mirando. Ha armado un pequeño escándalo. Además, sé que es relativamente famoso dentro de la ciudad. El heredero de una familia adinerada. Pero la secta es mucho más poderosa. No puede tocarme. La secta tomaría represalias muy serias. No por mí, sino por lo que representaría atacar a un estudiante impunemente.
No sé muy bien qué hacer. Decido ignorarlo. Como esos estudiantes que parecen que están por encima del bien y del mal. Ponerme a discutir con él no me llevaría a nada bueno.
Lo miro un momento. Luego aparto la mirada y sigo mi camino. Como quien ha visto una hormiga.
–¡Cómo te atreves a ignorarme! ¡Sucio esclavo!– exclama.
–Señorito, cálmese. No puede hacer eso aquí– le interpela uno de sus acompañantes.
Veo de reojo que lo está cogiendo. Los estudiantes tenemos prohibido luchar en la ciudad. Al menos, no podemos empezar una pelea. Pero, si nos atacan, podemos incluso matarlos. Lástima que lo hayan cogido. Habría acabado con un problema.
Su cultivación es baja, pero no la de sus acompañantes. Tiene el aspecto de un hombre de unos cincuenta años. Está en la 3 de Alma. No parece no muy sólida. Si no, no tendría sentido que se hubiera quedado fuera de la secta.
Hay cultivadores sin esperanzas de subir. Quizás han estado en la secta, pero han sido expulsados. Lo más común es por no avanzar suficientemente rápido. Por falta de talento. Fuera de la secta, es más difícil subir. El qi es menos denso. Los recursos, peores.
No es difícil que fuercen uno o dos etapas, pero el precio es alto. No volver a subir nunca más. Por tener una base inestable, al usar únicamente píldoras. Normalmente, no de la mejor calidad. Si pudieran acceder a píldoras de alta calidad, también podrían tener recursos útiles. No estarían así.
Del otro, no estoy seguro. Estaba un poco más atrás. Sigo mi camino sin mirarlos. Pero uso Detectar qi para tenerlos controlados. No me siguen. Al menos, no de cerca.
Sigo caminando. Mirando. Comprando. Buscando un buen sitio para cambiarme de ropa. Para ocultar mi rostro. Para asegurarme de que no me sigan. Para llamarlas.
Disimulo mirando un puesto con varias armas usadas. No los veo. ¿Realmente me han dejado estar? Eso espero. Mmm. Esta lanza tiene buena pinta, al menos el mango, el asta.
–¿Puedo probarla?– pregunto.
–Claro– me responde la mercader, con una sonrisa.
Es una mujer de mediana edad. Sin cultivación. Su confianza me dice que no es nueva en el negocio. Cojo la lanza. No sé mucho de ellas. Pero sí algo de bastones. Si bien el asta de la lanza es más delgada que un bastón, puedo notar que no es de mala calidad. Creo que podría ser de nivel Alma. El qi circula bien. Mejor que las otras lanzas que Song me ha hecho probar.
La punta, sin embargo, parece extraña. O está rota, o no pertenece a esta lanza. Quizás la han puesto con la esperanza de engañar a alguien. Aunque no es muy elaborado si hasta yo me he dado cuenta. Quizás se rompió cuando su dueño la perdió. O cuando le mataron.
–El palo no parece en muy mal estado. Me podría servir como recambio. La punta no me interesa. Te doy 10 oros por él– ofrezco.
–¿¡10 oros!? ¡Era la lanza de un gran guerrero en la etapa siete del reino del Alma! ¡Vale lo menos 20.000!– exclama ella.
Parece que hay que regatear. No tengo mucha experiencia. Lo he visto algunas veces. Y algo he practicado en el mercadillo junto a la secta. Parece que al menos hay margen para intentarlo. Además, realmente no quiero la lanza entera.
Song se hizo con la lanza de aquel cultivador. El que encontramos su esqueleto. Pero solo la punta estaba en buenas condiciones. No hemos encontrado ningún asta de calidad. Tenemos de otras lanzas, pero no vale la pena romperlas. El resultado final sería mediocre.
Con ésta, quizás pueda hacer algo. Al menos intentarlo. No es tan fácil unirlos. No basta con que estén juntos. El qi tiene que circular por el asta y la punta fluidamente. Pero no tengo ninguna seguridad. Así que no puedo tirar el dinero.
–Quizás lo era, pero ya no. El qi no circula por la punta. O esta rota, o no es de la lanza. Como recambio, quizás me pueda servir. Así que no puedo ofrecer más 15.
Subo muy poco. Es un regateo muy agresivo cuando ella ha dicho 20.000. Pero no quiero ofrecer más. Por ese precio, le diré a Song que le eche un vistazo luego. Por si cree que vale la pena. Si nadie la ha comprado.
–¿De verdad está rota?– me pregunta.
Es extraño que un mercader haga esa pregunta. Claro que no tiene forma de comprobarlo, a no ser que se lo pida a alguien.
–El qi no llega a la punta. Para que veas que no quiero engañarte, puedes quitársela y venderme solo el palo. Cualquiera que la quiera comprar, lo notará enseguida– le aseguro.
Ella tiene una mirada de derrota. ¿Realmente no lo sabía?
–El otro dijo lo mismo. Mierda. Podía haber sido una buena oportunidad… Está bien, te vendo el palo. 50 oros. Ni uno menos. No me puedo permitir perder dinero. No bajaré más.
Realmente no es como los regates habituales. 50 oros me parece más que aceptable. Y un arma completa cuesta en la secta un millón de puntos. Serían 10.000 oros como mínimo, probablemente más. Supongo que la ha debido comprar conociendo el origen. Aunque no sabiendo su estado.
Me quedo pensando un momento. En realidad no lo estoy haciendo. Ya lo he decidido. Seguramente será imposible encajarla perfectamente. Si lo hace parcialmente, es una buena compra.
La punta que encontramos es más poderosa que las que he visto de otras lanzas en Alma. Si la consigue montar medianamente decente, tendrá una buena arma. Mucho menos que la original, pero más que suficiente por ahora. Por 50 oros, vale la pena intentarlo. En el futuro, ya buscaremos una opción mejor. Si conseguimos consultar con un herrero sin levantar sospechas.
–Bien, 50 oros– acepto finalmente.
Ella coge el dinero resignada. Se queda la punta de la lanza. Supongo que para asegurarse de que no miento. No me hubiera molestado quedármela, pero no puedo justificar pedírsela o intentar comprarla.
Dejo el asta en el almacén. En la zona de Song. Luego se lo digo.
Echo un vistazo a otras armas, pero no tengo confianza en mi criterio. Además, por ahora no necesitamos nuevas. No iría mal tener mejores, pero no es imprescindible. Otro día, que lo miren ellas.
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Encuentro un callejón adecuado. Me meto en él. Al cabo de un rato sale Shi por donde yo he entrado. Y Song un poco después. Después de besarme cuando le he contado lo de la lanza.
–Gracias por pensar en mí– me ha dicho antes de un corto pero profundo beso en los labios.
Yo salgo un rato después. Llevo ropas oscuras. Mi rostro tapado. Como muchos de los que están por aquí. Era una de las razones por las que he dado un paseo. Para asegurarme de no llamar mucho la atención.
Hay un cartel y dos hombres en la entrada. "10 oros de depósito. Se descuentan al comprar. Se devuelve la mitad al salir." Bueno, ya lo sabíamos. Suponiendo que encuentre a una esclava adecuada, estamos tirando 10 oros. Las chicas también tiene que pagar. Les devolverán 5 a cada una. Es un mal menor. Prefiero que estén conmigo.
Pago y entro. Ellas lo han hecho un poco antes. Nuestras miradas se cruzan un instante. Ellas van delante.
Hay niños, hombres, mujeres, e incluso ancianos. Ver los niños me devuelve el borroso recuerdo de cuando me compraron. No es agradable. No sé qué pensarán ellas.
Hombres y mujeres atractivos son más caros. También quienes están sanos. Exóticos. Musculosos. Tienen algún oficio. Los que tienen cultivación están en otra zona. Hay que pagar una tarifa mayor. No nos interesa.
Si tienen un talento o físico excepcional, van a subasta. Esos seguro que se venden. El resto de esclavos son simplemente mercancía. Se puede negociar. Intentar que no te timen.
No están expuestos en ningún orden concreto. Como en los estantes, cada vendedor expone su mercancía. Algunos más limpios que otros. Algunos los visten. Otros muestran su mercancía desnuda. Algunos están atados con cadenas. A otros esclavos simplemente los retiene el miedo. Y saber que intentar cualquier cosa sería una muy mala decisión.
No puedo dejar de sentir empatía. No hace tanto era como ellos. Fui vendido como ellos. Y podía haberlo sido otra vez en cualquier momento. Pero así es como funciona el mundo.
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Hemos recorrido tres cuartas partes del recinto. No hemos encontrado nada que nos interesa. Había un par que lo parecían. Tras examinar sus pechos, han visto que no lo eran. Supongo que no es tan fácil encontrar una esclava en lactancia. A los esclavos no se les suele dejar tener hijos. A excepción de si están en una granja de esclavos. Entonces, les obligan a tenerlos. Los pocos que he conocido que han estado, no solían querer hablar de ello.
Veo entonces que Shi se para. Poco después lo hace Song. Se quedan mirando algo. Tardo un rato en llegar. Antes de ello, se giran una tras otra. Hay una mirada suplicante en sus ojos. Aunque solo me miran un instante. Es raro, nunca piden nada. Algo les ha afectado.
Ya veo. Hay una esclava con una niña. Claramente está en lactancia. Las veo mirar a la niña y a mí. No quieren separarlas. Es evidente la mirada desesperada de la madre. Sabe que no puede hacer nada. Que las van a separar.
Sería muy raro el caso de que alguien comprara a las dos. Aunque seguramente es lo que busca el mercader. Jugar con los sentimientos de alguien de buen corazón. Seguro que le intentaría sacar cuanto pudiera. Es ambicioso, y probablemente inexperto. Los mercaderes de esclavos no suelen meterse en ese tipo de líos. Gente así probablemente ni siquiera entraría al mercado. No recuerdo haber visto u oído de ninguno.
No puedo dejar de odiarlo. Recuerdo perfectamente un caso. Seguro que ellas también. Una esclava que compraron. Le habían quitado a su niño. Y vendido aparte. No pudo suicidarse porque los esclavos tienen un sello que lo impide. Pero consiguió tener un accidente. Era muy desgraciada. Más de lo normal. Por mucho que la intentaron animar.
Suspiro. Aunque sea un problema, no puedo negarme a sus miradas. Aunque no sé si será posible. Paso junto a Shi.
–Voy a ver si puedo llevar a la niña. Compra a la madre. Pero regatea. Sabes lo deprimidas que puede estar. Úsalo.
Asiente sin mirarme. Puede que no necesite mi consejo. Es lo más probable. Puedo adivinar su sonrisa. Cuando sigo, se mueve hacia Song. Supongo que le contará el plan. O tramarán algo más.
Llego hasta la esclava. Cojo la niña. La esclava me mira suplicante. Reticente a dejarla ir. Pero no puede negarse. Los compradores siempre podemos inspeccionar la mercancía. Si se daña, se paga al mercader.
La niña está desnuda. Por eso sabía que era una niña. Llora al alejarse de su madre. Yo la alzo. Le doy la vuelta. Ignorando su llanto. Por mucho que no sea inmune a él. Debe parecer que lo soy.
Circulo qi. Como cuando doy placer. Pero mucho más suave. Como una caricia. Quiero que se tranquilice. Que me vea como alguien en quien confiar. Si no puedo llevármela a la Residencia, no podemos hacer nada. No nos podemos ocupar de un bebé. Por ahora, no siento que pueda.
Mientras, Shi se acerca para explorar su parte del plan. Si no podemos llevarla, al menos intentaremos que nadie quiera comprarlos. Darles un poco más de tiempo juntas.
–¿Cuánto por la madre?– pregunta Shi, disimulando su voz.
El mercader la mira. Me mira a mí. Dudando.
–De verdad quieres separarlas. No se ven muchas madres e hijas. Es excepcional. Las dos juntos por 500 oros es una ganga– intenta convencerla él.
–Si es tan excepcional, estaría en la subasta. Si no se ven muchas, es porque nadie es tan estúpido como para venderlas así– le contradice ella sin contemplaciones.
No tiene ninguna piedad. Estoy seguro de que está irritada. El mercader parece reaccionar un poco hostil.
–¿Cómo que no? Lo que pasa es que…– intenta refutarla.
–No me jodas. Todos sabemos que hay granjas de cría. Si fuera tan bueno, habría cientos vendiéndose. La gente necesita una esclava o necesita una niña. No las dos. Si no las ponen juntas, es porque saben que las madres se deprimen cuando se las quitan. Es fácil que enfermen. Así que valen menos. 40 oros por la madre es una buena oferta.
Sin duda, se lo han estado pensando antes. Quizás incluso lo ha discutido con Song. Está en primera línea, mirando.
El mercader está empezando a sudar. No le está saliendo como esperaba. Además, otros están escuchando. Si no sabían que la madre se deprimía, ahora lo saben. Está intentando presionar al mercader.
–¿¡40 oros!? ¡No pienso venderla por menos de 400 los dos!
Shi me va mirando de reojo. Song también. Finalmente les digo que sí. La niña ha dejado de llorar. Me mira con curiosidad. Es débil, pero puedo llevármela.
–Que manía… Nadie va a querer los dos. Tú mismo. Es difícil que alguien los compre. Tendrás que alimentarlos. Ocupan espacio que no podrás usar para otros– se encoge de hombros y mira alrededor –. ¿Alguno piensa diferente?
Es un riesgo. Pero si alguien compra a las dos a la vez, les está bien. Sería un mal menor. Al menos, no las separarían. Aunque sería una pena perderla. Nadie responde. Excepto Song.
–Vaya pregunta más absurda. ¿Quién va a pensar diferente? Lo sabe todo el mundo– asegura ella, con desdén –. Puedo subir hasta 50 oros, ni uno más.
–¡Oye! ¿¡Por qué te metes en los negocios de los demás!?– exclama Shi, ofendida.
–Ahora es mi negocio– sigue Song con tono de desdén, arrogante.
–La niña parece sana, aunque no puedo estar seguro. No tiene nada de especial. Te doy 10 oros por ella– intervengo.
–No…– susurra su madre, incapaz de aguantarse.
Lamento hacerla sufrir así. Solo será un momento. Espero.
–¿10 por la niña? Al menos 100…– regatea el mercader, cada vez con menos convicción.
–Uff, mira la madre… Es peor de lo que pensaba. Retiro mi oferta– interrumpe Song, con el mismo tono de desdén.
Por dentro, deben de estar sufriendo las dos. En especial Song. Fue una de las que más quiso animar a aquella esclava. Estuvo bastante deprimida cuando murió. Y eso que los esclavos estamos acostumbrados.
–Bajo mi oferta a 20. No sé si podré aprovecharla– interviene Shi.
La mayoría del resto de posibles compradores se van a otros puestos. Claramente, han perdido interés. Algunos se quedan. Probablemente por curiosidad. Y Song. Es improbable que intervengan. Lo que ha hecho Song no está bien considerado. Han habido miradas y murmullos de reproche.
El mercader está sudando bastante. No ayuda que esté gordo. Y que sea un mortal.
–¿100? ¿Lo que vale un esclavo sano por una niña a la que hay que criar? ¿Estás de broma? Me interesa porque podría ser una esclava para mi sobrino, un poco mayor. Pero por 100, me espero a que crezca para comprarle una a su gusto. Puedo subir a 15, pero no puedo arriesgar más.
–¿Bueno, la vendes por 20 o no?– presiona Shi, intentando abrumarle.
–Al… Al menos paga los 40– casi suplica.
Sabe que es probable que se corra la voz. A la gente le gusta cotillear. Si es así, le será imposible venderla por más. Me cuesta no sonreír. Hemos ganado. Ahora queda la última negociación.
–¿40? ¿La has visto? No puede ni aguantarse las lágrimas– sigue presionando Shi.
La esclava está destrozada. No puede contenerse. El mercader coge un látigo, dispuesto a azotarla. Enfurecido con ella.
–¡Maldita esclava!
–Si la hieres, bajará aún más su valor. En su estado, puede que la arruines del todo. No esperes que te la compre– dice Shi con aparente calma. Sé que no lo está.
El mercader se detiene de golpe.
–¿Me la vendes por 15 o no? Tengo un poco de prisa. Si no te interesa, me iré a ver que encuentro. Quizás pueda encargar una– amenazo.
–Vale, 15 oros. ¡Ni uno menos!– se rinde finalmente. –¿30? Pregunta ya bastante indeciso a Shi.
–Buff. 25 y soy generosa. Puede que los esté tirando. No sé si al final servirá. Quizás no debería comprarla…– asegura ella, reticente.
–¡Vale, hecho, 25!– se apresura a cerrar el acuerdo.
Ella paga primero. Le dan el papel de propiedad. El que coincide con el tatuaje de esclavo. Se puede quitar con qi si el esclavo consigue cultivar. Paga con la entrada y pone 15 oros más. Se aleja. Sigue de lejos a Song que se ha ido antes. Aunque se paran a mirar otros puestos. Más bien, a esperarme.
La niña también tiene su tatuaje de esclava. Y sus papeles. Está tranquila. La he hecho dormirse. Las sigo poco después. La esclava estaba casi histérica. Algo le ha dicho Shi. Se ha girado un momento. Shi la ha hecho volverse enseguida.
Lo curioso es que ahora siento una conexión. Es extraña. Quizás desesperada. Quizás de agradecimiento. Quizás de sumisión. De alguna forma, puedo llevármela también.
No tardamos mucho en salir. No hay mucho más que hacer. A Song le devuelven 5 oros. Al final, solo hemos perdido sus otros 5.
Nos reunimos en otro callejón. La esclava me mira con los ojos muy abiertos. Coge a su niña casi sin creérselo.
–Gracias– me dice temblando. Mirando a la niña. Con lágrimas en los ojos.
Las devuelvo. Luego hablaremos. Mientras, recorro un rato más el mercadillo. Hay muchas cosas inútiles. Puede que algunos tesoros ocultos. Sigo de incógnito. Me sacaré la ropa poco antes de volver. No quiero encontrarme a ese estúpido otra vez.
No puedo evitar sonreír. La nueva esclava estaba llorando, abrazando a su niña. Era conmovedor. Luego le presentan a las demás. Bueno, a Wang no. Supongo que le hablarán de ella. Y las presentarán cuando nuestra alquimista tenga un momento libre. Mejor no le digo que había puestos llenos de plantas.
Están un rato con ella. Aunque Song se ha apartado un poco. Está con el asta que he comprado. Y también ha sacado la punta de lanza. Espero que le sirva.
Algo me llama la atención. Es un puesto que venden un poco de todo. Aunque pocas cosas enteras. Entre ellas, un trozo de mapa. Me recuerda al que encontramos en la cueva del cultivador. Lo miro sin sacarlo del almacén. Tiene un estilo similar. Puede que incluso coincida por uno de los lados. Pero hay algo raro.
Quizás no me hubiera dado cuenta si no lo estuviera mirando directamente. El color es ligeramente diferente. ¿Será porque uno está más desgastado que el otro?
No, hay algo más. El borde del mapa que está en el puesto, el que no está roto, es bastante liso. El que tengo yo es más irregular. Incluso la tinta no es exactamente igual. Hay sutiles diferencias en la forma de los trazos.
Quizás no me hubiera fijado si no me dedicara a copiar los cuadernos. Hay que ser muy exactos al hacerlo. No solo en la forma, sino en los trazos del pincel. En su fuerza, dirección y extensión. ¿Puede ser una copia mal hecha?
Aunque lo fuera, tampoco importaría mucho. Pero, ¿por qué alguien vende una copia de un trozo de mapa?
Lo dejo y examino otro. Para disimular. También parece un trozo. Ni idea si es real, una copia o simplemente falso.
–Estos mapas parecen incompletos– miro al vendedor un tanto confuso. Aunque mi confusión es por otra razón.
–¡Por supuesto! Son mapas reales, pero incompletos. Si encuentras las otras partes, ¡podrás hacerte rico! Si el destino te ha llevado a uno, ¡te llevará a los otros!
Sabe vender su mercancía. Si no fuera porque desconfío, estaría tentado.
–A 200 oros, ¡es una ganga! ¡Puede valer millones lo que encuentres! ¡O más!– sigue ofreciendo.
Sí, claro… El destino me ha llevado a los ocho trozos de mapa y tengo que comprarlo todos. Dejo el que estoy mirando. Aunque dudo, decido no comprarlo. Hay algo extraño, aunque no sé el qué. De hecho, ni siquiera sé si el nuestro es auténtico.
Alguien se pone a mi lado. Me medio empuja de malas formas. Es un hombre de pelo morado. Poco más puede verse que lleva una cola. Un pañuelo y un sombrero ocultan su rostro. Podría haberme pedido que me apartara. Aunque mejor no digo nada. Está en la etapa 8 de Alma.
Coge el mapa. El que parece que coincide con el mío. El que parece una copia. Paga los 200 oros sin pestañear. Me lo quedo mirando. Me ignora. El vendedor se encoge de hombros, como disculpándose conmigo.
Me levanto y sigo mi camino. Me quedo mirando al que se va. Al que me ha empujado. Entonces, veo que dos siluetas se ponen en marcha tras él. Le siguen. A escondidas.
Estoy tentado de ir tras ellos. Pero no soy tan estúpido. Si él estaba en la ocho de Alma, los otros dos puede que más. Y no es asunto mío. Pero me intriga. ¿Tiene relación con que haya cogido ese mapa? Quizás sea más peligroso de lo que pensaba
Miro de reojo el puesto. Para mi sorpresa, ha puesto otro mapa exactamente igual. Eso confirma que es una copia. Puede que sea falso. Me quedo con ganas de saber más. Lo que está claro es que debo ir con cuidado con cualquier cosa relacionada con el mapa. Por si acaso. Hay gente vendiendo y gente acechando. ¿O quizás era por otra razón? Como sea, no puedo saberlo. Así que mejor ser precavido.
Las chicas están bañando a la niña y a la nueva esclava. Hablando con ella. Parecen bastante alegres. La esclava está sorprendida. Supongo que le están contando acerca de nosotros y la Residencia. Abre muchos los ojos.
Están todas allí. Song ha dejado la lanza para luego. Al menos, no la ha desechado del todo. Puede que haya alguna posibilidad. La escena de verlas desnudas en el agua siempre la encuentro muy sensual. Con una novedad. Y sin Wan.
No es lo que se consideraría una belleza. Si lo fuera, hubiera estado en la subasta. Sus pechos son algo más pequeños que los de Ma Lang. Quizás, están un poco hinchados. El bebé chupa a gusto uno de ellos.
Su piel es algo más oscura de lo habitual. Su pelo rojo oscuro. Corto. Sus ojos tienen un tono anaranjado. Su culo ni muy prominente ni todo lo contrario.
Rui, Ning, Rong y Bronceada están entrenando. La primera y la última con convicción. La segunda porque Rui la vigila. Rong no lo tengo muy claro. ¿Quizás debería ofrecerle alguna técnica? Cuando lo insinué, me ignoró. Si no me puedo fiar de ella, tampoco importa mucho.
Dejo atrás los puestos y la gente. Es algo más solitario. Me escondo en una calle lateral para quitarme el exceso de ropa y dejar solo la de estudiante. Ya estoy llegando a la salida de la ciudad. La que lleva a la secta.
Al poco de salir, aparece alguien cortándome el paso. Otro detrás. Los he visto antes. El de detrás es el de la etapa 3 que estaba con mi "viejo amigo", el estudiante Fen. Sé que su nombre completo es Niu Fen.
El otro está en la etapa 5. También es inestable, pero son 4 etapas de diferencia. Esto puede ser peligroso. Si atacan, no sé si saldré de esta. Aviso a las chicas. Siento molestarlas, pero no hay más remedio. Las saco del estanque y les pongo delante de las armas y ropas, y toallas. La nueva parece confundida.
Niu Fen sale de detrás del de la etapa 5. Muestra una sonrisa satisfecha de sí mismo.
–Je, je. ¿Creías que te iba a dejar escapar así como así, que iba a dejar escapar mi venganza?– me amenaza.
–No sé de qué me hablas. Si hiciste algo mal, simplemente admítelo. Ya te han echado, no te van a hacer nada más– respondo, intentando ganar tiempo.
Las chicas se visten y arman en un momento. Rui también. Incluso tengo a Ning preparada. El problema está que, incluso con ellas, será muy difícil. Quizás podamos asustarlos, pero dudo mucho que matarlos. Eso no sería bueno. Si son testigos de que ellas salen de la nada, puede ser un grave problema. Claro que es peor morir.
–¡Sé que fuiste tú! ¡Tú pusiste las píldoras allí! ¡No pudieron ser mis amigos!– me acusa.
Tiene razón, fui yo. Aunque no es como si fuera a admitirlo.
–Era un esclavo entonces. ¿De dónde quieres que sacara no sé qué píldoras?
–¡Tú sabrás! ¡Escondías tu cultivación, también esconderías las píldoras!
–Una cosa es esconder la cultivación, pero ¿píldoras? A los esclavos no se las dan, no tienen dinero para comprarlas– argumento.
Se queda por un momento sin saber qué decir. Pero eso no me da la posibilidad de huir. O de atacarle. Si lo cogiera prisionero, seguro que podría escapar. Por desgracia, sus guardaespaldas están vigilándome. Uno de ellos interviene.
–¿Quizás la robó?
–¡Eso! ¡Las robaste para conspirar contra mí!– afirma hinchando el pecho, como si se le hubiera ocurrido a él.
¿Por qué tenía que meterse? Lo curioso es lo cerca que está de la verdad. Por pura casualidad. Tengo que conseguir que vuelva a dudar.
–¿Estás diciendo que un esclavo roba píldoras y, en lugar de usarlas él, las usa para ir contra ti? ¿Sabes lo absurdo que es eso?
En realidad no tanto. Guardarlas o usarlas sería muy peligroso. Podrían descubrirte enseguida. Pero él no lo sabe. Espero.
–¡Mierda! ¡Alguna razón tendrías! Además, ¡me caes mal! ¡Y podrías chivarte de esto! ¡A por él! ¡Matadlo!
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