–¿Qué le has hecho a Shi? Lleva toda la mañana sonriendo– me interroga Song.
–No sé de qué me hablas– respondo, mirando hacia otro lado.
Shi se ha sonrojado ligeramente. Song sabe que ocultamos algo. Supongo que tendré que llamarla también a ella y besarla. De hecho, eso mismo me recomienda Shi. Que lo haga con todas de vez en cuando. La verdad es que más de una vez he estado tentado. No ha sido hasta hoy que no he podido superar la tentación.
Se ríen cuando les cuente el asunto con Yawen. Aunque alguna insinúa que también quiere. Todas se miran. Sé que eso significa que están planeando algo. No vale la pena preguntar. No me lo dirán.
Por otra parte, aunque lejos de ser perfecto, la cultivación de Cuerpo Yin Yang va mejorando ostensiblemente. Shi incluso va mejor. En mi defensa, ella tiene más tiempo para practicar. Por ahora, aún no puedo imbuir un músculo completo. Pero si lo he conseguido en partes. Cada vez más grandes.
Lo cierto es que no se nota mucho. Aunque es normal, debe de hacerse muchas veces. Refinarse el cuerpo una y otra vez. Por ahora, aún estoy en proceso de dominar la técnica.
El resto de las chicas también están empezando a practicarlo. Al menos, las gemelas y Song. A Rui también le he ordenado que empiece a echarle un vistazo. No sé si debería decírselo a Bronceada. Quizás más adelante.
Hemos estado discutiendo qué más podemos hacer para ganar puntos u oro. La más fácil parece ser comprar una esclava en lactancia. Debería poder subirla de nivel, y entonces vender su leche materna. Ya lo habíamos discutido antes, pero ahora tenemos oro. No debería costar más de 100 comprar una esclava sin cultivación.
Las gemelas nos miran raro. También Ma Lang. Les extraña que hablemos así de esclavos, habiéndolo sido. No sé qué ven de raro. Es así como son las cosas. Los esclavos se compran y venden. Aunque nos aseguraremos de tratarla bien.
No obstante, por ahora esperaremos. Es mejor ir a la feria mensual. Hay más gente, por lo que es más fácil pasar desapercibido. También más esclavos. Será más fácil encontrar una esclava adecuada.
Wan no se ha extrañado. No está. Como otras veces, está ocupada. La hemos dejado estar. Está mezclando algo. No sé el qué. Ya le preguntaré. Más bien, me lo dirá ella sin que pregunte.
—————
–Se te marca mucho el culo. Seguro que muchos deseaban tocártelo. Así– le digo a Guo Hai mientras me acerco.
Por una vez, no está desnuda. Le he hecho ponerse su vestido. Aunque sin ropa interior. Sobre este, le toco el culo. Lo estrujo. Ella da un respingo.
–Seguro que soñaban con ponerte contra el mostrador. Con levantar la parte de atrás. Con verte el culo. Con manosearlo– continúo.
La he empujado sobre la mesa. Su cuerpo encorvado sobre esta. De cara a ella. Sus pies en el suelo. He levantado como he dicho la parte de atrás del vestido. Está separado en dos. Por los laterales de las piernas está abierto. Su culo es perfectamente visible. Su vagina está mojada.
–Aaahh. Sí. En especial esos viejos. Tenían esa mirada lasciva. ¡Aaaah!– responde ella.
Le he metido un dedo en la vagina. Con la otra mano sigo acariciando su culo. Terso y firme.
–Seguro que deseaban follarte. En esta mismo posición. Así.
Tal y como la digo, la penetro. Es excitante imaginarla en su tienda. Siendo dominada por mí. Como lo es ahora.
Aumento un poco más sus pechos. Y sigo arreglando sus meridianos. Aún les falta mucho. No sabía que forzar la cultivación podía tener ese efecto. Incluso su mar de qi es más pequeño de lo que debiera. Bueno, tampoco es un problema. Lo voy forzando poco a poco. Mientras la penetro. Mientras disfruto de su cuerpo sumiso.
Después de follarla, me la quedo mirando un rato. Sobre la mesa. Su culo visible. Su vagina llena. Ella jadeando.
Inspirado en ella, hago a las otras esclavas vestirse con ropa de estudiante. También me traigo a Rong, aunque no le toque. La ropa le va justa, sobre todo en su culo y pecho. El aumento de tamaño es evidente. La hace más erótica.
Me las follo de cara, de espaldas, a cuatro patas, contra la pared. No puedo dejar de imaginarme a las estudiantes que estos días me han mirado con desprecio. Señalando y poniendo cara de asco. Me imagino que me las follo a ellas. Que las violo.
Me paro un momento después de correrme en Ning. No puedo dejarme llevar así. Es un pensamiento muy peligroso. No me puedo dejar dominar. Aun así, aún queda Bronceada. Así que me acabo de desahogar con ella.
La pongo a cuatro patas. Agarro sus tobillos. Los alzo a la altura de su culo. Sus rodillas en el suelo. Los uso como apoyo para golpear con fuerza. Para conquistar su interior. Para llevarla a un fuerte orgasmo tras otro. Para dejarla también jadeando.
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Llamo a Liang. Me han señalado que sea solo ella. Me la quedo mirando.
–¿Qué estáis tramando?– le pregunto acusadoramente.
–Nada… Bueno, nada que tenga que preocuparte– ríe ella.
–Te está volviendo crecer– acerco mi mano y le acaricio el pelo con suavidad.
Ella sonríe y se sienta sobre mí.
–He ganado y soy la primera. Después viene Yi, Wan, Song, Shi, Lang y Yu. Una a una. En ese orden. Mímanos mucho.
Tras decir esas palabras me besa. Sus labios no me liberan en un buen rato. Sus manos me acarician con pasión. Las mías pronto la corresponden.
Las acabo follando a todas, una a una. Con muchos mimos como me han pedido. Recreándome despacio en su piel. En sus pechos. En sus piernas. En sus culos. En cada parte de su anatomía. En cada rincón. Aunque también me miman a mí. También se aprovechan de mí.
Estoy más rato de lo normal con cada una. Es una pena que no pueda dedicarles incluso más.
Querría no dejar de acariciar su piel. Su cabello. De estrujar su culo. Sus pechos. Sus labios. De estar dentro de ellas. De hablar con ellas. De reír con ellas. De abrazarlas. Aunque es mucho más de lo que tenía antes. No puedo quejarme. Pero me gustaría darles más.
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Han pasado dos días más. A las esclavas, mis antiguas compañeras, las engaño diciéndoles que les doy trozos de píldoras cuando tengo sexo con ellas. El efecto es real, pero las píldoras falsas. Es una buena forma de disimular que las ayudo cuando follamos.
Después de hacer las copias, me paso por el "mercadillo". Echo un vistazo a los bastones que venden. No hay muchos. Aparentemente baratos, pero no estoy muy seguro de la calidad. De todas formas, no iba a comprar, solo a mirar.
Shi y Song también están disfrazadas mirando los puestos. Como yo. Shi como si fuera un hombre. Alguien se acerca a ella. Algo le ofrece. Hay algunos así. No tienen puestos, así que venden directamente. Si los pillan, los echan. Puede incluso que se ganen una paliza si no es la primera vez. Ella mira algo que le enseña. Luego niega con la cabeza.
Le compro algunas plantas a Gan Ren. A Bai Wan le gusta su mercancía. Dice que cumple lo que dice. Además, podemos comprar con oro. Tenemos bastante tras la venta de las salamandras.
Aunque voy diferente a la última vez, ella me reconoce. Me regala una par de plantas que ya no puede vender. Pero que aún pueden servirle a un alquimista. Sobre todo, para practicar. Supongo que quiere asegurarse que siga volviendo.
Incluso me asegura que puedo devolver los productos que puedan salir mal. La verdad es que es refrescante tratar con ella. No intenta estafarte. Ni regatear. Los precios son justos. No engaña con la calidad. Y es agradable. Quizás algunos prefieran intentar cazar gangas en otros puestos. A mí me va bien la seguridad con ella.
Luego volvemos. A ellas las envío dentro. Yo voy al pabellón de las armas. Tengo que comprar un bastón decente. A diferencia del mercadillo, la secta los garantiza.
Sé que muchos han sido estafados en el mercadillo. O han obtenido algo de una calidad que no era la esperada. También hay quien ha obtenido gangas. Claro que nosotros somos incapaces de distinguir entre una ganga y una estafa. Así que vamos a lo seguro.
—————
–¿Arma?– pregunta quien atiende la entrada.
Es una mujer de apariencia anciana. Parecía dormida. Ha levantado la cabeza en cuanto he aparecido
–Bastón.
–¿Reino?
–Alma.
–Deja un millón de puntos de contribución como depósito. Si sales sin un arma, se te devolverán.
Asiento. Ya sé que funciona así. Es la forma de asegurarse de que la gente no entre por entrar. Que al menos tenga los puntos.
Pongo la tarjeta sobre un panel y acepto que se lleve los puntos. Me dan ganas de llorar. Me ha costado mucho reunirlos. Aunque ahora los puedo acumular mucho más rápido. En unos siete días. Fen Huan me miró algo deprimida cuando se lo dije. A ella le costó mucho lograr reunir los puntos con los que compró a Pen.
–¿Es la primera vez?– me pregunta.
–Sí.
–Bien. Ves a la sala 17. Coge el que sientas más próximo. No te preocupes por nada más.
Asiento de nuevo. Hago una leve reverencia. Entro.
No puedo evitar ojear las salas contiguas. La de espadas es inmensa. Me gustaría traer a las chicas. Lástima que es imposible.
Tardo un rato en llegar a la sala 17. Es igual de grande que las otras, pero bastante más vacía. Se nota que es un arma mucho menos popular.
Entro y miro uno a uno los bastones. Todos son para el reino de Alma. Los de reino superiores están en los pisos de arriba. Para Génesis, solo proporcionan armas básicas de entrenamiento.
Son de distintos materiales y colores. Incluso de distinto tamaño. Al final, es uno completamente negro el que más me atrae. Es una sensación curiosa. Pero hay algo que no encaja. No lo entiendo muy bien, pero me siento más cercano al bastón que ya tengo. La rama que recogí. La que las chicas arreglaron un poco. Es extraño.
Cojo el bastón. Es robusto. Circula bien el qi, pero no tanto como el otro. Eso es aún más raro. Decido salir y preguntarle a la anciana.
–Veo que has elegido bastón. Puede irte, es tuyo– me dice en cuanto aparezco, sin mirarme.
–Esto… Hay algo que me gustaría preguntar. Sé que es extraño, pero tengo un bastón que me resulta más cercano. Y el qi funciona mejor. Pero es solo una rama que arreglé un poco. No lo entiendo– le pregunto.
Ella me mira. Soy incapaz de discernir que implica esa mirada. Aunque siento como si me atravesara. Como si pudiera ver a través de mí.
–A ver, déjame ver ese bastón– consiente al final, con un tono más bien resignado.
Saco el bastón y se lo doy. Lo había puesto en un anillo de carga, por si acaso. Ella alza una ceja antes de cogerlo. De examinarlo. Incluso lo prueba con qi.
–Has dicho que circulaba el qi mejor, pero no circula nada. ¿Te estás riendo de mí?– me pregunta con el ceño fruncido.
–¡Claro que no! ¡De verdad que es así!– le aseguro, sorprendido.
Me mira con incredulidad. No me cree. No es bueno. No sé cuál es su posición en la secta o su cultivación, pero es alta. Por lo menos, alta comparado con un mero estudiante en alma. Si se irrita conmigo, podría estar en problemas. Para mi sorpresa, me pasa el bastón.
–A ver, circula ese qi– me ordena algo sarcásticamente.
Eso hago. Como siempre. ¿Igual no es eso a lo que se refiere? ¿Lo hago mal? La miro a los ojos. Una vez más, no puedo descifrar esa mirada.
–Vuelve a hacerlo. No pares hasta que te lo diga– dice de nuevo.
Su tono es ahora más serio. E imponente. Ni me planteo no obedecerle. Me pongo a circular el qi. Se siente natural. Más que con el bastón nuevo. De hecho, más natural que al principio de tenerlo. Supongo que me he ido acostumbrando. Ella me está observando fijamente.
–Para. Sígueme.
Me lleva a una sala. Hay varias formaciones alrededor de ella. No tengo ni idea para qué sirve o cuán poderosas son. Espero que no quiera hacerme nada.
–¿Cómo te llamas?
–Kong.
–¿Solo Kong? ¿Y el apellido?– me interroga con cierto tono de irritación.
Supongo que piensa que no he querido decírselo. Mejor aclarar la confusión.
–Era un esclavo hasta hace poco. Los esclavos no tenemos apellidos– le explico.
–¡Oh! ¿Eres ese esclavo? Vaya, vaya, esto es en realidad curioso. El destino es realmente caprichoso.
Me la quedo mirando. Por primera vez, parece divertida, además de sorprendida. Incluso ha sonreído por un momento. Luego su rostro toma de nuevo un semblante serio.
–No vuelvas sacar ese bastón delante de otra gente. Úsalo siempre que puedas para entrenar, si estás solo. Asegúrate de circular qi por él. Al menos, siempre que sientas que su nivel es menor al tuyo. Si tienes que luchar, usa el que acabas de comprar. Es curioso. Empezaste como un esclavo y ahora… Tu destino no estaba escrito por tu nacimiento.
Su tono es solemne. Incluso diría que hay algo de admiración. La verdad es que no entiendo nada.
–¿Qué pasa con este bastón? ¿Qué tiene de especial? Era solo una rama– le pregunto.
Ella vuelve a sonreír.
–Era una rama, ya no. Has tenido mucha suerte. O más bien, ha sido el destino. Pero la suerte y el destino tienen dos caras También pueden traer la ruina.
Me la quedo mirando. Esperando la explicación que supongo que viene ahora. Temiéndola.
–Tu bastón es una arma progresiva. Algunos las llaman evolutivas. Todos sueñan con una arma así, pero nadie sabe como crearlas. Nunca es igual. Una rama. Una espada defectuosa. Una lanza creada precariamente. Por alguna razón, esas armas se sincronizan con su dueño, para siempre.
Nunca había oído hablar de algo así. Ni sé muy bien que significa. Me quedo esperando a que continúe.
–El arma crece con su amo. Quizás haya un límite, o quizás no. Lo que es importante es que ahora tienes una arma para toda la vida, llegues al nivel que llegues, que solo puedes usar tú– explica.
–Si solo la puedo usar yo, ¿qué problema hay con que otros la vean?– pregunto confundido.
–Es lógico que pienses así, pero solo porque eres joven e inexperto. A lo primero que tienes que temer es a la envidia. Otros podrían no aceptar que tuvieras un arma así. Que hayas sido un esclavo puede hacerlo peor. Quizás podían intentar destruirla. Quizás incluso peor.
Tiene sentido. Muchos han muerto por envidia, aunque menos que por codicia. Ni lo había pensado.
–El otro motivo es aún más peligroso. Por ello, no sabrá esto nadie aparte de mí y el patriarca. Encontrar un arma de este tipo no puede ser simple suerte, implica destino. Eso significa que hay un destino asociado a ti. Poderosos que vieran esa arma se darían cuenta, y no se puede saber que harían. Podrías estar en peligro ante quienes quieran hacer uso de tu destino.
Tengo que decir que ha conseguido asustarme. Bueno, el que tenga un destino no es tan sorprendente. Tengo la Residencia. Lo que asusta es todo eso de quienes quisieran hacerse con mi destino. ¿Qué harían si supieran lo de la Residencia? Siento escalofríos solo de pensarlo.
La pregunta que me hago es, ¿puedo fiarme de ella? Supongo que no tengo más remedio. Aunque quisiera, no hay nada que pueda hacer al respecto. Además, no tendría por qué habérmelo explicado si tuviera malas intenciones.
–Le agradezco sus consejos. Tendré cuidado– le aseguró, haciendo una reverencia.
Ella sonríe. Me había estado mirando fijamente. Sigo sintiendo que puede ver a través de mí. Me hace sentir incómodo.
–No eres tonto. Ni idióticamente orgulloso como algunos discípulos. Puedes escuchar y pensar. Quizás es una bendición que empezaras siendo un esclavo. Puedes irte– me alaba inesperadamente.
Vuelvo a hacerle una reverencia. De respeto y agradecimiento. Ahora, mi bastón resulta precioso. Debo acostumbrarme al nuevo y seguir usando el viejo. Más cosas para hacer.
—————
Shi explica que le han ofrecido una especie de grabación erótica. No era barata. Al parecer, de unas estudiantes bañándose. Tomada a escondidas. Las gemelas se han sentido especialmente indignadas.
Luego me han escuchado sorprendidas mi conversación con la anciana. A ellas puedo explicárselo sin problemas.
–Así que nuestro niño es realmente especial– dice Song, mirando y acariciando el bastón.
–Siempre supe que no era como los demás– le sigue Liang la broma, también acariciando el bastón.
–Es normal, es parte de nosotras. ¡Lo dimos todo para dar a luz!– añade Shi.
–¡Es increíble! ¡Lo hicimos nosotras! Al menos un poco– exclama Yu, que no les sigue la corriente.
–Tendríamos que ponerle un nombre. No podemos dejar a nuestro niño sin él. ¿Qué tal pequeño Kong? ¿O Kong erecto?– propone Yi.
Suspiro. Aunque no puedo dejar de sonreír. Bromean, pero también hay algo de verdad. Ellas lo arreglaron. Lo prepararon. No sé qué parte es gracias a ellas, ni qué parte gracias a la propia rama. La anciana dijo que nunca se había podido averiguar el proceso. Por cierto, no sé su nombre. Tampoco ninguna de las chicas. Al parecer, siempre ha sido un misterio la guardiana del pabellón de armas.
–Gracias– les digo, abrazándolas.
Incluso a Ma Lang, aunque no colaborara en hacerlo. Parecía algo decepcionada, así que la pellizco ligeramente. Me mira sorprendida. Está a punto de quejarse. AL final no lo hace. Me sonríe. Es una sonrisa preciosa.
En cuanto a Wan. Bueno. Está con las plantas que nos han regalado. Emocionada, ha dicho que siempre le compremos a Gan Ren. Ya veremos.
También les explico que Tai Feng ha salido de casa. Me lo he encontrado antes de volver. Estaba hablando con Pen cuando ha aparecido con Yawen. Pen se la ha llevado a dar una vuelta. Ahora las dos están en una situación similar. Siguen siendo esclavas, pero sin serlo del todo.
Parece que ya dominan la técnica de cultivo. Han "estudiado" a marchas forzadas. Así que ahora ella necesita algo de tiempo para asentar la cultivación que recibe. Por ello, ya no pueden estar todo el día encerrados. Supongo que seguirán por la noche.
A Yawen se la veía feliz. Sonreía bastante. Pero poco más sé de ella. Pen se la ha llevado enseguida.
Tai Feng me ha vuelto a agradecer veinte veces o más. Me ha asegurado otras tantas que me devolvería los puntos. Que no aceptaría un no. El resto del tiempo, no ha dejado de hablar de Yawen. Yawen esto. Yawen lo otro. Yawen es preciosa. Yawen es inteligente. Yawen es…
Por suerte, tenía cosas que hacer. Llevaba unos días casi sin salir. Tiene que entrenar. Ahora está más motivado que nunca. Para proteger a Yawen. Para hacerse más fuerte juntos. Sin duda, está enamorado de ella. Espero que les vaya bien.
Me las quedo mirando. ¿Qué siento yo por ellas? Solo el imaginarme perderlas hace que se me encoja el corazón. De repente, me encuentro que todas me están mirando fijamente.
–¿Qué… Qué pasa?– pregunto sorprendido.
–Nos estabas mirando, pero también distraído. Eres tú el que tendría que decir qué pasa– responde Song, con las manos en forma de jarra en la cintura.
–Yo… Solo pensaba que no podría vivir sin vosotras y… Bueno…
Nos quedamos mirándonos un rato más. Resulta algo incómodo. Ellas se han sonrojado. Quizás yo también. Me acaban besando. Una a una. Varias veces. Turnándose. Me dejan en el suelo, recuperando el aliento.
–Es culpa tuya– ríe Shi.
–No puedes decir eso de repente y no esperar consecuencias– me regaña Liang, sonriendo.
–Tonto– susurra Yu.
–Así aprenderá– añade su hermana, sin mirarme.
–Nunca aprende. Quizás es uno de sus puntos buenos– se burla Song.
Lang aparta la mirada. No se atreve a decir nada. Es la que está más roja. Las siguientes son las gemelas.
—————
Las devuelvo y miro a ver qué hace Wan. Para mi sorpresa, está en el suelo, totalmente quieta. La traigo. Compruebo que respira. No se mueve, excepto sus ojos. Que me miran.
–¿Wan? ¿Estás bien? Espera, llamaré a las chicas…
Lo voy a hacer, pero ella empieza a parpadear. Como en pánico.
–¿Quieres que las llame?– pregunto, extrañado.
Ella parpadea un par de veces. No sé qué quiere decir.
–A ver. Parpadea una vez si es sí. Dos si es no. ¿Entendido?
Parpadea una vez.
–¿Quieres que las llame?
Dos veces.
–¿Estás bien?
Una vez.
–¿Qué ha pasado?
No parpadea. Claro. No puede responder así. A ver. Junto a donde estaba ella, hay un recipiente. Espera. Dijo que haría la paralizante. No me digas que…
–¿Has probado la poción paralizante contigo?
Una vez.
–De verdad… No sé que voy a hacer contigo…– suspiro, mientras acaricio su cabello.
Ella me mira fijamente. Muy fijamente. ¿En serio?
–¿Qué quieres? ¿Que tenga sexo contigo?
Una vez.
–¿Ahora? ¿Así? ¿Contigo paralizada?
Una vez. Es una pervertida. Y yo también por hacerle caso.
Empiezo a explorar todo su cuerpo. A comprobar que, aunque está paralizada, es igual de sensible. Se estremece cuando añado qi. Puedo jugar con sus enormes pechos a voluntad. No puede quejarse. Puedo mover su cuerpo. Abrir sus piernas. Exponerla completamente. Su cara está roja. Su respiración se ha acelerado.
–¿Quieres que pare?
Dos parpadeos.
Saboreo su vagina. Juego con sus pechos. Los besos son fríos sin que pueda responder. La penetro. Acelero cuando me lo pide. Hemos acordado un guiño por la izquierda cuando quiere que acelere. Uno por la derecha si quiere que frene. No ha guiñado por la derecha.
Resulta extraño. Sus gemidos son más guturales. No puede mover la lengua. Su vagina sí se moja. Su cuerpo se puede estremecer. Convulsionar cuando se corre.
Puedo disfrutar de sus carnes vibrando. De sus enormes pechos botando, si no los agarro. Ni una queja. Claro que no puede. Parpadea varias veces cuando se lo digo. No puedo dejar de reírme
Tengo la sensación de que podría ser posible inhibir la droga. Pero no sé como hacerlo. ¿Quizás me falte cultivación? Como sea, tampoco está tan mal. La prefiero despierta, pero no está mal variar un poco. Abusar de ella con su consentimiento.
Me cuesta saber si debo entrar más o menos profundo. No puedo leer sus reacciones. Así que me limito a disfrutar de ella. A no ser que se queje. Su vagina no me aprieta tanto como otras veces. Aunque también puedo moverme con más libertad. Entrando hasta el fondo una y otra vez. Sintiéndola. Haciendo que me sienta.
Me quedó a su lado después de llenarla. Dejando que se recupere. Me pregunto cuando durará el paralizante.
–Pervertido– me acusa con voz baja al cabo de un rato.
–¿Ya puedes moverte?– le pregunto.
–Solo un poco. Me duele todo. Por tu culpa– me acusa.
–Ja, ja, ja. Tú decías que acelerara– contrataco.
Ella desvía la mirada. Aunque solo por un momento.
–¿Me… Me besas?– me pide.
¿Cómo negarme? Sin duda, son mucho mejores los besos cuando ella colabora. Cuando su lengua me ataca. Cuando se enrosca en la mía. Aún le cuesta un rato moverse perfectamente. Por suerte no hay efectos secundarios.
La regaño un poco. Me asegura que ha sido un accidente. Me encojo de hombros. Pero le hago prometer que irá con cuidado. Ella asiente sin mirarme. Diría que está sonriendo.
—————
–Supongo que me pasaré luego– dice Bei Liu.
–Vale. Si mañana no aparece Kong, planeamos como asaltarlo– amenaza Bi Lang.
–Más le vale aparecer. Si no, ¡aprenderá de que estamos hechas!
Está en la entrada de su cabaña. Despidiéndose de su amiga. Entra al cabo de un momento. Yo estoy dentro. Escondido. Esperándola. La asalto por la espalda.
–¿Y de qué estás hecha?– le pregunto provocativamente.
–¡Iiiiiiih! ¡Kong! ¡Te tengo dicho que no me asustes así!– se queja Bei Liu.
–¿Entonces te suelto?– le pregunto.
Le estoy acariciando una de sus tetas. La otra mano baja por su estómago.
–Aah. No seas malo. Llevabas mucho tiempo sin venir a vernos. No pares– me pide.
–Bien. Esta noche eres mía– le aseguro, mientras mi mano llega a su entrepierna
–¡¡Aaaah!! ¿Y… Lang?
La verdad es que son como hermanas. Se quieren mucho.
–Lang será mía mañana. Hoy es tu turno. A no ser que no quieras– amago con irme.
–¡Ni se te ocurra! ¡¡AAAAaaaahh!!
Mi mano se mete entre su falda. Aparta su tanga. Acaricia su abertura. Ella gira el cuello. Para buscar mis labios. Sus manos buscan mi culo por atrás.
Su blusa no tarda en caer al suelo. Su falda, enrollada sobre su estómago. Sus piernas abiertas. Rodeando mi cabeza. Mi lengua saborea su néctar. Dos dedos la penetran. Ella gime.
–¡¡Aaaaaaah!! ¡Kon! ¡Así! ¡Aaaah! ¡¡¡AAAAAaaaahh!!!
Cuando se corre, me levanto. La cojo de las piernas. La atraigo hacia mí. Ella me mira. Su lengua pasa sobre sus labios, lujuriosa. Sus pies se cruzan en mi espalda. Sus manos acarician mi tórax. Su vagina recibe mi miembro.
No solemos estar solos. Hoy disfrutamos el uno del otro. La follo dominándola. Me cabalga luego. Hablamos mientras se recupera. Habla bastante de su amiga. También de que ahora las miran diferente.
Se ve que algunos las trataban con desdén. Pero han subido bastante rápido desde la última vez. Eso las ha hecho ganar respeto. Sigue habiendo quienes las miran mal por su forma de vestir. O por disfrutar del sexo. Aunque ahora solo lo hagan conmigo. Pero la fuerza es lo que más se respeta. Y ellas han demostrado que pueden mejorar rápido. Que quizás podrían superar a muchos de ellos. Aunque sea con mi ayuda.
–¡No veas la cara que puso!– se ha reído.
Habla de una estudiante que le cae especialmente mal. Cuando vio que las dos había subido de etapa y la habían superado, se marchó enfadada.
Poco después, volvemos a follar por tercera vez. Esta vez más dulce. Las primeras dos han sido más apasionadas. Se sienta sobre mí y lo hacemos muy despacio. Muy íntimo.
Nuestros labios besándome sin parar. Nuestras manos disfrutando de la piel del otro.
–¡Aaaah! Si me viera Lang, se reiría. ¡¡Aaaaah!!
–Me ocuparé de ella mañana– amenazo –. ¿Te asegurarás de que esté disponible? Pero no le digas nada, será una sorpresa.
–Será fácil. ¡Aaaaah! Je, je. Eres un poco malo. ¡Aaaaaahh!
–¿Solo un poco? Tengo que mejorar entonces– vuelvo a amenazar.
Ella sonríe. Ataco su cuello. Por el lado en el que no está su cola morada. Lo beso y muerdo. También su oreja. Ella lame la mía. Provocativa. Juguetona. Luego nuestros labios vuelven a encontrarse.
La dejo moverse. Despacio. No como antes. Exploro con delicadeza su interior. Cojo sus nalgas con firmeza. Son duras y flexibles. Ella se arquea hacia atrás. Llega al clímax cuando la lleno.
Se queda abrazada a mí. Incluso cuando nos tumbamos. Su cabeza contra mi pecho. No tardo mucho en notar algo húmedo. ¿Está llorando?
–¿Liu? ¿Qué pasa?– le pregunto preocupado.
–Nada… Solo…
–¿Solo?
–Yo… No quiero que acabe. No sé qué haré cuando te canses de mí, de nosotras. Como todos– solloza, sin mirarme.
Me la quedo mirando unos segundos. La abrazo con más fuerza.
–Ahora eres mía. No pienso dejarte ir. No me voy a cansar de ti. No te vas a librar de mí– le aseguro.
–Todos dicen lo mismo– protesta casi en un susurró.
–Yo no soy todos. Soy Kong. Y tú eres mía para siempre– afirmo con tanta seguridad como soy capaz.
Ella asiente. No sé si está convencida. Yo sí lo estoy. No debe haber sido fácil para ellas. Por mucho que a veces parezca que actúan despreocupadas.
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