Las gemelas están de acuerdo. Emocionadas. Lo de los meridianos abiertos del todo les ha entusiasmado. Así que vamos a comprobarlo. Asegurándonos de que nadie me vigila, las llamo. Ellas entran. Se colocan en dos altares cercanos. No hay mucha gente.
Yo entro un poco más tarde. Mirándolas de reojo. Se están mostrando los resultados. Parecen emocionadas. Miro los míos. No han cambiado. ¿O sí? El meridiano que he intentado mejorar, ¿no está un poco más claro? No estoy seguro. Así que me aseguro de recordar esta vez el color exacto. Lo comprobaré otro día.
Ellas salen. Y yo poco después. Paso por cerca de su escondite y las envío a la Residencia. Se van corriendo a hablar con las demás. Tropiezo con algo. Casi me caigo.
–Ja, ja, mira que patoso– se burla una voz.
–¿Qué puedes esperar de un esclavo?– continúa otro.
Son cinco. Uno en la etapa dos de Alma. Dos en la uno. Los otro en la ocho y nueve de Génesis. Dos de ellos estaban esta mañana en la pagoda.
No puedo hacer mucho. No se permiten peleas aquí. Y son más que yo. Supongo que otros tendrían un enfrentamiento verbal. No creo que sirvan de nada. Excepto para crear más enemistad. Pero grabo sus caras en mi memoria. Dos veces significa que me van a buscar problemas.
Los miro uno a uno. Y luego me voy. Me he forzado a hacerlo. Tener una actitud demasiado sumisa puede ser contraproducente. Lo he visto en otros. Y probablemente es lo que esperaban de mí. Lo suelo hacer inconscientemente. Siempre he sido un esclavo. Tengo que ir cambiando.
–¿Qué te crees que miras?
–¿Necesitas que te dé una lección?
–¿¡Quién te crees que eres!?
Me amenazan. Se sienten provocados. Al menos no deberían tomarme por una víctima fácil. Si va a más, tendré que tomar medidas. Aunque podría ser peligroso. Necesito más información de ellos, por si acaso.
Hay algunos esclavos por la zona. Hablo con ellos. No saben mucho. Solo que son una pandilla de diez. Y que no tratan muy bien a los esclavos. Me han prometido preguntar y hacerme llegar la información. Me resulta un poco incómodo que me miren con adoración.
—————
Pen llega puntual. La dejo montarme. Le gusta dominarme. Y a mí me gusta ver esos pechos botando. Están ligeramente separados. Y muy suaves. Su areola es ligeramente oscura, como sus pezones. Y el doble que la de Song.
Su pelo rubio, ligeramente rizado, parece casi flotar. Inalcanzable desde mi posición. Hasta que baja y me besa. Aprovecho para no dejarla marchar. Para abrazarla. Para ser yo el que bombee desde abajo. Se corre en mis brazos.
Luego se libera. Sus ojos mirando los míos. Sus manos atrapando las mías. Sus caderas vuelven a tener el control. Acaricio su erótico culo. Gime sin control.
–¡¡¡AAAAAAaaaah!!! ¡Kong! ¡Este rato eres mío! ¡¡¡¡HHHAAAAaaaaaaahhhhHHH!!!!
Acaba colapsada sobre mí. Llena de mí. Acariciándonos y besándonos. Hasta que se le acaba el tiempo. Es reacia a levantarse, pero no le queda más remedio. Sigue siendo una esclava. Tiene que hacer su trabajo.
La despido con un beso. Y sobándole el culo y el pecho.
–Aaaah. Es una pena que no pueda quedarme un poco más– se queja, antes de marcharse con la madera.
A mí también me gustaría tenerla más. Suspiro.
Apenas pasa un minuto que la he despedido que alguien llama. ¿Se habrá dejado algo? Pero no es ella. Es Fen Huan. ¿Quizás sus amigas le han dicho algo?
–¿Quién era esa que ha salido?– me pregunta nada más verme.
–Una vieja amiga. ¿Te han dicho Liu y Lang que te buscaba?– le pregunto, sin darle mayor importancia a su pregunta.
–Sí. ¿Qué querías?– pregunta, un tanto tajante.
Pero su cuerpo dice lo contrario. Es sutil, pero puedo reconocerlo. Lo he visto muchas veces. Está excitada. Aunque no se acaba de decidir a entrar. Así que la cojo y la atraigo hacia mí. Al mismo tiempo, cierro la barrera de la cabaña.
Su etapa está por encima de la mía. Pero no se resiste. No cuando la atraigo hacia mí. No cuando fuerzo mis labios en los suyos. Ni cuando mi lengua penetra su boca. Ni cuando agarro su culo con fuerza.
–Luego te lo explico.
Ella me mira con la boca entreabierta. Jadeando. Expectante. Sin oponer ningún tipo de resistencia.
La llevo frente a la mesa. La pongo cara a ella. La hago inclinarse sobre ella. Apoyarse en ella. Sus pechos y cara sobre la mesa. Su pelo rosado desparramado. Su culo apuntando hacia mí. Le levanto la túnica. Dejando visible sus nalgas blancas. Ella totalmente entregada. Mientras yo las acaricio.
Golpeo ligeramente sus nalgas. Recuerdo que le gustaba. Se estremece. Golpeo un poco más fuerte. Emite un gemido ahogado. Luego otro. Y otro.
Sus nalgas empiezan a tomar un tono rojizo. Le bajo las bragas. Están mojadas. Me inclino sobre la mesa. Junto a ella. Mientras mi mano llegan a su entrepierna. Mis dedos acarician su abertura por fuera. Y por dentro.
La cojo del pelo y la hago mirarme. Mientras mis dedos la penetran más y más rápido. Su rostro desencajado por el placer. Sus ojos me miran. Pero parecen perdidos en la lujuria.
Se estremece toda ella cuando se corre. La dejo descansar unos segundos. Jadea mientras me mira. Al poco, mis dedos vuelven a moverse. Dentro y fuera de ella.
–¡Aaaaahh! ¡Más! ¡¡Aaaaahhh!!
Los hago mucho más suave. Tentándola. Provocando su lujuria.
–¿Más qué?
–¡Aaaaah! Aaaahh. ¡Aaaaaaah!
No me responde. Así que paro. Insisto.
–¿Más qué?
–¡No pares! ¡Fóllame! ¡Pégame!– casi suplica.
Me separo de ella y me pongo detrás de ella. Vuelvo a golpear sus nalgas. Luego la penetro de golpe. Hasta el fondo.
–¡Aaaau! ¡¡HHHHHAAAAAaaaaaa!! ¡¡¡AAAAaaaaahhhHH!!! ¡¡¡AAAAaaaahhh!!!
Empujo una y otra vez. Mientras acaricio su culo. O lo golpeo. Ella no deja de gemir. Su cabeza sobre la mesa. Apoyada en la mejilla. La boca entreabierta. Su pelo desparramado. O pegado a ella por el sudor.
Le subo la túnica y se la saco por la cabeza. Sin dejar de penetrarla. Sin ninguna oposición. Mostrando su piel clara. Y ahora sudada. Le desabrocho el sujetador. Dejándolo en su sitio. Suelto.
No la dejo correrse aún. Está al límite. Acerco mis labios a su oreja.
–Tu novio vino a verme y pedirme perdón.
–¡¡AaaaaaaahHH!! ¡Maldito impotente! ¡Aaaaaah!
–Confesó que se había dado cuenta que realmente le gustaba su amigo. Cuando los encerré juntos. Que no le gustan las mujeres. Me pidió que te lo dijera. Creo que te tiene un poco de miedo– le susurro.
–¡¡¡Aaaaaahh!!! ¡Maldito! ¡HHHaaaaaaahhHH! ¡Todo este tiempo! ¡¡HHHAAAAaahhh!! ¡Le daré una lección! ¡¡Au!! ¡¡¡HHHHHAAAAAaaaaaAAAHHH!!!
–Ah. Déjalo. Es mejor así– le exhorto.
–¡¡¡HHHAAaaaaAAAHH!!! ¿Por qué? ¡¡¡¡AAAAaaaaaaaahhhhHHH!!!!
–Así te tengo toda para mí. Como a tus amigas. Ah. Así puede ser solo mía. ¿Quieres serlo?
Ella gime. Sigo sin dejarla correrse. Mientras absorbo algo de su qi. Es más denso que el mío. Y puedo guardar un poco de él. Pero no demasiado. Puedo notar que necesito algo de tiempo para asimilarlo. Para poder absorber más. Puedo comprimir el mío para conseguir el mismo efecto. Pero así es mucho más fácil. Y rápido.
Al absorber el de las chicas, si estoy lleno, he comprobado que puedo comprimirlo. Pero hay un límite. Daña un poco las paredes de mi mar de qi. No es grave. Como si se irritara la piel. Pero necesito unas horas para restaurarlas del todo.
Si lo hago por el método normal, eso no pasa. Porque absorber qi del ambiente para comprimirlo es mucho más lento. No da tiempo a irritarlas. Cogerlo de ella elimina el problema del irritar mi mar de qi. Pero hay un límite.
Es como tener dos qis, uno más comprimido y otro menos. Y una fina membrana que los separa. Cuando lo comprimo yo, esa membrana se va moviendo poco a poco. Al absorberlo, hay que moverla más deprisa. Hasta que está demasiado tensa. Se podría romper. Si lo entendí bien, eso supondría perder todo el progreso en la etapa.
También he comprobado sus meridianos. Ninguno está totalmente abierto. Eso corrobora la teoría. De alguna forma, al hacerlo con sexo, se abren del todo. Sin impurezas.
Ella no ha respondido a mi pregunta. Quiero que lo reconozca. Que se someta totalmente a mí. Parece indecisa. Así que me detengo.
–¡Aaaaahh! ¡No pares! ¡Sigue!– me pide.
–No me has respondido. Quiero saberlo. ¿Eres mía?
–Sí, soy tuya. Pero no pares– me suplica.
Le cojo la pierna y la levanto. Su cuerpo queda de lado sobre la mesa. Vuelvo a bombear. Ahora puedo ver sus pechos rebotando. Sus pezones rosados erectos. Sus ojos rosas perdidos en el placer. En la lujuria. Como todo su rostro. Su lengua incluso está por fuera.
Le doy una fuerte palmada en las nalgas a la vez que la penetro hasta el fondo. Con ayuda de un poco de qi, se estremece toda ella. Se tensa. Su cabeza un poco hacia atrás. Su boca abierta. Gritando de placer. Su vagina chorreando.
Cuando vuelvo a empujar, está totalmente inerte. Rendida a mí. Solo gime. Y grita cuando palmeo sus nalgas. Cuando cojo su pecho. Cuando lo aprieto parece disfrutar. Cuando pellizco su pezón. Incluso más cuando llega al dolor. Es un poco masoquista.
Sus pechos son ligeramente más grandes que los de Song. El tamaño es más que respetable. Y la textura muy suave. Quizás algo más sueltos. Se mueven más. Sobre todo si acelero.
Noto como la presión llega a mi miembro. Como el roce con su interior me da placer. No es tan estrecho como el de las chicas. No por ello deja de ser excitante penetrarlo una y otra vez. Notar como sus paredes se restriegan. Reclamarlo para mí.
Cuando la lleno, gime de nuevo con placer. Se queda jadeando cuando salgo de ella. Sin moverse. Dejarla en la mesa resulta algo inapropiado. La cojo en brazos. Me mira un poco extrañada. Pero no protesta. Se deja llevar. Incluso se acomoda contra mi pecho.
La dejo con suavidad en la cama. Para que descanse. Su pelo rosado deslizándose entre mis dedos. La beso en la mejilla. Vamos a ver si es fácil convencerla.
–Con Lang y Liu he llegado a un acuerdo. Son solo mías. Y tenemos sexo al menos una vez por semana. ¿Qué te parece?– le propongo.
En realidad, me iría mejor que fuera todos los días. Pero se acabaría dando cuenta que le cojo el qi. Y no sería justo para sus amigas. Además de que, cuando yo suba de etapa, ya no me sería tan necesaria. Dejarla entonces de lado sería cruel. No hacerlo, sería poco eficiente. Así que mejor propongo una solución intermedia.
Así, puedo forzar normalmente un poco más la compresión de qi. Y descansar el día que me la follo.
–¿No puede ser más? ¿Todos los días?– pide en un susurro, con algo de lujuria. Supongo que por algo es amiga de las otras dos.
–Al menos una vez. Puede ser más alguna vez. Pero no puede ser todos los días. Todos tenemos cosas que hacer. Como cultivar.
–¿Cómo estar con esa esclava de antes?– me reprocha.
No sé por qué menciona a Pen. Da igual. Lo importante es convencerla. Si no, podría ser un problema.
–De momento una vez por semana, y luego ya veremos, ¿de acuerdo? Hace muy poco que soy estudiante, aún tengo que aprender muchas cosas– uso mi reciente ascenso como excusa.
–Vale, por ahora– finalmente concede. –¿Puedo quedarme un rato más? No puedo moverme.
Casi me suplica. No puedo no ceder. Estoy un rato acariciándola. Se acaba durmiendo. Me aseguro que no despierte por ahora. La dejo en la Residencia para evitar que esté por en medio. Puedo llevarla, aunque ella no lo sepa. También a algunas esclavas. O las dos pervertidas. Pero, por ahora, no se lo puedo decir. Por mucho que quiera llevármelas a todas. Quedármelas y follarlas todas los días. Subirlas de nivel. Pero no puedo llamar demasiado la atención.
Veo que Song está disponible. Pero Wan aún no. Quiero que estén las dos. Por si hay algún problema con la crema anestesiante. ¿También Liang? Podría dormirla, pero puedo necesitar su colaboración.
Así que adelanto trabajo y llamo a Bronceada. La hago servirme. Follarme. Me aseguro que se esfuerza por complacerme. No está totalmente sometida a mí. Pero mucha más que Rong.
Últimamente está muy obediente. Y Ma Lang y Shi no lo necesitan por un tiempo. Así que le doy dos cuadernos de Golpe Celestial. Se emociona tanto que me besa en la mejilla. Luego parece asustarse por lo que ha hecho. Me mira sin saber qué decir.
–Si quieres besarme, hazlo en la boca.
Abre los ojos. Creo que incluso sonríe un poco. Antes de abrazarme sensualmente. Y besarme. Con lengua. Con pasión. Con su cuerpo restregándose.
–Estúdiala bien. Puede que los necesite en algún momento. Pero te los volveré a dar más adelante. Algunas páginas están incompletas. Pero entre los dos debería ser suficiente. ¿Entendido?
–¡Sí, amo!
Creo que es la primera vez que la veo tan entusiasta. Puede que esté algo cansada por el sexo, pero se pone a leerlo de inmediato. Parece que realmente lo quería. No sé por qué no lo cogió cuando era estudiante. Bueno, eso ya da igual.
Sigo con Rui y Ning. Más suave que de costumbre. Ya he tenido bastante con Fen Huan.
Traigo a Fen Huan y la despierto. Poco a poco. La beso. Cuando se hace la remolona, palmeo su culo. Sin mucha fuerza. Sus quejidos son más eróticos que de dolor. Me cuesta conseguir que se levante y se vista. Había quedado con alguien. Si no, igual no habría logrado echarla.
Traigo a Song, Liang y Wan. Wan y Liang están algo nerviosas. Pero mucho menos que Song. Pocas veces la he visto tan vulnerable. Incluso de esclava. Entonces se veía forzada a mantener la fachada. Aunque por dentro estuviera destrozada.
La abrazo. No hay prisa. Ella hunde su rostro en mi pecho. Dejándome que acaricia su pelo durante un buen rato. Luego me mira. Aún está nerviosa. Pero sonríe traviesa.
–Es raro que, con lo pervertido que eres, no te hayas aprovechado. ¡Aaaahh!
En cuando lo dice, llevo mis manos a su culo. Lo aprieto. La miro desafiante. La beso. Sus labios me reciben con pasión. Su lengua, desafiante.
–Son los dos unos pervertidos– nos critica Liang, hablando con Wan. Esta no dice nada, pero asiente.
–Ya veo. Luego os tendré que dar una lección– las amenazo.
–¡Es una promesa!– ríe Liang.
Wan sigue sin decir nada. Pero parece excitada. Sin embargo, por ahora, tenemos cosas que hacer.
Nos besamos un rato más Song y yo. Nos acariciamos. Nos metemos mano. Ella está mojada. Yo estoy erecto. La levanto. Abrazada a mí. Sus piernas rodeándome. Una algo forzada. Yo de pie. La penetro. La subo y la bajo mientras gime. Mientras me acerco a la cama. Mientras la acuesto en ella. Sin dejar de penetrarla. Ahora encima de ella.
Como puedo liberar mis manos, ataco sus pechos. Sus pezones. Acaricio su cintura. Me recreo en sus labios. En su interior. En frotar dentro de ella. En llevarla al orgasmo.
Me estoy excitando demasiado. Paro después de que se corre. Nos quedamos mirando. Es hora de empezar.
Liang y Wan le ponen el ungüento alrededor de la pierna. Su rostro empieza a mostrar su nerviosismo. Embisto una vez más.
–¡Aaah! ¡Malo!– protesta.
–No te preocupes. Si algo sale mal, lo volveremos a intentar tantas veces como haga falta– le aseguro.
–Vale… Pero no lo uses como excusa…– murmura.
Su voz es casi inaudible. No puedo dejar de besarla. Liang se sienta junto a ella. Acariciándole la cabeza. Wan está justo a la pierna. Preocupada. No es médico. Todos lo sabemos. Pero al menos tiene algunas nociones. Espero que no esté muy presionada.
Me concentro en el hueso. En su yin. En usarlo para romper la fisura que fue mal curada. Que ya tengo localizada.
Song está sudando. Quizás no sienta dolor, pero algo siente. Respira agitada. Pero no se mueve. Puedo notar que se ha roto parcialmente el hueso. Que la carne y los músculos de alrededor están irritados o incluso dañados. Sin el ungüento, estaría sufriendo un fuerte dolor.
Está algo tensa. Acaricio su muslo con suavidad. Aplicando algo de qi. Algo de excitación. Con el objetivo de relajarla. O al menos de distraerla.
Poco a poco, se va consumiendo su yin. Apenas le queda la mitad cuando el hueso se acaba de romper. Uso un poco más para limpiarlo. Para liberarlo de la capa ósea que ha crecido por la unión incorrecta. La que no debería estar allí.
Me fijo en su otra pierna. Para compararla. Para saber exactamente dónde y cómo debe unirse. Se ha separado mucho.
–Mueve la parte de abajo un poco hacia arriba. Y apriétala contra la otra– le ordeno a Wan.
Esta parece dudar. Algo asustada. Así que es Liang quien va hasta allí y cumple las órdenes. Ha sido una esclava. Está acostumbrada a lidiar con todo tipo de situaciones. Wan es demasiado inexperta. Demasiado tierna.
–Baja un poco. Así. Un poco hacia ese lado. Un poco menos. Muy bien. Mantenlo así– le indico a Liang.
Song está sudando. Aprieta los dientes. No sé si le duele mucho. Pero tendrá que aguantar. Mezclo de nuevo yin y yang. Reconduzco la energía alrededor del hueso. Reforzando al propio cuerpo. Ayudándolo a fundirse.
Se acaba el yin. No ha quedado perfecto. Aún tiene que solidificarse del todo. Pero la forma es correcta. Salgo de ella. Mejor no acabar de follármela tal y como está. No quiero arriesgarme a hacerle daño.
–El hueso está bien puesto. Pero se tiene que acabar de curar. Será mejor inmovilizarlo y vendarlo. Usa tu qi para reparar la zona. Debe doler.
–Un… poco…– se queja Song –. ¿De verdad estará bien?
–Lo iremos viendo. Lo que no lo esté, lo arreglaremos– le aseguró.
–Vale… Pero me has dejado a medias– protesta de repente.
Me río. Un poco más relajado. Si es capaz de quejarse, es que está más animada. La beso en la frente. Sonríe. Aunque se nota algo de dolor en su rostro. Mientras, Wan ayuda a Liang a vendarla. Las tablillas las habían preparado de antemano.
–Ya está listo. Podríamos aprovechar para atarla del todo– sugiere Liang.
–Tienes suerte de que esté así, si no…– amenaza Song.
–¿Estás bien?
–Duele un poco. Pero circulando qi va bajando. Dame ese ungüento. Me pondré más si duele demasiado– dice Song.
–Lo siento. No serví de mucha ayuda– se disculpa Wan, casi llorando.
Supongo que sé siente culpable por haberse quedado casi congelada. Por haberse asustado.
–No pasa nada. A todos nos puede pasar la primera vez– la consuela Liang.
–Déjate de mimarla. Lo mejor es que se la folle Kong. A las dos. Mándame a la cama, y dales las gracias de mi parte. Yo estaré circulando qi por la pierna– me pide Song, guiñándoles un ojo.
Se nota que le duele un poco. Pero también que está animada. Espero que no haya problemas. Todo parecía estar bien. Así que le hago caso. Luego miro a las dos.
–¿Por quién empiezo?
Wan se siente aún culpable. Pero se le pasa cuando se corre. Incluso deja de protestar a Liang. Está jugando con sus enormes pechos. Riéndose de ella. Haciéndole olvidar. Cuando acabamos con ella, esta demasiado agotada para vengarse.
–¿Song estará bien?– me pregunta Liang, en voz muy baja.
Supongo que teme que no haya dicho toda la verdad. Por Song o por Wan.
–Creo que sí. Iré vigilando y ayudándola, pero creo que se curará del todo. Eso espero.
Se le caen las lágrimas. La quiere mucho. Le levanto la barbilla y la miro a los ojos.
–Pero tú, quizás no estés tan bien en unos momentos.
Me sonríe. Se deja besar. Puedo saborear sus lágrimas entre mis labios.
Follamos los dos tumbados de lado. Uno frente al otro. Su pierna levantada. Mi malo en su culo. Mis labios en su cuello, su barbilla, su boca. Nuestros cuerpos frotándose el uno contra el otro. Su agujero llena de mi miembro.
Luego voy llamando al resto. Todas preguntan por Song. Están preocupadas. Pero eso no las libra del sexo. En algún caso, soy yo el que no se libra. Como con las gemelas. Han decidido unir sus fuerzas contra mí. Lo hacen de vez en cuando. Les gusta montarme. Esta vez las dos de lado. Pero cada una ha mirado a un lado diferente. Son eróticas y apasionadas. Pero también adorables.
Me acabo durmiendo con Liang. Los dos de lado como antes. Abrazados. Estamos tentados de volver a empezar. Pero también algo cansados. Nos conformamos con disfrutar de nuestro calor. De nuestra intimidad. Y de algunos besos y caricias.
—————
Los ojos marrones de Liang me reciben por la mañana. Parece que a todas les gusta mirarme mientras duermo. Reconozco que también me gusta mirarlas a ellas.
–Buenos días. No te muevas. Esta mañana eres mío– declara, seductora.
–Sí, mi señora.
Soy obediente. Me dejo besar los labios. El cuello. El cuerpo entero. Sus labios, su lengua y sus manos me recorren. Cada día es más hábil. Todas lo son. Han empezado a usar qi.
A veces es apasionada. Otras observa mis reacciones. Me tienta. Me provoca. Su miembro está primero entre sus manos. Luego llega a sus labios. Su lengua. Su boca. No me deja hasta que me corro.
Me mira altanera. Jugando. Tocándome. Provocándome otra erección. Que esta vez mete en su interior. Estaba mojada. Preparada para mí.
Se mueve a veces lejos. De rodillas. En vertical. Subiendo o bajando. Otras se inclina. Sus labios a unos centímetros de los míos. Tentándome. Puedo sentir su aliento. Su sensual aroma. Su vagina haciéndome entrar y salir. Sus manos entrelazadas con las mías. Sus labios cuando bajan y me besa. Luego se van y los añoro. Los veo a apenas unos centímetros. Húmedos. Anhelantes.
Juega conmigo a veces. Otras me mima. A veces sube y baja. Otra mueve su pelvis en círculos. Haciéndome disfrutar de ella. Pero no soy el único que disfruta. Sus gemidos son testigo de ello. Ya se ha corrido tres veces.
Acelera. Mirándome. Implorándome que la llene. Que lleguemos los dos al orgasmo. Sus labios me atrapan cuando llegamos al límite. Cuando la lleno. Cuando toda ella tiembla. Me saborea con lujuria. Como yo la saboreo a ella.
Me sigue besando durante un largo rato. Apasionada. Es como si en el mundo no hubiera nada más que nosotros dos. Que nuestros labios. Nuestras lenguas. Ese culo suave que mi mano recorre. Ese pelo negro que poco a poco va volviendo a crecer.
Se separa y me mira. Jadeando. Ríe, sin dejar de mirarme fijamente. Su risa es contagiosa.
–¿Cómo está Song?– pregunta.
–Durmiendo.
–Eso es bueno. No le debe doler. ¿Por qué no la traes?– me pide.
Eso algo. Hace intención de despertarla, pero se lo piensa mejor. Me pide unas cuerdas. Y la acabamos atando. Brazos y pierna estirada. La otra pierna suelta.
–Con hielo sería mejor– se ríe.
Está tirándole gotas de agua a la cara. No tarda en despertar. Se encuentra casi inmovilizada.
–¿¡Qué!? ¡Liang!– se da cuenta de lo que pasa enseguida.
–Es hora de la venganza– ríe esta.
Le muerde el pecho. Puede que use la lengua con el pezón.
–¡Ah! Maldita. ¿No ves que estoy convaleciente? Déjame ir.
–Ni hablar. Ayúdame, Kong– me pide.
–No. Kong. Traidor. ¡¡Aaaaaaah!!
Ahora mordemos cada uno un pecho. Y nuestras manos se encuentran en la entrepierna de Song. Jugando con ella. Paramos un momento y la miramos.
–¿Cómo estás?– pregunta Liang.
–No duele. Pero estoy atada– protesta.
–Sabías que pasaría– ríe Liang.
–Tengo que examinarte– me defiendo cuando me mira.
–No creáis que esto acabará así– amenaza.
–Ji, Ji. Tú empezaste– se burla Liang
–Ya ver… ¡¡Aaaaaahh!!
La silenciamos. Jugando con su cuerpo indefenso.
–Oh, ¿ya está mojada?– la provoca Liang.
–Es culpa vuestra. ¡¡HHAAAaaaahhh!!
La penetro. Liang juega con sus pechos. Me deja el otro. Para que lo manosee. Lo estruje. Empujo con suavidad. Observando el hueso. Comparándolo de nuevo con el de la otra pierna. Parece estar bien. Pero no del todo sólida la unión. Uso el yin que ha regenerado para ayudar un poco más. Su qi ya he reparado su carne y músculos.
–Parece que está bien. Pero aún no está curado. Lleva las tablas unos días más.
Ella asiente. Sonríe. Casi llora. Supongo que tenía miedo que le diera malas noticias. Aunque aún no sabemos seguro si todo está bien.
–Ayer te dejé a medias. Es hora de compensar.
Ella va a decir algo. Pero no la dejo. Sello sus labios. No puede defenderse. Está atada. La penetro con más dulzura de lo habitual. Liang juguetea con ella, pero casi diría que la mima. Y disimula sus lágrimas. Estaba muy preocupada. Aún lo está. Pero algo más aliviada.
La llevamos al orgasmo cuatro veces. Antes de desatarla. Y devolverla mientras nos amenaza. Y nos abraza.
Luego le toca a Shi. A la que follo a cuatro patas. Mientras Liang ataca sus pezones. Devolviéndole ojo por ojo. Diente por diente. Pezón por pezón. No parece importarle. Más bien, lo disfruta. Lo único que le preocupaba era Song. Hasta que le hemos dicho que todo iba bien.
Con Yu es más dulce. Supongo que las dos tiene un carácter suave. Se llevan bastante bien. A Yi la provoca un poco más. A Wan y Lang las intenta provocar. Pero son muy sumisas. Acaba recostando sus cabezas en su regazo.
Liang puede ser juguetona y traviesa. Pero es más bien blanda. Considerada. Muy dulce.
Quizás es con Song con quien más se enfrenta. Pero porque esta es así y le da juego. Algo parecido pasa con Shi. O Yi. Las demás se dejan mimar demasiado. Y Liang no puede evitarlo. Es un encanto. Reconozco que a mí también me consiente.
Paragraph comment
Paragraph comment feature is now on the Web! Move mouse over any paragraph and click the icon to add your comment.
Also, you can always turn it off/on in Settings.
GOT IT