Ha pasado otro día más. Con mucho sexo. Muchas risas. Algunas preocupaciones. Sigue la cabaña vigilada. Liu ha vuelto a salir. A dar una vuelta. Siguen buscándome. Casi han acabado con las cabañas de los estudiantes.
Me preocupa que puedan usar métodos superiores. Con el permiso y ayuda de algún maestre, podían buscar en toda la zona. Incluso atravesando las barreras. Solo espero que los miembros del control de esclavos no se decidan a pedir ayuda. O que tarden en hacerlo. Normalmente, los maestres no se preocupan por los problemas cotidianos. Por un simple esclavo.
Todas las facciones son reacias a pedir ayuda a otras. A reconocer que no pueden llevar a cabo su trabajo. Pero ya es el segundo esclavo que desaparece en poco tiempo. Sin rastro. En medio de la secta. Shi fue la primera. Eso les debe de poner presión.
Me gustaría preguntarles al resto de esclavos. Seguramente sabrán algo. Pero no puedo hacerlo. Y sería sospechoso que mi pareja de pervertidas lo hicieran.
Creo que podría lograrlo esta noche. Solo me queda un poco más. Pero no podría salir hasta mañana.
Por ahora, estoy tumbado en la cama. Después de follarme a Liu y Lang. Se están durmiendo otra vez. Ya sé que el sexo cansa, pero es excesivo. Son realmente perezosas. ¿Quizás debería pintarles la cara? Mejor no. Sé que se volvería en mi contra.
Noto vibraciones de qi. Alguien llama. Hay una silueta en la puerta. Liu abre los ojos, molesta por la interrupción. Debía de estar cerca de conciliar el sueño. Lang también abre los ojos. Suspira.
–Escóndete– me dice Liu, señalándome debajo de la cama.
Puedo ver que se pone una bata fina. Sobre su cuerpo desnudo. Un cinturón la cierra por abajo. Por arriba, sus pechos están bastante expuestos. Muy sexy. Muy provocativa.
Lang se pone una similar. A desgana. Mira hacia la entrada. Me mira a mí. Mueve los labios como gritándome que me esconda. Sonrío y me meto bajo la cama.
–Hola, ¿sucede algo?– pregunta Liu, con una voz muy sugerente.
–Ho… hola. Queríamos saber si han visto… algo. Del esclavo. ¿Hay alguien más?– pregunta nervioso la voz de un hombre.
Me puedo imaginar su cara. Intentando no mirar el tremendo escote de Liu. Su cuerpo a través de la bata que se transparenta. O hacerlo sin que se note mucho. Quizás ha aprovechado para usar alguna técnica para detectar otras presencias. Por suerte, bajo la cama estoy a salvo.
Al parecer, se hicieron con algo para bloquearlas. Después de un incidente en el que descubrieron al novio de alguien con ellas. Me han asegurado que no lo han necesitado nunca. Me lo creeré. No creo que me mientan. Tampoco tienen necesidad.
–Sí, yo– responde Lang.
Oigo sus pasos acercándose a la entrada. Me la imagino moviéndose sensualmente. Me siento algo molesto. ¿Celoso? Puede ser.
–Liu, ¿es amigo tuyo? ¿Va a pasar… un rato?– pregunta Lang provocativamente.
La invitación en su voz es evidente. Y puedo imaginarla apoyada en su amiga. Exponiendo su cuerpo.
–No, no. Estoy de servicio– niega el visitante, nervioso.
Seguro que se arrepiente luego.
–Oh. Lástima– se lamenta Lang.
Vuelvo a oír pasos. Supongo que de Lang. De vuelta a la cama. Acostándose. Emitiendo un gemido de placer al hacerlo. Muy sensual.
–No sabemos nada. ¿Hay algo más en lo que pueda ayudar?– pregunta Liu, también muy sensual.
–No, no… Es todo…
Poco después se cierra la barrera. Y estallan en carcajadas.
–Ja, ja. Te has pasado. Lo has asustado. Seguro que es virgen– se burla Liu.
–Ji, Ji. ¿Has visto su cara? No sabía dónde mirar.
Me asomo por la cama. Están las dos sobre el colchón. Riendo. Son un tanto malvadas. Más traviesas de lo que pensaba.
–Así que flirteáis con cualquiera– las acuso. Me da la sensación de que mi voz suena más bronca de lo que quería.
–¡Oh! ¿Estás celoso?– sonríe pícaramente Liu.
–¿Acaso nos quieres solo para ti?– se insinúa Lang
Si tengo que pensarlo, la respuesta es sí. Las quiero solo para mí. Sé que es egoísta. Y más siendo aún un esclavo. Y más teniendo a muchas otras. Pero no puedo evitar quererlas acaparar. Me pregunto si podré lograrlo.
–Sí– les respondo.
–¿Y cómo piensas conseguirlo?– me reta Liu.
¿Me lo parece o están ligeramente rojas?
–No es tan fácil. Otros han fallado antes– Lang también me desafía.
Me acerco. Acaricio sus piernas. Las miro.
–Os daré sexo hasta que os rindáis– las amenazo.
–Mmm. Suena prometedor– se insinúa Liu.
–¿Después de la siesta?– sugiere Lang.
–Ni hablar. No hay descanso hasta que seáis mías. Además, sois mis prisioneras.
Me estoy dejando llevar. Sin duda estoy celoso. Y posesivo. No les doy tregua. Me las follo hasta que no pueden más. Hasta que casi pierden el conocimiento.
Las miro. Acostadas. Jadeando. Acaricio sus cabellos verde y morado. Sus pechos más bien modestos. Sus frentes sudadas. Por ahora, no se han rendido. Me reafirmo. Las quiero para mí. Solo para mí. Las beso en la frente.
—————
Llamo a las chicas y les explico el incidente. Parece ser que quien vigilaba se ha ido. Ya han pasado varios días. Supongo que creen que no tiene sentido. Mejor para mí.
–Son buenas– las alaba Song.
Las gemelas, Ma Lang y Bai Wan las miran con admiración. Y algo rojas. Supongo que no se ven haciendo algo así. Aunque estén desnudas frente a mí, ante otros son mucho menos atrevidas. Las gemelas, cuando salen, a veces se quejan de que les han estado mirando el culo.
Shi, Song y Liang lo ven algo diferente. Nunca hubieran hecho algo así. Las esclavas intentan pasar desapercibidas. Pero tampoco les debe de parecer algo imposible. No sé si se verían haciéndolo.
Están preocupadas pero esperanzadas. Si lo consigo hoy, no debería haber muchas más problemas. Si todo sale bien. No tenemos la seguridad de que me acepten tal cual. Sobre todo, ahora que me están persiguiendo.
Fen Huan aparece por la tarde. Preguntando. Parece preocupada. Parece sentirse culpable. Está muy enfada con su novio. Se han peleado. Incluso ella lo ha abofeteado. Debe haber dolido. Ella es mucho más fuerte.
Liu y Lang hacen lo posible para consolarla. Y que se vaya. Pero no es fácil. No pueden echarla sin más. Yo sigo escondido debajo de la cama. Durante tres horas. Hasta que dos cabezas aparecen.
–Lo siento. No henos podido echarla antes– se disculpa Liu.
–Un "lo siento" no es suficiente. Vais a tener que pagar por tenerme ahí debajo tres horas– las amenazo.
–Es lo justo– acepta Lang, desabrochándose la ropa.
Las ayudo a desvestirse. Las beso. Juego con sus labios. Sus cabellos. Sus piernas. Sus entrepiernas. Sus pechos. Sus ombligos. Sus caderas. Sus culos. Las acaricio. Estrujo. Beso. Lamo. Chupo. Pellizco. Las llevo a las dos al orgasmo antes de penetrarlas.
–Os voy a hacer mías– las amenazo.
–¿De verdad lo dices en serio?– pregunta Liu. Su voz tiembla un poco.
–Sabes que lo hemos hecho con muchos– añade Lang.
Se ven algo tímidas. Resulta extraño.
–Me da igual. Os quiero para mí. Para siempre– les aseguro.
Entro en pánico. Están llorando.
–¿Qué pasa? ¿Estáis bien?
–Nadie me había dicho eso de verdad. Todos nos usan para sexo. Y nosotras a ello. Pero nos desprecian. Muchas veces hemos sabido que nos llaman putas a nuestras espaldas. Que se ríen de nosotras. No queremos saber nada más de ellos, pero nos gusta el sexo. Y lo hacemos con otros. Algunos son sinceros. Solo es sexo. Otros mienten y se burlan de nosotros– explica Liu, entre lloros.
–Hay más. No las puedo abandonar. Tendríais que compartirme– confieso. Quiero ser sincero.
–Lo sabemos. Ken nos ha contado mucho– ríe Lang, entre lágrimas.
–¡Maldita chivata!– exclamo.
–Ja, ja. ¡Tendrás que "castigarla"!– sugiere Liu.
–Seré tuya. ¿Pero… al menos una vez a la semana?– pide Lang.
Es raro verla tan tímida. Tan dulce. Tan vulnerable. No puedo controlarme. Tengo que besarla. Me devuelve el beso apasionadamente. Sin ninguna reserva.
–Al menos una vez a la semana. Si no puede ser, me aseguraré de compensarte– le aseguro.
Ella asiente. Me sonríe. Está preciosa.
–¿¡Eh!? ¿¡Tan fácil!? ¿Dos veces a la semana?– intenta negociar Liu.
Me acerco a ella. La miro. Mis labios muy cerca de los suyos. Casi tocándose.
–Una. Al menos– me reafirmo, antes de besarla.
Acepta mi beso. Nuestros labios se separan y juntan varias veces. Nuestras lenguas también se juntan y separan. Aprovecho para manosear su pecho.
–¡Ah! Va… vale. ¡Ah! Una. O más– se rinde a mí –. Pero dime otra vez que me quieres para ti.
La miro. Sonrió.
–Te quiero.
Ahora sí que está roja. Totalmente. Caen lágrimas. Es una combinación extraña. Tan pervertidas. Sexualmente abiertas. Y tan inocentes. Vulnerables. Anhelantes de amor. Supongo que como todos. Es realmente adorable. Solo pensar que alguien podía haberles mentido diciendo lo mismo…
Nunca la había visto tan sumisa al ser besada. Tan entregada. No deja de mirarme. Sus manos me acarician lentamente. Llegando a mis caderas.
De repente, noto una mano que me coge del brazo. Temerosa. Me giro. Lang me está mirando. Tímida. Indecisa. Mordiéndose el labio. Nerviosa. Liu me empuja hacia ella. Me acerco. La beso con suavidad.
–Te quiero– le digo también.
Le caen lagrimas. Me besa. Es largo. Delicado. Pero no lo es tanto los brazos que me agarran y me tiran sobre la cama. Pronto otros dos me cogen también.
–Más te vale cumplir tu promesa– amenaza Liu.
–Empezando por ahora– añade Lang.
No tardan en violarme. En cubrir mi cuerpo de besos. Chupetones. Saliva. Algún mordisco. Sus cuerpos restregándose. Haciéndome lamer sus partes. Turnándose sobre mi miembro. A veces suaves y delicadas. Otras salvajes y apasionadas.
Yo les dejo hacer. Me dejo usar. Me dejo amar. Hasta que se acuestan junto a mí. Sobre mis brazos. De lado. Mirándome. Sonriendo. Poco a poco, sus párpados se cierran. Cumpliré mi promesa.
—————
Hago a Bronceada follarme. Luego a Rong. A Ning. A Rui. Les absorbo más qi de lo normal. Mientras abro poco a poco los más de quinientos meridianos. Cuesta más que otras veces. Hay una barrera. Algo que ejerce presión. Que hay que vencer. Como una prueba a superar.
Las chicas me follan con cuidado. Sigo forzando sus contenedores. No me cuesta mucho. Luego les absorbo una gran cantidad de qi. Siento no poder satisfacerlas. Les compensaré. Tampoco me lo piden.
Se aseguran de estar mojadas. De sentarse sobre mí. De moverse despacio. Les he absorbido la mitad a todas. Aún no es suficiente. Shi vuelve a ponerse sobre mí. Me da un beso en la mejilla. Yo tengo los ojos cerrados. Concentrado. Pero agradezco sus ánimos.
No falta mucho. Podríamos haberlo hecho más despacio. Pero hubiéramos tardado quizás un par de días más. No podemos esperar tanto.
Noto como algo se rompe. Como una barrera invisible se resquebraja. Aún no es suficiente. Noto los pechos de Song apretándose a mí. Ya falta poco. La siguiente es Yi. O quizás Yu. Algo estalla. Tengo que concentrarme para controlar el qi. Para evitar que se desboque una vez rota la barrera. Que me cause daño.
Redirijo la explosión a cada meridiano. Abriéndolos. Mientras cambia la hermana. Debo tener suficiente qi. Pero no puedo perder la concentración y decírselo. Deben estar preocupadas. Lang es la última en la etapa ocho. Liang y Wan ayudan lo que pueden, pero no tienen mucho qi. Y a las esclavas las he vaciado antes.
Finalmente, lo noto. Al abrirse el último, todo cambia. El circuito se ha completado. El qi fluye más ágil. Más rápido. Por todo mi cuerpo. De alguna forma, resulta más fácil manipularlo. Ahora veo que estaba incompleto. Que todos los meridianos se complementan y fluyen como uno.
Abro los ojos. Varios pares me miran. Preocupados. Sonrío. Grave error. No tardo en ser aplastado bajo sus abrazos.
–¿Cómo estás?– me pregunta Shi, nerviosa.
–Bien.
–¿No estás cansado?– pregunta Liang.
–No. Me siento bien. Mejor que nunca.
–Entonces empieza a compensarnos. Pero se suave. Hemos perdido mucho qi– me exige Song.
Me las quedo mirando. Confuso un instante. Pero un beso hasta la garganta disipa cualquier duda.
No es necesario para su cultivación ni la mía. Pero no por ello dejamos de tener sexo. Suave. Lento. Cuidadoso. Las follo delicadamente. Todas rendidas a mí. Pero soy yo el que cumple sus órdenes. El que las sirve. El que las mima. El que las acaricia con suavidad. Las penetra con delicadeza. Las besa con devoción. Con amor.
Hoy se acuestan todas conmigo. Al menos hasta que las devuelvo. Todas juntas en una cama. Y me quedo durmiendo con mis nuevas "adquisiciones". Aunque ellas no lo saben todo. Algún día se lo diré. Las llevaré conmigo. Pero no estoy seguro de si pueden guardar el secreto ahora mismo. De si puedo arriesgarme a un desliz. O a que les saquen la verdad de otra forma. Así que, por ahora, seguirán siendo estudiantes. Y mis amantes.
Me cuesta dormirme. Estoy nervioso. Así que me quedo leyendo la nueva información que ha aparecido en la residencia. Revisando los nuevos "juguetes". No dejo de sorprenderme. De sonreír. De tener esperanza.
Pero nada de eso sirve por ahora. Mañana será el momento de la verdad. No sé qué puede pasar.
Me despierto antes que Bei Liu y Bi Lang. No es difícil. Holgazanas. Sonrío. Shi me ayuda a vestirme. Con ropa de estudiante. Me da un beso.
–Suerte– me desea, nerviosa.
Les dejo una nota a mis anfitrionas. Estoy seguro de que saldrán a buscarme cuando la lean. Cuando se despierten. Espero que todo haya acabado bien para entonces. Antes de ir, les toco un poco el culo. Como si diera suerte. Más bien, era muy tentador. Liu gime entre sueños. Dormirán al menos una hora más.
A esta hora de la mañana, ya estará abierto. Ya han empezado a trabajar los esclavos. Es un buen momento.
No hay nadie fuera. Salgo de la cabaña. Me dirijo a paso rápido hacia mi destino. Sin correr. Sin llamar la atención.
Paso un cruce. Luego otro. Y otro. Dejo atrás las residencias femeninas. Ya queda poco.
–¡Es él! ¡Cogedlo!– grita de pronto una voz.
Μe giro. Me señala a mí. Mierda. Lleva un aparato. Es un detector de sangre. Me puede detectar si estoy cerca. Si no hay una barrera o algo que me oculte. Mierda. Seguro que hay más.
Ya no tiene sentido disimular. Empiezo a correr. A exprimir mi etapa uno del reino del Alma. Supero un cruce. Dos más llegan desde este. Persiguiéndome. La cultivación de esos dos es menor que la mía. La del primero, mayor.
Al final de la calle, hay uno esperándome. Con uno de esos detectores. Debe de estar en la etapa tres de Alma. Mierda. Sonríe. Seguro de sí mismo. Retándome. Suerte que son estudiantes.
Cambio de dirección de pronto. Abriendo bruscamente una puerta. La atranco tras de mí. Es una puerta de servicio del aserradero. No tiene llave. Se cierra por la noche. Asegurada por dentro con un madero. Algo que los estudiantes no saben.
Los oigo golpear. No podrán abrirla fácilmente.
–Lo siento– me disculpo al empujar a un esclavo.
Me mira confundido. Quizás me ha reconocido. No salgo por la entrada principal. Allí es donde irán a buscarme cuando vean que no pueden entrar. Atravieso el edificio. Hacia otra puerta lateral. En otro callejón.
He provocado que se cayeran algunas maderas. Quizás se ha estropeado algo. Ya me disculparé más adelante. Ahora tengo prisa.
Corro por el callejón. Salgo a una avenida. Una de las calles importantes de la secta. Es como una pequeña ciudad.
–¡Allí está! ¡Detened a ese esclavo!
Los estudiantes miran alrededor. Hay algunos esclavos. No saben a cuál.
–¡Joder! ¡Al que va vestido de estudiante!– grita otro.
Hay muchos vestidos de estudiantes. Pero solo uno corriendo. Yo. Pero los estudiantes no quieren saber nada. No quieren meterse en algo que no entienden. Bueno. No todos. Uno me corta el paso. Lo atropello. Estaba en la etapa cinco. De Génesis.
Al verlo, nadie más se cruza. Supongo que no se creen lo del esclavo. No con mi cultivación. Deben de pensar que algo raro sucede. De hecho. Se apartan. Prefieren evitar problemas.
Algunos vienen hacia mí a lo lejos. Deben de ser del control de esclavos. He llegado a la cocina. Me meto por la calle lateral. Pongo rápidamente la escalera que estaba tirada. La que usamos para limpiar la chimenea. Subo por ella. Y me la llevo conmigo. La dejo en el techo. Lamento los problemas que estoy causando a otros esclavos.
Atravieso el techo. Con cuidado de no resbalar. Y salto sobre el edificio de al lado.
Hay varios siguiéndome por la calle. Mirándome. Parecen furiosos.
El siguiente edificio está más lejos. ¿Podré saltar? Más me vale. Si me pillan, no sé si podré salir de esta. No pienso arriesgarme a ello. Así que salto con todas mis fuerzas. Que son más de las que creía. Aún no conozco muy bien mi nuevo reino. Se han roto algunas tejas.
Es el edificio del control de esclavos. Curiosa ironía. Algunos salen de él. Señalándome. Cambio de dirección. Dirigiéndome a la parte trasera del edificio.
–Rodead la zona. Va a saltar de nuevo– grita uno.
Y salto. Pero no al otro edificio, sino al suelo.
Unos cinco corren hacia mí desde los dos extremos de la calle. Yo entro por la puerta trasera. Al propio edificio de control de esclavos. Es la puerta que tenemos que usar los esclavos. Ahora no debería haber otros. No los hay. Respiro aliviado. Tener que esperar sería un grave problema.
La puerta se vuelve a abrir. Detrás de mí. Pero ya he entrado en la habitación. Es la misma encargada que la otra vez.
–¿Qué quieres?– me pregunta con desdén, mirándome de reojo por solo un segundo, como la otra vez.
–He alcanzado la etapa dos.
–Pon la mano sobre esa piedra y fuerza el qi a circular– me ordena, sin mirarme.
No creo que me recuerde. De repente, dos figuras irrumpen en la sala, dirigiéndose hacia mí.
–¿Qué os creéis que estáis haciendo?– gruñe la encargada, emitiendo qi, hacia ellos. No va hacia mí, pero siento la presión.
–Es un esclavo que ha escapado. Tenemos orden de capturarlo– responde uno, intimidado, temblando.
–No es mi problema. Esperad a que salga. Aquí no podéis entrar sin mi permiso– les ordena, con el rostro amenazante.
No creo que quiera ayudarme. Simplemente le molesta que discutan su autoridad. Por poco que sea.
––Sí, maestre–– obedecen los dos. Me miran con resentimiento.
Los ignoro. Hago lo que me ha dicho. La piedra brilla levemente. Ya no me resulta tan extraña la sensación de un poco de mi qi siendo absorbido.
–Acércate.
Coge un sello de metal y lo presiona en mi cuello. Quema. Duele. Pero menos que la primera vez. El sello sustituye al anterior.
–Puedes irte– me dice sin mirarme.
Yo vuelvo a la entrada y me la quedo mirando. Los del control de esclavos me miran furiosos. Esperando que salga. La encargada levanta la mirada. Parece irritada.
–¿Qué quieres ahora?– me pregunta.
–He alcanzado la etapa tres.
Se me queda mirando. Debe de pensar que estoy tratando de ganar tiempo.
–Pon la mano sobre esa piedra y fuerza el qi a circular– me ordena, pero esta vez me está mirando. El ceño fruncido. Si no brilla, estaré en problemas.
Lo hago. Brilla.
–Acércate.
Me vuelve a quemar. A cambiar el sello. Los que me esperan me miran confusos. Con odio, pero confusos.
–Puedes irte– me vuelve a decir.
Vuelvo a la entrada. Ella me está mirando. ¿Curiosidad?
–¿Y ahora?
–He alcanzado la etapa cuatro.
Por primera vez, noto su expresión cambiar. Hay sorpresa. Luego una sonrisa. Parece que incluso expectación.
–No vamos a repetir esto más. Dime. ¿Hasta dónde has llegado?
–Reino del Alma. Etapa uno.
Oigo murmullos detrás. Deben de ser los que me esperan. La encargada aumenta la sonrisa. Parece que lo encuentra divertido. Es una de las maestres importantes de la secta. Y a veces le toca venir aquí. Creo haber oído que perdió una apuesta.
–Esa piedra. Lo mismo– me dice con indiferencia. Creo que es fingida.
Hay algo de polvo. En esa y varias de las anteriores. No se usan nunca. El qi es absorbido con más fuerza. La piedra brilla.
–Ja, ja, ja. Esto si que es bueno. Ja, ja. Los de ahí fuera, podéis iros. Ahora es un estudiante.
Respiro aliviado. No puedo evitar una sonrisa.
–¡Da Ting!
Enseguida aparece una estudiante. Tiene unos catorce años. Está en la etapa siete. Recuerdo su nombre. Podría servirme. Es una conveniente coincidencia.
–¿Que desea, maestra?– hace una reverencia respetuosa.
–Que alguien llame a los de ingresos. Que vengan a recibir a un estudiante nuevo.
–Sí, maestra.
Levanta la cabeza y me mira. Extrañada. Curiosa. Sus ojos verdes son bonitos. Puros. Inocentes. Medio ocultos por el pelo pelirrojo que cae sobre su rostro. Es adorable. Luego desaparece. No sé qué tengo que hacer ahora. Me siento algo nervioso. La encargada es una persona importante.
–Esto es lo más interesante que ha pasado en años–ríe ella –. Un esclavo que pasa a ser estudiante. Que ocultaba su nivel. Y al que estaban persiguiendo. Dime. ¿Por qué lo has ocultado hasta ahora?
Parece haber verdadero interés en su pregunta. Supongo que no es extraño. Nadie se preocupa por los esclavos. Por nuestra situación. Solo somos objetos. Herramientas. ¿Cómo lo iba a saber?
–No hay ningún esclavo nivel cinco. Pocos nivel cuatro. Y no es porque no puedan hacerlo– empiezo a explicar.
Ella me mira. Ya no sonríe. Me resulta imposible saber qué piensa.
–Muchos estudiantes son ricos. Y holgazanes. Así que les cuesta cultivar. Y sienten envidia de los que los superan. Si son esclavos, pueden desahogarse con ellos. No todos son así, pero sí algunos. En realidad, basta con uno.
Su rostro parece calmado. Como si no fuera con ella. Pero al menos me escucha.
–Por eso, son apaleados. Violados. Usados como cuerpo de prácticas. En cuatro es peligroso. En cinco es imposible sobrevivir. Y luego está la facción del placer.
Frunce el ceño ante la última frase. Eso confirma lo que sé de ella. Quizás pueda conseguir algo. Teníamos previsto intentar hablar con ella más adelante. Pero ahora es todavía mejor. Espero que el plan de las chicas funcione.
–Los esclavos son usados. Absorbida su cultivación. Desechados. Por eso, ningún esclavo se atreve a ir más allá de la cuarta. Pocos de la tercera. La mayoría prefieren quedarse en la segunda. Yo trabajo copiando manuales. Así que me es fácil acceder a ellos. Y logré aprender como esconder mi qi. Hasta que pudiera llegar al reino del alma.
–Entiendo. Te has extendido mucho. ¿Por qué?– me pregunto. Es perspicaz. Mejor.
Miro alrededor. Ella lo entiende. Hace un gesto con la mano.
–No nos podrán escuchar. Habla.
–Sería fácil ayudar a los esclavos. Darles la oportunidad de subir. Bastaría con prohibir pedirlos o usarlos si no se tiene al menos el doble de nivel. Y un estudiante en alma es mucho más valioso que un esclavo. Además, así, los esclavos te estarían agradecidos– le explico.
–¿Y por qué necesito que me estén agradecidos?– pregunta con cierto desdén. Al menos, pregunta.
–Los esclavos estamos en muchos lados. Oímos muchas cosas. Muchas conversaciones. A veces, algunas importantes. Como de la facción del placer. Con la que estáis en guerra encubierta.
Su mirada es aguda. Parece traspasarme. Creo que está interesada. Pero no convencida.
–Por ejemplo. Esa Da Ting. Sería mejor que no saliera sola. Que tenga vigilancia. Alguien oyó que estaban planeando raptarla. Al menos hay alguien en la etapa cuatro de Alma involucrado. No será antes que vuelvan de la exploración de los de Alma. Planean usarla a ella y a cuantos puedan capturar. Cuantos más mejor. Usarlos para debilitaros. Y para aumentar su poder.
Esta vez puedo ver que está enfadada. Los esclavos somos buenos en eso. Lo necesitamos para alejarnos de los problemas. Su puño está muy apretado.
–Lo pensaré. Veremos si tienes razón– responde con voz calmada. Es buena controlándose.
–Gracias.
–Ya ha llegado tu escolta. Eres interesante. Quizás… Da igual. Si alguna vez descubres algún esclavo con qi espejo, házmelo saber. Puedes irte– me despide.
–¿Qi espejo?– pregunto, extrañado.
–Lo llaman así porque a los novatos les parece que refleja– responde. Ha vuelto a lo que sea que estuviera leyendo.
–¿Y qué harías con ellos?
Vuelve a levantar la mirada. Creo que se ha dado cuenta que sé algo. Sonríe. Sí, es perspicaz. Puede resultar peligroso.
–Realmente eres interesante. Para algunas de nuestras técnicas más poderosas, es necesario. Son los idóneos para nuestra facción. Los compraríamos. Educaríamos. Y se acabarían convirtiendo en estudiantes. Seguramente, estudiantes internos. Incluso de élite.
Se me queda mirando. Supongo que no tengo más remedio que confiar en ella. Espero que sea bueno para ellas. La facción ilusoria tiene buena fama. Y no he escuchado ni visto nada excesivamente raro. Claro que en las zonas secretas no entramos. Oímos conversaciones, pero hay mucho que no sabemos.
–Hay tres hermanas. Una está en la etapa dos, las otras en la uno. Se llaman Sai, An y Dandan. Dicen que su qi refleja.
–¿Tres? ¡Vaya! Eso es una gran noticia. Si es verdad, te deberé un favor. Si no tienes nada más, puedes irte. Por cierto, como has llegado al reino del Alma, los tatuajes de los esclavos ya no funcionan. Los puedes hacer desaparecer tú mismo.
Sonríe con picardía. No me lo ha dicho hasta ahora. Yo creía que no podía mentir. Nada que pueda hacer al respecto. Hago una reverencia y me voy. La oigo de lejos llamar a Da Ting.
–Reserva tres esclavas. Se llaman Sai, An y Dandan. Son hermanas. Que no haya confusiones. Que vengan aquí.
–¿Tres esclavas? Sí, maestra– parece dudar al principio. Luego simplemente obedece.
–Cuando acabes, ven. Tenemos que hablar.
Mientras, me encuentro con un sirviente. Lo conozco de vista. Hemos coincidido alguna vez. Me hace una reverencia. Nunca lo había hecho. Antes era superior a mí. Ahora es inferior.
–Por favor, sígame– me recibe respetuosamente.
Me lleva a recoger algunas ropas. Un librito de instrucciones. Luego píldoras. Las usuales para los estudiantes nuevos. De bajo nivel. Ya no me sirven. Ni aunque mi modo de cultivación fuera normal. Pero es el procedimiento estándar. Quizás las pueda vender. O dárselas a esclavos. Lo consultaré con ellas más tarde.
Me explica lo básico que tengo que saber como estudiante. Nada que no supiera. He sido esclavo durante años. Pero no lo interrumpo. Finalmente me lleva a una cabaña. Saca un trozo de papel.
–Ponlo en la mano, lo absorberás. Con esto, podrás controlar la barrera. Y dar o quitar acceso a otros. En el manual están las instrucciones.
Asiento. Se gira para irse. Pero se da la vuelta de nuevo.
–Estoy impresionado. Eres una inspiración para todos. Esclavos y sirvientes. Al menos sabemos que es posible.
Me hace una reverencia aún más profunda y se va. Lo miro irse, sorprendido. Me resulta extraño un respeto así. Se siente bien.
Abro la barrera. Sé como hacerlo. No es la primera vez. No es gran cosa. Una habitación normal. Una cama normal. Luego traerán sábanas. Si lo quiero, la limpiarán. Ya está bien.
Para mí, es mucho más que una habitación. Representa que soy libre.
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