Ma Lang está algo nerviosa. Se pone así cada vez que la dejan sola. Con las demás, se siente algo más arropada. Está dando vueltas por la habitación cuando la llamo. Me mira sin saber que hacer. Indefensa. Desnuda. Sus abundantes pechos visibles. Duda entre si taparse o no.
Le indico que se acerque. Que me bese. Obedece y me mira, esperando más órdenes. Sé que la "contratamos" como sirvienta, pero quiero que sea un poco más activa. Veo que está mirando mi miembro medio erecto.
–¿Quieres tocarlo? ¿Meterlo en tu boca? ¿En tus pechos? ¿Directamente dentro de ti?– le pregunto.
–Yo…
–Vamos. Quiero oírlo– insisto.
–¿E…Entre mis pechos y… mi boca?– confiesa, indecisa y en voz baja.
–Vamos, hazlo como quieras.
Estoy sentado en la cama. Ella se acerca. Un tanto dubitativa. Me mira un instante. Enseguida aparta la mirada. Está algo roja. Su conexión conmigo ha estado mejorando desde que la "contratamos". Y se lleva muy bien con las chicas. Puede que sea su sirvienta, pero la consideran más bien una amiga.
Algo torpe, acerca sus abundantes pechos a mi miembro. Lo atrapa entre ellos. Es una sensación extraña. Y al principio no especialmente placentera. Pero pronto, acerca también su boca. Introduce mi miembro en ella. Cubriéndolo de saliva. Lubricándolo. Y, con ello, también sus pechos acaban llenos de saliva.
A medida que se lubrican sus pechos, puede moverlos con más facilidad. Envolviendo mi pene. Restregándolo. Usando su boca y la lengua con la punta. Es sumamente erótico. Y el placer va llegando a oleadas. Estoy siendo servido por unos preciosos y blanditos pechos.
Mi miembro tiembla varias veces. A punto de eyacular. Hasta que al final explota. Llenando su boca, su cara y sus pechos. Se sorprende un instante, pero enseguida traga el de su boca. Y vuelve a restregarlo un poco más. Sin mirarme. Roja. Solo cuando vuelve a estar erecto se levanta. Me mira, pero solo un momento. Parece esperando que le ordene de nuevo.
–¿Cómo lo quieres hacer? ¿Yo encima? ¿Tú encima? ¿De pie? ¿De frente? ¿De espalda? ¿De lado?– le vuelvo a pedir que decida.
–Esto… yo… – titubea.
–Sí, dime.
Me la quedo mirando mientras duda. Ella no se atreve a mirarme a los ojos. O le gusta mirar mi miembro. Finalmente se decide a hablar.
–Puede… Yo… ¿Quizás sentarme encima? ¿De espaldas?– se decide, finalmente.
–Claro. Acércate.
Ella lo hace. Se pone sobre mí. De espaldas. Pero no acaba de bajar.
–¿A qué esperas? Mételo ¿O prefieres de otra forma?– la apremio. Supongo que esperaba que yo la cogiera y la hiciera bajar.
Algo titubeante, dobla sus rodillas. Bajando poco a poco. Pero mi pene se desliza y no entra en el agujero.
–Cógelo. Será más fácil– le sugiero, intentando no reír.
Ella lo hace. Avergonzada. Baja poco a poco de nuevo. Hasta tenerlo en su entrada. Entonces. Cae de golpe. Absorbiéndome en su húmeda vagina.
–¡¡Aaah!!–gime ella.
–Ja, ja. No hace falta que seas tan brusca. Puedes moverte como quieras.
Creo que está más roja. Se mueve despacio. Como temerosa. Yo no hago nada de momento. Ni siquiera la toco. Estoy esperando a ver como actúa. Si acelera. Si pide algo.
–¿Puedes… cogerme de…?– pide ella.
–¿De?– pregunto.
–De mis… tetas. Mis pezones… Como otras veces…– pide finalmente.
Estoy tentado de decirle que no lo acabo de entender. Que me dé más detalles. Pero supongo que ya es suficiente. Si no, sus amigas me torturarán mañana. Puede que lo hagan igualmente.
Así que agarro sus dos rebosantes pechos. Los aprieto. Los acaricio. Busco sus pezones. Los toco. Rozándolos. Los pellizco. Me recreo en ellos. En su textura. En su suavidad.
Mi boca ataca su cuello. Su oreja. Mis piernas rozan con las suyas. A veces acaricio sus pies con los míos. Dejo que sea ella quien se mueva. Va acelerando poco a poco. No sé si se da cuenta o es inconsciente. Noto como se va excitando. Al principio ahogaba los gemidos. Ahora ya no puede. Su respiración se acelera.
No es tan estrecha como las otras. Pero lo es bastante. Estoy casi segura de que ellas lo han ido provocando poco a poco. Juegan sucio. Aunque no seré yo quien proteste.
–¡¡Aaah!! ¡Kong! ¡¡Siiií!! ¡¡¡AAAAAaaaahhHH!!! ¡Tan adentro! ¡¡Aaaaaaah!! ¡Mis pezones! ¡¡Aaaaaah!!
Parece que en su excitación se ha olvidado de su timidez previa. Luego volverá a estar roja. No es la primera vez. Es adorable. Y tiene un cuerpo de lo más sensual. Explosivo. Al parecer, se sentía algo intimidada por las muchas miradas. Ahora va desnuda por la Residencia. Y tiene sexo cada día. Dos veces.
–¡¡¡¡HHHHAAAAAaaaaaaaaaAAAHHHHHH!!!!– tiene un orgasmo.
Se queda quieta. Apoyada en mí. Recuperándose.
–¿Puedes…? No… Da igual…– dice en voz casi inaudible.
–Di lo que tengas que decir
–¡Iiiiiiihh! Malo…– se queja
–Habla o seguiré pellizcando tus pezones– la amenazo, medio riendo.
–Yo… Igual que ahora… Pero yo contra la cama. Tú detrás…– confiesa.
Sin salir de ella, me levanto. La agarro de la cintura. La hago inclinarse. Hasta que se queda enfrente de la cama. Muevo las manos sobre sus pechos y embisto.
–¡¡Aaaah!!– gime ella, poniendo los codos sobre la cama
Sus piernas abiertas. Ella doblada hacia delante. Su cabeza casi sobre la cama. A cuatro patas. Sus pechos agarrados por mí. Es sumamente erótica.
–¿Así está bien?– le pregunto.
–¡¡Aaaah!! ¡¡¡HHHAAAaaaaaHHH!!! ¡¡Siiií!! ¡Aaaaah! ¡Más fuerte! ¡¡¡HHHHAAAaaaaaaaahhHH!!!
Parece que se ha perdido totalmente en el placer. Embisto con fuerza desde atrás. Añadiendo qi en cada embestida. También en mis manos sobre sus pechos. Incrementando gradualmente su excitación. Su placer. Haciéndola llegar a un pequeño orgasmo. Luego a otro. Y a otro. Cada vez más fuerte. Hasta que se queda sin fuerzas en las piernas. Tengo que sostenerla mientras la lleno.
–Ah. Ah. Ah. Kong. Ah. Ah. Gracias. Ah. Ah– agradece sin atreverse a mirarme.
–Pues dame un beso– le pido.
–Ella se gira. Avergonzada. Pero me besa. Al principio despacio. Luego con pasión. Me quedo un rato con ella abrazada. Solo me mira fugazmente de vez en cuando.
–¿Quieres que te devuelva a tu habitación o con las chicas? Diría que te están esperando– le pregunto.
–Yo… no me dejarán tranquila hasta que les cuente… – suspira.
De nuevo, intento no reír. Lo único malo es que mañana puede haber consecuencias.
–¿Entonces?
–Mejor a mi habitación. Me lavaré primero. Luego iré a verlas– me pide.
–Pero primero otro beso– le exijo.
Esta vez sonríe antes de besarme. Con pasión desde el principio.
–Deberías sonreír más, estás preciosa cuando lo haces.
–Devuélveme…– me pide, escondiendo su rostro otra vez rojo.
Eso hago, mientras me río. Entiendo que a las chicas les guste molestarla un poco. Sus reacciones son adorables.
—————
Llamo a Rui. La hago que me folle sentada sobre mí. Besándome. Mientras yo sobo su trasero. Mientras, llamo a Rong. Le hago que se masturbe. Cuando acabo con Rui, le obligo a hacer lo mismo. Sentada sobre mí. Ya está mojada. Y mientras, llamo a Ning. Así, puedo follarlas seguidas, sin esperar. Se van preparando mientras me follo a la anterior.
Rui es apasionada. Y Ning aún más. Casi desesperada. Rong cumple. También la trato algo peor. Sacudiéndola de vez en cuando. Mezclando un poco de dolor. Sabe que seguirá pasando hasta que me canse. Intentó huir. Así que la sigo castigando.
Bronceada cumple reticente. Aunque diría que se está acostumbrando. Al menos es obediente. Si no, solo tengo que llamar a Terror.
Luego, me tumbo entra Shi y Ai. No puedo evitar estrujar un poco esas enormes tetas. O ese jugoso culo. Pero me contengo y lo dejo estar. Me quedo practicando un poco antes de dormir. Echando un vistazo a las chicas. De repente, me fijo en Bai Wan.
Está en la cama. Desnuda. Ha destapado un frasco y lo ha olido. Luego lo ha vuelto a tapar. Pronto empieza a tocarse sus pechos y su entrepierna. A masturbarse. Quizás a algunos no les gustaría su cuerpo. Por estar gorda. Pero a mí me parece tremendamente erótica.
No puedo dejar de mirarla. Pronto, tengo una erección. Me estoy excitando. ¿Quizás debería llamarla y follarla? Supongo que no puedo. Lo prometí. No puedo hacerlo sin su permiso. No sé si maldecir un poco a las chicas. Sobre todo a las gemelas. Seguro que no le han dicho que puedo verla. Y que lo han hecho queriendo. Por otra parte, el espectáculo es asombroso.
No puedo resistirlo más. Así que llamo a Rui de nuevo. Está medio dormida.
–Chupa.
–Eh… ¡Sí Amo!– reacciona enseguida.
Es buena. Ha mejorado mucho. Su lengua envuelve mi miembro. Lo lleva hasta su garganta. Sus manos masajean la parte de abajo. Y mis testículos. Yo sigo mirando a Wan masturbarse. Ya se ha corrido una vez. Pero no se detiene.
Sin necesidad de contenerme, me corro en la boca de Rui. Ella traga. Inmediatamente continúa. Viendo a Wan y con la estimulación de Rui, no puedo sino pensar en follármela. Pero, una vez más, no puedo romper mi promesa.
Pero no puedo dejar de excitarme mirándola. Quizás debería dejar de hacerlo. No soy capaz. Hago levantarse a Rui. Y la empujo contra el suelo. Boca arriba. Haciéndole abrir sus piernas.
La penetro, imaginándome que me follo a Wan. Que la domino. No puedo controlarme. Embisto con fuerza. Y con qi. Con más del normal. Rui se estremece una y otra vez.
–¡¡AAAAaaaaaah!! ¡¡¡AAAAAaaamooo!!! ¡¡¡AAAAaaHHHHH!!! ¡¡Siiiiií!! ¡¡¡HHHHAAAAAAaaaah!!! ¡¡¡Úsameeee!!! ¡¡¡Soy tuya!!! ¡¡¡¡¡HHHAAAAAAAAAAAaaaaaahhhHHHH!!!!!– gime continuamente.
Acaba perdiendo el conocimiento. No puedo dejar de embestirla incluso así. Finalmente me paro y traigo a Ning. También está medio dormida. Sin esperar que despierte, le abro las piernas y la penetro. Estoy lubricado de Rui, así que entra fácil.
–¡Aaahhh! ¡¡¡Amo!!! ¡¿Qué?! ¡Aaaahh! ¡Sí! ¡¡¡Fóllame!!! ¡¡¡HHHHAaaaaAAAHH!!!
Se sorprende al despertarse y encontrarme follándomela. Pero enseguida reacciona como la pervertida que es. Sus manos estrujando sus propio pechos mientras embisto sin parar. Mientras la llevo al orgasmo. Mientras veo que Wan ha llegado al segundo. Para un momento y continúa.
Así que sigo embistiendo a Ning mientras miro a Wan. Me corro en ella, pero solo me detengo unos segundos. Luego sigo. Ella está disfrutando ser violada. Ser follada salvajemente. Ser llevada al orgasmo una y otra vez. Hasta que no puede más. Se desmaya.
Rong está durmiendo. La traigo y la penetro como a Ning.
–¡Aaahh! ¿¡Qué!? ¿¡Qué haces!? ¡Para! ¡¡Aaah!! ¡No, para! ¡¡Aaaaaahhhh!!
Parece que no ha reaccionado tan bien como Ning. Era de suponer. Intenta resistirse. Es mi esclava, así que la follo cuando quiero. Y aún se merece un castigo. Bueno, quizás pueda ayudar a someterla. Quién sabe.
–Calla. Intentaste escapar. Así que he pensado que necesitabas más "cariño"– le digo.
Finalmente se rinde. Intenta rebelarse no gimiendo. Pero pronto no puede evitarlo El placer llega más fuerte de lo normal. Más salvaje.
–¡No puedo más! ¡¡Aaaahhh!! ¡Para! ¡¡¡¡AAaaaaaahhh!!!!– suplica.
No es que le vaya a hacer caso. De hecho, estoy mirando a Wan masturbarse. No sé por qué me excita tanto. ¿Quizás porque no es mía? ¿Quizás el deseo de poseerla?
Rong se corre de nuevo. Eso no me detiene. La sigo penetrando. Agarro sus pechos con fuerza. Igual le hago daño. Son mucho más pequeños que los de Wan. Se corre de nuevo cuando la lleno. Su respiración entrecortada. Jadea agotada.
–¡No! ¡Más no! ¡Aaaaah!– suplica de nuevo.
Tras unos segundos de descanso, vuelvo a moverme. A empujar en su interior. A follarla. Se corre casi de inmediato. Y otra. Y otra. Cuando me doy cuenta, ha perdido el conocimiento. Wan se ha corrido también. Tampoco se detiene.
Traigo a Bronceada. Fuerzo sus piernas abiertas.
–¿Qué? ¡¡Aaaahhh!!
La penetro. Embisto con fuerza desde el principio. Cuando se da cuenta, intenta levantarse. Liberarse. Cojo sus muñecas y las empujo contra la cama. Sin dejar de bombear en su interior.
–¡Para! ¡Ya lo hemos hecho antes! ¡¡Aaaahhh!! ¡¡¡AAAAaaah!!!
–Eres mía. Yo decido. Y ahora quiero follarte.
No deja de intentar liberarse. Me excita más. La sujeto más fuerte. Empujo más fuerte. Fuerzo un beso. Me muerde. Pero uso Armadura Interior.
Salgo de ella. Le doy la vuelta. La empujo contra la cama. Agarro sus dos manos por detrás. Cojo una cuerda del Almacén y las ato. Vuelvo a abrir sus piernas. Y a penetrarla desde atrás. Una mano coge su cabello. Tirando la cabeza hacia atrás. La otra golpea sus nalgas.
–Quiero oírtelo decir. Di que eres mía. Que te follo cuando quiero. ¡Vamos!
–¡Aaah! Soy tuya ¡¡Aaah!! Me follas cuando… ¡Aaah! Quieres ¡¡¡HHAAaaahhh!!!
Suelto la cabeza y la cojo de las nalgas. Está tumbada bocabajo. Su culo ligeramente levantado. Agarrado por mí para impulsarme mejor. Como las otras, tiene varios orgasmos. Hasta que, en algún momento, ha perdido el conocimiento.
–¿Cuál traigo ahora? ¿A Lang? ¿O me follo a estas dos? ¿O quizás directamente a Wan?– me pregunto, mirando a Shu y Ai.
Me muerdo el labio. Con fuerza. Sangro. El dolor me ayuda a recuperar el control de mí mismo. No me preocupa haber abusado de esas cuatro. Pero, si les hago algo a las chicas, no me lo perdonaría. O a Shu. O a Ai. Ya avisaba el manual. Esto no puede volver a suceder. Wan aún se está masturbando. Pero dejo de mirarla. Necesito descansar. Y tengo que aprender a controlarme. Ha sido peligroso. No puedo hacerles daño.
Noto algo extraño. Como si el mundo se moviera. Como si alguien me llamara. Pero no quiero verlo. Prefiero ignorarlo. Sin embargo, no puedo. No se detiene
–¡¡…n…on…ong…Kong…!! ¡¡Kong!!
Abro los ojos. Me encuentro con los de Shu. Ai está riendo al otro lado.
–¿Qué pasa?– respondo adormilado.
–¡Kong! ¡Es hora de levantarse!– exclama Shu, aún zarandeándome.
Oh, claro. Vuelvo a ser un esclavo. Llevaba tiempo sin necesitar madrugar. Ya me había acostumbrado.
–¿Cuánto falta?– pregunto.
–Tienes unos minutos aún. Estabas tan dormido…– responde Ai, riendo.
–¿Unos minutos?
Shu me está mirando de cerca. Al alcance de mis brazos. Por sorpresa, la atraigo hacia mí. La beso. Tarda un segundo en reaccionar. En mover también su lengua. No se queja porque le manosee el culo.
–Gracias por despertarme. Me había acostumbrado mal. Tanto tiempo solo…
–¿Solo?– pregunta Ai.
Me acerco como para explicarle. Cae en mi trampa. En mis labios. Aprovecho para llenar mis manos de sus lujuriosos pechos.
–Es tarde. Os lo cuento en otro momento.
Las dos me miran. Aún extasiadas por el beso que no esperaban. Pero pronto reaccionan. Se tiran sobre mí.
–Nos dejas a medias con todo. Más te vale compensarnos– se quejan.
Se ríen. Me rindo. Finalmente me dejan levantar. No tenemos tanto tiempo. Puedo ver que no ha desaparecido la tristeza de sus rostros. Pero al menos pueden sonreír. Seguir adelante. ¿Qué remedio les queda? Un esclavo no se puede permitir llorar más de una noche. Aunque pese el corazón, hay que seguir adelante. Me hacen sentir culpable otra vez.
—————
No tengo trabajo de copistería. Supongo que hasta que confirmen que he sobrevivido. Así que haré trabajos de desahucio. Ayer me apunté. Básicamente, vaciar las estancias de los estudiantes desaparecidos. Es un trabajo que durará varios días. Aunque no sé si me apuntaré más veces. Ya veremos. Por ahora, tengo un interés especial.
Es un trabajo relativamente tranquilo, aunque pesado. Hay de mejores. Así que no habrá mucho voluntarios. Seguramente ninguno. Por eso, no tengo ningún problema en conseguir que me lo asignen.
Somos cinco. Y hay varias decenas de desaparecidos. Podemos ir eligiendo. Espero que no me quiten ninguna de las que quiero. La primera que escojo es la de Wan. Es la más importante. El problema es que aún estaba durmiendo. Desnuda sobre su cama. Que no está precisamente impoluta.
He mandado a las gemelas, que han tenido que llamar a la puerta varias veces. Le ha costado despertarse. Luego ha parecido entrar en pánico. Ha sido gracioso. Supongo que estaba cansada después de la sesión intensiva de ayer. No sé cuándo acabó. Por suerte, cuando llego a su antigua cabaña, ya está preparada. La invoco cuando entro.
–¡De verdad es mi habitación! ¡Aquí están mis herramientas! ¡Y mi ropa! ¡Estas son mis notas!– exclama Wan, correteando por todos lados.
Supongo que pensaba que lo había perdido todo. Cuando le dije que intentaría recuperar lo que pudiera, se animó. Ahora está entusiasmada.
–¡Gracias Kong!– me abraza de repente.
Aprovecho para devolverle el abrazo. Pero sin ir más allá. Aunque no puedo dejar de pensar en ella masturbándose. Mejor me olvido. Si no, no podré controlar mi erección.
Tal y como me ha abrazado, se aparta. De golpe. Avergonzada al darse cuenta.
–Lo… Lo siento… Tener que abrazar a alguien tan fea y gorda…–se disculpa.
Ya veo. Sigue tan acomplejada como las gemelas habían dicho. Quizás sea fea para otros. No para mí. Así que, para su sorpresa, la abrazo con fuerza. Atrayéndola a mí. Acariciándole el pelo. Es algo más baja que yo. Su cabeza llega a mi hombro. Me contengo para no ir más allá. Ahora no es lo que necesita.
–A mi no me pareces fea. No me molesta abrazarte. Todo lo contrario– le aseguro.
Solo he hecho un poco de fuerza para atraerla. Pero no para mantenerla abrazada. Puede soltarse si quiere. Pero no lo hace inmediatamente. Mira hacia abajo. Pero puedo ver que está completamente roja. También noto sus enormes pechos apretándose a mí. Y su barriga. Es tentador bajar un poco más, hasta su culo. Estrujarlo. Mejor no pienso en ello.
–Vale…– dice tímidamente.
Se aparta despacio. Sin mirarme. Sin decir una palabra, sigue recogiendo. Sus orejas están rojas.
Las gemelas también están aquí. Ayudándome a recoger los muebles. Y limpiar. Los ponemos en un anillo de carga. Me lo han dado para recoger la habitación y llevar todo al almacén. Como a todos los esclavos que estamos "desahuciando". Aunque ahora ellas no están trabajando. Están cuchicheando y riendo.
Se van hacia su prima. No sé de qué hablan. Pero ella parece querer huir de ellas. Seguro que la están molestando. Como sea. Debo seguir recogiendo. Por suerte, aunque ahora estén jugando, me han ayudado bastante. Nos sobra algo de tiempo. Así que pueden seguir jugando un rato más.
Al cabo de un rato, salgo de la cabaña. Las he mandado de vuelta. Pero parece que siguen acosando a Wan. Y Liang se ha unido. Ellas sabrán.
Nos hemos quedado unas cuantas cosas, que he enviado a la habitación de Wan. No es un problema. Nadie puede saber qué había. Y los esclavos somos registrados cuando acabamos. Es cierto que podríamos esconder algo por el camino. Pero tampoco sabríamos qué hacer con lo que fuera. A no ser que tengas un Almacén y una Residencia con gente dentro.
Es cierto que también se podría robar por orden de otros. Pero eso es algo que nos preguntan rutinariamente cada mes. De si alguien ha interferido en nuestro trabajo de alguna forma. Y no podemos mentir. Y, lo más importante, tampoco les importa demasiado lo relacionado con un estudiante de bajo nivel. Hacen lo justo para que haya algo de orden.
Llego al almacén para ir dejando los diferente muebles y objetos en su sitio. No se guarda un inventario. No se considera necesario. Al fin y al cabo, para la secta apenas tiene valor. Un cuaderno con una habilidad básica vale mucho más que todo lo que hay aquí.
Llego a la sección de alquimia. Los objetos más valiosos no se guardan aquí. Pero los de día a día, sí. O los que se dan a aprendices. Los más básicos. Invoco a Wan.
–¿Esto es…? ¡Sí! ¡Es el almacén de alquimia!– exclama entusiasmada.
Le había dicho que intentaría traerla. Estaba algo nerviosa, esperando.
–Coge lo que necesites.
–¿De verdad?
–Claro.
Esta sala es un pequeño tesoro para ella. Hasta llegar al reino del alma, no les dejan tener ciertas cosas. Y practicar. A menos, claro, que tengan algún privilegio especial. Como ser familia del algún maestre. O de alguien con influencia.
Escoge cuatro calderos para hacer píldoras. No sé si tienen diferencias. Quizás es para tener recambios. También algunos frascos, herramientas y varias cosas que no tengo ni idea qué son. Como unas piedras.
–¿Es…Es demasiado?– duda.
–Nada es demasiado para mi preciosa alquimista ¿Ya está todo?– la halago un poco.
Necesita confianza. Al menos, que sepa que yo no la desprecio. Vuelve a enrojecer. Asiente con timidez. La devuelvo con todo lo que ha cogido. Muevo un poco algunos objetos para que no se note que falta en ciertas zonas. Para que no llame demasiado la atención. Y salgo del almacén.
Elijo otra cabaña y voy hacia allí. Por ahora, nadie ha escogido las que yo quería. Hay bastantes. Y he cogido la más cercana, la primera que podrían quitarme.
Por el camino, me cuesta evitar reírme. Wan está realmente entusiasmada con sus nuevos juguetes. Pronto empieza a machacar algunas plantas. Sabe que puede probar como quiera. Que son suyas. Aunque podría venderlas en el futuro, es más importante que ella practique. Tener una alquimista. O eso hemos decidido. Y, si no, al menos la hace feliz. Su sonrisa es reconfortante.
—————
Entro en la cabaña y miro alrededor. Luego invoco a Rong. Me mira asustada. Desnuda. Igual piensa que la voy a follar otra vez como ayer. Fue un poco salvaje. Noto en nuestro enlace que me tiene un poco más de miedo. Supongo que está bien.
–¿Reconoces el sitio? Si quieres recuperar algo, ahora es el momento. Lo guardaré. Si te portas bien, te lo devolveré en el futuro. No habrá más oportunidades, así que date prisa. Luego ayuda a recoger y limpiar.
Me mira sorprendida. Supongo que no lo esperaba. No le había dicho nada. Pero no tarda en recoger algunos vestidos. Un amuleto que no parece tener nada de especial. Debe ser importante para ella. Algunos enseres personales, como un peine. O algunas píldoras.
–Toma. Quizás te sirvan– me las ofrece.
Esto tampoco lo esperaba yo. No sé en qué está pensando. Quizás que me las quedaría de todas formas. O intenta pedir perdón por intentar escapar. O espera que no vuelva a hacer algo como lo de esta noche. Probablemente, no me sirvan de mucho. Son para entrenar qi. Para abrir meridianos. Y a nosotros no nos hace falta. Las guardo igualmente.
Ning trabaja bastante animada. "Ayer fue increíble," me ha dicho antes. Parece que se lo pasó bien siendo violada. Incluso diría que ha mejorado un poco su devoción por mí. Supongo que podría incluir una sesión como recompensa de vez en cuando. Ya lo pensaré. Por ahora, me la follo. Dejo que Rong acabe de limpiar. Pero sin dejar de vigilarla.
—————
Cuando vuelvo al almacén, parece un poco vacío.
–No hay nadie aún. Has sido rápido– me asegura el encargado, un sirviente.
Perfecto, es lo que esperaba. Todos han acabado una y están en la segunda. Aun así, me aseguro con Detectar qi. Solo entonces "suelto" a las chicas. Van vestidas como esclavas. Por si acaso. Recorremos las salas, recogiendo algunas herramientas. Siempre asegurándonos de que no se note demasiado. No hay un inventario, pero muchos cambios repentinos podrían hacer sospechar.
Algunos platos, cubiertos, sábanas, telas, ropas. Incluso algún mueble. Hay zonas en los que están apilados sin más. No se nota si hay alguno menos. Parecen bastante animadas por "ir de compras". Lástima que tengamos que darnos prisa. Pronto irán llegando.
—————
La siguiente es la cabaña de Bronceada. Me mira con hostilidad y miedo cuando la traigo. Con sorpresa cuando reconoce el lugar y le digo que puede coger lo que quiera. También en nuestro enlace se ha incrementado el miedo. Pero ahora hay algo más. Algo confuso. Como sea.
En Rui, en cambio, no ha cambiado nada. La he traído para ver como reaccionaba. Y para que ayude a recoger y limpiar.
–¿Qué tal ayer? ¿Dolió?– le pregunto. Quiero saber como reacciona.
–¡Amo estuvo increíble! ¿Lo… Lo repetirá?– pregunta esperanzada.
Bueno, ya sabía que había creado un monstruo. No me sorprende demasiado.
–Si te portas bien, me lo pensaré– le respondo.
La verdad es que fue excitante. Pero perdí el control. Quizás podría hacerlo para practicar. Suena un poco a excusa. Ya veremos. A ella le brillan los ojos. Quizás lo imagino. Me la follo. Hay que adelantar "trabajo". Contra la antigua cama de Bronceada.
Bronceada ha recogido también algunos objetos. Creo que quiere conservar una figura de madera. Pero no se atreve a pedirlo. Lo guardo todo en el Almacén. Ahora saben que lo tengo yo. Quizás algún día se lo devuelve. Quizás como premio. Ya veremos.
De nuevo, vuelvo al almacén. Hay más gente. No puedo llamar a nadie. Así que dejo las cosas y voy a por la siguiente. Son las menos importante en la lista. Pero, ya que tengo que ir, pues aprovechamos.
Con las chicas, inspeccionamos la cabaña de Bai Xuan. Nada especialmente interesante. A Shi le ha gustado un vestido azul celeste. Le queda bien. Está preciosa.
Me follo a Song. De pie. Contra la pared. Y a Liang, que se burlaba. De la misma forma. Como "castigo". Antes me he follado a Ma Lang en su propia habitación, en su propia cama. Después de recoger lo que quería. Y también a Shi. Quería molestarla, y ha acabado siendo atrapada. Aunque no sé si es lo que planeaba. Quedan las gemelas.
–No es justo, yo también quiero– se queja Yi –¿Yu? ¿Pasa algo?
No hay tiempo para más. Tenemos que irnos enseguida. Pero todos nos giramos hacia Yu. Su rostro está ligeramente rojo. No es de vergüenza. Aprieta los dientes. Estaba leyendo algunas cartas. Tiene una de ellas en la mano.
–Os lo explico dentro– dice, intentando no mostrar sus sentimientos. Parece bastante enfadada.
Las devuelvo. Llaman a Wan. Había estado intentando hacer algo en el caldero. Creo que no le ha salido muy bien. Diría que usa las piedras como fuego. Por un par de veces, he visto humo y una sustancia negruzca. Y ha tirado el resultado.
Ya había dicho que tienen que probar muchas veces para practicar. Por eso no les dejan hacerlo hasta cierto nivel. Muchos no llegarán. O elegirán otra rama. No vale la pena malgastar recursos con ellos. Pero es imposible creer que ella vaya a dejar la alquimia.
Las veo discutir. Todas parecen indignadas. Pero en especial las gemelas y Wan.
Cuando las vuelvo a llamar, me los explican. Era una carta del padre de Bai Xuan. Había recomendado deshacerse de las gemelas y Bai Wan. Así podría enviarle más recursos a su hija. Supongo que no le sentará muy bien que haya muerto.
Me parece un tanto estúpido que hubiera conservado la carta. Yi ha sugerido que quizás Bai Xuan quisiera usarla contra su padre en el futuro. ¿De verdad? Por si acaso, la guardamos. Quizás nosotros podamos usarla.
Estamos en la de Jia Xu. No puedo follarme a las gemelas aquí. Tampoco encontramos nada relevante. Quizás hay algo de ropa que pudiera valerme, pero mejor no cogerla. A las gemelas podría disgustarles. Solo estar aquí parece irritarlas. Pero querían estar.
La siguiente es de una estudiante aleatoria. Ya no hay más que queramos inspeccionar. Así que he escogido una cualquiera. Puede que incluso sea de una de las que matamos. No es que importe. Nos quedamos lo que nos interesa. Siempre y cuando no se pueda notarse demasiado. Tampoco pueden saber qué hay. O qué se había llevado con ella a la expedición. Y me follo a las gemelas. Sobre una mesa a Yi, mirándome. Apoyada contra la pared a Yu. De espaldas a mí.
Paragraph comment
Paragraph comment feature is now on the Web! Move mouse over any paragraph and click the icon to add your comment.
Also, you can always turn it off/on in Settings.
GOT IT