—¿Será que he pensado demasiado las cosas? —Connor no pudo evitar murmurar para sí mismo.
—Parece que este hombre quizás no sea un asesino después de todo —susurró Aida hacia él.
—No es seguro. Tal vez pensó que el momento no era el indicado antes, por eso no hizo ningún movimiento. ¡No podemos bajar la guardia! —dijo en voz baja.
—Solo quieres aprovecharte de mí... —Ella miró su mano envuelta alrededor de su cintura y habló con enojo.
—¿Quién se está aprovechando de quién? ¿No te desnudaste y te metiste en mi cama ayer? No es como si te hubiera obligado —replicó él.
—¡Por supuesto, algo debe haber pasado entre nosotros! —No podía creer que pudiera hacer tal cosa, así que naturalmente no creería sus palabras.
Unos segundos después, llegaron a la puerta del baño.
Ella abrió la puerta y estaba a punto de entrar.
—¡Espera un momento! —Él extendió la mano y la detuvo.
—¿Qué pasa? —ella preguntó ansiosamente.