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42.85% La chica de las flores: Una vida por una vida / Chapter 3: Capítulo II

Chapter 3: Capítulo II

El príncipe Peter era el hijo primogénito de los reyes del reino de Turion. Su madre había fallecido dos años atrás y, desde ese día, su padre estaba destrozado y se había refugiado en el alcohol, desatendiendo sus obligaciones como rey y a su familia, ya que nunca estaba sobrio. Cuando su madre murió, Peter tenía dieciocho años y tuvo que hacerse cargo de algunas de las obligaciones del rey, además de cuidar a sus cuatro hermanos pequeños.

Peter, junto a toda su familia vivían en el castillo del reino de Turion. Era una gran fortaleza de piedra rodeada por una gran muralla. El castillo se encontraba en medio del reino, muy cerca del gran mercado de Turion. Allí vivían también los caballeros que protegían al reino de Turion junto a sus familias. Al lado del castillo había un gran terreno donde entrenaban los caballeros que servían a los reyes de Turion.

Desde que su madre murió, el príncipe estuvo entrenando para especializarse en el manejo de las armas con los aspirantes a caballero y se había vuelto todo un experto espadachín. Tras la muerte de su madre, su padre firmó un tratado de paz con el reino enemigo, ya que su esposa murió por culpa del último enfrentamiento que hubo entre ambos reinos. En lugar de buscar venganza, prefirió firmar la paz para evitar más derramamiento de sangre. Peter entendía el comportamiento de su padre pero, en el fondo, él si que deseaba vengar la muerte de su madre, y se había estado preparando por lo que pudiera pasar más adelante, ya que no confiaba en que la paz entre los reinos durase demasiado.

Había tenido que dejar los entrenamientos con los aspirantes a caballero para atender las obligaciones del rey y formarse para serlo algún día, pero había seguido entrenando en sus ratos libres con los caballeros que servían a la corona y al reino de Turion. También comenzó a relacionarse con los nobles del reino y al final de la semana se iba con ellos de cacería, como hacía antes su padre.

— ¿Puedo ir contigo esta vez? Por favor Peter, déjame ir de cacería contigo, hazme ese regalo de cumpleaños…— le suplicaba Edgar, el hermano menor del príncipe.

— Esta bien Edgar, será mi regalo para tu dieciocho cumpleaños, al fin y al cabo ya eres todo un hombre…— accedió Peter, que no pudo decir que no a la mirada suplicante de su hermano.

Edgar era el hermano menor de Peter, también tenían tres hermanas pequeñas llamadas Helena, Selina y Regina. Los cinco hermanos eran los hijos del rey Edgar y la fallecida reina Estela. Edgar y Helena se parecían mucho a su padre, ambos eran algo robustos y tenían el pelo castaño y los ojos marrones. Sin embargo, el resto de los hermanos se parecían más a su madre, los tres eran delgados y tenían el pelo castaño claro y unos ojos grandes y azules. La muerte de su madre les había dejado un vacío muy grande en su corazón, pero eso también había hecho que los cinco hermanos estuvieran más unidos que nunca. Peter amaba a sus hermanos y era capaz de hacer cualquier cosa por ellos.

Aquel día, Peter y Edgar se vistieron para la ocasión con unas túnicas cortas de color blanco, unas calzas marrones con botas negras y un chaleco reforzado marrón con el emblema de la Casa Real grabado en color blanco. Cuando estuvieron listos se fueron junto a sus caballeros más fieles para encontrarse con el resto de nobles para dirigirse al bosque donde iba a tener lugar la cacería.

El grupo de cazadores iba bien preparado para la caza con lanzas, arcos y flechas; también iban acompañados de unos cuantos perros labradores, eran animales robustos muy bien entrenados para la caza de animales salvajes. Ese día obtuvieron una gran cantidad de ejemplares durante la cacería; consiguieron hacerse con dos jabalís, un ciervo y varias liebres.

Terminada ya la cacería, se dirigieron hacia el castillo, pero decidieron parar en el mercado de la plaza, para hacerles llegar a los carniceros los ejemplares que habían cazado para que los limpiaran y repartieran entre las familias de campesinos del reino. El mercado se encontraba en la plaza más grande que había en el reino, había muchos vendedores que habían colocado sus puestos alrededor de la plaza para vender sus productos a los súbditos de Turion; había puestos de carniceros, de panaderos, de herreros, de vendedores de telas… Se podía encontrar de todo en el mercado.

El príncipe Peter se encontraba con Edgar y dos de sus más fieles caballeros, además de buenos amigos, Belami y Felipe. Comentaban animadamente lo exitosa que había sido la cacería de aquel día, cuando Peter se fijó en dos jóvenes campesinas que les miraban desde la distancia. En cuanto posó sus ojos sobre aquellas campesinas, ellas apartaron la mirada e hicieron como que miraban hacia otro lado disimuladamente. Peter se percató de ello, cosa que le resultó divertida. Vió que una de las jóvenes sostenía en sus manos una cesta de mimbre que contenía muchas flores y pensó que probablemente serian vendedoras de flores. Decidió acercarse a ellas para comprarles unas flores a sus tres hermanas, para llevárselas como obsequio a su vuelta. Se dirigía hacia ellas y, cuando lo vieron acercarse, parecieron ponerse nerviosas, incluso le dio la sensación a Peter de que las campesinas querían huir de él.

— Esperad por favor, querría compraros unas flores para mis hermanas…

No pudo pronunciar más palabras, pues quedó anonadado por la gran belleza de la joven que sostenía en sus manos la cesta con las flores. Era la chica más hermosa que había visto nunca; tenía el pelo castaño y unos preciosos ojos verdes, su piel era blanca como la nieve y los rasgos de su cara eran suaves. Le llamó la atención su hermosa sonrisa; tenía un rostro perfecto, jamás había visto a ninguna mujer más perfecta que ella.

— Claro, mi señor. ¿Qué flores queréis para vuestras hermanas?— le preguntó la hermosa joven con esa gran sonrisa que tenía al príncipe cautivado.

— No sé qué flores pueden gustarles… ¿Cuáles me recomendáis?

— Tenemos unos gladiolos preciosos de colores diferentes. Además son los últimos del año, puesto que ya va a comenzar a hacer frío, mi señor— le dijo la joven pelirroja que acompañaba a la chica de la cesta de flores.

— Pero estas flores quedarán mucho más bonitas en una corona de flores— le dijo finalmente la hermosa joven—. Si queréis os puedo hacer unas coronas de flores y se las lleváis a vuestras hermanas como obsequio…

— Os lo agradezco, pero no puedo demorarme mucho tiempo, tengo que llegar pronto al castillo…

— ¿Trabajáis para la Familia Real?— preguntó la joven con interés—. Seguramente seréis Caballero, parecéis venir de una familia noble…

— Se puede decir que sí— le dijo Peter divertido, prefería no decirle quien era él realmente—. Si estáis la próxima semana, espero poder compraros unas coronas de flores para mis tres hermanas. Ahora debo irme. Hasta pronto.

— ¡No me habéis dicho vuestro nombre, caballero!— le dijo la joven a la par que él se alejaba.

— Llamadme "Caballero", me gusta ese nombre— le dijo él riendo.

— Esta bien, os llamaré caballero— le dijo la joven con una tímida sonrisa—. Pero si no me decís vuestro nombre, tampoco os diré el mío…

— Entonces os llamaré "chica de las flores".


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