Gunlaug se veía igual que la última vez que Sunny lo había visto.
…Como un demonio dorado nacido de algún aterrador infierno.
El Señor Brillante era alto y tenía hombros anchos y poderosos. Su cuerpo estaba cubierto con una extraña armadura que parecía estar hecha de oro fundido. Era sólida y líquida a la vez, fluyendo sobre sus poderosos músculos y cubriéndolo de cabeza a pies.
Los ojos de Gunlaug tampoco estaban expuestos.
En el lugar donde debería haber estado su rostro, no había más que una superficie lisa y vacía de oro pulido. El gran salón del Castillo Brillante se reflejaba en él, al igual que todas las personas reunidas allí.
Tan pronto como Sunny vio la máscara dorada, sintió el aura opresiva que emanaba del Señor Brillante. Aun sabiendo lo que iba a pasar, no pudo evitar temblar un poco y morderse el labio.