La preocupación e impotencia iniciales de Jasper se transformaron en una furia hirviente, su ira ahora dirigida sin rodeos hacia Samuel. Sospechaba que Samuel estaba al tanto del plan de Sebastián y que lo había llevado allí deliberadamente para que su jefe pudiera amenazar a Ella y forzarla a marcharse. Si Samuel no hubiera sido el esposo de su hermana, lo habría matado sin titubear.
Presintiendo algo extraño, Samuel preguntó:
—¿Qué te pasa? Te ves perturbado.
Jasper, incapaz de contener su ira, frunció el ceño y confrontó a Samuel directamente:
—¿Acaso no sabes lo que pasó? No intentes actuar como si no supieras nada —retumbó, su voz resonando en el interior del coche.
Desconcertado, Samuel replicó:
—No estoy fingiendo nada. Dime claramente, ¿qué está pasando?
—Detén el coche —ordenó Jasper, su frustración en aumento. No estaba dispuesto a entrar en un argumento.
—No, primero tienes que contarme todo —resistió Samuel.