—Programaré una reunión con el Sr. Anderson —dijo Brad sin levantar la vista del montón de documentos que sostenía en sus manos.
—Bien. Hagámoslo rápido. No quiero retrasarlo más —expresó Cristóbal, ya guardando sus pertenencias, revisando su reloj de pulsera—. Ahora me voy a casa.
—Cena conmigo —invitó Brad—. Ana volverá en unas horas. Comeremos juntos.
—Otra vez será. Prometí a Abigail volver temprano a casa —Cristóbal miró a Brad con una expresión de disculpa, sus labios dibujando una pequeña sonrisa.
—Ya veo —sonrió Brad con sarcasmo—. Tío, tienes suerte de que tu esposa sea Abigail, no Anastasia. Me pregunto qué hubiera hecho Ana conmigo si pasara una noche en casa de otra mujer.
Cristóbal, irritado por el tono burlón y la sonrisa de Brad, golpeó con la carpeta que tenía en la mano en la espalda de su amigo.
—Jajaja... —Brad, imperturbable ante el golpe, estalló en una carcajada, bloqueando con facilidad el siguiente ataque de Cristóbal con un aire juguetón.