Abigail regresó a casa, exhausta. El cansancio en sus rodillas era palpable, y sus párpados caídos delataban su deseo de descansar. A duras penas pudo mantener los ojos abiertos en su viaje de vuelta a casa. Era inusual que se durmiera en el coche, pero hoy fue una excepción ya que sucumbió al agotamiento.
—Tráeme una taza de café —dijo a la empleada.
Agotada, se dirigió a su habitación y se desplomó en la cama, cerrando los ojos involuntariamente.
Hubiera preferido dormir si no hubiera traído el archivo consigo para examinar. Pero no podía dormirse en ese momento, así que quería tomar café.
La empleada trajo el café. —Señora, su café.
—Hmm... Ponlo en la mesa —murmuró Abigail en un estado cansado y medio despierto.
La empleada obedeció y se fue.