Abigail abrió ligeramente la puerta, sus sentidos agudizados por la adrenalina que corría por sus venas. Mirando por la estrecha rendija, se esforzó por descifrar cualquier signo de movimiento o sonido.
El pasillo estaba vacío, pero alcanzó a oír su voz suave. Debido a la distancia, no podía entender nada de lo que decía.
Reconoció esto como un momento oportuno para hacer su escape. Con resuelta determinación, cerró la puerta y rápidamente recogió sus pertenencias, metiéndolas en su maleta con manos apresuradas.
Corrió al baño y encendió la ducha antes de tomar su bolso y salir a hurtadillas de la habitación.
Sus rodillas amenazaban ceder bajo ella a medida que avanzaba por el corredor tenuemente iluminado. Su aliento salía en jadeos entrecortados mientras el peso de la situación la agobiaba. Giró la cabeza para ver si alguien la estaba siguiendo.