Cristóbal no había dejado de frotar su clítoris, mientras deslizaba su otra mano debajo de su top. Amasó sus senos uno a la vez, luego pellizcó sus pezones.
Sus acciones fueron suficientes para mojarla. Abigail estaba dispuesta a ceder, pero dudaba en seguir adelante.
—Papá está en la oficina —le recordó—. Podría llamarte en cualquier momento.
—No me arruines el humor —gruñó.
Abigail se calló al escuchar su tono frío. Sin duda sería molesto para ella si él se fuera enojado en ese momento.
No podía hacerlo enfadar. Después de tantos días, se acercó a ella y estaba listo para hacerle el amor. ¿Cómo iba a dejar pasar esa oportunidad?
Se olvidaría de dónde estaban por el momento y se sumergiría en el océano de placer. Se giró hacia él y le besó los labios.
Cristóbal se emocionó más. Impaciente, se quitó la chaqueta y la tiró al suelo. También se sacó la corbata.
Abigail desabrochó su camisa con las manos ligeramente temblorosas.
Ambos respiraban con dificultad.