La palabra "Regalos" saliendo de la boca de Salaark sacó a Lith de su estupor y avivó su codicia al sexto grado.
—Hablé mucho de ti, Abuela. Simplemente nunca les mostré tu holograma porque nunca tuve una razón para hacerlo. Planeaba hacerlo antes de visitarte en el Desierto.
Finalmente Elina logró armar todo, descubriendo la identidad del molesto transgresor.
—Gracias a los dioses no intenté patearle el trasero, de lo contrario las cosas podrían haberse puesto feas para mí —Suspiró aliviada interiormente.
—¿Y qué hay de Abuelo? No me digas que lo incluiste en la foto familiar —Los ojos de Salaark se redujeron a dos hendiduras ardientes de mana blanco.
—¿Quién? —Preguntó Raaz confundido.
—Entonces todo está perdonado. —Dijo Salaark con una calida sonrisa de triunfo.
—No hay necesidad de tener celos, Elina.—Dijo Salaark, tomándole las manos.—Al menos de mí. Sólo estaba felicitando al hombre que lleva mi sangre por darme un nieto tan maravilloso.