—¡Lo hicimos! —Los dos niños se regocijaron, abrazándose en triunfo.
—Felicidades, jóvenes magos. Al vencedor van los despojos. —Lith les aplaudió.
—¿Qué quieres decir? —Dijo Leria.
—¿Por qué está haciendo eso? —Aran miró al pez retorciéndose en el suelo.
—Fuera del agua, un pez no puede respirar. Está luchando por su vida. —Lit conjuró otra burbuja que le dio al pez un respiro de su sufrimiento.
—No quiero matarlo. ¿Podemos devolverlo al agua? —Leria preguntó y Aran asintió. Nunca habían cuestionado cómo era la comida que llegaba a su mesa antes de ser cocida.
Leria vivía en una casa de herrero mientras que Aran, ahora que la familia tenía dinero, nunca había visto el ganado aparte de cuando ayudaba a Elina a alimentar a los pollos.
—Tu cena, tu elección. —Lith hizo como ellos pidieron. Ya habían aprendido mucho en un solo día, la ley de la selva podría esperar un poco más.