Michael finalmente entendió lo que estaba pasando.
Quedó claro ahora que el niño le había estado gastando bromas todo el tiempo, incluso cuando se conocieron en el aeropuerto y en la fiesta. Sin atreverse a tocar el grifo de nuevo, solo pudo dirigirse al refrigerador para buscar unos cubitos de hielo. Sin embargo, acababan de mudarse ayer, y el refrigerador estaba completamente vacío.
Sin otra opción, Michael solo pudo mantener abierta la puerta del refrigerador y meter la cabeza adentro. El aire frío lo hizo sentir mucho mejor de inmediato.
—¿Por qué hiciste eso? —preguntó Michael mientras miraba con enojo a Jake con las cejas levantadas—. También agregaste sal a mi agua, ¿verdad? ¿Para qué fue eso?
—Señor, ¿de qué está hablando? —Jake respondió parpadeando, luciendo tan inocente como siempre—. No hice nada con tu agua. —Evitó hábilmente la pregunta de Michael sobre el grifo.