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100% Katu: la bruja de la isla / Chapter 25: 24: NATHANIEL JONES

Chapter 25: 24: NATHANIEL JONES

Ella rechinó sus dientes.

— ¡Muerete!

Una sombra cruzó por sus ojos, moviéndose como la rapidez de un rayo. tan rápido como Oliver impactando contra la pared de concreto. Un fuerte golpe resonó en la habitación.

Kaia apenas pudo discernir qué era. Todo lo que vio fue una figura oscura que se encontraba frente al chico, seguida de un sonido extraño y contundente. ¿Un hueso roto?.

Kaia intentó procesar la escena, pero estaba paralizada frente a la espalda de la silueta de dos metros, tan oscura como una sombra flameaba como una antorcha, con una larga cola negra y cuerpo humanoide. Sin embargo, cuando volteo, pudo ver 

«Tengo que escapar» pensó tan rápido. Movió su cuerpo con esfuerzo, a pesar de que sus muñecas estaban atadas, intentando balancearse para liberarse. Sus zapatos hicieron ruido al rozar el suelo, y se detuvo de inmediato, conteniendo el aliento.

La criatura se encorvó. Con una sola mano, tomó la cara de Oliver y levantó su cuerpo, mientras líneas de sangre ensuciaban su ropa.

— Waira ¡Ataca! — gritó ella.

— No es necesario — siseo la serpiente oculta entre las sombras. Se acercó a ella.

La serpiente se atravesó en medio de las sogas y la liberó. Intercambiaron miradas con rareza, cuando el gruñido de la bestia alarmó a Kaia.

— ¿Hermano illapa? — pregunto de nuevo, volteando hacia la criatura de donde salió una serpiente.

— Este niño … te quiere mucho, mamá.

Kaia se mantuvo quieta, viendo por unos segundos al animal antes de sacudir la cabeza y voltear a la sombra. Dudó unos instantes, sin poder comprender lo que estaba viendo. ¿Un monstruo? ¿Una sombra? ¿Una nueva criatura completamente diferente a Katu?

Sin embargo, cuando vio las flamas negras danzar, pudo distinguir un telar rojo. Era su bufanda que su abuela había tejido.

— Na, natha … — susurro, mientras sus ojos se alzaban hacia la cabeza de la sombra y de pronto, sus manos apretaban el rostro de Oliver a punto de hacerla estallar — ¡NATH!

En ese instante, todas las fuerzas que había mantenido las dejaron ir en ese grito. La sombra se detuvo y volteó, su rostro también era una sombra sin expresión, sólo esos ojos vacíos que formaban una pupila y penetraban en la chica.

— Nath, ¿me escuchas? 

— Hace un rato estaba bien — intervino Illapa, mientras subía por las piernas de la chica, atenta sólo a la sombra — seguro fue porque el instinto de monstruo se comió al otro monstruo.

— Por favor, Nath… vuelve — repitió ella, esta vez su voz más suave, llena de desesper

La sombra soltó a Oliver, estrellándolo contra el suelo. Ahora, viendo a la chica, dio un paso hacia ella. 

Kaia sintió un nudo en la garganta mientras la figura oscura se acercaba. Sus lágrimas empezaron a rodar por sus mejillas, mientras recordaba una conversación pasada, en el cumpleaños de Nathaniel.

***

— Oye, ahora que me doy cuenta. Seré el hermano mayor.

— No somos hermanos — detuvo Kaia, en un tono seco manteniéndose amenazante.

***

— Lo siento — dijo ella. 

Regresando a la realidad, reviviendo cada momento mientras caminaba a la sombra. Frunció su ceño, apretando sus puños sin importar el daño que se hiciera en sus manos.

— Pero … ¡REGRESA DE UNA VEZ! — grito tan eufórica como desesperada. Tomó la bufanda roja disfrazada de una cola.

Su respiración pesada se mantuvo por unos segundos. Sin ningún cambio en la expresión de la criatura expectante a ella.

— Tú lo dijiste. Me quedaré, hasta que ya no tengas dolor — susurró ella, empezando a llorar — pero, ven … conmigo.

Sus ojos estaban pegados sobre el otro, mientras su cuerpo se relajba al punto de caer con miedo, su espalda cayo un poco. Ni siquiera escuchó la conversación de ese par de hermanos cuando las gruesas manos del monstruo tocaron suavemente su brazo. Por donde estaba su herida.

— Tú herida ya no está — escuchó de pronto. Un tono grave el monstruo.

Los ojos del monstruo se distorsionaron, entre una línea y una pupila redonda. Pasaron solo unos segundos cuando el par de ojos amarillentos se tornaron en un par de avellanas deprimidas. El cuerpo de dos metros, regresó a su tamaño original y la cola negra volvió a ser la bufanda roja en mano de la chica.

— Nath … aniel — susurró ella. 

Era difícil de creer, ese cambio tan asqueroso como grandioso. La sombra se desprendía como una piel más, su cabello marrón regresaba a la nuca y una gran sensación por querer abrazarlo acabó con ella.

Sin pensarlo se lanzó a él, con más lágrimas viajando por su mejilla. 

— Co … ¿Cómo? — gimoteo al separarse y cubrir su cuerpo — ¿Que te paso?

— Estoy bien, tranquila — soltó al tomar sus hombros con fuerza — ahora debemos buscar a Daniel. Hace horas que lo dejé solo.

— Está con pará — dijo illapa, mientras subía por la cadera de la chica, como un cinturón.

— Madre se va a molestar contigo — canto waira hacia su hermano Illapa, al bajar del muro — llevaste a un humano al 

— cállate — interrumpió la serpiente — ella también es nuestra mamá y, ¿No sabes que ahora mismo, madre no puede ver este terreno? Es por nuestra nueva mamá.

— mamá, mamá, mamá qué odiosos — se quejó Kaia al bajar la cabeza — No me hagan recordar que mi mamá está muerta por lo que hizo katu.

Las dos serpientes subían por el cuerpo de la chica. Como si fueran escudos ocultos en ella.

— ¿Los monstruos? No son cosa de madre — dijo waira — podríamos explicarte, pero mi hermano el traidor.

— Solo hago lo que madre me enseñó — illapa saco su lengua — yo protejo los rayos y tú el viento, cuando la tierra muera. No habrá nada que podamos proteger.

— Que arrogante eres, solo porque ayudas al dios del rayo — susurro wara al acercarse a kaia — escucha, nosotros no podemos meternos en la pelea por el nuevo cuerpo de Katu.

— Pero — interrumpió illapa — el nuevo cuerpo de katu está mutando, osea tú.

— ¿Tiene una posibilidad de no morir? — Nathaniel apreto la cabeza de illapa — hicimos un acuerdo.

— Igual te beneficias tú — se quejó Illapa.

Para ese momento que kaia solo apretaba sus prendas casi rotas en sus sitios. Escuchando la conversación cuidadosamente, así como veía a los muertos y a nathaniel, su ropa estaba más sucia de lo que recordaba.

Fue entonces que tomó a illapa entre sus manos, ni siquiera tembló por la frialdad o lo pegajoso de su cuerpo. Tenía una pregunta más importante.

— ¿A qué te refieres con que estoy mutando? y, ¿Sabes dónde está Daniel?

Mientras tanto, en la escuela el padre Matias se hizo paso entre las sabanas de un prototipo de toldo de último minuto con varias personas sentadas abrazadas con miedo.

Encerrados en sus pensamientos, cuando las fuertes pisadas del hombre golpearon la losa del concreto y despertaron, levantaron la cabeza de golpe. Algunos abrieron la boca y otros cuantos empezaron a llorar.

— Hermanos, hermanas — empezó Matias — los hemos visto, hay demonios rondando alrededor de nosotros. Destruyendonos y convirtiendo a inocentes en monstruos, pero, Dios nos sigue protegiendo. Quiere que vivamos, y así será, yo los protegeré

— ¡MENTIROSO! — gritó alguien entre la multitud.

Era una voz conocida, adolorida entre llorosos que llama la atención de varios, en especial de Matias, quien entrecerró los ojos alzando su cuerpo entre las personas hasta que alguien se levantó.

La enfermera, tenía heridas en el rostro y bajo su nariz, caía una gota de sangre.

— ¡Eres un mentiroso! ¡Ya no me quedaré callada! Mataste a niños para defender tu tonta ideología sin sentido — gritaba a todo pulmón con lágrimas brotando de sus ojos y más sangre saliendo de su nariz.

Matias se incorporó en su asiento, estaba lejos así que no diferenciaba lo que pasaba, en cambio inclinó su cabeza. Sin darse cuenta del dolor que sufría la mujer mientras su cuerpo empezaba a convulsionar. 

Siendo vista por los demás, encorvó su cuerpo al punto de soltar una hemorragia nasal y cubrir su rostro con sus manos.

— E, ¡Eli! — balbuceó con lágrimas en pleno ataque de estrés y sangre cayendo al suelo.

Las personas empezaban a levantarse, intercambiaban miradas con miedo hasta que la mujer lanzó un grito tormentoso, así como su mandíbula cayó al nivel de su clavícula.

Todos se echaron a correr, los menos suertudos se quedaban sentados hasta que alguien los obligaba a correr. Pero la enfermera no veía a nadie más que a Matias, aún cuando sus músculos se desgarraban o cuando su ropa ya no le quedaba, sus dos ojos atormentaban el miedo en Matias.

A las justas podía respirar el hombre, cuando vio a quien conocía como la enfermera, convertirse en monstruo con una enorme cabeza, sin cabello, grandes ojos penetrantes y una gran boca redonda sin dientes que cayeron a sus pies.

Solo dio un paso atrás, cuando las manos del monstruo tomaron sus brazos y la gran boca se estiraba hasta rodear su cuerpo.


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