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La hostilidad de Milena 

Camino por aquel pasillo que atraviesa por completo todo aquel lugar una vez que salgo de mi habitación y me dirijo hasta la cocina, antes de ni siquiera cruzar el portal noto el pequeño discurso de una persona que con gran vigorosidad se expresa, era un locutor pues ya desde tempranas horas de la mañana los empleados se encontraban recargando pilas al escuchar cual repertorio musical de manos de aquel comentarista.

— Buenos días, amigos oyentes, buenos días amada RD, sin dudas me complace saludarles en esta nueva jornada ya hoy martes quince de marzo, de nuevo despiertos y vigorizantes en esta hermosa tierra de Dios, como cada mañana anunciamos son las siete en punto y tu emisora de confianza Radio Sol 90.8 FM te dice " Levántate ".

Escucharle, aunque podría decir que era un tanto ruidoso para mi gusto aquel de igual manera infundía un toque único de energía a aquella mañana era como recargar pilas automáticamente.

Finalmente me dispongo a cruzar el portal e instantáneamente logro ver como los empleados se encuentran acomodados a cada lado de aquella mesa desayunando como si de una completa familia se tratará, sin ofensas, ni regaños, mucho menos disgustos, solo y meramente riendo y conversando.

No muy bien me abro paso los ojos de todos los allí presentes se posan en mí, sorprendidos tras verme aparecer tan temprano por esos lados se encuentran aquellos.

La señora María también se encontraba allí acomodada en medio de todos ellos quien con nerviosismos no tardo en comentar.

— Joven que hace aquí tan temprano, si la radio le presupone problema alguno ahora mismo la apagare.

— No María, descuida.

— Le sucede algo, ha pasado algo o necesita algo de mí.

— Sí podría decirse.

— Entonces joven, dígame en que puedo servirle.

— Solo quiero un vaso de agua.

— Haberlo dicho antes, ahora mismo se lo busco.

María se puso de pie y se alejó de la mesa dejando su desayuno completamente descubierto y rápidamente se dirigió hasta la cocina apareciendo con mi pedido pocos segundos después.

La verdad no podía dejar de sentirme incomodo al ver como los ojos de todos no se apartaban de mí y a la vez no podía dejar de preguntarme una y otra vez como aquellos aun no teniendo prácticamente nada mientras se mantienen viviendo una vida humilde podían tener todo lo que eh deseado, el amor antes que el desprecio.

Con rabia y egocentrismo tras tomar el contenido de aquel vaso lo entregué a las manos de aquella mujer de una manera brusca lo que me llevo a salir de allí con rabia sin entender porque, tras sentirme tomando por una leve sensación de tristeza.

Sin tardar me alejé con rumbo fijo hasta la salida de la residencia e iniciando mi marcha empecé a correr.

Ya llevaba un buen rato trotando para ser más exacto no más de algunos diez minutos, cuando me disponía a acabar la vuelta número nueve alrededor de aquella área tras la curiosidad haberme ganado ya que hacia un buen rato que mis ojos se habían fijado en un camino que se alejaba unos pocos metros del paso que divide a uno de los jardines del camino que conduce hasta la residencia principal.

A orillas cubierta por una espesa maleza que meramente dejaba ver desde el otro lado en algunos espacios el color oscuro de la madera se encontraba una especie de casa bastante alta mucho más de lo normal.

Aquel lugar me llenaba de atracción pues había algo en el que intentaba despertar recuerdos en mí, recuerdos que nunca terminaban de tener forma y mucho menos sentido alguno.

Con cuidado me acerque y desde un costado asome mi cabeza y valla sorpresa me lleve al notar que aquello era una caballeriza y que no muy lejos se encontraba Milena acariciando en algunos momentos y en otros cepillando el pelaje de un corcel de elegante semblante vestida con unos jeans ajustados, una camisa blanca de mangas largas y unas botas.

Aquel era enorme caballo blanco con alguna que otra mancha café alrededor de su cuerpo se encontraba a su lado disfrutando de la compañía de aquella chica quien hablaba como loro como si aquel animal le pudiese entender.

— Así me gustan que sean madrugadoras — dije al abandonar mi escondite y acercarme a ella.

Milena no pudo evitar girar su cabeza con rumbo hasta el lugar de donde procedía aquella voz, eh inmediatamente tras escuchar a Alexander comentó — ¿Qué haces aquí? Pensé habértelo dejado bien en claro anoche que no te quería cerca de mí.

Aquella chica se encontraba completamente molesta sin dudas no iba a dar su brazo a torcer tan fácilmente por lo que se encontraba completamente a la defensiva así que era consciente de que no era mucho lo que yo iba a poder logar con ella independientemente de lo que hiciese, aun así, decidí lanzarme e intentarlo.

Por lo que termine ofreciéndole un voto de confianza a aquella chica ocultando así mis verdaderas intenciones.

— Pero si no eh venido por ti, sino más bien por los caballos — la miró mientras disfrazo mis palabras para evitar que sean del todo interpretadas.

— Dudo que digas la verdad.

— Pero, aunque no lo creas así es, vengo por ellos.

Observe al caballo pues me daba mucha curiosidad aquel animal así que de apoco me fui acercando, hasta que finalmente estire mi mano hasta su pelaje para acariciarle.

— ¿Quién te dijo que podías tocarlo? — reflejando con completa libertad aquellas expresiones de disgusto en su rostro Milena recalco.

— Nadie, pero piensa un momento si mi presencia le supondría molestia alguna te aseguro que no dejaría que ni siquiera me acercase mucho menos que le tocase, anda déjame quedar un rato con él realmente no te molestare.

— ¿Para qué quieres quedarte? Un niño rico como tú dudo que quiera ensuciarse las manos.

— No tengo miedo a ello si es lo que te preocupa, además los caballos me parecen unos seres muy nobles y me sorprende lo especialmente inteligentes que son.

— En eso si coincidimos, así que puedo decir que son incluso más inteligentes que cual chico que conozco — Milena me observo de una forma descarada retándome abiertamente a pelear buscando la forma de increparme y que por ende aquello me causara molestia.

— ¿Qué quieres decir?

— ¡Ummm! Imaginaba que era algo evidente, pero te lo voy a resumir para que entiendas, eres un tonto, un vil y prepotente ser.

Volteando su cara hacia el lado izquierdo se encogió de hombros marcando aún más el descontento en su rostro valla sorpresa a cada segundo que pasa me llevo al notar las agallas que tiene aquella para enfrentarme de una manera u otra.

Sin prestarle mucha importancia a sus palabras seguí acariciando a aquel animal con mucha más confianza y una sensación de calidez se apodero de mi seguido de un revuelo electrificante que recorrió mi piel erizando cada parte de mí, junto a un recuerdo fugaz que me invadió y de nuevo un sentimiento de nostalgia se hizo sentir.

Con voz entre cortada y el alma pendida de un hilo murmure — tú y yo nos conocemos pequeño no es así.


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