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40.9% Una aventura en un mundo de fantasía / Chapter 8: Capítulo 7 - Hacia el Arinelle

Chapter 8: Capítulo 7 - Hacia el Arinelle

Bornhald: ¿A quién tenemos aquí? – con una sonrisa sádica los miró y continuó hablando – Amigos Siniestros, eso es lo que sois. Qué bueno que haya estado aquí para detenerlos.

Moraine: ¿Vais a llevarme a vuestro campamento, Capa Blanca? – su voz se alzó súbitamente procedente de todas direcciones – ¿Vais a interrogarme? – las tinieblas la envolvieron al avanzar un paso, dándole la apariencia de una mayor estatura – ¿Vais a cerrarme el paso?

Bornhald: ¡Aes Sedai! – gritó y con su grito 5 espadas fueron desenfundadas al mismo tiempo – ¡Muere!

Si alguien estuviera viendo en cámara lenta toda la situación hubiera percibido detalladamente como la espada de Bornhald trazaba un arco en dirección a Moraine y esta alzaba su bastón para intersectar la hoja.

Pero antes de que la espada y el bastón se encontraran una flecha pasó cerca de la cabeza de Moraine a una velocidad superior a la de cualquier otra flecha que hubiesen visto con anterioridad y atravesó el ojo derecho de Bornhald saliendo por la parte trasera de su cráneo y habiendo penetrado más de la mitad de la flecha.

El impacto de esta imagen provocó que todos se quedaron congelados incluyendo a Moraine, no fue hasta un segundo después cuando otras 2 flecha derribaron a otros 2 Capas Blancas que los 2 restantes gritaron aterrados.

Lan: ¡Salgan! – les gritó apresurándolos a abandonar la ciudad.

Cuando hubieron pasado la puerta Moraine hizo que esta se cerrara impidiendo que fueran seguidos, aunque eso era poco probable con lo que había sucedido.

Perrin: ¡Rand que has hecho! – aún no podía creer que su amigo al que conocía desde pequeño había matado a 3 hombres en un abrir y cerrar de ojos.

Perrin no era el único que estaba sorprendido, todos los demás lo estaban también.

Lan: ¡Pastor eso fue insensato! Ahora no importa qué, esos Capas Blancas no descansaran hasta encontrarnos. Solo has hecho nuestro viaje aún más complicado.

Rand: Nos habrían dado caza de todas formas y no pienso darles otro recibimiento que no sea con mi arco o la espada. Nuestro corto viaje ha sido suficiente para saber que ellos son de igual de peligroso que los trollocs.

Rand estaba en racha ese día.

Moraine: De nada sirve discutir ahora, no perdamos tiempo y pongámonos en marcha. – siguiendo sus palabras todos comenzaron a avanzar.

La noche era negra como el carbón cuando el Guardián salió del camino para desmontar. Faltaba menos de un par de horas para el amanecer. Dejaron los caballos todavía ensillados, y se dispusieron a acampar en medio del frío.

Lan: Una hora. – advirtió – Una hora y continuaremos cabalgando.

Ya habían avanzado una larga distancia tomando cortos descansos para que los animales no cayeran exhaustos. Se dirigían a Puente Blanco con el propósito de cruzar el río Arinelle cuando se escuchó el penetrante quejido de un cuerno. Lan volvió la cabeza para observar la carretera que habían dejado tras de sí. Por el sonido dirían que había unos 10 km entre ellos y sus perseguidores.

Después siguió un forcejeo con los caballos, agitados al oír un segundo bramido de cuerno, el cual esta vez obtuvo respuesta de otros, que sonaban procedentes del oeste como un cántico fúnebre. Todos agarraron las riendas con apremio, listos para salir cabalgando en cualquier momento. El Guardián y la Aes Sedai intercambiaron una larga mirada.

Lan: Haz que avancen, Moraine Sedai. – indicó – Volveré tan pronto como sea posible. Tendrás conciencia de mi derrota, si ese es el caso.

Moraine: Que la Luz te acompañe, último Señor de las Siete Torres. – le deseó con voz tan queda que apenas se oyó – Debemos continuar. – instó y emprendió un trote lento y regular, los demás la siguieron en una hilera compacta.

Cada cierto tiempo los cuernos resonaban tras ellos, se acercaban cada vez más. Por el sonido podían deducir que estaban al menos a 5 km de distancia. De pronto Lan ascendió la colina tras ellos sin detener el caballo hasta hallarse frente a Moraine.

Lan: Como mínimo tres batallones de trollocs, todos encabezados por un Myrddraal. Cuatro tal vez. – le dijo a Moraine, pero todos pudieron escucharlo.

Egwene: Si te has aproximado lo bastante para verlos, ellos te han podido ver igualmente. – dedujo preocupada.

Moraine: Silencio. Según lo referido por Lan hay tal vez quinientos trollocs detrás de nosotros.

Todos callaron presas de estupor excepto por Rand que sabía lo que estaba por venir, Lan tomó de nuevo la palabra.

Lan: Y avanzan deprisa. Los tendremos encima en menos de una hora.

Moraine: Si disponían de tantos anteriormente, ¿por qué no los pusieron en acción en el Campo de Emond? – inquirió, medio para sí, la Aes Sedai – Si no disponían de ellos, ¿cómo los han traído hasta aquí?

Mientras pensaban que decisión tomar un cuerno sonó en la lejanía detrás de ellos, con un largo quejido que recibió su eco esta vez delante de ellos. Ahora los cuernos retumbaban delante de ellos y detrás. Los trollocs venían desde el este y el oeste. De alguna forma un grupo de trollocs había tomado la delantera.

Moraine: Iremos al norte. – ordenó a todos.

El camino del norte consistía en múltiples colinas que, aunque no eran altas había que estar en ascenso y descenso constantemente, además de que era de noche. El sonido agudo de los cuernos se oía cada vez más próximo y su frecuencia iba en aumento. Rand podía ver que el guardián se estaba poniendo nervioso cada vez más. En una ocasión Mat le indicó a Rand como Lan parecía sujetar cada vez con más firmeza el manco de la espada.

Lan: Hay trollocs en las cercanías. – habló sin volverse – Algunos componentes de la avanzadilla de exploradores, probablemente. Si nos topemos con ellos, no se aparten de mí bajo ningún concepto y haced lo que yo haga. Debemos proseguir en la misma dirección que hemos tomado.

Fue cuando ascendieron otra colina que vieron como marchaban los trollocs en la base de la colina, empuñaban barras rematadas con grandes bucles de cuerda o largos ganchos. Incontables trollocs, cuyas columnas se extendían a lo ancho, sin que la vista pudiera abarcar sus extremos, pero en el centro, justo al frente cabalgaba un Myrddraal.

Viendo que la batalla era inminente Lan no dudó.

Lan: ¡Permaneced a mi lado! – gritó y espoleó a su caballo de guerra Mandarb descendiendo al encuentro de los trollocs – ¡Por las Siete Torres! – exclamó con fuerza el guardián.

Animado por el grito de batalla de Lan, Rand tampoco dudó y cabalgó detrás del guardián seguido por Perrin que gritaba otro grito de guerra.

Perrin: ¡Manetheren! ¡Manetheren!

Mat eligió palabras más emblemáticas y siguió a sus amigos.

Mat: ¡Carai an Caldazar! ¡Carai an Ellisande! ¡Al Ellisande!

Lan se abalanzó sobre el Myrddraal, al tiempo que todos los humanos arremetían contra las filas de trollocs. La hoja del Guardián chocó con el acero negro elaborado en las forjas de Thakan'dar, provocando la misma resonancia que una campana, cuyo tañido resonó en el valle, mientras un rayo de luz azulada llenaba el aire con la misma potencia de un relámpago.

[RAND POV]

Al inicio tenía un poco de miedo, mi puño estaba rojo de tanto apretar el mango de la espada, pero después de matar el primer trolloc la adrenalina se apoderó de mí y nuevamente volví a sentir esa emoción que sentí antes, esa noche en la granja.

Llevo años preparándome sabiendo que este momento llegaría por lo que no puedo evitar querer ver si todo mi esfuerzo no fue en vano.

Y no lo fue, uno tras otro los trollocs caían a mi paso. Por un momento creí que estaba en Bleach dónde era un shinigami y estaba purificando hollows. Todo era perfecto hasta que una voz arruinó la diversión.

Perrin: ¡Rand! ¡Rand! Se ha acabado, Lan mató al Myrddraal, los trollocs han empezado a huir.

Rand: Lo siento, creo que me concentré demasiado en nuestros perseguidores.

Perrin: No me digas, parecías otra persona, sonriendo mientras dabas muerte a los trollocs. No conocía que sabías usar la espada tan bien.

Rand: Bueno he acumulado bastante estrés gracias a estas repugnantes criaturas. Por lo de la espada, Tam me ha estado entrenando desde hace un par de años.

Perrin iba a decir algo, pero una voz se le adelantó.

Lan: Pues te ha enseñado bien pastor, tienes talento. Dime pastor, de donde aprendió tu padre para enseñarte tan bien. – pude ver que Perrin también quería saber, no se esperaba que Tam fuese un espadachín.

Rand: Cuando joven mi padre viajó un poco por el mundo y sirvió por un tiempo en el ejército de Illiam.

Mat: ¿Cómo es que nunca nos lo dijiste? Tam debe de tener un montón de historias interesantes que contar.

Mat se había acercado junto con Thom después de haberse separado un poco de Rand y Perrin, Moraine, Nynaeve y Egwene venían caminando despacio en sus monturas.

Lan: Debe haber sido un excelente espadachín para recibir una espada con la marca de la garza.

Mat: ¿La marca de la garza? – la curiosidad nuevamente se mostró.

Thom: Hace ya varios años atrás era una costumbre que la espada de los mejores espadachines llevará una garza grabada en la empuñadura de estas.

Mat: ¿Espera estás diciendo que Tam fue un espadachín extraordinario? – estaba con la boca abierta sin poder creerlo por más que lo intentara.

Rand: Eso es cosa del pasado, a mi padre no le gusta hablar de esos tiempos. – decidí no decir más, realmente a Tam no le gusta hablar de esa época de su vida.

Moraine: Me alegra ver qué todos están a salvo. ¿Alguno recibió alguna herida? – sus palabras hicieron que Mat, Perrin y yo nos revisáramos solo por seguridad.

Viendo que todos estábamos ilesos y solo cansados Moraine continuó.

Moraine: Sé que están cansados, pero debemos continuar, no es sabio quedarse mucho tiempo en este lugar.

Lan: Moraine tiene razón, venga será mejor que nos larguemos de aquí. Todavía hay muchos más detrás de nosotros. – no podía estar más de acuerdo con el guardián.

Como para confirmarlo, los cuernos sonaron de nuevo, por encima de los chillidos de los trollocs postrados en la tierra, desde el este, el oeste y el sur.

[TERCERA PERSONA POV]

Continuaron hacia el norte, pero por mucho que trataban no podían dejar atrás a sus perseguidores, todo lo contrario, cada vez estaban más cerca. Justo cuando subieron otra colina pudieron ver como los trollocs alcanzaban el pico de la colina que habían dejado atrás. Estaban encabezados por tres Myrddraal y era obvio que no podrían escapar no importa cuánto corrieran.

Las negras espadas de los Myrddraal se alzaron simultáneamente; sus huestes arremetieron colina abajo en un hervidero de gritos triunfales y barras agitadas.


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