Parecía que incluso Yan Ruoxue no esperaba que Qin Yu fuera tan audaz. Se quedó mirándolo con asombro sin decir nada durante mucho tiempo.
—Estar conmigo... Será peligroso —pronunció, mirándolo fijamente con sus grandes ojos.
—¡No tengo miedo! —la mirada de Qin Yu era extremadamente decidida.
Yan Ruoxue sacudió la cabeza con una sonrisa: —Qin Yu, Jiangcheng es solamente un pequeño, pequeño lugar. Ni siquiera has visto cómo hace negocios la gente de Jingdu. Yo...
—¡¿Y qué si es Jingdu?! —le cortó—. ¡Si soy capaz de estar contigo, no tendré miedo de nada! —dijo con tono apasionado.
Yan Ruoxue permaneció en silencio por un momento antes de acariciar la cabeza de Qin Yu y sonreír: —Creo en ti, pero... Todavía tengo que ver cómo te va, y... Tengo que ver si puedes pasar la prueba...
—¿Prueba? —Qin Yu se quedó helado. Preguntó rápidamente: —¿Qué prueba? Daré lo mejor de mí.
Yan Ruoxue soltó una risita: —Lo descubrirás luego.