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56.21% El diario de un Tirano / Chapter 95: El ansiado día

Chapter 95: El ansiado día

La calma antes de la tormenta había finalizado hace poco, dando paso al nerviosismo involuntario, al ajetreo organizado y las órdenes mal entonadas. Los sirvientes y esclavos se movían por toda la zona, suministrando a los arqueros de flechas, cazos con aceite y otras cosas necesarias para la inminente batalla. Los soldados disfrutaban de discursos por parte de sus comandantes, subiendo la moral y preparándolos mentalmente para el enfrentamiento, mientras los caballeros preparaban a sus monturas, algunos hasta tomándose el tiempo para cepillarlos o darles de comer.

--Quiero pelear. --Alzó la mirada, mostrando el fuego de la resolución en sus ojos.

--No, aún no estás preparado. --Negó con la cabeza, sin cambiar su solemne expresión.

--Lo estoy. --Refutó, dando un paso al frente para mostrar su fuerte voluntad.

--No fue una pregunta, Lork, fue una afirmación. Todavía eres demasiado débil, y confío en que entenderás que mis planes para ti van más allá de una simple escaramuza.

--No lo sé, jamás ha hablado conmigo de sus planes.

--Basta --Movió su mano reprobatoriamente--, ya he hablado, y como tu Barlok has de obedecer.

El infante agachó la cabeza, mordiéndose los labios para evitar que su impulsividad volviera a traicionarlo.

--Tu tiempo llegará, te lo aseguro, niño. Pero por ahora acompañarás a Fira con su obligación.

--¿Mi señor? --Intervino su leal subordinada, de forma irrespetuosa que se atribuía a la confusión.

--Volverás a casa de los Wuar, igual que la anterior vez.

--Como usted ordene. --Asintió con calma, entendiendo el trasfondo de la orden.

--Prepárense, no quiero que estén aquí cuando todo comience.

--Sí, mi señor. Ven mocoso, conmigo.

El pequeño niño frunció el ceño, haciendo una mueca de disgusto, pero terminó por obedecer, sabía que no era muy inteligente estar del lado malo de la dama de cabello platinado.

--Adelante.

Anda entró al recibir la autorización verbal de su Barlok, postrándose con rapidez sobre una rodilla y levantándose en el acto.

--Espero que hayas descansado. --Dijo, mirando fijamente su rostro descubierto.

--Sí, señor Barlok, lo he hecho, y estoy preparado para su orden. Todos lo estamos.

--Es lo que quería escuchar --Sonrió, alejando uno de los papeles que amenazaba con caerse de la mesa--. Les conferiré la tarea de proteger el palacio desde una de las torres de arqueros, vigilen y no permitan que nadie externo entre. Confío en ustedes.

--Con sumo honor acepto, señor Barlok. --Dijo al caer arrodillado sobre una pierna, con un puño en su corazón y el otro en su espalda baja.

--Ve y comunica. Muestrales a esos bastardos lo que mi escuadrón personal es capaz.

Anda asintió al levantarse, mostrando la absoluta determinación en cada pliegue de la piel de su cara.

∆∆∆

Los murmullos eran escasos, bajos y apropiados para la situación, pero a ojos de los comandantes de los diversos escuadrones ya formados y todavía en formación, aquellos sonidos no eran más que ruido que desarmonizaba, mandando a callar al primero que observasen.

El crepuscular cielo, observador e impaciente, deseando develar los secretos que el joven señor guardaba en el fondo de su fragmentada mente.

--Escuché que hace poco salió con un grupo a emboscar al ejército enemigo, se hablan de cientos de muertes. --Susurró con una ligera sonrisa, mostrando su confianza en el rumor con su expresión brillante.

--También lo escuché --Afirmó la mujer a su lado--, se dice que él solo peleó contra un batallón entero y nadie logró derrotarlo. Que decidió retirarse citando las palabras del héroe Branson: "La muerte espera a los enemigos de mi espada".

--¡Ey, ustedes dos¡ ¡A callar! --Gritó el comandante, haciendo un ademán de tortura con su mano.

El grave y pesado sonido de las dos puertas principales abriéndose cortó de tajo la expectación de la zona, forzando a los presentes a enfocar su atención en el umbral de la entrada, silenciosos, con sonrisas petrificadas.

--¡En orden! --Gritaron los comandantes en simultáneo.

Al unísono y con una sincronización casi perfecta, los más de cuatrocientos individuos tomaron una postura firme, golpeando el suelo con el pie dominante y creando un ruido estrepitoso.

Una roja silueta, acompañada de una semicapa de piel que ondeaba muy poco por la falta de aire salió del palacio. Sus pasos, postura, expresión... todo, era una declaración de dignidad y fiereza, de poder absoluto e imponencia.

--¡Con total respeto saluden al Barlok! --Gritó Kaly, al tiempo que se dejaba caer sobre una única rodilla, con la cabeza gacha y el antebrazo derecho descansando sobre su pierna.

Sin la necesidad de una segunda orden, todos y cada uno de los presentes imitaron la postura de la excomandante del ejército enemigo.

Mujina y el resto de la guardia personal tomó posición a dos pasos de su señor, emanando de sus cuerpos el poderío de sus energías de combatiente.

--Hombres míos --Dijo luego de un silencioso carraspeó, con un tono imponente y poderoso. El ejército levantó el rostro, concentrado su oído en la voz y la mirada en la silueta de su soberano--, les pido que observen a ambos lados --Todos obedecieron la orden-- ¿Qué es lo que ven?, ¿guerreros?, ¿soldados? No, hombres míos, son sus hermanos, quienes no dudarán en intercambiar su vida por las suyas. Son sus hermanos porque compartirán la gloria de vencer al enemigo que ha osado pisar con sus sucios pies nuestra tierra... No hay distinción del pasado, de dónde fueron, ni de como llegaron, eso ya no importa, porque desde hoy son mi gente, desde hoy los declaro hermanos, y maldigo con mi sangre --Se cortó la palma con la ayuda de una daga que hizo su aparición en el aire-- a aquellos que por odio o beneficio propio desee traicionarnos --Derramó las gotas rojas sobre los escalones, un acto que dejó sin aliento a propios y extraños, aunque su herida fue cerrada a los pocos segundos gracias al milagroso anillo en su dedo--. Hombres míos, levántense, miren a su hermano una vez más y vean el rostro de la valentía, la determinación y templanza, porque nos alzaremos con la victoria, y con ríos rojos de su sangre limpiaremos la audacia que han admitido poseer.

Las centenas de soldados, arropados con armaduras preciosas, acompañados de armas afiladas, herramientas de guerra guardadas en fundas de las que solo ellos eran conscientes, y habilidades recientemente descubiertas por entrenamientos infernales por los que obligatoriamente tuvieron que pasar solo confería un resultado: un ejército temible.

Se detuvo en medio de la planicie, al pie de la bajada de los escalones, inspiró profundo, glorificando su postura.

--Que la vida traiga vida y la muerte, muerte. Que nuestra lengua hable del honor y nuestra espada de guerra --Su mirada se tornó intensa--. No habrá misericordia para quienes osen continuar como nuestros enemigos. El mensaje será claro... ¡¡Tanyer es nuestro territorio!!

--¡¡Sí!!

El ensordecedor grito del conjunto resonó durante unos segundos antes de ser callado por el propio tiempo, no obstante, los soldados de vanguardia (en su mayoría humanos) comenzaron a golpear con sus armas sus escudos, fomentando la pasión en los corazones de los presentes.

--¡Orion! ¡Orion! ¡Orion!...

Los vítores no se hicieron esperar, y el protagonista de la escena no defraudó. Respiró profundo, levantando el brazo con el orgullo que su leyenda representaba, mientras arrojaba ante los presentes una mirada de fuego explosivo.

[Grito de guerra]

--¡¡Venceremos!!


Chapter 96: Miradas frecuentes

Un comunicado había hundido la zona en el silencio inquieto, de miradas frecuentes desde los ventanales cubiertos por telas que permitían dar paso a la luz.

--No entiendo porque no puedo tener mi espada. --Refunfuñó, golpeando la roca cercana con el pie.

--Ya te dije, ver a un niño con un arma no es algo que infunda tranquilidad.

--No soy un niño, soy un guerrero. --Admitió orgulloso, levantando la mirada para observarla.

--Hoy serás un niño, mañana puede que sigas siendo un guerrero. --Volteó nuevamente, solo para encontrar que todo continuaba siendo igual en la lejanía.

--Al menos puedo quedarme con mi cuchillo. --Dijo, haciendo ojos de cachorro herido.

--No --Respondió de inmediato, no dejándose manipular por el astuto chiquillo--, sin armas para ti.

--¿Y si las necesito?

--Si eso ocurre, significará que estoy muerta. --Le miró, solemne como solo ella podía representarlo.

Lork calló, no tuvo palabras para refutar la fatídica afirmación de la dama, sintiendo que por esta única ocasión cedería ante ella y su versión de las cosas.

--Llegamos, será mejor que te comportes --Advirtió Fira antes de golpear la puerta tres veces--. Hola, señor Wuar --Dijo al ser abierta--, disculpe, señora. --Corrigió al ver la delgada silueta de Elisa.

--Oh --Sonrió con sorpresa--, señora Fira, es nuestro honor tenerla en nuestra casa. Por favor, adelante.

Fira y Lork ingresaron con calma por el umbral de la entrada, permitiendo que su vista se aclimatase a la oscuridad, vislumbrando a los dos infantes que con curiosidad miraban al pequeño niño.

--¿Podría preguntar a qué debo su visita? --Su tono fue cortés y respetuoso, con un acento distinto al muchas veces empleado por los Kat'o. Le sonrió al niño, quién observaba con desinterés los alrededores.

--Al igual que en la vez anterior, he sido enviada para brindar protección a su familia. --Respondió, sin perturbar su solemne expresión.

--Pues he de darle mi más sincero agradecimiento, señora Fira.

--El agradecimiento debe ser dirigido a nuestro Barlok, él es quién se preocupa por la seguridad de la familia Wuar. Yo solo soy el instrumento de su orden.

Elisa sonrió por fuera, pero por dentro experimentó sentimientos complicados, algo recurrente cuando el hombre joven que gobernaba Tanyer era mencionado.

--Espero pueda expresar entonces mi agradecimiento.

--Lo haré gustosa.

--Madre, escuché ruido...

La voz susurrante y tranquila de una fémina envolvió las cercanías, permitiendo que Fira llevará su mirada a la silueta delgada de la joven al pie del estrecho del pasillo. Quién se encontraba arropada por un vestido gris opaco que le llegaba hasta debajo de las rodillas, un pantalón de cuero y unas botas de cazador desgastadas.

--Dama Nina. --Saludó cortésmente.

La hija mayor de los Wuar asintió con calma, volteando para regresar a su habitación.

--¿Gusta una bebida caliente? --Interrumpió el silencio, no queriendo que la bella dama malinterpretase a su hija.

--Por supuesto. --Sonrió.

--Yo prefiero líquido frutal. --Intervino Lork, causando que ambas damas lo mirasen, con expresiones completamente distintas.

--Lork, te advertí que te comportaras.

Tronó la boca, insatisfecho por no conseguir lo que deseaba, pero, incluso con la molestia, no se atrevió a responder, temiendo que su boca lo traicionase. Bastian y Viviana comenzaron a reír, complacidos con la actitud del recién llegado.

--Lo lamento, pequeño, pero no tengo extracto de frutas. --Su cálida sonrisa hizo sentir al infante extraño, pero no de una mala manera, no obstante, continuó mostrando la indiferencia en su mirada.

Caminó un par de pasos, acercándose a la dama de cabello platinado.

--¿Quién es el niño? --Preguntó cerca de su oído para evitar que los pequeños la escuchasen, una acción que no sirvió a ojos de Lork, ya que él pudo escuchar con gran detalle sus palabras.

--El protegido del Barlok. --Respondió, no muy dispuesta a compartir más información, pues ni ella misma conocía la verdadera posición del infante.

∆∆∆

En las cercanías del patio trasero del palacio, justo al lado de los tres árboles de hojas rojas, un grupo que rondaba entre los cincuenta a setenta individuos se encontraba reunido, en su mayoría portando vistosas armaduras completas de color azabache, sin distinciones complementarias.

--Los ancestros miran y aprueban nuestros actos, hermanos míos --Dijo Mujina en un tono extraño, gutural y animalesco, que a oídos de extraños sería difícil de entender. Tragó saliva, caminando de un lado a otro mientras inspeccionaba con la mirada a los presentes--. La maldición ha sido casi destruida de nuestro pueblo, la verdadera sangre corre nuevamente por nuestros cuerpos y hemos de estar agradecidos con Trela D'icaya --Concordaron al afirmar con la cabeza--. Hemos jurado servirlo en la vida y en la muerte, ser suyos hasta que las cadenas de la existencia misma sean destruidas, y así como la alta divinidad impuso la maldición a nuestra especie por la desobediencia, la benevolencia de Trela D'icaya nos permitió recobrar nuestro honor... la batalla que se acerca, hermanos míos, es nuestra prueba, el momento de mostrarle a Trela D'icaya que somos de utilidad, que su decisión de permitirnos servirle fue buena, que nos merecemos la segunda oportunidad que nos ha concedido.

Las tres damas pintadas de forma amorfa en los brazos con tonos rojizos caminaron al frente con un cuenco en sus manos, comandadas por un hombre de traje ceremonial abierto en la altura de su pecho, barba larga y rayas negras decorando varias partes de su rostro, abdomen y cuello.

--La sangre de Zeer ha vuelto a nosotros --Dijo el sacerdote después de un lapso de silencio, con un tono más calmo, pero igualmente inentendible para los extraños-- por manos de Raina (Gran) Trela, quién oyó nuestros rezos para perdonar la transgresión de los ancestros... Adelante.

Las tres damas se acercaron a cada uno de los presentes, pintando sus rostros con el material compuesto al interior de los cuencos en sus manos. Haciendo líneas largas, pequeñas, círculos o figuras con significados profundos de su propia especia con la ayuda de las yemas de sus dedos.

--Los envidio, pero mi corazón sonríe de alegría al poder presenciarlo, hermanos míos --Respiró profundo, recuperando la solemnidad que su título obligaba--... Juro brindar en la gran fogata y escupir al cielo, juro bailar y vengar la caída, prometo conservar el honor de nuestro pueblo y nunca traicionar la verdadera sangre. Hermanos míos, que la bendición de Zeer siempre les pertenezca. --Se tocó la frente con cuatro dedos, retrocediendo tres pasos para darle nuevamente el protagonismo a la Sicrela de su raza.

--En la vida y en la muerte --Comenzó con ligero titubeo, eran escritos sagrados de su pueblo, que no habían sido ocupados en siglos, por lo que tenía miedo de interpretarlo mal. Los casi setenta individuos repitieron sin error las palabras de la dama con una raya blanca horizontal cruzando su nariz y tres pequeños círculos decorando sus mejillas--, con espada o sin ella hemos de pelear. En vida servir con devoción, en muerte acompañar con honor. Zeer el siempre confiable, avisa nuestra victoria, E'la, la Más Grande de Todas guía nuestros movimientos, bendice nuestras armas y maldice a nuestros enemigos... En la vida y en la muerte somos islos, islos de carne, islos de sangre, islos de corazón... ¡¡Por Trela D'icaya!!

El estallido de fuerza fue tal que por un momento el cuerno de aviso fue ignorado.


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