La oscuridad mantenía el final de su protagonismo, dando paso a la jovial luz que comenzaba a asomarse desde el horizonte más lejano.
Orion, como de costumbre temblaba su cuerpo en el patio frontal del palacio, luego de haber templado su mente. Podía apreciar la libertad con la que su cuerpo se movía, sin embargo, en una comparativa con la movilidad que poseía en el laberinto, sería equivalente a comparar a una tortuga con un relámpago, siendo la tortuga la representación de su movilidad actual. Por supuesto, no estaba sorprendido por la cuantiosa diferencia, entendiendo que sus ahora estadísticas, las cuales no podía observar, eran como sumo, uno o dos puntos mayores a las iniciales que tenía después de revivir en ese maldito y oscuro lugar.
Hasta ahora había perdido todos sus encuentros mentales en contra de esos monstruosos jefes de las salas iniciales, recordaba con sumo detalle sus ataques, habilidades y burlas hacia su persona y, aunque, se sentía indispuesto a aceptar sus varias derrotas, también sabía que por el momento su poder era insuficiente.
Desapareció ambas dagas de sus manos, recuperando el aliento.
--Amo. --Apareció una esclava, de estatura baja y cabello negro, mostrando una charola en alto con dos telas blancas y una camisa seca sobre la superficie, mientras agachaba la mirada.
Sin pensar demasiado agarró una de las telas, humedeciéndola con su sudor al deslizarla por todo su cuerpo semidesnudo. Se vistió de inmediato al terminar de secarse, despidiendo a la esclava que continuaba mirando al suelo con nerviosismo. Extrajo una chaqueta de cuero de su inventario, luego de un par de guantes negros del mismo material, el frío era intenso, tanto que le costaba respirar, no obstante, no sintió necesario ocupar más capas de ropa.
Con una única mirada observó los diversos combates que transcurrían a unos pasos de su posición actual, sabiendo el resultado final de cada uno con solo observar sus posturas.
--Los números no serán suficientes para vencerme. --Sonrió, despidiéndose de la escena con una media vuelta tranquila.
∆∆∆
Bajó del caballo de un salto, con el ceño endurecido y pasos decididos intentó abrir la puertecita del carruaje, siendo obstruido por una mujer de gran estatura que había bajado de la posición del cochero para interceptarlo.
--Suelta mi brazo. --Dijo con un tono seco, faltó de emoción y que al buen conocedor sería equivalente a una amenaza.
--La durca Sadia ha dado la orden de no molestarla, sea quien sea, señor General. --Respondió con un tono respetuoso que a oídos de Lucian sonaba más a una burla.
--Bien --Quitó su mano de mala gana, retirándose un paso atrás para recuperar el aliento que el malestar le había quitado--. Me iré, pero antes de hacerlo, quiero que le digas que por sus decisiones hemos perdido a más de doscientos soldados.
Se volteó, amenazando con irse, sujetó las riendas de su caballo, le acarició la cabeza, le miró de un modo gentil, retrasando su partida de una manera sutil.
--Espere, General --Dijo Bojana de modo apresurado--. La Durca ha permitido verle.
*Que honor. --Pensó, sonriendo con mala cara.
La guardia personal de la Durca permitió su paso, abriendo la puertecita para su fácil acceso.
--Durca Sadia --Dijo, congelando su acto respetuoso y ceremonial al mirar un rostro conocido, pero no muy familiar--... Señora...
--Gala Bastanno --Se presentó con una sonrisa nerviosa y mirada inocente--, señor Lettman.
--Es mi honor verla nuevamente, señorita Bastanno. --Sonrió con cortesía y respeto, solo para terminar observando a su madre con una mirada complicada.
--Querida, sal un momento. --Le miró con una sonrisa cálida.
Gala asintió, comprendiendo que el tema a tratarse sería algo que no podía escuchar.
--Lucian --Su expresión se transformó de inmediato al ver partir de su carruaje a la joven dama, mostrando el verdadero rostro al que su hijo estaba acostumbrado--, hay otras maneras de atraer mi atención que difamar mi autoridad frente a mis subalternos.
--Mi intención no era esa...
--Nuestra separación te ha hecho olvidar que no soy estúpida, Lucian --Interrumpió, lanzando un rápido hechizo ya preparado de obstrucción de sonido--. Así que no me trates como tal.
--No me atrevería, Su Excelencia.
--Habla. --Abofeteó al aire con el dorso de su mano, acomodando su cuerpo sobre los almohadones.
--Debe aminorar la marcha, Su Excelencia --Solicitó con calma--, los hombres del ejército ya están mostrando secuelas de la falta de sueño. Además, me gustaría conocer su respuesta a la petición anteriormente hecha por mi persona.
--Denegado y denegado. Si es todo lo que tienes que hablar conmigo, puedes retirarte.
Lucian frunció el ceño, la negativa de su madre la había intuido, pero el desinterés le comenzó a molestar de una manera no muy favorable a su propia protección.
--Por favor, recapacite --Apretó los puños--. De nada servirá un ejército cansado y, menos en un lugar tan traicionero como este. Ya hemos perdido suficientes vidas.
--Serán suficientes cuando yo lo diga, hasta entonces seguirán marchando. Entiende esto, por cada día que pasa, tu hermana sufre un tormento que ni yo quiero imaginar...
--Si es que está viva. --Musitó, desviando la mirada.
--¡Calla y ahógate con esas palabras! --Estalló en cólera, golpeando con magia el rostro del rubio hombre, que fue obligado a voltear con una línea roja saliendo de la comisura de su boca-- Jamás vuelvas a repetir algo semejante, tu hermana está viva y yo lo sé.
--Entiendo mi mal, Su Excelencia--Se limpió con el pulgar--, me he influenciado por las malas energías de estos rumbos.
--No te excuses, Lucian, conozco tu personalidad más que tú mismo, no hace falta tratar de engañarme sobre tus verdaderos sentimientos hacia tu hermana. Pero, aunque la odies o desprecies, sigue siendo mi hija y, sobre todo, mi heredera, así que guarda muy dentro de tu corazón tus opiniones y has lo que se te ordena.
--Sí, Su Excelencia. --Asintió, bajando el rostro.
--Antes de que salgas ¿Conoces la razón sobre las desapariciones y asesinatos de los soldados?
--No. --Negó con la cabeza.
--Largo de mi vista.
--Su Excelencia.
Se despidió, saliendo del lugar con una expresión de sumo malestar.
--Señor Lettman.
Alzó la vista al escuchar tan cálida y dulce voz.
--Señorita Bastanno. --Sonrió con cortesía, ignorando al segundo siguiente su tímida mirada.
--Que... Quería saber...
--Disculpe mis modales, señorita Bastanno --Se volvió con una actitud dominante--, pero, este no es el lugar para charlar o profundizar en alguna relación que usted crea que tengamos.
Se volteó de inmediato, alejándose y solo permitiendo que la tímida dama mirase su espalda sin poder detenerlo.
Quince días pasaron en un parpadeo, días que fueron ocupados para hacer mejoras en las defensas, terminar construcciones en progreso, entrenar y formar escuadrones, completar investigaciones, preparar diversas estrategias contra la inminente invasión, y demás cosas de gran importancia.
Las llamas en los ojos de los soldados solo demostraban una cosa: expectación y duda, muchos de ellos habían servido bajo la bandera de los que ahora se dirigían a atacarlos ¿Quiénes eran en realidad? Personas de Tanyer, o de Jitbar, hombres del llamado <Ter'aemon>, o de la <Falsa Emperatriz>, no lo sabían, pero de algo estaban claros, esa indecisión tarde o temprano los llevaría a la muerte.
--Si es todo lo que tienes que decir, me iré primero. --Se levantó, con intención de dirigirse a la puerta. Su rostro endurecido por la ira contenida no dejaba a la imaginación sus verdaderos sentimientos.
--Dolan... --Dijo la dama con un tono serio, lanzándole una mirada complicada.
--¡Y una mierda, Lu! --Se volvió de forma agresiva, mirándola con dureza-- Tu plan nos va a matar, pondrá en riesgo a nuestras familias.
El resto del grupo asintió, concordando un poco con la explosiva opinión de su paisano, pero no hicieron por apoyarla, tampoco lo creían correcto.
--Nuestras familias ya están en riesgo --Respondió, elevando un poco su voz, pero sin cambiar su expresión--, ¿no lo ves? Somos los más afectados en esta absurda guerra --Suspiró, mirando con empatía al delgado hombre de barba negra--. Creía que tú más que nadie entendería mis pensamientos.
--¡¿Por qué?! ¡¿Por qué mi hijo también murió en esa batalla?!
--¡Por supuesto! ¡¿Por qué otra razón crees que estaríamos aquí?! --Respondió de inmediato--... Compartimos el mismo dolor, sabemos que esto debe cambiar antes que sea demasiado tarde.
--Pero no así, Lu, no así. --Negó con la cabeza, un poco más relajado.
La dama repitió el suspiro, observando a todos los presentes con una mirada más calmada, aunque igual de decidida.
--Compártenos tu estrategia entonces.
--No tengo una. --Se mordió el interior de sus labios con un poco de frustración.
--Fue lo que pensé.
--Pero no importa --Negó con la cabeza luego de un soplido--, después de todo hoy venía a despedirme, a decirles a todos ustedes que me salgo, ya no cuenten conmigo... Al principio pensé que podría seguir haciéndolo --Comenzó a explicar al ver las confundidas expresiones de los presentes, pero, sobretodo, por la solemne mirada de Luciana--, que solo así no defraudaría a mi hijo en la otra vida, pensé que podría soportarlo, pero no puedo, no contra él...
--Maldito cobarde --Hizo tronar su garganta--, tu hijo se ha de estar retorciendo en la otra vida por la vergüenza de tenerte como padre...
--¡No te atrevas, Lu!...
--¡Cierra la maldita boca! Todos sabemos que te estás saliendo de esto porque uno de tus hijos fue escogido para esa mierda del santuario. Lo supe desde hace días, veía la indecisión en tus ojos, pero no dije nada, porque confiaba que harías lo correcto, pero ahora veo que me equivoqué.
--¿Lo correcto es abrirles las puertas a los humanos? --La ira brotó de sus ojos-- A esos bastardos que nos condenaron a diez años de esclavitud en sus malditas ciudades después de cumplir la mayoría de edad, y continuar sirviéndolos al regresar aquí. Por supuesto que no estoy dispuesto, Lu --La miró con detenimiento--. Tú nunca tuviste que vivirlo, tener que soportarlos y humillarte para vivir un día más, a ser el objeto de sus burlas y abusos... nunca lo viviste.
--Tal vez no --Respondió con calma--, pero mi hijo sí --El dolor en su mirada se tornó rápidamente en furia--. Sabía del profundo dolor en su corazón, de todo lo que cargaba en su interior, una noche lo escuché llorar a su regreso, no dormía y cuando lo hacía gritaba, o gemía. Intuí lo que le hicieron --Apretó los labios--. Lo sabía... Odié y maldecí a los humanos más de una vez, y cuando él llegó pensé que todo cambiaría, en verdad lo creí, pero ¿Dónde está mi hijo? ¡¿Dónde está mi hijo, Dolan?
--Está muerto. --Dijo con un tono bajo y empático.
--Sí, está muerto --Reforzó la repuesta, al tiempo que sus ojos se humedecían--. Mi muchacho creyó en el maldito Barlok, estaba orgulloso de pertenecer en el grupo de arqueros, pero ¿Al final que fue lo que recibí? Una maldita ceremonia de despedida con una mujer que danzaba y mi niño desfigurado por el fuego. Que puta broma fue esa...
--Lo entiendo, de verdad lo hago, por eso mismo aquí estuve un día después de lo sucedido. Recuerden que yo fui quién invitó a la mayoría de los aquí presentes. Comparto el dolor con todos ustedes, pero sigo creyendo que esto no es lo correcto.
--Dolan --Se levantó, acercándose con una tranquila y empática sonrisa--, tienes razón, no es lo correcto, pero --Su mano que cargaba con un objeto punzocortante hizo un arco horizontal a la altura del cuello del hombre a una velocidad sorprendente--, tampoco lo que él ha hecho.
Dolan cayó de rodillas, sosteniendo su cuello con ambas manos en un intentó por bloquear los borbotones de líquido rojo que comenzaron a salir, mientras observaba con sorpresa y confusión a la dama de pie enfrente suyo, quién le miraba sin emoción en su rostro.
--L-L-LU...
La sorpresa fue unánime para el resto del grupo, pero nadie hizo por ayudar a Dolan, u objetar la acción de Luciana, comprendiendo que el barco metafórico ya había zarpado hace mucho.
--¿Qué haremos con el cuerpo? --Preguntó alguien.
--Yo me encargo de eso --Dijo Luciana, limpiando el pequeño cuchillo de pan en su mano--. Ustedes deben preocuparse de como llegar al ejército que se aproxima, porque según la persona dentro del palacio, ya están a un par de días de aquí...
El sonido de la puerta al ser golpeada despertó y asustó a los presentes, quienes habían estado inundados en la dramática atmósfera.
--Escondan el cuerpo. --Dijo alguien con nerviosismo.
--No es necesario --Intervino Lu con un tono tranquilizador, dirigiéndose a la puerta con la calma que ahora la caracterizaba-- ¿Qué ocurre? --Preguntó al abrirla.
La oscuridad envolvía la silueta del individuo al pie del umbral, añadiendo el hecho de la capucha baja que impedía vislumbrar su rostro.
--El cambio de guardia comenzará pronto, será mejor que vuelvan a sus hogares. --Advirtió.
--Gracias.
El hombre asintió, dándose la media vuelta y retirándose del lugar.
--Regresen, yo me encargaré del cuerpo. --Dijo, mirando a todos los presentes, quienes asintieron de inmediato, sin intenciones de querer quedarse.
∆∆∆
La luz de las velas en el candelabro iluminaban a un hombre sentado en posición de contemplación, admirando la entrada de su oscura oficina.
--Señor Barlok --La apresurada llegada de un hombre con capucha lo despertó de su reflexión--. Tengo nueva información del ejército enemigo.
--Habla.
--Se han asentado en un campamento provisional a un día de aquí, señor Barlok... --Dudó en continuar.
--Di lo que piensas. --Ordenó con dureza.
--Sí, señor Barlok. El explorador mencionó que, aunque no se acercó, se notaban cansados y pálidos, como si hubieran presenciado el verdadero terror.
--¿Verdadero terror? --Se preguntó a sí mismo, pero no encontró ninguna respuesta-- Hiciste bien al venir a informarme, pero prefiero escuchar el informe directamente de la boca del explorador.
--No lo creo posible, señor Barlok. --Dijo con nerviosismo.
--¿Por qué? --Frunció el ceño.
--Porque murió después de informarme de lo sucedido. --Respondió con sumo respeto.
La lúgubre atmósfera cubrió a todos los presentes, una sensación generada por Orion que fue impregnada en cada rincón de la habitación.
--¿Muerto? ¿Eran graves sus heridas?
--No, señor Barlok, eso fue lo extraño, no tenía heridas --Tragó saliva, no era una persona supersticiosa, pero tampoco ignoraba los mañosos juegos de los Oscuros--. Parecía completamente bien al hablar, pero cuando dijo su última palabra, cayó al suelo como un muñeco de trapo.
--Puedes regresar. --Dijo después de un momento de reflexión.
Yora asintió, hizo una reverencia respetuosa, despidiéndose y saliendo de la vista de su gobernante a máxima velocidad.
--Yerena, ve a buscar el cuerpo del explorador y tráelo aquí.
--Sí, Trela D'icaya. --Asintió, retirándose de la guardia.
--¿Qué cree que haya sucedido, señor Orion? --Preguntó Fira, la dama siempre presente a su lado.
--Lo he pensado durante mucho tiempo --Dejó caer su mirada sobre el cuerpo delgado y bien definido de la dama de cabello platinado--, y cada vez estoy más seguro que este lugar oculta más secretos de los que llegué a pensar. --Dijo, observando el oscuro y ancho pasillo.
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