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39.52% El diario de un Tirano / Chapter 66: Una respuesta a mil preguntas

Chapter 66: Una respuesta a mil preguntas

Sentado en su cama, goteando el suelo con el sudor que resbalaba por sus mejillas. Su mirada, distraída de la propia realidad, en simultáneo que su corazón latía a máxima velocidad. Se colocó de pie, tambaleándose al no poder incorporarse por completo, respiró profundo, amenizando su interior en un intento por deshacerse de aquello que lo afectaba. Una pesadilla, era una probabilidad, no obstante, él no soñaba y, aunque las primeras veces su despertar abrupto a altas horas de la madrugada fueron ignoradas, el recurrente hábito comenzó a provocar una ligera molestia, más por la incógnita, que por la consecuencia en sí.

Sirvió un poco de agua en una copa de plata, bebiendo para refrescar su garganta, al terminar volvió a servir, pero ahora en un cuenco que ocupó para limpiarse la cara. Respiró, sosteniéndose con ambas manos sobre la mesa, al tiempo que observaba la sombra de su reflejo en el agua del cuenco.

--No voy a volver --Sus fosas nasales temblaron, al igual que sus extremidades. Mostró sus dientes como un sabueso en postura de ataque, mientras su respiración se aceleraba-- ¡Nunca lo haré! --Gritó, manoteando el cuenco de madera a un lado y rociando de agua gran parte de la pared cercana.

--¿Se encuentra bien, Trela D'icaya? --Preguntó un joven hombre al abrir la puerta.

--Lo estoy --Asintió, sin quitarle la mirada de encima--. Vuelve a tu puesto.

--Sí, Trela D'icaya. --Bajó la cabeza en repuesta, cerrando la puerta con completa calma.

Se tambaleó hacia su cama, cayendo en ella como un saco de papas, no podía reconciliar su estado sereno, no ahora, cuando todo parecía tan caótico y complicado. Lo intentó más de una vez con la ayuda de respiraciones largas y pausadas, cerrando los ojos e imaginando las infinitas probabilidades que el nuevo mundo podía otorgarle.

--Trela D'icaya, algo ha sucedido.

Abrió los ojos y, de forma inmediata se colocó de pie, dirigiéndose a la puerta semiabierta.

--¿Y bien? Habla.

El guardia personal de Orion dio un paso hacia atrás, permitiéndole la palabra a la sombra que fue devuelta a la luz gracias a qué se adelantó unos cuantos pasos.

--Señor Barlok --Dijo Anda al bajar su capucha--, una caravana se acerca a la fortaleza.

--¿Enemigos? --Preguntó curioso-- Y si es así ¿Cuántos son?

--No lo creo, señor, parecen una mezcla de mercaderes y bandidos --Pensó por un momento--, cuarenta o cincuenta jinetes, las sombras no me permitieron contar bien. --Bajó el rostro, consciente de su falla.

--Ordena a los soldados en la fortaleza que se preparen y luego dirígete a la torre de arqueros junto a los otros Búhos. Y una cosa, Anda, que nadie se muestre, quiero ver primero su actuar.

--Sí, señor Barlok. --Afirmó con la cabeza, dispuesto a cumplir con la encomienda así tuviera que atravesar un desierto completo a pleno sol. Se colocó de vuelta su capucha, desapareciendo como una sombra en la oscuridad.

--Y tú --Miró a su islo guardián--. Llama a Mujina y al resto, puede que está noche note su valía.

--Sí, Trela D'icaya ¿Y usted que hará? --Preguntó sumamente curioso y preocupado, percatándose de su error después de decir la primera palabra.

--¿Yo? --Lo miró un poco confundido-- Voy a enfrentarlos, por supuesto. Vete ahora.

--Sí, Trela D'icaya. --Casi tropezó por la apuración de sus pasos.

Orion también comenzó a caminar, en simultáneo que abría su inventario para sacar un abrigo, luego una túnica semiabierta de cuero, unas botas del mismo material y por último unos pantalones de piel, colocándose cada prenda al momento que la extraía de la extraña dimensión de la que hacía uso su habilidad.

Abrió la puerta del palacio, saliendo y encontrándose con que Anda había cumplido muy eficazmente con su tarea, pues los cincuenta individuos que custodiaban su fortaleza tomaron posición defensiva, pero sin ser realmente visibles para los enemigos. Se arrodilló sobre una pierna para componer el abrochamiento de sus botas, reincorporándose al segundo siguiente, el viento frío golpeó su rostro, pero su imperturbable mirada no cambió, quería saber quiénes eran los osados que se acercaban a su hogar en una madrugada de sueños interrumpidos.

--Señor Barlok --Saludó un soldado que transitaba para incorporarse a sus hermanos--. Señor, señor --Orion volteó para observarlo--, vienen por la puerta que da a la aldea, señor.

El joven señor de Tanyer asintió en agradecimiento, cambiando de inmediato su rumbo.

∆∆∆

La gran fortaleza de Tanyer parecía más grande, imponente, con cierto encanto en sus muros que antes no habían logrado percibir. En una parte de su contorno izquierdo se hallaba una alta torre y, podían apostar que la última vez que habían venido esa torre no se encontraba.

--Hay más casas. --Dijo al terminar de observar sus alrededores con el semblante endurecido.

--Me importa una mierda si hay más casas --Respondió el hombre guía de la caravana--. Estoy cansado y quiero mi pago, además, pronto estás malditas cosas ya no serán de nuestra responsabilidad.

--Observa arriba de los muros, hay un hombre que nos mira.

--Parece que el Barlok por fin contrato a un Campeón de alta clase, hasta aquí puedo sentir su intención de matar. --Sonrió, ni el mismo sabía porque estaba tan sudoroso, pues en su vida había tenido miedo, ni en los peores momentos cuando estuvo cerca de perderla.

El jinete guía rompió filas, acercándose a la entrada por si solo.

--Abre, vamos. Déjanos entrar, hace un frío que te cagas aquí. --Alzó la voz, mirando a Orion con dureza, pero sin hostilidad.

--No sientes que algo va mal. --Se acercó a su hermano, preguntando al notar la silueta del alto hombre abandonar los muros.

--¿Mal? ¿Qué trato ha ido bien con el Barlok? Recuerda la última vez que venimos y trajimos a esos hermanos...

--Las puertas se han abierto. --Interrumpió.

--¡Vamos! --Ordenó a sus hombres.

Hizo trotar a su montura, adentrándose a la silenciosa fortaleza con la compañía del resto de jinetes y las cuatro carretas cerradas.

--Llama a tu señor --Dijo al acercarse al joven, se quitó uno de los guantes para rascarse la nariz, pero frunció el ceño cuando notó que Orion no había hecho ni el más mínimo movimiento para cumplir con lo pedido--. ¿A qué esperas? Venimos desde lejos y el puto culo ya lo tengo congelado...

--No existe nadie al que me dirija como señor. --Interrumpió sin cambiar su expresión.

--Bien, a tu empleador, al Barlok, a tu puto amo. A quien sea que te de órdenes. --Se exasperó, casi arrepintiéndose al ver la gélida mirada del alto joven.

--El Barlok soy yo.

El dueño de la caravana frunció el ceño, no perdiendo la compostura gracias a la pronta intervención de su hermano, quién le tocó el hombro.

--Me llamo Yonan --Se presentó con un poco más de cortesía que su consanguíneo-- y, él es Truk ¿Cuál es tu nombre?

--Orion. --Respondió sin un cambio en su expresión.

--¿Cómo el Dios? --Preguntó Yonan confundido.

--Sí.

--Basta de juegos, te llames, como te llames --Intervino Truk--, recorrimos tierras salvajes, nos escondimos de esas malditas criaturas y pasamos frío al regresar, no estamos de humor para soportar bromas.

--Yo no sé bromear.

--¿Hablas con la verdad? ¿Tú eres el Barlok? --Preguntó Yonan, parecía un poco más tranquilo que su hermano.

--Lo soy.

--Podría preguntar ¿Qué le pasó al Barlok anterior?

--Lo maté.

Ambos tragaron saliva casi en simultáneo, no atreviéndose a mirarse para no perder de vista al alto hombre.

--¿Lo mataste? ¿Sabes lo que va a pasarte? Estás condenado, el rey no permitirá que continúes con vida. En verdad eres un idiota...

--Espera, espera, Truk --Calló a su hermano, quién parecía querer continuar con sus palabras--. Ya que tú eres el nuevo Barlok, dispones de su riqueza ¿No es así? --Orion asintió-- Es bueno --Sonrió con astucia--. Nosotros no somos aliados del Barlok, o de su rey, solo trabajamos para el que pueda pagar ¿Qué te parece este trato? Te vendemos la carga que iba a dirigida al Barlok anterior y tú nos pagas, nos largamos y olvidamos que nos vimos.

--¿Y cuál es la carga?

--Esclavos de las tierras más salvajes de Tanyer.

Orion se detuvo unos momentos para pensar, le faltaba mano de obra no dirigida al combate, por lo que comprar esclavos no era una mala inversión, al menos si el precio era el correcto.

--¿Cuánto?

--Cuarenta de oro por carro.

Orion volvió a meditar, en realidad no conocía mucho sobre la economía y los precios de los esclavos, por lo que su reflexión iba más dirigida a la contemplación en sí, que en tener un verdadero conflicto por el precio.

--Como dijo mi hermano --Comenzó a hablar al ver la duda en el nuevo Barlok--, el viaje fue un completo tormento, tuvimos que alimentarlos para que no enfermaran y, no tocamos a ninguno como le prometimos al Barlok anterior... Pero --Cambió un poco su tono y actitud--, somos invitados en tu fortaleza y no nos conocemos, digamos que treinta y ocho de oro por carro, por nuestra primera y última transacción ¿Qué opinas?

La puerta del palacio se abrió, provocando que el señor de Tanyer, quién ya había tomado la decisión de aceptar el trato volteara para ver a los siete individuos liderados por Mujina y Fira acercarse.

Truk observó curioso a la dama de cabello platinado, sintiendo que la conocía de un lugar, aunque no recordaba realmente de dónde.

--Hermano...

--Ya me acordé, es la niña de la aldea en llamas, la hermana de los otros dos, sin embargo ¿Por qué es tan distinta?

--Señor Orion.

--Trela D'icaya.

Saludaron con mucho respeto. Fira se sintió curiosa por ambos hermanos, quienes la miraban como si estuviera desnuda, pero aquella mirada, aunque repulsiva, no le causaba tanto desagrado como recordar de dónde los conocía.

--Ustedes. --Les envió su más poderosa intención asesina, no atreviéndose a actuar por respeto a su señor.

--¿Los conoces? --Preguntó Orion.

--Por supuesto que los conozco, son los malditos que me trajeron aquí y me vendieron junto con mis hermanos.

--Has madurado. --Truk le sonrió con picardía.

--¿Qué fue lo que dijiste? --Llevó su mano al cuello del líder de la caravana, apretando con fuerza.

De forma inmediata los cincuenta y cinco jinetes desenvainaron, listos para la confrontación. Fue imperceptible el sonido de orden, pero en simultáneo al sonido, más de cincuenta siluetas sobresalieron por encima de los muros, apuntando con sus arcos a los jinetes de la caravana.

Yonan también desfundó, pero la rápida respuesta de la capitana de la guardia personal de Orion le impidió actuar con libertad.

--Un movimiento y te mueres. --Dijo Mujina con un tono desprovisto de emoción, mientras tocaba con la punta de su espada el cuello de Yonan.

Truk le fue difícil respirar por el fuerte apretón en su garganta, pero lo que en verdad lo ponía sin aliento, era entender que desde el principio estuvieron en una trampa.

--Eres el ganador --Dijo con dificultad, soltando la empuñadura de su espada, acción que había sido bloqueada por la espada de Fira--, has tus demandas.


Chapter 67: Feroz

Yonan arrojó su arma al suelo, en simultáneo que la media centena de bandidos lo imitaban.

--Quítenles las armas. --Ordenó sin un indicio de emoción en su voz, al tiempo que su agarré a la garganta del líder bandido era aflojado.

Los islos asintieron en respuesta, caminando sin contener sus intenciones hostiles, un mensaje que si era ignorado, se pagaría con sangre. Los caballos relincharon, miedosos por la salvaje energía que comenzó a rodear la fortaleza.

[Grito de guerra]

Su gritó no fue devastador, ni poderoso, pero cumplió con su objetivo y algo más. Los más de cincuenta caballos calmaron sus ímpetus, doblegándose ante la autoridad del joven hombre con un ademán de cabeza.

Todos los no aliados pudieron sentir las ganas de luchar esfumarse de sus cuerpos, una sensación que fue remplazada por el miedo.

--Apelo al tratado de las Tierras Sin Nombre --Dijo Truk con nerviosismo, a la par que observaba como la dama de cabello platinado lo despojaba del cinturón de su vaina y espada--. Al honor de su C-Casa. --Tartamudeó al final, su corazón no estaba resistiendo demasiado.

--¿Honor? ¿Qué es eso? --Hizo aparecer una espada de la nada y con un sutil movimiento la dejó caer sobre el cuello de Truk, un filo que acarició con frialdad su piel, pintando una línea roja.

--¡Apelo al tratado de las Tierras Sin Nombre! --Repitió, intranquilo con la mirada que le era enviada por el hombre joven.

--Fira, tu decisión. --La miró, dispuesto a cumplir sus deseos.

Truk le lanzó una mirada suplicante, había errado en sus decisiones, ahora lo sabía, las señales las había ignorado y ahora pagaba por ello. No quería morir, no así, no de esta manera.

--Sus vidas no tienen valor --Dijo al posar sus ojos sobre el hombre que tiempo antes la entrego al Barlok Horson--, pero sus habilidades con las armas son de utilidad. Señor Orion, voto por esclavitud.

Truk miró al hombre joven, esperanzado de que aquellas palabras fueran escuchadas y, al ver desaparecer la espada que descansaba sobre su cuello, el alivio invadió su cuerpo, dejando salir las fuertes emociones en un eterno suspiro.

--Gracias. --Bajó la cabeza, no dispuesto a levantarla.

--Un esclavo se arrodilla. --Su voz se endureció.

--Sí, señora. --Se dejó caer sobre sus rodillas, sonriendo para sus adentros con el orgullo destrozado.

Como dice el dicho: "El vencido no tiene orgullo".

Fira observó de inmediato el rostro de su señor, queriendo notar si había un cambio en su expresión al escuchar un título que no le correspondía, sin embargo, no sucedió, Orion se mantuvo sereno, observando al hombre arrodillado y a su hermano, quién lo imitó sin refutar.

--Marcalos y llévalos al calabozo y, has que Astra disponga de ellos.

--Sí, señor Orion. --Asintió con respeto.

--Ahora, Fira.

--Sí, señor Orion.

Al ver desaparecer la media centena de individuos desarmados en compañía de cinco de los seis islos su mirada se centró en los cuatro carromatos, dirigiéndose a ellos con curiosidad.

--Abre la puerta.

--Sí, Trela D'icaya.

Subió el primer escalón de la carreta, forzando el cerrojo con una de sus dagas y destruyendo la cerradura por la diferencia de fuerzas. En las tinieblas del interior podían ser escuchados ligeros ruidos ahogados, tímidos y nerviosos, con un temblor en aumento al ver las dos grandes siluetas por el umbral de la pequeña entrada.

--Salgan. --Escucharon una orden, emitida por una voz femenina, salvaje y directa, mucho peor que los gritos lanzados por esa panda de hombrecillos malhumorados.

No fue necesario que la orden fuera repetida, eran conscientes de lo ocurrido afuera, entendiendo que la mejor forma de sobrevivir era obedeciendo y, tal vez solo así tendrían un mañana. La luz de las antorchas aclareció la oscuridad en la que habían sido arropados por más de cincuenta lunas, abrigados por el terror en sus corazones y la intranquilidad del futuro incierto.

--Abre todos. --Ordenó, mientras deslizaba su mirada en cada uno de los presentes.

Mujina asintió, efectuando la orden con gran rapidez y, al igual que los presos en el primer carromato, los del segundo, tercero y cuarto también formaron una fila, mostrando los mismos signos de miedo en sus expresiones.

--¿Saben quién soy? --Preguntó, deslizando su mirada en los cuarenta y dos individuos, quienes temblaron al sentir sus poderosos ojos.

--Vamos, tu también sal, no me hagas sacarte de ahí.

Orion calló, pensó que el último de los esclavos había sido mostrado, pero por los gritos de su subordinada parecía que aquello no era correcto, al menos en parte.

--Hijo de los que se arrastran --Maldijo--, en verdad tú lo quisiste.

Mujina se subió al carromato, adentrándose a su interior y forcejeando con el individuo presente.

--Pequeño roedor --Salió, cargando una pequeña silueta en su mano derecha y, sangrando de su pómulo izquierdo--, miré, Trela D'icaya, tenemos a un peleador. --Arrojó al infante al suelo, ensuciándole el rostro y su desgastada ropa de polvo. Se limpió la pequeña herida con una sonrisa salvaje.

El niño quiso levantarse, pero las cadenas de sus pies y manos se lo impidieron, quiso refutar con palabras, pero el bozal de hierro sobre su boca no se lo permitió. Sus ojos tintinearon de rojo por un momento, interrumpidos por la sombra de lo que él intuyó como la muerte.

--¿Un niño? --Lo miró, encontrando la semejanza con Bastian y los hijos del Barlok anterior, pero, aunque era idéntico en tamaño, sus ojos no eran los de un infante, no, pertenecían a alguien que había atravesado el mismísimo infierno y había vuelto con vida, a alguien que lo había perdido todo--. ¿Qué eres? --Preguntó, no podía creer que ese pequeño poseyera la misma mirada que él.

El niño quiso contestar, pero la presión ejercida por el cuerpo del joven hombre fue demasiada y, la inexperiencia al querer combatirla provocó un repentino desmayo.

--¿Quién es? --Lanzó su mirada sobre cada uno de los esclavos, pero todos bajaron la mirada en respuesta, salvo uno.

--No sabemos, Gran Señor. Apareció una noche de luna completa en el campamento de esos hombres. Escuché un ruido y desperté, no vi mucho, pero ese niño mordió a uno e intentó apuñalar a otro con un cuchillo tirado, después de eso lo encadenaron y lo metieron en mi carro, desde ese día no ha hecho algo más que comer o dormir. --Expresó con algunas pausas necesarias para no estresar de más su corazón, tratando que sus palabras fueran claras para los oídos de su nuevo amo.

Orion asintió, meditando una posibilidad que no podría ser.

--Llévalo a mi oficina, pero no le quites las cadenas. --Ordenó, sin quitarle la mirada de encima al pequeño infante.

*El Rey también poseía esa mirada, la tenía, pero está muerto, yo lo maté... O eso creo. --Pensó con un nerviosismo que no había aparecido desde que había abandonado el laberinto.

--Sí, Trela D'icaya, pero ¿Y ellos? --Preguntó curiosa.

--¿Ellos? --Regresó a la realidad-- Serán nuevos esclavos, pero no los marques, puede que haya merecedores de mi Bendición, como la llaman ustedes, en sus filas.

--Como usted ordene, Trela D'icaya.


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