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33.92% El diario de un Tirano / Chapter 57: ¿Una decisión correcta?

Chapter 57: ¿Una decisión correcta?

--Mi general... --El comandante se acercó, dividiendo su atención en dos al admirar al joven señor de Tanyer y a su general Génova.

--Atrás, Etnark --Interrumpió tajante-- ¿Quieres pelear conmigo, niño? --Sus comisuras se alzaron con desdén, no podía creer que tal potencia de sed de sangre pudiera provenir de alguien tan joven, teniendo que excusar aquello con un artilugio mágico, o algo de origen similar--. ¿Al menos ya te crecieron los pelos en los huevos?

Orion no mostró indicio de molestia, por el contrario de los hombres a sus espaldas, quienes fruncieron el ceño y aumentaron la intención de matar. Su postura de espera continuaba siendo la misma, ni un solo centímetro se había movido de su lugar y, aunque parecía una postura casual, para los ojos expertos de Génova y Etnark, esa forma de pararse representaba el pináculo de las artes de combate, entendiendo que no se encontraba ni el más mínimo indicio de abertura, era como la Gran Muralla del Sur, sólida e imponente.

--No es alguien normal --Dijo Etnark--. Hay monstruos rondando estas tierras, no dudaría si alguien me dice que él es uno de ellos.

--Monstruo o no debo matarlo aquí y ahora --Musitó sin quitarle la mirada de encima al adversario--. Te concederé tu muerte, niño --Incrementó la potencia de su energía de guerrero, así como la fortaleza de su cuerpo--. Acepto tu duelo.

Orion sonrió débilmente, en simultáneo que hacía aparecer un mandoble en sus manos después de haber abierto su inventario y escoger el objeto. El acto fue sobrenatural para propios y extraños, provocándoles una gran sorpresa que no pudo ser extinguida con prontitud, pues, aunque eran sumamente ignorantes sobre la naturaleza arcana de los magos, era de conocimiento común que antes que esos enigmáticos individuos crearan o invocaran algo, siempre recitaban unas cuantas palabras que resultaban extrañas a sus oídos, acompañadas de movimientos exagerados de manos y, aunque existían rumores de la magia sobre hombres que consiguieron llegar al pináculo, logrando destruir montañas con el pensamiento o inundar desiertos, también sabían que todo ello pertenecía a la época de las Leyendas, a un pasado tan lejano que muchos con el paso del tiempo comenzaron a considerar esas historias como un compendio de mitos, cuentos de héroes y villanos para que niños energéticos lograran dormirse, con la bella excusa de que algún día podrían ser como esos valerosos individuos. Y esa era la razón principal de la sorpresa de la multitud, no comprendiendo si aquello era magia, o un truco bien elaborado por parte del joven.

Génova entendió perfectamente la situación, su duda al atacar representaría la derrota anímica por parte de sus tropas, que comprenderían erradamente que tenía miedo, así que, con el uso de su cerebro desarrolló sus tácticas de combate, una ofensiva y otra basada en la defensa, teniendo presente que todo dependería de su adaptabilidad al combate del adversario para saber actuar antes de tiempo y, así fue como ella dio comienzo a la batalla.

La luna misma no quiso perderse el espectáculo, haciendo lo posible para permitirse observar al cerciorarse que las nubes se habían ido, brindando su fría luz a los terrenos oscuros de los combatientes.

Orion bloqueó con facilidad la repentina hoja de la espada enemiga, no atacó inmediatamente, no quería apresurarse, era un ignorante sobre el poderío que los lugareños del nuevo mundo podían demostrar, teniendo que ser precavido para no morir a manos de la dama que parecía bien versada en el combate. El siguiente corte se aproximó luego de dos movimientos señuelos y, al igual que el anterior, fue bloqueado con éxito. Génova endureció el entrecejo, no había conseguido que su oponente siquiera se moviera de su lugar, lo que consideraba un completo insulto a su orgullo, pues, aunque reconocía que ya no era la misma guerrera de sus años dorados, aún era considerada de las mejores artistas con la espada del territorio de la familia Lettman y alrededores y, con los prodigios que abundaban hoy en día, aquello no era una mala clasificación.

El ejército del señor de Tanyer comenzó a golpetear la superficie de tierra con los pies, acompañado por un grito rápido, que provocaba una tonada bélica e inspiracional, al mismo tiempo que desmotivadora para los enemigos que observaban la batalla. Y todo ello fue influenciado por los islos presentes, quienes con ferocidad admiraban la destreza de su señor.

Orion volvió a bloquear, entendiendo el patrón de ataque de su adversaria, un patrón que a sus ojos era demasiado fácil de prever, con movimientos defensivos pobres y, retrocesos lentos. Un rendimiento demasiado bajo si lo comparaba con las habilidades de combate de una criatura perteneciente al laberinto.

La espada de la general Génova se acercó una vez más a su cuerpo, solo que ahora, al tener completa certeza de su victoria, su comportamiento cambió y, justo cuando la hoja estaba próxima a su cuerpo, hizo un movimiento rápido, golpeando con el mandoble la hoja enemiga, desarmándola al instante y con el movimiento siguiente cortando uno de sus brazos.

*Argh.

Génova gritó ahogadamente, protegiendo con su mano la terrible herida, mientras su rostro se contorsionaba en una expresión de sufrimiento.

--No... --Su voz fue callada inmediatamente al ver cómo el mandoble atravesaba el pecho de su general, la misma que un segundo después cayó al suelo.

Orion observó con frialdad a los presentes, la hoja de su gran espada goteaba con un líquido espeso y viscoso de color rojo.

--¡¿Quién más?! --Gritó de manera retadora.

El silencio reinó los alrededores, nadie se atrevió a moverse, a siquiera decir algo, apreciaban a su general, morirían por ella, pero ahora, ese pensamiento estaba nublado por el miedo, un terror indescifrable que atacaba sus corazones de maneras que hasta el día de hoy no habían experimentado, sin embargo, hubo alguien que aún con el temblor de su cuerpo logró moverse. El comandante Etnark alzó su espada al aire, retando sin palabras al joven señor de Tanyer y, con la misma impulsividad salió corriendo, con lágrimas de dolor derramándose de sus ojos y con el corazón hecho pedazos.

--¡Yo la amaba, maldito! --Gritó a todo pulmón.

Orion esquivó el lamentable ataque, golpeando con su rodilla el plexo solar del comandante, acción que provocó que doblara el cuerpo aun cuando poseía su buena armadura y, con la ayuda del pomo golpeó su nuca, haciéndolo caer al suelo, hizo girar su espada con rapidez, dejándola atravesar sin obstáculo la espalda del miliciano de alto rango, quién soltó un gemido ahogado antes de morir.

--Pueden morir, o pueden rendirse ¿Ustedes escogen? --Su mirada se posó en cada uno de los enemigos, mostrando lo resuelto que estaba de poder matarlos.

Nadie lo sabía, pero Orion estaba nervioso por la decisión, había presenciado de cerca el combate, aprehendiendo que por cada uno de los suyos, diez de los enemigos habían muerto, algo que por supuesto no estaba mal, pero todo ello era por la baja moral y el miedo que nublaba sus pensamientos, sabiendo que si el ejército hubiera tenido un estado óptimo, ni otros cien hombres más podrían haber cambiado su derrota, por lo que ahora no quería motivarlos con la muerte de su general, sino todo lo contrario, quería demostrarles que a cualquiera podría pasarle algo similar.

--Me rindo. --Dijo alguien entre la multitud, soltando su espada al suelo, a la par que se dejaba caer de rodillas.

Su acto fue segundado casi inmediatamente por sus compañeros de armas, quienes por su orgullo y honor no estaban deseosos de aceptar la derrota, pero el terror en sus corazones era el que ahora dominaba y, ellos no pudieron hacer nada para impedirlo.

--Una buena decisión. --Dijo Mujina al incorporarse a la guardia de su señor.

Orion asintió, complacido con la decisión tomada, mientras débilmente inspiraba de cansancio por haber desbloqueado la sangre de Yerena.

--Y la caballería ¿Ha logrado destruir al enemigo? --Preguntó, llevando su mirada a la zona de combate, sorprendiéndose por lo que sus ojos observaban.


Chapter 58: No todos buscamos la gloria

*Has ganado la batalla contra los invasores*

*Tu rendimiento en batalla ha sido: Excelente*

*Has ganado 200 puntos de prestigio*

*Has ganado una oportunidad gratuita en el sorteo de caja sorpresa*

*Diez de tus soldados han cumplido los requisitos para ascender*

Orion parpadeó por la sorpresa de las notificaciones, pero aquella sorpresa fue destruida cuando notó un pequeño hilo rojo ser disparado al cielo, no teniendo más remedio que recuperar su seriedad y retomar acciones.

∆∆∆

Entre pesadas exhalaciones observaba sus alrededores, el dolor en su hombro derecho era severo, pero lo que más la fastidiaba era que después de escuchar un ensordecedor grito proveniente de alguna parte, el miedo apareció en su corazón como un enemigo extraño, socavando su valentía en cada momento posible. Esquivó hacia la izquierda, evadiendo la silenciosa flecha que advertía con clavarse en su cabeza, ya conocía esa estrategia, la había vivido un par de veces en los últimos minutos de batalla y, aunque era consciente de dónde provenían aquellos proyectiles, entendía que no tenía forma de hacerlos detenerse, al menos no sin antes acabar con los enemigos restantes.

--¡No pierdan la formación! --Gritó, ligeramente desesperada.

Volteó de inmediato al escuchar el grito de un subalterno, notando la brutal embestida por parte del caballo que se acercaba y, al no poseer su montura, no tuvo más remedio que soplar hacia el frente, creando una estaca de hielo que sostuvo con su mano izquierda, para momentos después arrojarla al jinete. Inspiró con pesadez, su energía que le permitía hacer uso de sus habilidades congénitas estaba escaseando, estando a pasos de un posible desmayo.

El jinete con la estaca en su pecho sonrió al notar que el proyectil no había perforado por completo su armadura, continuando con el trayecto ya definido.

--¡Muere!

Kaly giró sobre el suelo, evadiendo con éxito el filo de la espada enemiga, se levantó sin demora con la espada en mano, vislumbrando con poca claridad los diez enemigos a caballo que aún continuaban con vida, quienes los cazaban como animales acorralados.

--Ustedes me orillaron a esto. --Se excusó con una determinante mirada.

Cerró sus ojos, calmando el temblor de su cuerpo con la ayuda de respiraciones tranquilas, para después inhalar todo el aire que sus pulmones podían soportar.

*Lo siento mucho. --Se dijo mentalmente.

Justo al comienzo de darle inicio al movimiento final de su habilidad, el sello en su corazón desapareció y, ella misma fue consciente de lo sucedido, por lo que la sorpresa era poco para describir lo que ahora estaba sintiendo. Volteó de inmediato a la izquierda, a la lejanía, donde las tropas de la general Génova debían estar.

--Me rindo --Dijo repentinamente y, como prueba de sus palabras levantó ambas manos, dejando libre a su espada, la cual lanzó un par de pasos al frente de ella--. ¡Todos, bajen sus armas ahora mismo, nuestra general ha muerto, no es necesario que nosotros también lo hagamos! --Los soldados dudaron, después de todo, una orden así no podía provenir de un comandante con un superior en el campo de batalla-- ¡¿Nadie me escuchó?! ¡¡Ordené que se bajaran las armas!!

Los pocos integrantes de la caballería asintieron, aceptando la derrota que había estado en sus corazones desde hace ya mucho. Suspiraron al arrojar sus armas, con la incertidumbre de sí sus enemigos estaban dispuestos a perdonarles sus vidas.

--Esto es lo último que hago por su maldita casa --Musitó con un orgullo dañado, en simultáneo que activaba el hechizo que su brazalete guardaba. Una luz rojiza con forma de hilo salió disparada del objeto decorativo de su muñeca, a una velocidad tan rápida que muy pocos lograron apreciarla--. Ya no les debo nada. --Dijo al observar el cielo con una lágrima cristalina resbalando por su mejilla.

Cerró sus ojos lentamente, era consciente del proyectil que se acercaba a ella, no estando segura si se dirigía para matarla, o solo para herirla, sin embargo, ya había tomado la decisión de rendirse y, estaba dispuesta a morir con el honor que se merecía. La flecha rozó su mejilla derecha, dejando una cosmética línea de sangre, fina y pequeña. Pero solo había sido una advertencia, una que indicaba claramente que todavía había alguien vigilando y, que si sus actos eran hostiles, la siguiente flecha no sería tan misericordiosa.

--¿Qué hacemos? --Preguntó uno de los integrantes del ejército de Orion.

--No sé --Dijo el otro soldado--, nuestro comandante murió, será mejor esperar por la orden de un superior.

--Llevémoslos a la fortaleza. --Dijo uno con la duda dibujada en su rostro.

--¡Estás loco! Y si es una trampa, esa maldita mató a la mayoría de los nuestros, yo opino que los matemos aquí y ahora.

--Esa decisión no te corresponde a ti, ni a nadie de los presentes, solo el señor Orion puede elegir si los perdona, o no. --Dijo una de las dos mujeres que sobrevivieron, con el entrecejo endurecido y, algunas gotas de sangre resbalando por su cuello.

--Mira --Señaló un soldado a las sombras de la lejanía--. Nuestras tropas vuelven a la fortaleza con nuestros enemigos ¿Habremos ganamos?

--Por supuesto que ganamos idiota, tenemos al gran Ter'aemon como nuestro señor, nadie puede vencernos.

--Entonces ¿Qué hacemos?

--Señora. --Dijo inmediatamente uno de los pocos que lograron percibir la silueta de Mujina al acercarse, cambiando su postura a una más propia y formal.

De inmediato todos guardaron silencio, esperando por las palabras de la guardiana de su señor.

--¿Sobrevivió el comandante enemigo? --Preguntó sin mucha cortesía.

--Sí, señora, lo hizo --Respondió la otra mujer sobreviviente--. Es ella. --La señaló.

Mujina asintió, volviendo su mirada hacia la comandante Kaly, quién instintivamente retrocedió al notar la salvaje mirada de la negra mujer.

--Todos, escolten a los soldados enemigos a la fortaleza --Ordenó--. Tú vienes conmigo.


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