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32.93% El diario de un Tirano / Chapter 55: Órdenes y decisiones

Chapter 55: Órdenes y decisiones

Los gritos resonaron por la zona, lamentándose por la mala suerte a la que habían sido empujados. El césped se fue coloreando de un rojo-anaranjado con el paso de los segundos, resplandeciendo con brillantez, al mismo tiempo que las atormentadas siluetas se detenían para desfallecer acostadas.

--¡Mantengan formación! --Gritó la general en voz alta, protegiendo la parte superior de su cuerpo con la ayuda de su escudo.

Escuchó el relinchar de su caballo, sintiendo como su campo de visión se inclinaba con rapidez. Saltó tan pronto como se enteró de lo que ocurría, dando una voltereta sobre el pasto para evitar los proyectiles ígneos que continuaban cayendo, con un corto lapso de tiempo entre cada una de las tandas. Volteó a ambos lados, analizando la situación con una expresión templada por la calma.

El ejército se dividió en varios grupos de soldados en formación defensiva, avanzando con los escudos sobre sus cabezas y dejando estrechos espacios entre hombre y hombre.

--¡Mantengan formación y aumenten velocidad! --Ordenó la general.

La presión constante por parte de las flechas, los hermanos de armas que caían uno tras otro en cada uno de sus flancos y, la moral baja los incitaba a desistir, logrando evitarlo gracias al gran respeto que le tenían a su general.

Por otra parte, el escuadrón de caballería cruzaba los profundos terrenos fangosos y engañosos del enemigo, haciéndolo con el mayor cuidado posible y así evitando la indeseable conclusión. La comandante Kaly lideraba al grupo, con órdenes precisas y dadas en los momentos claves, sin embargo, fue en un momento, solo un momento de desconcentración, exactamente en el preciso instante que notó la primera caída de los proyectiles ígneos sobre el ejército a pie con la ayuda del rabillo de su ojo que, las cosas cambiaron igualmente para su escuadrón.

El silbante sonido fue extinguido tan pronto como impactó en la dura cabeza del hermoso animal, provocando que su caída al fangoso terreno fuera inevitable y, en consecuencia el jinete fuera apresado y forzado a gritar por el peso del caballo sobre sus piernas. Una, dos, tres... una docena completa de flechas acertaron sobre sus objetivos, no todas ellas provocando un final mortal, pero si cumpliendo con un cometido de igual impacto, forzando a los bellos animales a actuar de manera errática y desorganizada, incumpliendo con las órdenes dadas por los humanos encima de ellos. El caos fue tan rápido que cuando los jinetes se dieron cuenta de la situación, ya era demasiado tarde.

--¡Escudos en alto! --Gritó la comandante, en un intento por salvaguardar las vidas de sus subordinados.

Los jinetes fueron despojados de sus monturas por sus propios compañeros cuadrúpedos, cayendo al lodazal y cubriendo la totalidad de sus cuerpos con ese líquido que deshonraba por completo la identidad de sus personas, así como el escudo que orgullosamente defendían, pero, aquello solo les pasó a los muy suertudos, pues, a los miserables les tocó ser pisoteados por sus propios caballos, muriendo al instante, perdiendo la movilidad de sus piernas por un mal golpe sobre sus espinas dorsales; o asfixiados por el lodo, o por algún extraño cuerpo que caía sobre ellos.

Unas pocas siluetas comenzaron a emerger de la oscuridad de la lejanía, a principios de algunas construcciones que a ojos de extraños parecían ser casas de los pobladores. "La caballería enemiga", fue lo que pensaron aquellos que lograron vislumbrarlos, rápidamente intentaron calmar sus monturas al verlos acercarse, algunos pudieron hacerlo, mientras que otros no.

--¡Salgan de aquí, es una trampa!

La treintena de individuos que conformaban la caballería de Orion arrojó con completa libertad las lanzas que cargaban en sus manos, logrando acertar un alto porcentaje del total lanzado, para a continuación tomar la segunda lanza que se encontraba colocada al lado de sus caballos, con la cual atravesaron sobre aquellos desafortunados que lograron salir del terreno fangoso. Partieron a la mitad la formación para retirarse en hileras curvas y volver a posición segundos más tarde a una distancia considerable del enemigo.

Kaly no podía creerlo, en menos de unos pocos minutos había perdido a más de la mitad de su caballería, se sentía estúpida y furiosa, desde su tiempo de recluta promovida no había tenido tan desastrosa ejecución de sus habilidades, en realidad ni esos tiempos se comparaban a las perdidas que sus órdenes habían provocado, lamentablemente nadie le podría consolar, diciéndole que no hubiera podido cambiar nada, ya que su destino, al igual que el de sus tropas había estado sellado desde el preciso instante que decidió pisar el terreno fangoso.

--Comandante ¿Qué debemos hacer? --Preguntó el soldado, temblando por el constante y rápido bombeo de sangre por su cuerpo, o por el pensamiento del desafortunado final que sabía que le esperaba.

--Aún poseemos la ventaja numérica --Contestó, siendo sus palabras más una afirmación para ella misma para lograr despejar las dudas que comenzó a sentir-- ¡Todos! ¡Divídanse en grupos de cinco. Dispérsense y salgan de este maldito lodazal! --Observó a los fieros enemigos, asesinándolos con la mirada-- ¡Oblíguenlos a separarse!

Trece de los treinta pertenecientes a la caballería del señor de Tanyer hicieron uso de sus arcos, disparando a los malnacidos que se atrevían a salir de los terrenos fangosos que a sus compañeros tanto tiempo les había costado crear, pero las flechas escasearon mucho antes que la totalidad de enemigos pudiera ser eliminada.

--¡Espadas! --Gritó el comandante de la caballería, liderando a sus hombres a exterminar a los soldados restantes.

∆∆∆

Orion se mantuvo solemne con la situación, percibiendo con lujo de detalles el valor que sus comandantes poseían, así como la efectividad de sus órdenes y el tiempo de respuesta de sus arqueros.

--Trela D'icaya, la caballería a comenzado a movilizarse. --Dijo Mujina con un tono calmo, escondiendo ahí mismo su deseo de pelear.

--Sí, puedo verlo. --Dijo, percibiendo simultáneamente como los proyectiles que hace solo unos pocos minutos habían parecido inacabables, ahora habían casi desaparecido.

Le dio otro vistazo al ejército enemigo, observando que con el paso del tiempo las flechas lanzadas eran menos efectivas y, aunque habían logrado deshacerse de una parte significante del bando enemigo, los números continuaban siendo una cantidad considerable, que lo forzaba a tomar una fuerte decisión.

--Mi momento de actuar llegó. --Dijo, inspirando profundamente al observar por última vez el horizonte repleto de cuerpos.


Chapter 56: Osados desgraciados

La reja principal comenzó a levantarse, a la par que la entrada de madera comenzaba a abrirse, que, después de hacerlo por completo, un pequeño ejército marchó hacia la salida de la fortaleza, dividiéndose por escuadrones al finalizar la avanzada.

Los enemigos tuvieron otro golpe a su moral al percibir en su campo de visión a la centena de soldados, no obstante, no era por la cantidad que sus sentimientos se complicaban, siendo la verdadera respuesta algo igualmente visible, pero para ojos más entrenados. La calidad que poseían aquellos nuevos adversarios era de reconocerse, aun cuando todavía no habían cruzado espadas, la buena postura y el aura que exudaban de sus cuerpos era la evidencia perfecta con la que podían refutar cualquier objeción a sus pensamientos, pero, sobre todo, el peculiar equipo que portaban era lo que destacaba de ellos. Y no eran los únicos con esos pensamientos, ya que, la general y el comandante no estaban exentos a ellos, la duda sobre el origen del pequeño ejército les comenzaba a consumir neuronas, pero sabían que aquella respuesta no se daría hasta capturar la fortaleza enemiga, teniendo que olvidar el cuestionamiento para después.

--¡Todos, a mi orden! --Gritó a todo pulmón.

En simultáneo, la centena de individuos golpeó con fuerza el suelo, haciéndolo retumbar por un breve instante. El joven señor de Tanyer volteó inmediatamente al frente, entre la oscuridad de la lejanía que las flechas incendiarias no habían logrado alumbrar, percibiendo una extraña, pero familiar energía que se hizo presente de un modo tan repentino que, cuando quiso buscar al causante de ello ya había desaparecido. El tiempo pareció detenerse cuando de entre el ejército enemigo, una gran bola de fuego emergió, como la muralla como su objetivo final. Orion admiró el trayecto de aquella esfera luminosa, tragando la orden que estaba por soltar al verla impactarse encima de los muros, donde posiblemente unos pocos arqueros con mala suerte habían sido apresados entre llamas y, aquella suposición no estaba tan lejos de la realidad, pues a los dos segundos de impactar, los sonidos de lamento y dolor se manifestaron a todas partes de la fortaleza, así mismo que al oído del joven señor de Tanyer.

Orion apretó el puño, su expresión denotaba no haber sido influenciada por el ataque mágico enemigo, sin embargo, muy en el fondo sus ojos resplandecían con la sed de sangre, una que amenazaba con no extinguirse hasta observar a todos los responsables muertos. Alzó la vista, dirigiendo su mirada a la torre de arqueros, en especial a uno de los presentes.

--A la orden. --Dijo Astra con una sonrisa, entendiendo la orden no hablada de su señor. Desde que Orion había ocupado aquella bendición extraña sobre él, cada vez que portaba un arco las cosas se volvían más simples y, si no lo hacía, se sentía desnudo, con el anhelo de tenerlo nuevamente en sus manos. Podía ver una belleza indescriptible en las flechas al ser lanzadas, así como percibir que sus objetivos, los cuales debían encontrarse a una gran distancia se hacían claros y cercanos, casi como si ellos mismos pintaran una diana sobre sus frentes, esperando por el proyectil.

Inspiró profundamente, desvelando entre el velo oscuro que la lejanía poseía. Lamió sus labios, estirando con fuerza el hilo del arco y ahí mismo la flecha que valientemente se preparaba para hacer cumplir la orden. Midió inconscientemente, apuntando como solo un gran experto puede hacerlo y, al notar el cambio producido por una llama roja siendo prendida, su dedo soltó el proyectil.

La flecha voló en un ángulo casi recto, con poca influencia del aire al rozar su cuerpo, mientras se acercaba con un silbante sonido a la sombra de un individuo de túnica de combate, que tan pronto como atravesó su campo de percepción, sus experimentados oídos avisaron del rápido enemigo. Fue un movimiento casi instintivo, pero ese desprendimiento de energía por parte de sus dedos le permitieron evadir y lograr que la flecha rozara su hombro derecho y, no su cabeza, que parecía haber sido el objetivo.

--Malditos hijos de puta. --Dijo el mago encolerizado, sus cejas subieron y bajaron, mientras su respiración se aceleraba al conjurar el siguiente hechizo.

Astra fue consciente de su falla, por lo que no dudó en retirar otra flecha del carcaj y llevarla de vuelta a su arco, repitiendo el proceso de tiro.

El mago de fuego terminó de conjurar con algunos potenciadores encantados a su disposición, creando una bola ígnea de tamaño y poder mayor, solo cambiando el objetivo de su ataque a la torre de arqueros.

La flecha y la bola de fuego fueron disparadas casi al mismo instante, teniendo una trayectoria muy similar, sin embargo, al cruzarse, la bola creada por la energía mágica fue la vencedora en el enfrentamiento, consumiendo al proyectil de madera con sus poderosas llamas.

--Lo quiero muerto --Dijo al notar el impacto de la bola de fuego sobre la torre de arqueros, que parecía no haber sufrido un gran daño, ni la construcción, ni los residentes--. Ve y vuelve. --Ordenó con un tono frío.

--Sí, Trela D'icaya. --Mujina asintió, alejándose de su lado.

[Grito de guerra]

El sonido bestial de su grito envolvió por completo los alrededores, influenciando en los corazones de sus soldados, así como en la moral de sus enemigos y, estos últimos parecieron aturdidos con la situación, palideciendo por alguna misteriosa razón y, sintiendo como sus extremidades no respondían por el miedo. El pensamiento de una huida se hacía más fuerte e intenso en sus corazones y mentes, no dejándolos pensar con claridad sobre lo que ahora estaban viviendo.

--¡Mátenlos! --Ordenó el señor de Tanyer.

Mientras el ejército se acercaba, Mujina se deshizo de las sombras que había ocupado como aliadas para acercarse a su objetivo, atravesando su espada sobre el aturdido hombre que no se había percatado de la aparición de su ejecutora. Al retirar su arma filosa y dejar caer el cuerpo del mago al suelo, su expresión no cambió, activando de nueva cuenta su habilidad [Silencio sepulcral] para envolverse en la oscuridad y hacer su presencia imperceptible para los enemigos.

Orion se acercó al campo de batalla con tranquilidad, exudando una poderosa sed de sangre que lo hizo blanco de todas las miradas enemigas, con el temor dibujado en sus ojos. Transitaba entre cadáveres, recientemente ejecutados por la avanzada de su ejército, quienes se movían a una velocidad mínima, en formación ofensiva y sin dejar un solo centímetro de abertura entre ataques.

--¡Dejen de mirarlos y mátenlos! --Gritó Génova, impaciente y con la vena de su sien visible.

Los soldados enemigos despertaron de su letargo, notando la brutalidad que sus hermanos de armas estaban pasando, sin embargo, por más que deseaban unirse a la batalla, sus piernas no les respondían, haciéndoles imposible completar la tarea, sus manos temblaban de miedo, mientras internamente ya se mostraban vencidos.

--¡Etnark, maldición, ordena a tus hombres! --Empujó un soldado al frente, forzándolo a atacar-- ¡Ataquen, maldita sea, ataquen!

Orion se detuvo repentinamente, observando a aquella dama que con fervor incitaba a las tropas enemigas a atacar.

--Alto. --Ordenó.

El mandato fue informado instantáneamente por todo el ejército, en simultáneo que se detenían y creaban con sus escudos una fortaleza movible e impenetrable. Los soldados enemigos también se detuvieron, mirando de manera extrañada a sus adversarios, mientras internamente suspiraban aliviados, sin embargo, ese sentimiento fue desechado tan pronto como notaron que entre las filas de los soldados, un alto hombre le era permitido el libre trayecto.

--¡¿Qué hacen?! ¡¿Por qué no atacan? --Preguntó con el semblante endurecido, acercándose con su espada en alto.

Génova se detuvo igualmente al notar al joven hombre de tez blanca, quién le miraba con curiosidad.

--¿Vas a atacarme, o no?


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