El matiz grisáceo de la neblina rodeaba el castillo, la baja temperatura provocaba que los lugareños prefirieran el confort de sus hogares, cerca de sus chimeneas, o quemaleñas de hierro al frío aire de las afueras, no obstante, aun con ese clima, el ejército del Barlok no se movió ni un solo dedo de sus posiciones, mostrando una compostura digna del más entrenado miliciano. Cada grupo se distinguía por su tipo y color de armaduras; equipo ofensivo y, distintivo en sus brazos, que indicaban al escuadrón al que orgullosamente pertenecían.
Su mirada barrió el panorama de manera imponente, pero sin un desprecio por los hombres y mujeres presentes. Bajó el primer escalón, su capa ondeó con la ayuda de una leve ráfaga de viento frío, mientras sus cabellos bailaban sin mucho fervor, las dos damas detrás de él mostraron una imperturbable mirada, como si fueran Diosas intocables en un mundo mortal.
--Recuerdo una vez --Mató el silencio, con un tono calmo, pero al mismo tiempo poderoso--, en un día como hoy, de mañana silenciosa y vientos filosos, donde el susurro de las hojas era el único sonido, el único acompañante --Cada uno de los presentes prestó su oído con un completo respeto y, cuando los ojos del Barlok se posó sobre ellos, la firmeza se volvió aún más definida--... Un ejército de incontables criaturas apareció en el horizonte, cada una de ellas buscando una sola cosa ¡Mi cabeza! --La mayoría tragó saliva, ansioso por conocer el desenlace-- Eran demasiadas para contar, rápidas para pensar en huir y, poderosas para creer que se podrían vencer. Pero yo no pensé --Negó con la cabeza para enfatizar su afirmación--, me coloqué de pie frente a ese ejército y desenvainé, les grité y reté. Y peleé como nunca lo había hecho... Salí victorioso de ese encuentro --Alzó el mentón con ligera arrogancia, barriendo con su mirada a cada uno de los presentes, quienes asintieron orgullosos por el señor al que les había tocado seguir. No había nada más honorable que servir a un héroe, un guerrero, un libertador y, para los presentes, que en su mayoría eran esclavos, o vasallos con vidas deplorables, el honor era algo del pasado, de las leyendas de sus ancestros, por lo que, al tener presente al gallardo señor de Tanyer de pie frente a ellos, la llama que mucho tiempo había estado apagada, repentinamente recibió una chispa de vida--. Hoy, un nuevo ejército ha aparecido y, como hice con esas criaturas me colocaré de pie, desfundaré mi arma y pelearé, pero, está vez no lo haré solo. Gente de Tanyer, mi gente ¡¿Están listos para compartir la gloria conmigo?! ¡¿Para proteger nuestro hogar, nuestras vidas?! --Gritó a todo pulmón, dejando que toda su energía, profunda e imponente rodeará el lugar.
El silencio no se hizo presente, pues solo bastó de dos segundos para que el primer miliciano gritara, para después caer de rodillas con la cabeza gacha, cosa que fue imitada por todos un segundo después. Lo que pocos sabían era que sus últimas frases habían sido inspiradas por algunos libros de grandes generales humanos, pues él, al ser alguien ajeno a las ideologías, o pasiones que permitían a los hombres pelear, tuvo que recabar información para conformar con éxito su discurso y, aunque se mostró indeciso del acto momentos antes, no dejó que se apreciara en su rostro.
--Levanten el rostro y mírense, observen a su gente, a sus compañeros, valientes y poderosos hombres, porque hoy yo no veo esclavos o granjeros, veo guerreros, dignos soldados ¡Mis soldados!
*Tu discurso ha tocado los corazones de todos los presentes, ganas un incremento en la moral por siete días*
*La absoluta lealtad de tus tropas te hace merecedor de un título/trabajo*
*Has desbloqueado el trabajo: general*
*Hay una habilidad pasiva con la posibilidad de desbloquear con el mismo nombre y, ventajas similares*
*Se ha desbloqueado automáticamente la habilidad pasiva: General*
*¿Deseas combinar el trabajo con la habilidad pasiva?*
*SI/NO*
Ni siquiera le dio tiempo de pensar, pues el bombardeo de notificaciones lo desorientó por un momento, todo estaba pasando tan rápido y, aunque deseaba investigar un poco más sobre lo sucedido, sintió que no era conveniente por el momento, aceptando con total felicidad el regalo de su preciada interfaz.
*Combinación completa*
*Has subido de nivel*
|General -Común- Nivel bajo|
Los reyes son los únicos bastardos que tienen el valor de iniciar una guerra que nunca pelearán en el campo de batalla.
-Las provisiones dilatan mayor tiempo.
-Tienes 30% de probabilidad de enfrentar a un enemigo de alto nivel sin provocar una retirada instantánea.
-Tus tropas ganarán el doble de experiencia.
-Tienes 50% de probabilidad que tus soldados evolucionen sus clases de forma segura en el campo de batalla.
-Tu presencia hace que el daño de tus tropas se duplique, el cansancio sea menor y, que la moral no disminuya tan rápidamente.
-Ganarás el doble de prestigio con cada batalla en las que tus tropas salgan victoriosas.
Se quedó en silencio, observando a los presentes con una mirada imperturbable, sus comisuras advertían con alzarse, pero él no les concedió el permiso, prefiriendo mostrar una expresión digna e imponente.
--De pie. --Ordenó.
Al verlos obedecer, asintió complacido, para momentos después dar media vuelta y retirarse de regreso al interior del castillo.
Los comandantes esperaron que la silueta de su señor desapareciera en la gran entrada para ordenar el rompimiento de filas, así mismo de un merecido descanso obligatorio, tal vez para una despedida, o un hasta pronto, algo necesario para los familiares de los valerosos milicianos que se preparaban para derramar el rojo de sus venas por y para Tanyer.
∆∆∆
Entre miradas inquietas la dama de belleza prodigiosa observaba la espalda de su señor, con el susurro ahogado de una pregunta que quería salir, nerviosa por pensar en ofenderle y, curiosa por la información que podría recibir.
--¿De verdad peleó contra un ejército? --Preguntó al hacerse de valor, forzando una sonrisa gentil para que el alto hombre no malinterpretara su intención.
Orion volteó de inmediato, asintiendo con tranquilidad y devolviendo el gentil gesto, solo que un poco más brusco que el de la dama.
--Lo hice hace mucho, cuando la oscuridad era lo único que me rodeaba. --Respondió con un poco de misterio, creando un interés mayor en ambas damas por su respuesta.
Orion se detuvo casi al instante de terminar de hablar, notando una peculiaridad en su oficina.
--Trela D'icaya. --Dijeron al unísono los seis individuos dentro de la sala, para después mostrar una ceremoniosa postura.
Volteó para observar a su guardiana, quién forzó una sonrisa apenada.
Se adentró en la sala, admirando a los seis personajes vestidos con pieles y cuero, altos individuos, robustos y no muy agraciados, al menos la mayoría. Fira inmediatamente fue a quitarle la capa a su señor, logrando hacerlo sin alguna resistencia, para después ponerla en un perchero de madera negra.
--¿Quiénes son ustedes y, que quieren? --Preguntó sin mucha cortesía al sentarse en su silla, estaba muy presionado con la presencia del enemigo en sus tierras, no queriendo estar ocupado en asuntos de los que Astra se podía hacer cargo.
--Trela D'icaya... --Respondió Mujina con un tono repleto de respeto.
--Mi pregunta no iba dirigida ti --Interrumpió, golpeando la mesa con su mano. La guardiana asintió, bajó la cabeza y retrocedió un par de pasos--. Les hice una pregunta. --Regresó su mirada a los seis individuos.
--Queremos servirlo, Trela D'icaya, queremos... --Dijo una dama, forzada a ser valiente.
--¿Quieren? --Interrumpió de nueva cuenta, su entrecejo se endureció al momento que su respiración comenzaba a agitarse-- ¿Mi opinión no les es importante?
--No era nuestra intención ofenderlo...
--Y ahora me interrumpen --Sus ojos perdieron la racionalidad, impregnando el lugar con una poderosa intención de matar. Los presentes tragaron saliva, resultándoles complicado hasta respirar, pero ninguno de ellos hizo ni el más mínimo ademán por querer retirarse, tal vez por una estúpida valentía, o porque el propio miedo les impedía moverse--. Niños, me aproximó a una guerra --Calmó sus impulsos--, a una batalla donde solo un bando continuará con vida y, para serles franco, los islos que tengo entre mis tropas son suficientes, así que retírense y continúen entrenando. Si todo sale bien, algún día podré necesitarlos.
Los seis asintieron con un poco de desgana, estando dispuestos a cumplir con la encomienda, sin embargo, el lento ademán de su Sicrela les forzó a quedarse.
--Trela D'icaya --Dijo Mujina, rodeando la mesa para quedar frente a su señor y poder mirarle de frente--, entiendo que mis acciones no han sido las mejores y, posiblemente mi irreverencia me haga merecedora del destierro, pero le juro por la sangre que corre por mi cuerpo que no fue mi intención ir en contra de sus designios... Somos una especie guerrera, usted mismo eligió a los mejores de nuestra raza para hacerlos parte de su ejército, pero hoy estoy aquí con una petición --Giró el cuello para observar a la dama que había mostrado la gallardía de responderle al señor de Tanyer, ella asintió, dando otro paso al frente--. Yerena Rela, nuestra anterior futura líder es la persona a la que he elegido de todo mi pueblo para que la maldición de su sangre pueda ser levantada. Jonsa Liner, Bastron Grifon, Lenuar Hil, Trunan Qu y, Alir Desser --Al ser nombrados, cada uno de ellos dio un paso al frente con el máximo de los respetos--, son los individuos que he escogido para pertenecer a su guardia personal, con el permiso correspondiente de usted, Trela D'icaya. Los he entrenado por meses yo misma y, puedo decirle con total confianza que son los jóvenes más prominentes de nuestra raza --Se arrodilló--. Solo quiero devolverle una pizca de lo usted nos ha dado, Trela D'icaya. Prometimos morir por usted, pelear por usted y, los aquí presentes no son la excepción, por favor, Trela D'icaya, permítanos el privilegio.
Orion inspiró profundamente, las palabras de su guardiana habían cambiado un poco sus pensamientos, el enojo en su interior había aminorado, pero la incertidumbre por el futuro todavía le afectaba en la toma de sus decisiones. Era claro que los presentes buscaban lo mejor para él y, en un cierto grado lo apreciaba, pero la petición de Mujina no le agradaba por completo, los seis individuos podrían tener potencial, pero había un sentimiento de inquietud en su interior respecto a ellos, como si sintiera que en su afán de querer protegerlo quisieran restringirlo de alguna manera.
--Yerena, nos conocemos ¿Es así?
--Sí, Trela D'icaya, es verdad. --Afirmó con la cabeza.
--Ha pasado algo de tiempo --Dejó escapar una bocanada de aire, intentando tranquilizar a su apresurado corazón. Yerena sonrió ligeramente, el ambiente había cambiado y, ella misma notó eso en el rostro de su señor--. Prometí desbloquearle su sangre a uno de ustedes --Se levantó, acercándose con calma a la dócil dama-- y, como lo dije, lo cumpliré. No sonrías todavía, porque no sé sí Mujina te lo comentó, pero si fallas, no volveré a intentarlo con ninguno ustedes, con ninguno de tu raza --Yerena titubeó por un segundo, ya era consciente de aquella información, pero al escucharla personalmente de su señor, la presión que sentía aumentó-- ¿Aún quieres ser tú con quién lo intente?
--Sí, Trela D'icaya, será un honor morir si así lo quieren los Dioses, pero le prometo que haré todo lo posible para que eso no pase.
Orion asintió, ligeramente complacido con sus palabras.
--Fira guía a los presentes a una de las salas, en su momento les daré a conocer mi decisión.
--Sí, señor Orion. --Asintió, ordenando a todos los presentes que la siguieran a la entrada.
--Mujina, sal y protege la sala.
--Sí, Trela D'icaya. --Afirmó con la cabeza, se colocó de pie y, con una actitud completamente digna de su título cumplió con lo encomendado.
--Yerena, tú te quedas conmigo.
La ex futura líder de los islos respiró un par de veces, podía sentir la pesadez del ambiente, como si repentinamente diez grandes rocas cayeran en su espalda y fuera forzada a cargarlas, en realidad, aquello no estaba lejos de la verdad, pues, aunque tenía bastante confianza en conseguir pasar la prueba, siempre había ese pequeño gusano en su interior que le daba los más sombríos escenarios y, había uno en especial, el más lúgubre y oscuro, donde ella se convertía en la villana de su pueblo por no haber logrado ser tan fuerte como se jactaba y, así mismo perder la esperanza que su pueblo tenía en el levantamiento de la maldición de su sangre.
--¿Estás lista? --Preguntó al colocarse en el medio de la sala, donde intuía que los daños serían menores.
Yerena inspiró profundamente, tranquilizó su corazón y, asintió un par de veces. Levantó la mirada y observó a su señor, quién le miraba con una expresión completamente imperturbable.
--Sí, Trela D'icaya.
∆∆∆
Una señora de aspecto gentil cepillaba los largos cabellos negros de una bella dama a la luz de la luna, sentada tranquilamente sobre una silla de madera, mientras tarareaba una tranquila y suave melodía. Se notaba el amor y la compresión en sus ojos brumosos, que anhelaban cada día con retrasar el tiempo.
--Mi dulce niña, dime ¿Qué sueños tienes para el futuro? --Preguntó con dulzura, en un tono que delataba que en lo profundo de su ser el dolor estaba presente. No hubo respuesta, solo silencio, ella solo sonrió, dejando que las dos solitarias lágrimas resbalaran por sus mejillas. Cada día hacia esa pregunta, con la esperanza de que un día de estos le respondiera como cuando era niña, cuando su inocencia, su pureza y, sus ganas de vivir prevalecían.
La bella dama continuó observando el horizonte, admirando el lugar donde se encontraba el árbol de la colina, donde muchas veces en el pasado se escapó para visitar.
El súbito y escandaloso bullicio despertó a ambas damas de su tranquilo acto, provocando que la madre de la bella dama se sintiera intrigada por la razón del ruido.
--Ahora vuelvo, mi dulce niña --Dijo, pero en el segundo siguiente que quiso dar media vuelta para retirarse, el fuerte apretón en su muñeca la devolvió a observar a su hija, quién le miraba con ojos suplicantes--. Aquí me quedo, Nina, no voy a ninguna parte, estaré siempre a tu lado. --Dijo con una sonrisa tranquilizadora.
--Gracias, mamá. --Dijo débilmente.
Elisa sonrió, pero inmediatamente se giró para observar al responsable que había abierto tan bruscamente la puerta.
--Aquí están, que alegría. --Dijo Katzian con una gran sonrisa agitada.
--¿Qué está sucediendo? --Preguntó sumamente curiosa.
--Las tropas enemigas del Barlok han llegado --Dijo con el temor en sus ojos--, se encuentran debajo de las colinas del Río Seco, por lo que los guardias nos han aconsejado a escondernos en nuestras casas, prometen que el señor del castillo lograra repeler su invasión.
--No sé porque le tienes tanto respeto, ese joven solo ha traído muerte a este lugar. Auch... --Gimió de dolor, mirando extrañada a su bella hija, quién había sido la autora de su dolor, no comprendiendo porque razón le había enterrado las uñas.
--Sabes porque --Dijo Katzian sin haber notado el gemido de su mujer--, no solo hizo lo que mi corazón pedía, también nos ha liberado.
--Jaja liberado --Su sonrisa no fue para nada amistosa--, solo ha provocado que --Guardó silencio al ver la bruma cristalina en la mirada de Nina--... Vayamos adentro y, esperemos que Bastian y Viviana no se hayan despertado.
∆∆∆
Orion respiró profundamente con una sonrisa dibujada en su cara, mientras observaba el cuerpo desnudo de Yerena, quién se encontraba boca abajo tirada en el suelo.
--Muy buen trabajo, niña. Hasta yo estoy sorprendido.
--Gracias... Tre...la D'icaya...
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