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26.34% El diario de un Tirano / Chapter 44: El señor de Tanyer

Chapter 44: El señor de Tanyer

Orion se quedó mirando a la nada, sentado en un sofá individual cubierto por pieles de animales grandes, su mañana había empezado de mala forma con augurios malintencionados de algún juguetón que se había atrevido asesinar a su ganado, no es que no creyera en las criaturas de las leyendas, había visto tantas cosas en el laberinto que dudaba si alguna del nuevo mundo todavía podría sorprenderlo, pero la cuestión radicaba en el testigo, había sido un niño, tal vez adormilado, o con malos sueños y, por ello intuía que lo que había visto no había sido otra cosa más que su propia imaginación. Ahora solo tenía que encontrar al verdadero culpable y enseñarle lo que les pasaba a los osados que se metieran con él o con su vahir. Suspiró desgastado, poco frustrado y, con grandes ganas de salir a matar, cosa que en verdad quería hacer, no obstante, se contuvo, ya había salido un pequeño grupo de soldados en busca del responsable y, por palabras de Astra, él, como la persona más importante del pueblo debía quedarse dentro de la fortaleza, aun cuando claramente sabía que ni con todos los guerreros de su ejército podrían derrotarlo.

--Señor, su comida. --Fira deslizó con suavidad una bandeja de plata en la mesa, con unos pedazos de carne distribuidos alrededor del plato, un tazón de caldo y, acompañado del platillo dos rodajas grandes de fruta.

Asintió, pero luego de un suspiro largo se decidió a ponerse de pie.

--Ya no aguanto --Dijo para sus adentros en su antiguo idioma, que, a oídos de su bella subordinada sonó como un leve rugido--. Fira, prepara los caballos.

--¿Iré con usted señor? --Preguntó con una tranquila sonrisa.

--En está ocasión no --Negó con la cabeza--, no creo que haya peligro, pero si lo hay, no tengo intención de arriesgarte.

Fira sonrió dulcemente, tocada por la preocupación del hombre que más respetaba, luego de su hermano, por supuesto y, con una actitud servil salió de la sala para hacer cumplir la tarea encomendada.

∆∆∆

El frío viento, acompañada por esa espesa neblina impedía vislumbrar con claridad los detalles del camino. Los caballos relinchaban amenazados por sombras no vistas, nerviosos por algo que no notaban los humanos en sus lomos.

--Esta es una mierda. --Dijo una mujer soldado en voz baja, tartamudeando por el fuerte frío.

--Callate --Arremetió alguien contra ella con un tono oscuro--. No queremos hacer guardia nuevamente por tu gran boca.

--Es la verdad --Se sopló en sus manos temblorosas, mientras se escuchaba el tintinear de sus dientes--. Llevamos caminando más de dos días sin descanso, el puto frío me ha secado los labios y me arden ¡Por Los Sagrados! Hasta respirar es una putada...

--La gran señorita está en peligro ahora --Dijo alguien a sus espaldas con un tono serio y lúgubre--, si no es motivación suficiente para soportar estás pequeñeces, será mejor que des media vuelta y desaparezcas de mi vista.

La soldado levantó la mirada, observando con una sonrisa petrificada a su comandante de escuadrón, notando las frías miradas de sus compañeros al intuir que ellos también pagarían por su descuido.

--Lo lamento, comandante. --Dijo de inmediato, bajando la cabeza con arrepentimiento y falsa humildad.

--No te disculpes conmigo --Dejó salir una estela de vaho, que rápidamente se camufló con la niebla--, sino con tus compañeros ¡Soldados --Sujetó las riendas de su caballo, haciéndole girar a la derecha--, escuchen mi orden, en agradecimiento a su compañera Alyz, serán el escuadrón designado en la custodia de esclavos y limpieza de letrinas! ¡Por favor, en mi nombre, agradézcanle!

El destacamento de cuarenta comenzó a endurecer el semblante, tragándose el repentino enojo que comenzaron a tener, casi hasta agradeciendo por un momento porque habían sentido un poco de calor, aunque parecía que eso solo había sido una ilusión. Quisieron maldecir a su compañera, el trabajo de custodio era horrible, pero verter los desechos de todo el ejército en esos fosos sépticos era una tortura, no comparable con absolutamente nada.

--Mierda, te dije que te callaras. --Le miró fijamente, temblando por la ira o el frío.

∆∆∆

Detuvo su caballo, observando a ambos lados del bosque, aunque todavía era de día, las copas anchas y espesas de los árboles evitaban que la luz entrase con facilidad, haciendo que la iluminación fuera minúscula. Sentía que la temperatura era más fría que de costumbre y, al exhalar se percató que su hálito era mucho más espeso.

--Trela D'icaya, huelo muerte. --Dijo Mujina, sujetando con firmeza el mango de su espada.

--También yo. --Dijo al asentir.

El frío se fue haciendo cada vez más brutal, los caballos se volvieron locos y, aún con la energía de ambos individuos no lograron calmarlos, entendiendo que algo tenebroso se ocultaba en las recientes tinieblas. Orion bajó del caballo al notar que esté ya no estaba dispuesto a tenerlo en su lomo, saliendo corriendo despavorido hacia algún lugar del bosque, mientras que el caballo de Mujina no tuvo la misma suerte, ya que, el fuerte estrés sufrido había provocado en su corazón un paro, cayendo inerte al suelo.

--Trela D'icaya...

--No te transformes --Extrajo de su almacenamiento una espada hecha por él, blandiéndola--, primero quiero conocer a qué me enfrento.

--Como ordene, Trela D'icaya. --Asintió, desenvainando su mandoble.

Orion comenzó a caminar hacia donde la luz era menor, podía escuchar esa lúgubre vocecita en su cabeza, intentando erradamente influir en sus acciones, aunque, aun así camino. Mujina protegió la retaguardia, liberando un poco de energía de su sangre, fortaleciendo sus músculos y mejorando su visión nocturna.

--Maldición. --Rugió con enojo.

Frente a él, descansando inertes en el suelo se encontraban siete cuerpos desmembrados, con la mayor parte de los torsos desgarrados por lo que parecía eran garras largas y poco filosas.

--Ayu...da...

Orion forzó su vista en la espesa oscuridad, notando en la lejanía una silueta sentada a los pies de un árbol, recargada en el tronco con sus manos cubiertas de sangre sosteniéndose el estómago.

--Vol...ve...rá... lo... hará...

Orion dudó en acercarse, intuyendo que posiblemente era una trampa de esa cosa siniestra que había efectuado tan sangriento escenario, pero al concentrarse en el cuerpo del sobreviviente y no notar ni la más diminuta intención de hostilidad por su parte, entendió que no era la cosa que buscaba y, aunque podía estar errado, confiaba demasiado en su intuición.

--Con cuidado verifica sus heridas --Ordenó, no quitando su mirada de los alrededores-- y, no permitas que muera.

Mujina asintió, acercándose de inmediato al desafortunado soldado. Orion reapareció a cinco pasos al frente, protegiendo con su espada el cuerpo de su subordinada, quién había notado un poco tarde la presencia del enemigo.

--Así que era un cebo. --Sonrió con frialdad, liberando por completo su intención asesina.


Chapter 45: El señor de Tanyer (2)

Presionó hacia el frente, forzando a la sombra a retroceder, mientras tomaba una posición defensiva. El espectro encapuchado flotaba, dejando estelas negras debajo de su túnica hecha jirones, como cenizas de un material flamable. Las cadenas en sus muñecas tintineaban al chocar, creando un tétrico sonido.

Oscuridad, absoluta y cruel oscuridad era lo única que se dejaba ver en los alrededores y, ni con todo el esfuerzo de su parte Orion logró apreciar con detalle sus alrededores. El espectro se escondió en las tinieblas, apareciendo por momentos para despedazar al alto hombre, pero Orion no era menos rápido que la propia silueta oscura, logrando bloquear o evadir sus largas uñas negras.

Mujina sacó un poco de polvo de hierba finza molido, esparciéndolo en las feas heridas del moribundo hombre y, sin preguntar lo vendó con un par de telas blancas. El soldado jadeó, se mordió los labios, terminando por desmayarse al no aguantar el eterno sufrimiento. Ella estaba impaciente, quería prestar ayuda y, por momentos sus rápidos actos resultaron en malas consecuencias, atando erradamente uno de los trozos de tela, teniendo que repetir el proceso.

--Me pareces familiar... --Dijo, tratando de encontrar similitud con alguna criatura del laberinto, no encontrando parecido en su repertorio mental de entes. Se sintió aturdido, la energía que desprendía le parecía tan conocida, tan íntima, pero al final fue lo mismo, no logrando encontrar su semejante.

El espectro se lanzó nuevamente, con sus uñas como puntas de flecha, mientras que Orion despejó sus dudas, recuperando su habitual calma. Movió su espada al frente, ocupando la hoja como escudo y logrando bloquear los impactos próximos, desviando el ataque enemigo hacia un lado y consiguiendo golpear con el pomo de su empuñadura el pecho ilusorio de la criatura, sintiendo como su esfuerzo no había servido de nada.

--Mierda, ya me acordé.

Al instante retrocedió un par de pasos, sabía que conocía esa energía, pero la repuesta provenía en realidad de la peculiaridad de no poder asestar los golpes contundentes. Rápidamente abrió su interfaz, tocando la sección de sus habilidades y, desbloqueando con una mala cara la única que intuía podía darle el triunfo y, así mismo, gastando cincuenta puntos de prestigio.

[Grito de guerra]

Activó una de sus habilidades, lanzando un poderoso y devastador grito, aturdiendo al espectro, quién parecía no entender lo que estaba pasando.

[Corte solar]

Rápidamente activó su nueva adquisición, su postura fue hermosa, pero lo que ganó protagonismo fue la hoja anteriormente gris que resplandeció de un anaranjado-amarillento tan poderoso que le regresó por un momento la luz a los alrededores, balanceó solo una vez, liberando una estela luminosa y punzocortante que se acercó a una velocidad increíble al cuerpo desorientado de la criatura flotante. Pero el espectro no pertenecía a las leyendas por nada, creó un vórtice negro que apenas si se notó, donde se introdujo, desapareciendo con un grito siniestro y adolorido, pues una de sus extremidades había abandonado su cuerpo. Fue en ese momento en donde entendió el nombre de la criatura, su chillido agudo y tétrico congelarían a cualquiera, haciendo que hasta los más fuertes se mearan de miedo, "dak", era el sonido producido por su garganta al gritar, si es que tenía una.

--Hazlo. --Asintió al ver la mirada de su subordinada, entendiendo su petición.

Mujina sonrió agradecida, soltó su espada, dejando salir su lado animal con un bestial rugido-grito, transformándose en poco menos de diez segundos en un híbrido de humano y bestia, solo que ahora su pelaje no quedó al descubierto, pues, su armadura negra se amoldó a su cuerpo robusto y grande.

El brillo de su espada se estaba extinguiendo poco a poco, haciendo que las tinieblas recuperaran los alrededores. Observó cada punto del bosque, en busca de la más ínfima pista de la criatura, que no parecía querer dar señal de existencia. Mujina se camufló con la naturaleza, haciendo que su presencia fuera casi imposible de detectar, moviéndose en círculos con lentitud para cazar a su presa.

*Grrrr.

Gruñó, lanzándose al aire al sentir la fluctuación de energía maligna, sin embargo, sus poderosas extremidades fueron detenidas por un par de cadenas negras, cubiertas por un tipo de vapor grisáceo oscuro, forzándola a quedarse en el suelo.

Orion sufrió la misma táctica, solo que él reaccionó antes de la consecuencia, logrando evadir y cortando las ilusorias y no metálicas cadenas. El dak apareció a dos pasos de él, flotando con una actitud furiosa, lanzando gritos cada cinco segundos, unos chirridos bastante molestos, desprovistos de humanidad y todo lo que conllevaba serlo.

[Corte solar]

Activó su habilidad, enfocándose en no fallar de nuevo, lamentablemente parecía que el dak había intuido aquel movimiento, evadiendo con rapidez la cuchilla que se había dirigido a su cabeza. Mujina se liberó, llevando sus furiosas fauces al cuerpo del espectro, solo que este no se quedó quieto y, con su única palma restringió el cuerpo de la mujer bestia.

--Mal movimiento.

Apareció detrás del ente flotante, atravesando con la punta de su espada que resplandecía aún de anaranjado la cabeza del dak, o al menos intuía que ahí estaba. El espectro soltó un último chillido antes de convertirse en cenizas, algo que no fue causado por la espada del señor de Tanyer.

*Has completado la tarea oculta: Criaturas de la noche*

*Has ganado ochenta puntos de prestigio*

*Has vengado a tus siervos*

*Has obtenido el título de: Vengador*

*Has subido de nivel*

*Tu subordinado "Mujina" ha desbloqueado una clase oculta -Verificar en el panel de subordinados-*

*Has desbloqueado dos habilidades*

*Recordatorio: Tienes una mejora personal pendiente*

Leyó todas y cada una de las notificaciones frente a él, suspirando el cansancio que su cuerpo sentía. El dak había sido un digno oponente, el primero en el que tuvo esforzarse en serio para asesinarlo luego de salir del laberinto, teniendo que sacrificar algunos valiosos puntos de prestigio que guardaba para su ansiada habilidad. Devolvió su espada al inventario al notar que las tinieblas de los alrededores comenzaban a extinguirse. Bajó la mirada por instinto a dónde se encontraba la ceniza del espectro, frunciendo el ceño al vislumbrar algo que resplandecía tenuemente.

--Que extraña cosa. --Dijo al levantar la piedra amorfa de color negra, ligeramente traslúcida y con un brillo opaco.

Había algo peculiar en ella, podía sentirlo, pero no sabía que, no era un objeto común, de eso estaba seguro y, el origen del mismo recalcaba eso, solo no sabía de qué forma destacaba.

*Has encontrado una piedra de esencia*

De inmediato abrió la información recibida.

×~×~

-Objeto de un solo uso: Puedes encantar con la energía de la piedra de esencia herramientas, armas, armaduras o artefactos para darles atributos mágicos.

×~×~

Había mucha más información, aunque por el momento no lo entendió por el completo, nunca había encantado nada, ya que se podría decir que en el laberinto sus armas poseían sus atributos únicos desde el momento en que las recibió o creó, pero si lograba simplificarlo todo con lo poco que comprendió, podía decir que serían como hechizos otorgados a las cosas para hacerlas más fuertes, algo que por supuesto le agradaba.

Giró la cabeza, solo para encontrar a su subordinada arrodillada ya en forma humana, con las manos tocando la tierra y la cabeza gacha.

--¿Qué pasa? --Preguntó con una ligera curiosidad.

--Lo lamento Trela D'icaya, le he fallado. --Dijo con demasiada culpa, no atreviéndose a levantar la mirada.

Orion le miró por un momento más, no entendiendo sus disculpas, pero por la situación apremiante que estaba viviendo no le dio mucha consideración a los sentimientos de su subordinada.

--Levántate y, habla correctamente. --Ordenó.

Mujina obedeció, mordió sus labios y rápidamente bajó la cabeza.

--Trela D'icaya, no he cumplido con mi deber --Dijo con pesar--. Mi incompetencia insulta su presencia, por favor castígueme.

Orion se preparó para preguntarle de qué hablaba cuando repentinamente se percató de su propio estado, la pelea había sido tan rápida que no notó sus heridas, sintiendo la frialdad en una de sus mejillas, que, después de llevar su mano a tocarla, apreció la sangre en sus dedos y, no fue el único lugar, pues, en varias partes de sus brazos se encontraban largos rasguños y cortes poco profundos, para él no eran verdaderas heridas, no lo consideraba algo de importancia, pero parecía que para su capitana de la guardia real sí.

--¿Un castigo? --Meditó la propuesta-- Por el momento levanta a ese soldado y volvamos, ya pensaré en un castigo apropiado.

--Sí, Trela D'icaya. --Dijo con su compostura habitual, ya se sentía miserable por haber fallado en su protección, no podía fallar ahora con la orden.


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