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18.56% El diario de un Tirano / Chapter 31: Despertar

Chapter 31: Despertar

  Las puertas de la fortaleza se abrieron para darle la bienvenida a su nuevo señor, los que habían tenido la oportunidad de recibir el aumento de estadísticas al aceptar el vínculo de amo/sirviente saludaron con mucho entusiasmo, no sabían porque, o de donde florecía su lealtad, pero ahora sentían al joven más digno de sus respetos y servicios.

  --Señor, es un gusto verlo de nuevo. --Dijo Astra desde el fondo de su corazón.

El joven bajó de la carreta, estirando un poco para recuperar la sensibilidad de algunas partes de su cuerpo.

  --A mí también me alegra verte --Observó los alrededores, notando los cambios en las defensas, así como en las posturas de algunos de los soldados--, pero me alegra más saber que has hecho lo que te pedí.

  --Agradezco el cumplido, señor.

  --Este viaje me ha abierto un poco los ojos y, creo que me he equivocado al hacerte general. Se nota que no tienes lo que se necesita para cumplir con ese papel. --Dijo con un tono tranquilo.

Astra sintió como si su corazón fuera acuchillado centenas de veces, se había esforzado demasiado en cumplir con las órdenes de su señor, por lo que, no esperaba que después de un gran cumplido viniera semejante noticia, era como decían, ser elevado al cielo para luego ser despedido al suelo.

  --Si he hecho algo mal, por favor discúlpeme.

  --No, por el contrario, lo has hecho estupendamente, quién lo ha hecho mal he sido yo y, por ello te daré otro título más conveniente --Pensó por un momento, había leído los títulos que podía otorgar, así como los beneficios de cada uno, por lo que debía elegir el adecuado para su más leal sirviente--. Ahora serás... ministro de asuntos internos y externos. --Dijo con una sonrisa al encontrar el título adecuado.

Astra no sabía si festejar, o sentirse mal, pues no conocía ese extraño título, ni la composición de las palabras de esa última oración, sin embargo, su vacilación duró menos de unos segundos, regresando a la normalidad después de sentir su mente cambiar, mirando con extrañeza a su señor.

~•~•

  - Nombre: Astra.

  - Edad: 17 ernas (años)

  - Estatus: Subordinado de [ ]

  - Sangre: Sin despertar.

  - Potencial: Dotado.

  - Título: Ministro de asuntos internos y externos.

  - Lealtad: Máxima.

  - Habilidad especial: Voz de mando.

~•~•

Después de inspeccionar sus nuevas características, se percató que no solo su potencial había sufrido una pequeña mejora, sino que también había ganado una habilidad especial y, eso le alegraba mucho.

*Has otorgado tu primer título como gobernante*

*Has ganado cincuenta puntos de prestigio*

Había otra razón para sonreír, pues parecía que otorgar títulos había llegado con premio doble.

  --Señor, disculpe que lo diga, pero me siento diferente, no más fuerte, sino --Se observó sus manos, luego miró al cielo, para al último volver a observar a su señor--, más despierto, con mis sentidos mejorados.

  --Es un regalo. --Fue lo único que dijo, pues no quería revelar mucho sobre sus desafiadoras habilidades y, aunque lo hiciera, dudaba que lo entendiera, pues ni el mismo sabía si podía darse a entender.

Astra asintió con una sonrisa en su cara, parecía que después de todo si había malinterpretado a su señor, sintiéndose un poco tonto por haber dudado de él. Por un momento recordó algo que había pasado por alto, volviendo su mirada al joven.

  --Señor ¿Quiénes son esas personas?

El joven volteó, recordando a sus nuevos subordinados.

  --Ellos son mis nuevos súbditos. Ahora ve a saludar a tu hermana, sé que te mueres por hacerlo y, cuando termines, búscame en una de las salas del castillo, porque tengo una nueva tarea para ti, propia de tu nuevo título.

  --Sí señor.

El joven se retiró de la mirada de todos, dirigiéndose a un lugar tranquilo y cómodo para descansar.

∆∆∆

Fue en la noche, cuando después de un sueño reparador despertó. Notando a Astra frente a él, sentado en un sofá, concentrado leyendo un libro de tapa gruesa.

  --¿Qué tan tarde es? --Preguntó luego de un bostezo.

Astra bajó el libro con calma, se puso de pie y, observó a su señor.

  --Ya todos se encuentran dormidos, señor.

El joven levantó el torso, sentándose en el sillón y, jugando con la ayuda de su mano su cara, tratando de despertar por completo, luego miró a Astra con el ceño fruncido.

  --¿Y tú porque sigues despierto? No era necesario que esperaras a que despertara.

  --Usted dijo que viniera luego de saludar a mi hermana y, así lo he hecho, señor.

  --Eres un buen subordinado, Astra.

  --Gracias, señor.

  --Te daré tu nueva tarea para que puedas descansar --Estiró un poco el cuerpo--. Quiero que ayudes a los islos a asentarse en el pueblo y, después de que lo hayas hecho, tráeme a cinco voluntarios y, si nadie quiere venir, elige tú a los cinco.

  --Sí señor. --Asintió, sin tener problemas por la encomienda.

  --Ahora ve a descansar. --Ordenó.

  --Sí señor.

Astra obedeció, retirándose de la presencia de su joven señor, quién se quedó ahí, sentado, meditando con los ojos abiertos.

∆∆∆

En una sala subterránea, alejada de todo, donde ni un solo gritó podía salir, un joven se encontraba de pie y, frente a él se encontraban cinco individuos, con edades diversas, al igual que el género.

  --Admiro la valentía que han tenido para venir como voluntarios, aún sin saber lo que tengo preparado para cada uno de ustedes y, por ello, seré franco, experimentaré la manera de lograr despertar su sangre nuevamente.

Los cinco individuos sonrieron inmediatamente, aun cuando el joven tenía una expresión de locura.

  --No parecen muy asustados. --Dijo, observando a cada uno de los rostros presentes.

  --Por favor, Trela D'icaya, no me malinterprete, pero que nos levanten la maldición de nuestra sangre es todo lo que hemos querido desde hace generaciones --Quién tomó la palabra no fue otro más que el padre de Yerena-- y, como se lo dije en su aldea, nuestras vidas le pertenecen, puede hacer con ellas lo que desee. --Aunque decía eso, no le permitió a su hija venir de voluntaria, pues no había estado dispuesto a perderla si algo salía mal.

  --Es bueno que piensen así, porque necesitaran mucha fortaleza mental para lo que les haré.

Aún no había probado hasta donde podía llegar su habilidad [Instruir], ni las consecuencias que podía causar al ser ocupada varias veces en un solo individuo, por lo que agradeció que los voluntarios estuvieran listos para la muerte, aunque fuera una ilusión de valentía para no ser tachados de cobardes.

  --Tú serás el primero. --Señaló a un hombre maduro, robusto y de cabello largo.

El hombre asintió, colocándose de pie para acercarse al joven.

  --A sus servicios, Trela D'icaya.

Sin pensarlo dos veces le colocó la mano en la frente, activando su habilidad. Un extraño viento que provenía de alguna parte los envolvió y, cuando desapareció, el hombre se encontraba de rodillas, respirando con pesadez, había sentido como si toda su vida hubiera estado cargando pesadas cadenas y, ahora, de repente, aquellas cadenas parecían haber desaparecido. El joven aprovechó el estado del hombre para revisar sus características, encontrando algo fastidioso que su sangre aún siguiera bloqueada. Sin pensarlo nuevamente volvió a llevar su mano a la frente del hombre, activando otra vez su habilidad. La misma escena del viento ocurrió y, cuando todo terminó, la persona arrodillada gritó con fuerza, su cuerpo pareció cuartearse, sus pupilas cambiaron y, aunque los presentes lo notaron, fue solo por un momento, pues cayó al suelo, muerto, parecía que el estrés que su corazón había sufrido había sido demasiado, sucumbiendo al frío toque de la muerte.

  --¿Lo vieron? --Preguntó una dama con una sonrisa de lunática, los presentes asintieron, imitando su expresión.

  --El siguiente. --Dijo el joven sin un cambio en su expresión.

Para su sorpresa, los cuartos individuos restantes se colocaron de pie, estando dispuestos al ser el siguiente.

  --Tú. --Dijo, apuntando a una mujer adulta, de grandes caderas y cabello rojo.


Chapter 32: Despertar (2)

  La mujer se acercó, sintiéndose feliz por ser la próxima. El joven llevó su mano a la frente de la dama, activando su habilidad. El viento los envolvió, solo que ahora parecía más intenso, destructor y violento, provocando que la mujer no pudiera resistir estar de pie por mucho tiempo, cayendo de rodillas y, al igual que el anterior voluntario, gritó al cielo, la piel de su antebrazo cayó al suelo, muy parecido al cambio de piel de un reptil, solo que en lugar de escamas, era un pelaje azul brillante el que se lograba apreciar.

  --Lo logró. --Dijo uno de los presentes, sonriendo con expectación.

La mujer respiró con dificultad, sintiendo un fuerte dolor en su pecho y brazo, el cual temblaba por voluntad propia. De la nada, la parte donde su piel había desaparecido se regeneró a una velocidad impresionante. Se sintió dolida y decepcionada, pero por el extremo dolor apenas si podía pensar con claridad. El joven respiró profundo, parecía que ocupar su habilidad con los islos le costaba más energía que con las otras personas, no entendiendo la razón verdadera de ello. Revisó sus características, notando que al igual que el hombre, no había logrado desbloquear su sangre.

  --Prepárate, lo haré de nuevo. --Dijo.

La mujer alzó la mirada, ligeramente aterrada, por lo que inconscientemente evadió la mano que se acercaba.

  --Por favor, Trela D'icaya, espere un momento. --Dijo con un tono tembloroso, más por cansancio que por miedo.

El joven pensó por un momento, asintiendo.

  --Esperaré, regresa a tu lugar --La miró fríamente, no quería matar por matar, por lo que entendía que era mejor no presionar demasiado--. Tú, el hombre de la cicatriz, acércate.

El hombre asintió, colocándose de pie para momentos después acercarse. La mujer que se retiraba chocó miradas con el hombre, notando el desprecio en sus ojos, pero no podía evitarlo, su cuerpo había sufrido una mejora sustancial, pero el poder que provenía de ese regalo estaba acompañado de un escandaloso sufrimiento y, no quería morir al no poder resistir, aunque los islos no se retiraban, a veces también se debía pensar antes de actuar.

El joven guio su mano a la frente del hombre, activando su habilidad, el viento volvió a hacerse presente y, al igual que la anterior vez, fue una escena destructiva. El hombre se mantuvo de pie, mirando al frente con fiereza, no estando dispuesto a flaquear, mordió su labio inferior tan fuerte que comenzó a sangrar, comenzó a gemir y, al no poder resistir rugió, fue tan poderoso y bestial el rugido que acalló los murmullos de atrás, quienes se levantaron inmediatamente, pero al ver qué no podían imitar el rugido, bajaron la mirada, ligeramente decaídos. El joven revisó las características del hombre, notando un ligero cambio en su sangre, pues junto a la palabra "Bloqueada" estaba el signo de "menos" y, aunque el joven no sabía el significado de ese signo, le agradaba ver un cambio.

El hombre no dejaba de resoplar, mirando como lo hacía una bestia. Sus colmillos habían crecido y, su mandíbula se había hecho más pronunciada, pero aparte de ello no había un cambio visible.

  --Quita esa mirada. --Le advirtió, no había cosa más desagradable para él que ser tratado con hostilidad, había pasado su vida en un infierno y, ahora que había logrado liberarse, no quería repetir su vida anterior.

El hombre volvió a resoplar, recuperando sus sentidos, e inmediatamente cambió su mirada y, cuando lo hizo, los cambios de su cuerpo desaparecieron, sintiéndose fatigado.

  --Perdone, Trela D'icaya. --Dijo, bajando la mirada.

El joven no dijo nada, solo levantó su mano para volver a colocarla en la frente del hombre, repitiendo el proceso. Su cuerpo sufrió otra transmutación, pero su sangre seguía bloqueada, por lo que lo volvió a repetir y, así lo hizo un par de veces más. El hombre había sido el objeto de pruebas más fuerte hasta el momento, sin embargo, al final su mente no pudo resistir por completo, cayendo desmayado.

*Tu habilidad [Instruir] ha subido de nivel*

  --Regresen mañana --Dijo con una sonrisa cansada-- y, no hablen de lo que ha sucedido.

Se despidió de los presentes, yendo a una habitación adecuada para el descanso, estaba extremadamente fatigado, tanto que apenas podía ver con claridad y, todo eso se debía a su terquedad por descubrir que beneficios ocultaba la sangre de los islos.

Esa misma noche murió el hombre que más había resistido la habilidad, nadie supo que fue lo que le pasó y, los que lo sabían, no se atrevieron a hablar.

∆∆∆

Al siguiente día volvieron a la sala, en compañía de Astra y dos nuevos voluntarios. En medio de la sala tenuemente iluminada por antorchas, se encontraba un joven, sentado con las piernas cruzadas y los ojos cerrados.

  --Es bueno que hayan llegado. --Dijo, abriendo los ojos y colocándose de pie.

  --Señor, me retiro. --Dijo Astra, dando media vuelta para irse. No sabía que era lo que pasaba en la sala y, en realidad no tenía curiosidad por saberlo, aún sabiendo que dos individuos que habían venido el día anterior habían muerto.

Después de la partida de Astra, los tres individuos que habían sobrevivido el día anterior se colocaron de rodillas en una fila, los nuevos voluntarios los imitaron, ligeramente nerviosos por la presencia de su nuevo señor.

  --Tú, el recién llegado. --Señaló a uno de los nuevos voluntarios, quién no entendió que era lo que debía de hacer.

  --Ponte de pie y acércate. --Dijo el padre de Yerena.

Era un jovencito, teniendo menos de veinte años, pero con un cuerpo bien tonificado, al notar la expresión fría de su señor, notó que estaba haciéndolo mal, por lo que rápidamente se colocó de pie y se acercó.

  --Quiero que seas fuerte, más fuerte de lo que nunca has sido. --Le dijo con un tono serio, el jovencito asintió, no entendiendo por completo sus palabras. 

Sin esperar nada acercó su mano, activando su habilidad. El día anterior solo había experimentado con personas mayores, por lo que sintió que con alguien más joven las cosas cambiarían, o al menos eso quería creer. El viento se presentó, más sutil que el del día anterior, pero con mayor intensidad energética. El jovencito gritó, el dolor que estaba sintiendo en su pecho era increíblemente fuerte, no logrando aguantarlo y, aunque quería que todo se detuviera, no podía decirlo. Cayó al suelo como un bulto de papas, no se sabía si estaba muerto, o solo había perdido el conocimiento, sin embargo, el joven pudo escuchar su silenciosa respiración, entendiendo que aún seguía con vida.

  --¿Qué fue lo que le hizo? --Preguntó la nueva voluntaria con una expresión de confusión y terror.

  --Trata de levantar la maldición. --Contestó una de las damas presentes.

  --¿De verdad? --No podía creerlo.

  --Sí.

  --Quién sea, venga. --Dijo, ya un poco fastidiado, el costo de la habilidad se había duplicado y, aunque podía resistir un par de veces más, el cansancio mental no era una broma.

El padre de Yerena se colocó de pie, sabía que su momento era inevitable, era el líder de su raza y, como tal tenía una obligación y, aunque no hubiera visto los avances que el joven había tenido, aun así hubiera optado por levantarse, como decían sus antepasados: Los islos nunca huyen.

  --Déjame a mí, jefe. --Dijo la dama a su lado, con una sonrisa en su rostro.

Sin esperar por la respuesta del señor de su raza, comenzó a caminar hasta llegar frente a su señor.

  --Estoy lista, Trela D'icaya. --Dijo.

  --Me gusta tu actitud.

Llevó su mano a su frente, respiró profundo y, activó su habilidad. Ahora no hubo aire, ni nada dramático, solo quietud y silencio.

La joven abrió los ojos, el sudor empapó su espalda, frente y cuello, apenas si podía respirar por la fuerte presión de lo invisible en su pecho, intentó tragar una bocanada de aire, pero no lo logró, teniendo que llevar sus manos al pecho por el fuerte dolor.

El joven retrocedió, cayendo al suelo de nalgas, sus piernas estaban sumamente debilitadas, al igual que su cuerpo, levantó la mirada para observar a la dama, quién no se movía, parecía más una estatua que una persona.

*AAAAHHH...GRRRRR

Como una erupción volcánica expulsó una fuerte ráfaga de viento, sus ojos se tornaron brillosos, su cuerpo comenzó a crecer en tamaño, desgarrando sus ropas, mostrando un hermoso cuerpo curvilíneo y tonificado. Al no aguantar se colocó a cuatro patas como un animal, rugiendo, la piel comenzó a caerse de su cuerpo, dejando paso a un pelaje extremadamente sedoso y brillante color ébano, sus manos y pies se convirtieron en garras, su rostro cambio de forma, siendo una cruza entre humano y bestia, aunque los rasgos salvajes fueron los que predominaron.

  --Jefe... --Dijo la nueva voluntaria.

  --Sí --Asintió anonadado, no pudiendo creer lo que estaba observando--, ha vuelto.


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