Se tomó del pecho, exhalando con fuerza, gritó y, al no poder soportar el dolor se arrodilló. Las personas detrás de él observaron el proceso con precaución, aunque por dentro estaban alegres de su dolor y deseaban que pudiera morir. Podía sentir como sus músculos se desgarraban, sus huesos se desintegraban y se volvían a regenerar, la sangre en sus venas se calentaba a tal grado que la sentía hervir, su mente se nublaba y aclaraba, repitiéndose el proceso en más de una ocasión. Sus gritos no parecían aminorar, teniendo dificultad hasta para conservar la cordura.
--Madre ¿Qué hacemos? --Preguntó el niño de más edad.
--Tener fe niños míos, fe en que sus hermanos hayan logrado escapar para pedir ayuda. --Los observó con una expresión cansada, pero amorosa.
--Matémoslo madre --Dijo el otro niño-- y, así podremos vengarnos por la muerte de nuestro padre. --Comenzó a llorar al ver el cuerpo inerte de su progenitor, no soportando el dolor en su corazón. Su valentía estaba cimentada en tiras de papel, tratando de verse como los héroes de antaño de los que su padre muchas veces le habló, pero no lo logró, el miedo y el dolor habían sido más fuertes.
--¿Matarme? --Se levantó, riendo como un lunático--, quiero ver qué lo intentan. --Volteó, sonriendo con frialdad.
Su pronunciación y conjunción de verbos ya no eran los de un infante, se podría decir que, aunque no sonaba como un experto en la lengua, se le podía entender con facilidad.
Los tres individuos temblaron, no sabiendo como actuar ante esa gélida mirada. Al ver qué no respondían hizo una mueca de insatisfacción, sintiéndose claramente decepcionado. Siguió mirando al frente, pero sin ver en realidad, estaba enfocado en la interfaz que tenía delante de su rostro y, aunque la sentía familiar, parecía que está era más compleja que la que había poseído en el laberinto, ya que tenía innumerables opciones, con ramificaciones en cada una de ellas, aunque casi todo estaba aún bloqueado, siendo lo único que no, las habilidades, sus estadísticas y, la hoja con el conteo de sus puntos de prestigio y de otras cosas con símbolos extraños. Llevó su mano a las tres habilidades que había descubierto, notando sus características.
[Instruir]: No hay cosa más hermosa que enseñar aquello que se sabe.
-Desbloquea potenciales ocultos de tus sirvientes/subordinados.
-Enseña las habilidades que dominas.
*Se necesita subir de nivel la habilidad para descubrir las otras ventajas*
Observó el costo y era de cien puntos de prestigio, exactamente los que poseía, pero antes de ser imprudente y gastarlos, miró las otras dos habilidades
[Corte solar]: El Dios de la luz ha bendecido tu espada con su energía.
-Habilidad única de espada que permite lanzar una devastadora cuchilla de fuego. (Imposible detener por medios comunes).
-Cuando se activa de día se triplica el daño.
×Costo: 50 puntos de prestigio×
*Se necesita subir de nivel la habilidad para descubrir las otras ventajas*
[Grito de guerra]: Cuando existe la incertidumbre de la muerte, la esperanza es lo único que se debe conservar.
-Lanza un grito devastador que baja la moral de tus enemigos y, potencia las habilidades de tus tropas.
-Tu grito puede doblegar a bestias salvajes para que te acepten como su alfa.
×Costo: 40 puntos de prestigio×
*Se necesita subir de nivel la habilidad para descubrir las otras ventajas*
Meditó por un momento, pero al final se decidió por escoger [Instruir], se había percatado que había desbloqueado de vuelta la interfaz gracias al haber asaltado la fortaleza con éxito y, por sus cuantiosos años de experiencia sabía que a veces la cantidad superaba a la calidad y, al no querer morir en este nuevo mundo, lo mejor era tener subordinados que se encargaran de todo. Sonrió al sentir que había tomado la decisión más inteligente y sabia.
Se acercó, tomando al niño más grande, su madre se aferró a él, suplicó y prometió cosas que no debía escuchar un infante, pero aún con todo eso, el joven no lo soltó. Lo observó y activó la habilidad.
~•~•
-Nombre: Lirk Horson.
-Edad: 8 ernas (años).
-Estatus: Hijo de un Barlok.
-Sangre: No especial.
-Potencial: deficiente.
~•~•
Terminó de leer lo que aparecía en la pantalla frente a él, junto con lo que obtendría si gastaba su energía en activar su habilidad en el niño, encontrándose con que había hecho la elección correcta, pues no solo su potencial sufriría un gran cambio, sino que las estadísticas tendrían también un aumento. Quitó su mano del hombro del niño, dejando que su madre lo atrapara de vuelta en su abrigo.
--Vengan conmigo. --Ordenó con un tono imponente. Al notar que no habían hecho por levantarse frunció el ceño--. ¡Qué vengan! --Gritó.
La dama levantó a sus hijos, acercándose y protegiéndolos con su cuerpo, el joven les dio la espalda, saliendo de la habitación y, justo cuando lo hizo se dio cuenta qué la maga que había dejado atada se encontraba despierta, tratando de liberarse con extremo fervor.
--Si quieres morir, desátate. --Le dijo con un tono frío.
La maga tembló al escuchar aquella siniestra voz, se congeló al voltear y mirar aquella imperturbable mirada, no sabiendo qué hacer.
--Vamos, hazlo, te espero.
Helda bajó la cabeza en sinónimo de derrota, sus manos dolían muchísimo, su mente estaba en un desorden y, aunque tenía la boca liberada, no le servía de nada sin sus manos, todavía era una aprendiz, no había desarrollado la habilidad de conjurar sin la ayuda de sus extremidades.
--Te prometo que me vengaré. --Le dijo, mirándolo a los ojos.
--Guarda tus fuerzas, niña --Se acercó a ella--, las necesitarás para después. --De un solo puñetazo la noqueó.
Cargó su cuerpo al hombro y comenzó a caminar, con la compañía de la dama y los niños.
∆∆∆
Al salir del castillo se encontró con un pequeño grupo de hombres soldados, junto con una dama pálida y, un joven de vestimentas finas, pero con una expresión cansada.
--¡Itkar! ¡Tara! ¡Corran! --Gritó la madre de los dos infantes al instante de ver a sus dos más grandes retoños. No sabía porque había gritado, tal vez había sido la confianza al saber que el joven no los mataría, o porque pensaba demasiado de sí misma y creía que podría salvar a sus críos con sus encantos femeninos, pero fuera como fuese, al terminar de hablar sintió que había cometido un grave error.
--¿Tú eres Itkar? --Preguntó, mirando al joven de rostro cansado.
Nadie contestó, solo se quedaron observando al individuo masculino encima de los escalones, sintiendo la intención asesina de su cuerpo cubierto en sangre.
--Madre ¿Qué ha pasado? --Preguntó Tara con una expresión de horror, era la primera vez que había visto tantos cuerpos inertes, no habiendo tenido el estómago para soportarlo.
La madre solo negó con la cabeza con una expresión de tristeza, respondiéndole con el propio silencio. Tara bajó la mirada con dolor, entendiendo ligeramente la situación.
--¿Quién eres tú? --Preguntó Itkar, dando un paso al frente.
--Joven señor, por favor, déjenos esto a nosotros.
El líder de los soldados dio un paso al frente, protegiendo con su cuerpo a ambos jóvenes y blandiendo su espada con determinación.
--¡Itkar!
--Calla mujer, o voy a matarte. --La observó con una mirada siniestra.
Tiró al suelo el cuerpo de la maga, desenvainando. Los cinco soldados se lanzaron al ataque, pero el joven cubierto en sangre no necesito ni dos minutos en deshacerse de ellos, la hoja de su espada goteó, mientras con calma se acercaba al temeroso mago.
La madre asintió al ver la aterrada mirada de su hijo, dándole la orden que hiciera lo que estaba pensando.
--Tara, dame la mano. --Le dijo con la poca valentía que aún conservaba.
Su hermana lo observó, luego miró a su madre, quién se forzaba para no llorar y, con una lágrima en sus ojos aceptó la mano de Itkar. El joven susurró un hechizo, activando el artefacto en su pecho y, de un modo místico desapareció.
--Hijo de perra. --Fue lo único que pudo decir.
Respiró profundo, exhalando por la boca con fuerza, no quitando la mirada del lugar donde había estado parado Itkar. Exhaló con fuerza, similar al bufido de una bestia, sintiendo una gran furia contenida por no haberse podido vengar.
--Juro que voy a matarte --Levantó la mirada al cielo-- ¡Me has escuchado! ¡Te mataré!
Volteó, mirando a la fémina con los dos pequeños.
--Pensé en liberarlos, pero ya no. --Se acercó, colocándose frente a la mujer, exudando la imponencia de su cuerpo y la frialdad de su expresión.
La dama tragó saliva, mirándolo, temblaba por dentro, pero no podía desmoronarse, aún había dos pequeños que dependían de ella.
--¿Qué es lo qué quieres de mí? --Preguntó con el temblor en su voz.
--Una ventaja --Sonrió--, así que dime ¿Dónde se encuentran los calabozos?
--No tenemos.
--¡Mientes! --Gritó, respirando con fuerza frente a la cara de la mujer, quién tembló por un instante-- Podré parecerlo, pero no soy ningún idiota. Así que será mejor que me guíes, o en verdad dejaré de tenerles piedad.
La mujer volvió a tragar saliva, mordió sus labios, respiró y, después de unos segundos asintió, aceptando el mal menor. El joven cargó de vuelta a la dama, siguiendo a la madre junto con sus dos pequeños.
∆∆∆
Entraron nuevamente al castillo, dirigiéndose inmediatamente a los escalones que llevaban al piso de abajo, llegaron a las oscuras catacumbas, alumbradas tenuemente por artefactos mágicos. Había ídolos de piedra, esculturas de bestias desconocidas y sarcófagos con letras desconocidas talladas en su superficie y, aunque parecía que cada cosa en el lugar ocultaba una historia, el joven estaba más enfocado en seguir a la mujer. Al final del corredor llegaron ante diez celdas de lado y lado, un pasillo tenuemente iluminado por antorchas y, con una energía de contención envuelta en todo el lugar. Su mirada captó movimiento en cada una de ellas, así como de silenciosos gemidos y tosidos secos.
Llegaron ante dos celdas vacías, apestosas por el olor a orín y humedad, la mujer volteó a mirar al joven, esperando que se retractara de su palabra.
--Entren. --Ordenó.
--No puedes hacernos esto, por favor no. --Nadie deseaba ser cautivo de alguien y, menos en un lugar tan terrible como era la mazmorra del castillo.
--¡Qué entren! --Alzó la voz, despertando a todos en el lugar.
Los niños miraron con odio y miedo al joven, pero no sé atrevieron a desobedecer, era el instinto de supervivencia con el que cada individuo nace, sabiendo que la mejor opción era acatar las órdenes de su captor. La dama entró a la celda con renuencia, acercándose a uno de los rincones junto con sus hijos. Abrió otra celda y tiró el cuerpo de la maga.
--Sé que has despertado, así que déjame advertirte algo, si deseas vivir, ni siquiera pienses en escapar, porque créeme, puedo volverme creativo al momento de asesinar. --Cerró la celda, ocupando el artefacto de cerrojo, del que aún desconocía el funcionamiento.
Al ir por la mitad del corredor, alguien dentro de la celda de la derecha le jaló su pantalón de cuero. Giró el cuerpo inmediatamente, agudizando su vista para atravesar la tenue oscuridad. Frente a él se encontraba una silueta humanoide, de extremidades delgadas y, rostro cadavérico, era sutil, pero temblaba de miedo.
--Por... favor... libérenos... --La voz era débil, cansada, con toques de desesperación.
El joven quitó la antorcha de la pared lejana, acercándosela para tener una mejor iluminación. Ahí, de pie, se encontraba un joven de menos de dieciocho años, cubierto de polvo, pálido y delgado por la desnutrición, pero con una mirada que a ojos del alto individuo, representaba la fortaleza de una muralla y, la determinación de la flecha lanzada. Por un momento observó su reflejo, alguien en las puertas de la muerte, pero con ganas de seguir luchando para sobrevivir. Sujetó el artefacto de cerrojo e intentó abrirlo, pero no lo logró.
--Necesita... una... llave... señor... --Dijo el individuo pálido.
El joven frunció el ceño, enviando su mirada a un lugar en específico.
--¡Mujer¡ ¿Dónde está la llave de esta celda? --Preguntó-- ¡Te estoy hablando a ti! --Dejó caer su mirada en la dama al lado de los infantes.
--No lo sé, había un guardia que se encargaba de abrirles. --Respondió con respeto, ya estaba derrotada, ya no tenía el egocentrismo, ni la terquedad de la nobleza, ahora solo era una madre, que esperaba sobrevivir junto con sus hijos.
El joven lo pensó, pero al sentir que era muy tedioso buscar las llaves, comenzó a forzar los barrotes, pero al encontrarse con una extraña resistencia, lo dejó.
--Volveré. --Le prometió al individuo encerrado, quién asintió con una sonrisa.
Tardó menos de lo esperado, ya que las llaves se encontraban en uno de los cuartos de servicio, colgadas a simple vista, parecía que el guardia no había querido perderlas. Volvió al calabozo y, sin mucha espera abrió la celda, claro, después de cinco intentos en terminar de probar cuál llave era la correcta.
--Gracias --Dijo y, con calma se arrodilló, bajó su frente al suelo y juntó las palmas--... muchas... gracias... señor...
*Alguien desea jurarte lealtad*
*Aceptas: SI/NO*
El desconcierto llenó su mente, la repentina notificación frente a él lo había sacado de la realidad, sintiendo que las cosas estaban resultando demasiado extrañas. Observó otra vez al individuo en el suelo, no sabiendo qué hacer, pero al final se decidió por aceptar.
*Astra se ha convertido en tu subordinado*
Justo cuando aceptó la subordinación de Astra, una línea roja, imperceptible para el ojo humano los unió, atando a amo y sirviente hasta el último de sus días. Astra sintió su cuerpo regenerarse, no en la cantidad que había sufrido el joven sin nombre, pero si tuvo un cambio verdadero, su desnutrición se aminoró, su cabello retomó el brillo y su cuerpo pareció recobrar un poco la masa muscular.
--Levántate. --Ordenó.
Astra se colocó de pie inmediatamente, no sabía que era lo que había pasado con su cuerpo, ni que lo había causado, pero esos pensamientos no le eran importantes, lo que deseaba en verdad era salvar a su hermana y, conocer lo que el joven cubierto en sangre tenía preparado para él.
Abrió la notificación parpadeante en la esquina superior de su campo de visión, encontrándose con las estadísticas de Astra.
~•~•
- Nombre: Astra.
- Edad: 17 ernas (años)
- Estatus: Subordinado de [ ]
- Sangre: Sin despertar.
- Potencial: Decente.
- Lealtad: Máxima.
- Habilidad especial: No tiene
~•~•
Se quedó por un momento observando sus atributos, destacando en la agilidad e inteligencia, sin dudar llevó su mano a su cabeza, activando la habilidad [Instruir]. Un extraño viento que provenía de ninguna parte envolvió a ambos, Astra gritó adolorido, mientras sentía su piel partirse.
--Hermano... --Del fondo de la celda, una apagada voz femenina fue emitida.
Astra cayó al suelo de rodillas, jadeando, pero con una extraña sonrisa en su cara.
--¿Cómo te sientes? --Preguntó con un tono cansado, parecía que la habilidad había ocupado la mayor parte de su energía.
--No sé cómo explicarlo --Se colocó de pie, mirando sus manos--, pero me siento increíble, nunca había tenido está sensación. Señor --Lo miró suplicante--, por favor ¿Podría hacerle esto a mi hermana?
--¿Tú hermana? --Preguntó.
Astra asintió, señalando al fondo de la celda, donde oculta entre la sombra se notaba una delgada silueta acostada. El joven dudó, pero sintió que la petición de su subordinado no era exagerada, por lo que se decidió en aceptar. Con pasos lentos se acercó al cuerpo de la hermana de Astra, tocando con su mano su hombro derecho y, con dificultad activó su habilidad.
*El nivel de tu habilidad es demasiado bajo*
Cayó al suelo de nalgas, cansado y respirando con dificultad.
--Señor --Dijo alarmado-- ¿Qué sucede?
--No lo sé, pero creo que tú hermana tendrá que esperar para aceptar mi poder. --Dijo con una extraña mirada, sintiendo un extremo valor en la dama acostada.
Capítulo dedicado con especial cariño a: Jose E.
Un saludo y, un fuerte abrazo.
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