En la región congelada al noreste del Lago de los Nueve Reinos, resaltaba el cadáver del gigante Thamur. Enorme en proporciones como una larga y extensa montaña que, si cayera sobre la ciudad de Orario, la aplastaría por completo. A su alrededor, todo era nieve, hielo y ventiscas, con algunas cosas como murallas, muebles, vasijas y cadáveres que hablaban de una antigua época de abundancia. Sin embargo, ahora era todo desolación.
Rosewisse y Viggo estaban de pie sobre un extenso campo de nieve que finalizaba frente a los dedos de Thamur, enormes y toscos, cada uno con el grosor de una casa de dos pisos. Sin embargo, ninguno podía avanzar ya que por delante de ellos había peligrosos wulver de pelaje naranja y apariencia de lobo con estructura humanoide. Ellos se escondían debajo de los dedos de Thamur, en unas cuevas subterráneas.
Por otro lado, el objetivo de Rosewisse y Viggo estaba a un lado de los dedos de Thamur, una puerta verde hecha de metal, empotrada en un montículo de hielo y roca. El lugar de la cámara de Odín y donde se encontraba la tercera valkiria que planeaba vencer Rosewisse.
Ya habían vencido a la valkiria Geirdrifull el búho, en la cueva de las laderas. También habían vencido a la valkiria Eir el oso o mejor conocida como la sanadora, en el interior de la montaña de Jotun. Solo les quedaba esta y otra más al suroeste del Lago de los Nueve Reinos.
Viggo de cabello rojo hasta los hombros, collar con una piedra azul en su cuello y torso desnudo, miraba hacia adelante con sus ojos emitiendo un brillo dorado gracias a su clarividencia —¿Lo intentamos?— preguntó pensando en los wulver
Rosewisse de largo cabello de plata y armadura dorada, miraba en la misma dirección que Viggo —Intentémoslo— dijo con convicción. Desabrocho la bolsa de cuero en su cintura y del interior sacó dos varitas con las piedras de la memoria incorporadas en el núcleo interior —de todos modos, si nos acercamos, nos atacaran—
—Lo mismo pienso— dijo Viggo, extrayendo de su anillo dos varitas y después pasando una a su mano izquierda —solo ten cuidado, las piedras de la memoria tienen una resistencia y se romperán después de diez hechizos—
—Sí, lo recuerdo— respondió Rosewisse con seriedad —pero con la potencia, estoy segura de que los venceremos a todos antes de eso—
Viggo asintió y comenzó a caminar —tú primero— dijo
—Está bien— respondió Rosewisse mientras lo seguía de cerca
Los ventarrones llevaban el frio invernal de la nieve mientras transportaban el aroma de los dos guerreros. Eso alerto a los wulver dentro de sus cavernas y no se demoraron en soltar un aullido alertando a los otros de su manada. Rápidamente corrieron por las cuevas como si fueran lobos de gran estatura y continuaron hasta salir a la superficie. A lo lejos vieron a un hombre pelirrojo y una valkiria en su armadura dorada. Los wulver de pelaje naranja levantaron su nariz al cielo y olfatearon. Entonces gruñeron y se lanzaron a correr detrás de sus presas. Se podían contar con facilidad una decena de ellos, todos babeando y corriendo en sus cuatro patas como si fueran lobos. Sin embargo, lo que ellos ignoraban que nunca alcanzarían a llegar a la mitad de la carrera.
Rosewisse apuntó hacia adelante con la varita de su mano derecha y canalizo una gran cantidad de mana y creo un círculo mágico del tamaño de su cuerpo. Entonces la runa de sowelu en el interior del círculo creo una enorme esfera de fuego y voló en la dirección de los wulver.
La bola de fuego se estrelló contra los lobos con una figura humanoide y todo se recubrió en un mar de llamas en veinte metros a la redonda. Dentro de ese rango, nada sobrevivió. Los wulver, bestias instintivas sintieron el miedo y los pocos que estaban fuera del rango de la explosión, salieron huyendo y se escondieron en sus cuevas.
—¿Área?— preguntó Rosewisse
Viggo activo su clarividencia, su visión viajo a la distancia como si fuera un ave y miró por encima del cráter que dejo la explosión. Los wulver en su interior se habían transformado en carbón y sus figuras estaban irreconocibles.
—Alrededor de veinte metros, no hubo sobrevivientes— dijo Viggo
—Esto…—
—No lo digas, todo está bien, la varita cumplió su cometido, ya podremos continuar con los experimentos en otro momento—
—Sí— dijo Rosewisse desanimada —caminemos, todavía queda vencer a esa valkiria—
Rosewisse y Viggo avanzaron hacia la puerta, esperando que en algún momento los wulver sobrevivientes los atacaran, pero todo fue en vano. Ellos nunca volvieron a salir de sus cuevas.
—Cincel por favor— dijo Rosewisse al detenerse delante de la puerta y encontrarla sellada igual que la otra puerta. El sello de roca con forma de diamante tenía una capa de hielo en la superficie. Rosewisse le dio un golpe de revés con el puño y el hielo se cayó. Viggo por detrás de ella le tendió el cincel y Rosewisse lo tomo. Ella dibujo la runa de Kenaz "<" en la superficie y el sello de piedra se desmorono como si estuviera hecho de arena hasta desaparecer.
En medio de la oscuridad, Rosewisse iba al frente con un paso lento y ligero —todavía no puedo creer lo que me dijiste— dijo
—¿Que Odín no escribió ninguno de esos pergaminos?— preguntó Viggo
—Sí, estaba segura…—
—Sí, pero yo estoy seguro de lo que vi— insistió Viggo —Odín no escribió ninguno de esos pergaminos. Fueron Jotun y de otras razas. Odín solo recopilo esa información y la almaceno. Sin embargo, la información que había dentro de esos pergaminos era real. El enano Ivaldi no fue a Niflheim porque sí. Algo o alguien lo condujo a ese lugar y le enseño cosas. Alguien tan poderoso que guio a Ivaldi logro algo tan grande que hizo que Odín lo matara. Las cosas ya no son tan sencillas y Odín ya no es tan irracional—
—No creo que Odín haya dejado de ser un asesino—
—Tenía una razón—
—¿Qué razón tan buena puede tener para matar a todos en Midgar?— grito Rosewisse furiosa, ella bajo la voz y continuo —es un asesino, no lo defiendas—
—No lo defiendo Rosewisse. Solo trato de entender su mente. Si logro entender porque hizo todas esas cosas, podré saber dónde se equivocó y cual habría sido la forma correcta—
—Yo…cada vez me gusta menos que te inspires en los hechos de un asesino— dijo Rosewisse en voz baja —el mato por esa información ¿Acaso también harías lo mismo?—
—Yo, no lo sé— dijo Viggo en voz baja mientras Rosewisse se detenía y él pasaba por su lado. Rosewisse miró la espalda de Viggo en la oscuridad, después levantó su vista hasta el cabello rojo que le llegaba hasta los hombros y aun resaltaba a pesar de la poca iluminación. Ella tomo una gran respiración. Por un momento tuvo la gran necesidad de matar a Viggo porque si él seguía así, se volvería como Odín. Él ya había matado a otros y alterado el destino de una persona solo para favorecer a Bell. A lo mejor, la maravillosa Orario, tan vivida y colorida, se convertía en una ciudad fantasma si Viggo continuaba por este camino.
—No— murmuro Rosewisse y negó con su cabeza como si estuviera mareada y solo estuviera teniendo alucinaciones —no pasara—
Entonces Rosewisse apuro su paso y alcanzó a Viggo antes de que él cruzara la barrera celeste semitransparente. Ella le tomo la mano, Viggo le dio una ligera mirada de soslayo y vio que ella lo miraba con resentimiento. Viggo soltó un suspiro y aparto lo que le gritaba su instinto, prefiriendo creer que ella se había enojado porque él insistía en entender a Odín. Sin embargo, no se llega a ser rey de los dioses porque sí. Al menos, eso quería creer Viggo. Puede que Odín haya sido consumido por el miedo, pero dentro de todas las cosas que hizo debe haber ideas inteligentes que van más allá del sentido común.
Después de bajar en la plataforma y llegar frente a las escaleras que daban al segundo piso, donde estaban los estantes con pergaminos en las murallas de los lados. Rosewisse y Viggo miraron por el pasillo que pasaba por debajo del segundo piso y llevaba al patio exterior. Bajo un gran árbol de hojas rojas que extendía sus ramas como brazos para proteger el patio del sol, una valkiria estaba levitando y oculta detrás de sus alas como si estuviera dentro de un capullo.
—¿Estarás bien?— preguntó Viggo
—Voy a estar más que bien. Con Eir no fue mal y con esta tampoco, no te preocupes— respondió Rosewisse
Viggo se volteó para mirarla de frente. Rosewisse, cabello de plata y ojos azules, mirada tierna y joven. Viggo llevó su mano derecha a la mejilla izquierda y le acaricio con suavidad —cuídate— dijo
Rosewisse mostro una pequeña sonrisa y asintió —sí, no te preocupes, iré y venceré— dijo
Viggo frunció el ceño y le pellizco la mejilla izquierda con fuerza —lo que me preocupa es a que venzas a un costo muy alto—
—Ay, ay, ay, por favor no me pellizques, duele— dijo Rosewisse
Viggo dejo de apretarle y le acaricio la mejilla. Después acercó su rostro y le dio un tierno beso —ve— dijo separando sus labios de los de ella. Rosewisse asintió con una sonrisa y camino hacia el pasillo que pasaba por debajo del segundo piso con dirección al patio externo. Viggo la quedó mirando desde la distancia, un poco preocupado por este encuentro. Rosewisse se presionaba demasiado para alcanzar nuevos estándares de precisión y maestría en el combate. Por alguna razón había decidido dejar de ocupar las bendiciones y enfocar todos sus esfuerzos en evadir y atacar, y de ser posible, solo atacar.
Viggo negó con la cabeza, camino hacia las escaleras y cuando iba por la mitad, escucho el estruendo de la bola de fuego de aviso que siempre lanzaba Rosewisse. La batalla comenzó sin que él se diera cuenta, pero los gritos de guerra y furia resonaron por todo el patio. Grandes estallidos, cortes de armas hechos con magia seidr, el aleteo de las valkirias y los cuerpos golpeando el suelo y las paredes.
Viggo llegó al segundo piso, se acercó a un féretro hecho de piedra que antecedía a la ventana que daba al patio externo. Vio a Rosewisse apuntar su varita a la otra valkiria y creo varios círculos mágicos con diferentes tipos de runas. La magia se condenso y ataco a la valkiria, pero esta última salto al aire y se elevó en el cielo. La magia de Rosewisse golpeo la muralla de piedra, genero un estruendo y polvareda mientras caían los escombros. Rosewisse también saltó, comenzó a aletear y se lanzó a perseguir a la otra valkiria por el cielo.
Viggo comenzó a toser gracias a la polvareda, pero se acercó a la ventana y miró hacia el cielo. Rosewisse seguía apuntando su magia a la otra valkiria y lanzando ataques mágicos uno detrás de otro.
Viggo se alejó de la ventana mientras continuaba tosiendo y camino hasta el estante de la izquierda donde estaban los pergaminos. Tomo uno y se alejó de la polvareda que se extendía desde el patio exterior hasta el interior. Cuando Viggo iba a dar el primer paso en la escalera para descender, escucho un estruendo de algo que se estrelló en el patio. Viggo bajo lo más rápido que pudo hasta el primer piso, fue al pasillo que pasaba por debajo del segundo piso y llegó al patio, cuya visibilidad era nula por la polvareda.
—Rosewisse— grito Viggo preocupado mientras tosía y movía la mano de lado a lado para apartar la polvareda.
—Acá estoy— dijo Rosewisse, su voz venía desde arriba. Viggo levantó su rostro y vio a la joven valkiria aleteando a diez metros sobre el nivel del suelo, con el cielo sobre su cabeza. Viggo tosió otro poco, pero negó con su cabeza mientras sonreía aliviado de que nada le hubiera pasado.