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89.83% Saga de Ender y Saga de la Sombra – Orson Scott Card / Chapter 212: Capítulo 7

Chapter 212: Capítulo 7

Para: jpwiggin@gso.nc.pub, twiggin@uncg.edu De: vwiggin%Colonial @MinCol.gob/ciutad Asunto: Ender está bien

Cuando digo «bien» me refiero, evidentemente, a que su cuerpo y su mente parecen funcionar con normalidad. Se alegró de verme. Hablamos sin problemas. Parece sentirse en paz con todo. No manifiesta hostilidad contra nadie. Habló de vosotros dos con genuino afecto. Compartimos muchos recuerdos de la infancia.

Pero tan pronto como concluyó esa conversación le vi recluirse, casi visiblemente, en una concha. Está obsesionado con los insectores. Creo que carga con la culpa de haberlos destruido. Sabe que no debería —que no sabía lo que hacía, que ellos intentaban destruirnos, así que en cualquier caso fue en defensa propia—, pero los caminos de la conciencia son misteriosos. La conciencia evolucionó para interiorizar los valores de la comunidad y controlarnos a nosotros mismos. Pero ¿qué pasa cuando tenemos una conciencia hiperactiva que inventa reglas de las que nadie sabe nada para poder castigarnos por haberlas incumplido?

Nominalmente, él es el gobernador, pero dos personas me han advertido acerca de que el almirante Quincy Morgan no tiene intención de permitir que Ender gobierne nada. Si Peter estuviese en esa posición, ya estaría conspirando para retirar a Morgan antes del comienzo del viaje. Pero Ender se limita a reír y dice: «Qué cosas.»

Cuando le insistí, me dijo: «Dos no se pelean si uno no quiere.» Y cuando insistí más se irritó y dijo: «Nací para una guerra. La gané y ya he terminado.»

Así que ahora no sé qué camino tomar. ¿Intento maniobrar por él o hago lo que me pide y paso de la situación? Él cree que yo debería pasar el tiempo del viaje en estasis, para que a la llegada tengamos los dos la misma edad, quince... o, si permanezco despierta, que debería escribir una historia de la Escuela de Batalla. Graff ha prometido facilitarme todos los documentos sobre la Escuela de Batalla... aunque los podría conseguir en los archivos públicos, porque salieron a la luz durante el consejo de guerra.

He aquí mi pregunta filosófica: ¿Qué es el amor? ¿Mi amor por Ender implica hacer lo que creo mejor para él, incluso si me pide que no lo haga? ¿O el amor implica hacer lo que me pide, aunque yo opine que para él ser un gobernador puramente decorativo será una experiencia infernal?

Son como las lecciones de piano, queridos padres. Hay muchos adultos que se quejan de la horrible experiencia de haber sido obligados a practicar y practicar. Y, sin embargo, hay otros que dicen a sus padres: «¿Por qué no me OBLIGASTEIS a practicar para que ahora pudiese tocar bien?»

Con cariño, VALENTINE

Para: vwiggin%Colonial@MinCol.gob/ciutad

De: twiggin@uncg.edu

Asunto: Re: Ender está bien

Estimada Valentine:

Tu padre dice que te enfadarás si te digo lo sorprendente que es descubrir que uno de mis hijos no lo sabe todo, lo admite, e incluso pide consejo a sus padres. Durante los últimos cinco años, Peter y tú habéis estado tan apartados como gemelos que comparten una lengua privada. Ahora, sólo unas semanas después de haberte alejado de la influencia de Peter, has descubierto de nuevo a tus padres. Me resulta gratificante. Por tanto, te nombro mi descendiente favorita.

Sigue siendo devastador para nosotros (una lenta y corrosiva devastación) que Ender no quiera escribirnos. Dices que no está furioso con nosotros. No lo entendemos. ¿No comprende que nos prohibieron escribirle? ¿Por qué no lee ahora nuestras cartas? ¿O es que las lee y ha decidido no acercarse al correo para decirnos por lo menos que las recibió?

En cuanto a tus preguntas, las respuestas son simples. Tú no eres ni su padre ni su madre. Nosotros somos los que tenemos derecho a entrometernos y hacer lo que le conviene, le guste a él o no. Tú eres su hermana. Considérate una compañera, una amiga, una confidente. Tu responsabilidad es recibir lo que él te ofrezca y darle lo que pide sólo si crees que es lo mejor. No tienes ni el derecho ni la responsabilidad de darle lo que él específicamente te pide que no le des. Eso no sería un regalo; eso no es ser ni amiga ni hermana.

Los padres son un caso especial. Él ha levantado un muro justo donde la Escuela de Batalla lo alzó originalmente. Nos mantiene alejados. Él cree que no nos necesita. Se equivoca. Sospecho que nosotros somos lo que anhela. Es una madre la que puede ofrecer el alivio inefable a un alma herida. Es un padre el que puede decir: «Ego te absolvo» y «cumpliste bien, buen siervo fiel» y ser creído hasta lo más hondo.

Si estuvieses mejor educada y no hubieses vivido en un hogar ateo, comprenderías esas citas. Cuando las busques, recuerda que yo no he tenido que hacerlo.

Con cariño, TU SARCÁSTICA, EXCESIVAMENTE ANALÍTICA, PROFUNDAMENTE HERIDA PERO BASTANTE SATISFECHA MADRE

Para: jpwiggin@gso.nc.pub, twiggin@uncg.edu De: vwigginXColonia 1 @MinCol.gob/ciutad Asunto: Ender está bien

Lo sé todo sobre el confesionario de padre y tu Biblia del rey Jacobo, y yo tampoco he tenido que buscar nada. ¿Creéis que la religión de padre y la tuya eran un secreto para vuestros hijos? Incluso Ender lo sabía, y él se fue a los seis años.

Voy a aceptar tu consejo porque es sabio y porque no se me ocurre nada mejor. Y también seguiré los consejos de Ender y Graff, y escribiré una historia de la Escuela de Batalla. Mi meta es simple: publicarla lo antes posible para participar en la tarea de borrar las calumnias ruines del consejo de guerra, limpiar la reputación de los niños que ganaron la guerra y de los adultos que los entrenaron y dirigieron. No es que no les siga odiando por habernos robado a Ender. Pero me resulta muy posible odiar a alguien y, aun así, comprender su punto de vista. Posiblemente sea el único regalo valioso que me hizo Peter.

Peter no me ha escrito, ni yo a él. Si pregunta, dile que pienso a menudo en él. Me doy cuenta de que ya no le veo, y si eso equivale a «echarle de menos», entonces le echo de menos.

Mientras tanto, he tenido la oportunidad de conocer a Petra Arkanian en tránsito y he hablado —bien, más bien he ESCRITO— con Bean, Dink Meeker y Han Tzu, y he enviado cartas a otros. Cuanto mejor comprenda lo que pasó Ender (ya que Ender no me lo cuenta), mejor sabré lo que debería hacer pero no hago porque, como has dicho, no soy su madre y él me pidió que no lo hiciese. Mientras tanto, finjo que se trata sólo de escribir un libro.

Escribo asombrosamente rápido. ¿Estás segura de que no tenemos genes de Winston Churchill? ¿De alguna aventura suya, por ejemplo, con una exiliada polaca durante la Segunda Guerra Mundial? Le siento como un espíritu similar al mío, excepto por las ambiciones políticas, el nivel constante de alcohol en sangre y lo de dar vueltas por la casa sin ropa. Por cierto, era él el que hacía esas cosas, no yo.

Con cariño,

Tu igualmente sarcástica, lo suficientemente analítica, hija todavía no herida ni satisfecha,

VALENTINE

Graff había desaparecido de Eros poco después del consejo de guerra, pero ya había regresado. Parecía ser que, como ministro de Colonización, no podía dejar pasar la oportunidad publicitaria que representaba la partida de la primera nave de colonización.

—La publicidad es buena para el Proyecto de Dispersión —dijo Graff cuando Mazer se rió de él.

—¿ Y no te gustan las cámaras ?

—Mírame —dijo Graff—. He perdido veinticinco kilos. No soy más que una sombra de lo que fui.

—Durante toda la guerra ganaste peso, poco a poco. Te hinchaste durante el consejo de guerra. Y ahora pierdes peso. ¿Ha sido por la gravedad de la Tierra?

—No fui a la Tierra —dijo Graff—. Estaba muy ocupado en convertir la Escuela de Batalla en un punto de reunión para los colonos. Nadie comprendía por qué insistí en que todas las camas fuesen para adultos. Ahora no dejan de comentar mi capacidad de previsión.

—¿Por qué me mientes? No estabas al mando cuando se construyó la Escuela de Batalla.

Graff sacudió la cabeza.

—Mazer, yo no estaba al mando de nada cuando te convencí para que volvieses a casa, ¿verdad?

—Estabas al mando del proyecto «trae a Rackham de vuelta para que ayude a entrenar a Ender».

—Pero nadie sabía de la existencia de ese proyecto.

—Excepto tú.

—Por tanto, también estaba al mando del proyecto «asegurarse de que la Escuela de Batalla esté habilitada para el Proyecto de Dispersión del Genoma Humano».

—Y es por eso que adelgazas —dijo Mazer—. Porque al fin tienes los fondos y la autoridad necesarios para llevar a cabo el proyecto que siempre has tenido en mente.

—Ganar la guerra era lo más importante. ¡Estaba concentrado en el trabajo de entrenar a los niños! ¿Quién iba a saber que ganarían de modo que pondrían a nuestro alcance todos esos planetas habitables ya terraformados y deshabitados? Esperaba que Ender ganase, o Bean, en caso de que Ender fallase, pero pensaba que luego pelearíamos con los insectores mundo a mundo, y que correríamos a fundar colonias en la dirección opuesta, de forma que no fuésemos vulnerables a un contraataque.

—Así que has venido a hacerte la foto con los colonos.

—Estoy aquí para hacerme una foto de mi cara sonriente contigo, Ender y los colonos.

—Ah —dijo Mazer—. Los del consejo de guerra.

—El aspecto más cruel de ese consejo de guerra es que destruyó la reputación de Ender. Por suerte, la mayoría de la gente recuerda la victoria, no las pruebas del consejo de guerra. Ahora les inculcaremos otra imagen.

—Así que realmente te preocupa Ender. Graff pareció dolido.

—Siempre me he preocupado por ese chico. Haría falta ser un idiota moral para no preocuparse por él. Reconozco la bondad profunda cuando la veo. Odio que su nombre se relacione con el asesinato de niños.

—Los mató.

—No sabía lo que hacía.

—No fueron casos como el de ganar la guerra pensando que era un juego, Hyrum

—dijo Mazer—. Sabía que de verdad luchaba por su vida, y sabía que debía ganar con contundencia. Tenía que saber que la muerte de su oponente era siempre una posibilidad.

—Entonces, ¿dices que era tan culpable como afirman nuestros enemigos?

—Digo que los mató, y que sabía lo que hacía. No sabía el resultado final, pero sí que estaba ejecutando acciones que podían causar un daño real y permanente en esos chicos.

—¡Iban a matarle!

—Bonzo sí —dijo Mazer—. Stilson no era más que un matón.

—Pero Ender no tenía entrenamiento y no sabía el daño que hacía, o que sus zapatos tenían la punta de acero. Mira que no fuimos listos manteniéndole a salvo al insistir que llevase esos zapatos.

—Hyrum, creo que las acciones de Ender fueron perfectamente justificables. Él no escogió luchar contra esos chicos, así que sólo podía escoger hasta qué punto ganar.

—O perder.

—Ender nunca tuvo la opción de perder, Hyrum. No lo lleva dentro, incluso aunque él crea que sí.

—Sólo sé que me prometió incluir en su programa de actividades hacerse una foto contigo y conmigo.

Mazer asintió.

—Y crees que eso significa que lo hará.

—No tiene programa de actividades. Lo tomé por una ironía. Aparte de pasar el tiempo con Valentine, ¿qué más tiene que hacer?

Mazer rió.

—Lo que lleva haciendo desde hace más de un año: estudiar a los insectores tan obsesivamente que a todos nos preocupaba su salud mental. Aunque debo decir que, con la llegada de los colonos, se ha estado preparando para ser gobernador no sólo de nombre.

—El almirante Morgan estará decepcionado.

—El almirante Morgan espera salirse con la suya —dijo Mazer—, porque no comprende que Ender se toma en serio lo de gobernar la colonia. Lo que Ender hace es memorizar los informes sobre todos los colonos: los resultados de sus pruebas, las relaciones familiares con otros colonos y con los miembros de la familia que se quedan en casa, sus ciudades y países de origen y qué aspecto tienen esos lugares y qué ha pasado en el último año, mientras se ofrecían voluntarios.

—¿Y el almirante Morgan no lo comprende?

—El almirante Morgan es un líder—dijo Mazer—. Da órdenes y éstas se transmiten cadena abajo. Conocer a los soldados rasos es trabajo de los oficiales de menor rango.

Graff rió.

—Y la gente se pregunta por qué utilizamos a los niños para comandar la campaña final.

—Todo oficial aprende a actuar dentro del sistema que lo asciende —dijo Mazer—

. El sistema sigue estando enfermo... siempre lo ha estado y siempre lo estará. Pero Ender aprendió a ser un líder de verdad.

—O nació sabiendo serlo.

—Aquí recibe a todos los colonos saludándolos por su nombre y se asegura de conversar con ellos al menos media hora.

—¿No lo puede hacer en la nave, después de partir?

—Se reúne con los que pasarán a estasis. A los que se queden despiertos los verá después del lanzamiento. Así que, cuando dijo que intentaría incorporarte a su programa no ironizaba. La mayoría de los colonos dormirán y apenas tiene tiempo de mantener una verdadera conversación con todos ellos.

Graff suspiró.

—¿No duerme?

—Me parece que ha decidido que después del lanzamiento ya tendrá tiempo de dormir... cuando el almirante Morgan esté al mando de su nave y Ender no tenga ninguna tarea oficial aparte de las que él mismo se asigne. O, al menos, así es como Valentine y yo interpretamos su comportamiento.

—¿Ender no habla con ella?

—Claro que sí. Simplemente, no admite tener ningún plan ni otras razones para lo que hace.

—¿Por qué guardarle secretos a ella?

—No creo que sean secretos —dijo Mazer—. Creo que puede que él no sepa que tiene planes. Creo que recibe a los colonos porque es lo que necesitan y lo que esperan. Es su deber, porque para ellos significa mucho, así que lo hace.

—Tonterías —dijo Graff—. Ender siempre tiene planes dentro de los planes.

—Creo que estás pensando en ti mismo.

—A Ender se le da mejor que a mí.

—Lo dudo —dijo Mazer—. ¿Las maniobras burocráticas en tiempo de paz? A nadie se le dan mejor que a ti.

—Me gustaría ir con ellos.

—Entonces ve —dijo Mazer riendo—. Pero no deseas tal cosa.

—¿Por qué no? —dijo Graff—. Puedo dirigir el MinCol por ansible. Puedo ver de primera mano lo que nuestros colonos han logrado durante los años que han estado esperando socorro. Y las ventajas del viaje relativista me mantendrían con vida para ver el final de mi gran proyecto.

—¿Ventajas?

—Para ti, un sacrificio espantoso. Pero te habrás dado cuenta que no me casé, Mazer. No padezco de ninguna disfunción reproductiva oculta. Mi libido y mi deseo de tener familia son tan intensos como los de cualquier hombre. Pero hace años decidí casarme póstumamente con la Madre Eva y adoptar como propios a todos sus hijos. Vivían todos en la misma casa atestada, donde un mal fuego podía matarlos. Mi labor consistía en llevarlos a casas más dispersas donde pudiesen vivir para siempre. Es decir, colectivamente. Así que no importa a qué lugar vaya, no importa con quién esté, estoy rodeado de mis hijos adoptivos.

—De verdad juegas a ser Dios.

—Te aseguro que no estoy jugando.

—Viejo actor... crees que estaban haciendo el casting para el personaje y que has conseguido el papel.

—Quizá soy el sustituto. Cuando él se olvida de algún detalle, ya me ocupo yo.

—Bien, ¿qué vas a hacer sobre eso de hacerte una foto con Ender?

—Muy simple. Yo soy quien decide cuándo parte la nave. En el último momento habrá un problema técnico. A Ender, habiendo ya cumplido con su deber, se le animará a dar una cabezadita. Cuando despierte, haremos las fotos y, acto seguido, los problemas técnicos se resolverán milagrosamente y la nave partirá.

—Sin que estés a bordo —dijo Mazer.

—Debo quedarme aquí para seguir luchando por el proyecto —dijo Graff—. Si no estuviese aquí para mantener a raya a mis enemigos a cada paso, el proyecto decaería

a los pocos meses. Hay muchas personas poderosas en este mundo que se niegan a apreciar cualquier planteamiento que no se les haya ocurrido a ellas.

* * *

A Valentine le gustaba ver como Graff y Rackham trataban a Ender. Graff era uno de los hombres más poderosos del mundo; Rackham seguía siendo considerado un héroe legendario. Sin embargo, los dos se mostraban deferentes con Ender. Nunca le ordenaban hacer nada. «¿Te parecería bien ponerte aquí para la foto?» «¿A las 08.00 te viene bien?» «Lo que lleves estará bien, almirante Wiggin.»

Por supuesto, Valentine sabía que lo de llamarle «almirante Wiggin» iba dedicado a los almirantes, generales y jefes políticos que miraban, la mayoría de ellos enfurecidos por no salir en la foto. Pero mientras observaba, vio muchos momentos en que Ender expresaba una opinión... o se mostraba aparentemente dudoso sobre algo. Graff solía tratar con deferencia a Ender. Y, cuando no lo hacía, un sonriente Rackham expresaba el punto de vista de Ender e insistía.

Cuidaban de él.

Los suyos eran un amor y un respeto verdaderos. Era posible que le hubiesen creado como se crea una herramienta en la forja; era posible que le hubiesen golpeado y dado la forma que querían, y luego le hubiesen clavado en el corazón del enemigo. Pero realmente amaban el arma que habían creado, se ocupaban de Ender.

Creían que estaba herido, mellado por todo lo que había tenido que superar. Creían que su pasividad era una reacción al trauma de descubrir lo que realmente había hecho: la muerte de los niños, el exterminio de los insectores, las bajas de miles de soldados humanos que habían muerto en la última campaña, cuando Ender creía jugar a un juego.

Simplemente no le conocen tan bien como yo, pensó Valentine.

Oh, conocía el peligro de pensar así. Se mantenía constantemente atenta, no fuese a quedar atrapada en una red tejida por ella misma. No había dado por supuesto que conocía a Ender. Se había acercado a él como a un extraño, observándolo todo para ver qué hacía, qué decía y lo que parecía querer decir con todo lo que hacía y decía.

Pero gradualmente aprendió a reconocer al niño que se ocultaba tras el joven. Le había visto obedecer a sus padres, de inmediato, sin preguntar, aunque hubiese podido argumentar y rogar para librarse de tareas pesadas. Ender aceptaba la responsabilidad, y aceptaba también la idea de que no siempre podía decidir qué responsabilidades eran suyas o cuándo era necesario cumplirlas. Así que obedecía a sus padres sin vacilación.

Pero era más que eso. Ender realmente estaba herido, tenían razón. Porque su obediencia iba más allá de la que un niño feliz demuestra cuando se apresura por cumplir las exigencias de sus padres. Su obediencia tenía mucho de lo que Ender le había demostrado a Peten sumisión para evitar el conflicto. Estaba en algún punto entre el anhelo y la temerosa resignación.

Ender deseaba hacer el viaje por el trabajo que realizaría. Pero comprendía que ser gobernador era el precio que pagaba por el billete. Así que cumplía con su parte, se ocupaba de todas sus obligaciones, incluidas las fotos, las despedidas formales, incluidos los discursos de los mismos comandantes que habían permitido que su nombre fuera arrastrado por el lodo durante el consejo de guerra contra Graff y Rackham.

Ender sonreía —con una sonrisa sincera, como si aquel tipo le cayese bien— mientras el almirante Chamrajnagar le imponía la máxima condecoración concedida por la Flota Internacional. Valentine lo contempló todo con amargura. ¿Por qué no le habían concedido esa medalla durante el consejo de guerra, cuando hubiese implicado un rechazo tajante de las cosas terribles que se decían sobre Ender? ¿Por qué el consejo de guerra había sido público, si Chamrajnagar tenía el poder de celebrarlo a puerta cerrada? Es más, ¿por qué habían celebrado un consejo de guerra? No lo exigía ninguna ley. Chamrajnagar nunca había sido, ni por un momento, amigo de Ender... a pesar de que Ender le había entregado la victoria que no hubiese podido lograr de ninguna otra forma.

Al contrario que Graff y Rackham, Chamrajnagar no daba muestra de respetar a Ender. Oh, él también le llamaba almirante, con sólo algunos «mi chico»... que Rackham corregía de inmediato, para visible irritación de Chamrajnagar. Por supuesto, Chamrajnagar tampoco podía hacer nada con respecto a Rackham... excepto asegurarse de que también saliese en las fotos, ya que dos héroes asociados con el gran polemarca constituirían una imagen todavía más memorable.

Lo que a Valentine le quedaba más que claro era que Chamrajnagar estaba feliz, y que esa felicidad provenía claramente de la idea de Ender subiéndose a esa nave espacial para ir lejos. Chamrajnagar deseaba que fuese lo más rápidamente posible.

Aun así, todos esperaron a que las fotografías estuvieran impresas físicamente para que Ender, Rackham y Chamrajnagar pudiesen firmar aquellos espléndidos recuerdos.

Luego, al fin, Chamrajnagar se fue «a la estación de observación, para ver la gran nave partir en una misión de creación en lugar de destrucción». En otras palabras, para dejar que le hiciesen una foto con la nave de fondo. Valentine dudaba que permitiesen a algún miembro de la prensa hacer una foto de algún aspecto de la ocasión que no incluyese el rostro sonriente de Chamrajnagar.

Así que realmente fue una concesión que se permitiese tomar la fotografía de Graff, Rackham y Ender. Quizá Chamrajnagar no supiese que la habían hecho. Había

sido el fotógrafo oficial de la flota quien la había tomado, pero a lo mejor era tan desleal como para hacer una fotografía que sabía que su jefe detestaría.

Valentine conocía a Graff lo suficiente para saber que las fotos del polemarca aparecerían raramente, mientras que la fotografía de Graff, Rackham y Ender lo haría en todos los medios de la Tierra: electrónicos, virtuales y físicos. Serviría al propósito de Graff de hacer que en la Tierra todos recordasen que la F.I. ya sólo tenía dos propósitos: apoyar el programa de colonización y castigar desde el espacio a cualquier potencia de la Tierra que se atreviese a emplear, o amenazase con emplear, armas nucleares. .

Chamrajnagar todavía no se había reconciliado con la idea de que la mayor parte de los fondos recibidos por la F.I., y por sus bases y estaciones, pasaban por las manos de Graff como ministro de Colonización... el MinCol. Al mismo tiempo, Graff era perfectamente consciente de que el temor a lo que pudiera hacer una F.I. descontenta —como tomar el control del mundo de manos de los políticos, que era lo que había pretendido el Pacto de Varsovia— era lo que permitía que la financiación llegase a su proyecto.

Lo que Chamrajnagar jamás comprendería era por qué él era un segundón en todo aquello, por qué sus intrigas no habían llegado a nada más que al castigo de Ender en el consejo de guerra.

Lo que una vez más hizo que Valentine sospechase que Graff, él también, habría podido evitar el consejo de guerra si así lo hubiese querido, y que quizás aquél era el precio que había pagado para obtener alguna otra ventaja. Aunque sólo le hubiese servido para «demostrar» que no todo seguía sus designios, había sido una gran fuente de complacencia para los rivales y oponentes de Graff, y Valentine sabía bien que la complacencia era la mejor actitud que podía desearse de rivales y oponentes.

Graff amaba y respetaba a Ender, pero dejaría que le pasase algo desafortunado si con ello contribuía a un propósito superior. ¿No lo había demostrado Graff una y otra vez?

Bien, mi querido MinCol, para cuando lleguemos a la colonia Shakespeare, casi con toda seguridad estarás muerto o serás muy, muy viejo. Para entonces, ¿seguirás controlándolo todo?

Pobre Peter. Aspirando a gobernar el mundo, mientras que Graff ya lo había hecho. La diferencia era que Peter necesitaba que se supiese que él gobernaba el mundo; era preciso que todas las formas externas de gobierno convergiesen hacia el trono de Peter. A Graff le bastaba con el control de lo que fuese que quisiera controlar para lograr su único y elevado propósito.

Pero, aparte de eso, ¿no eran iguales? Manipuladores. Dejaban que fuesen los demás los que pagaban el precio para alcanzar la meta. En el caso de Graff, la meta era buena. Valentine la compartía, creía en ella, colaboraba con gusto. Pero ¿no era también buena la meta de Peter? El final de la guerra, porque el mundo quedaría

unificado bajo un único gobierno bueno. Si lo lograba, ¿no sería una bendición tan grande para la humanidad como lo que lograse Graff?

En el caso de Graff y Peter tenía que admitirlo: no eran monstruos. No exigían que los demás pagasen todo el precio y ellos ninguno. Ellos también realizarían todos los sacrificios personales necesarios. Servían a una causa superior a sí mismos.

Pero ¿no podía decirse lo mismo de Hitler? Al contrario que Stalin y Mao, que vivían lujosamente mientras otros trabajaban y se sacrificaban, Hitler vivía con austeridad y realmente creía estar trabajando para una causa superior a sí mismo. Eso era precisamente lo que lo convertía en un monstruo tan enorme. Por tanto, Valentine no estaba segura de que los sacrificios personales de Peter y Graff fuesen suficientes para justificar que no eran monstruos.

Bien, ahora los dos eran problema de otros. Que Rackham vigilase a Graff y lo matase si se pasaba, cosa que probablemente no sucedería. Y que padre y madre dedicasen los esfuerzos patéticos que pudiesen para evitar que Peter se convirtiese en un demonio. ¿Comprendían siquiera que el comportamiento de buen hijo de Peter era una farsa, que años atrás Peter había tomado la decisión consciente de fingir ser igual que el chico que había sido Ender? Toda una actuación, queridos padres... ¿lo comprendéis? En ocasiones me parece que sí, pero en otras parecéis no daros cuenta.

Vosotros os habréis perdido en el pasado cuando yo llegue a donde voy, todos vosotros. Mi presente estará con Ender y con lo que sea que él haga. Él es mi rebaño y debo guiarlo sin dejarle ver el cayado que uso para dirigirlo y protegerlo.

¿Qué estoy pensando? ¿Quién es la megalómana ahora? ¿Por qué creo que yo sabré lo que le conviene más a Ender, a dónde debería ir, qué debería hacer y de qué debo protegerlo?

Sí, eso pienso justamente, porque es verdad.

* * *

Ender tenía tanto sueño que apenas podía mantenerse en pie, pero lo hizo, durante toda la sesión fotográfica, con una sonrisa tan cálida y sincera como le fue posible.

Son también las fotografías que verán madre y padre. Las fotografías para los hijos de Peter, si los tiene, para que recuerden algún día que tuvieron un tío Ender que en su adolescencia hizo algo muy famoso y luego se fue. Éste era su aspecto cuando se fue. ¿Veis? Estaba feliz. ¿Veis, padre y madre? No me hicisteis daño cuando dejasteis que me llevasen. Nada me ha hecho daño. Estoy bien. Mirad mi sonrisa. No miréis lo cansado que estoy, o lo que me alegraré de irme... cuando me dejen partir.

Luego, al fin la última fotografía. Ender estrechó la mano de Mazer Rackham. Tenía ganas de decirle: «Me gustaría que vinieses con nosotros.» Pero no podía decirle que lo deseaba porque sabía que Mazer no quería ir, y por tanto era un deseo egoísta. Así que se limitó a decir:

—Gracias por todo lo que me enseñaste y por apoyarme. —No añadió «por apoyarme en el consejo de guerra» porque algún micrófono hubiese podido captar esas palabras.

Luego le dio la mano a Hyrum Graff y dijo:

—Espero que disfrute de su nuevo trabajo. —Era una broma y Graff la entendió, al menos lo suficiente para sonreír un poco. Quizá su sonrisa no fuese más expresiva porque había oído a Ender darle las gracias a Mazer y se preguntaba por qué no se las daba a él. Pero Graff no había sido su maestro, sólo su amo, y no era lo mismo. Además, Ender no sabía que Graff le hubiese apoyado. ¿La idea central del programa educativo de Graff no había sido acaso hacerle creer a Ender, hasta lo más profundo de su alma, que no tenía el apoyo de nadie?

—Gracias por la siesta —le dijo a Graff. Graff se rió sonoramente.

—Que siempre tengas todas las que necesites.

Luego Ender hizo una pausa, mirando una sala vacía, y pensó: Adiós, mamá. Adiós, papá. Adiós, Peter. Adiós a todos los hombres, mujeres y niños de la Tierra. He hecho lo posible por vosotros, y he tenido todo lo que podía recibir de vosotros. Y ahora sois responsabilidad de otro.

Ender subió la rampa del transbordador. Valentine le seguía justo detrás. El transbordador los sacó de Eros por última vez.

Adiós, Eros, y adiós a todos los soldados que contiene, los que lucharon por mí y los otros niños, y adiós a quienes nos manipularon y mintieron por el bien de la humanidad, adiós a los que conspiraron para difamarme y evitar que regresase a la Tierra, a todos vosotros, buenos y malos, generosos y egoístas, adiós a todos. Ya no soy uno de vosotros, ni vuestro peón ni vuestro salvador. Dimito.

Ender no le hizo a Valentine más que comentarios triviales durante el viaje. Sólo hizo falta una media para que el transbordador atracase contra el casco de la nave de transporte. Su propósito había sido llevar soldados y armas a la guerra. Ahora transportaba grandes cantidades de equipo y suministros para cubrir las necesidades agrícolas y de manufactura de la colonia Shakespeare, y más gente para unirse a ella, para mejorar su fondo genético, para ayudarlos a mejorar la productividad de forma que hubiese tiempo libre para la ciencia, la creatividad y el lujo, una vida más parecida a la que ofrecían las sociedades de la Tierra.

Pero todo eso ya estaba a bordo, así como toda la gente. Sólo faltaba Ender. Ender y Valentine eran los últimos.

Al pie de la escalerilla que los llevaría a la nave, Ender se detuvo y miró a Valentine.

—Todavía puedes echarte atrás —dijo—. Ya ves que estaré bien. La gente de la colonia que he conocido hasta ahora es muy agradable y no me sentiré solo.

—¿Temes entrar tú primero? —preguntó Valentine—. ¿Es por eso que te paras a dar un discurso?

Así que Ender subió la escalerilla y Valentine le siguió, convirtiéndose en la última de los colonos en cortar la conexión con la Tierra.

Debajo, la escotilla del transbordador se cerró y luego lo hizo la de la nave. Se quedaron en la esclusa de aire hasta que la puerta se abrió, y allí estaba el almirante Quincy Morgan, sonriendo, ofreciéndoles la mano. Ender se preguntó cuánto tiempo llevaría en esa postura antes de que se abriera la puerta. ¿Llevaría allí horas, quizá, posando como un maniquí?

—Bienvenido, gobernador Wiggin —dijo Morgan.

—Almirante Morgan —dijo Ender—. No soy gobernador de nada hasta que no ponga el pie en el planeta. En este viaje, en su nave, soy un estudiante de la xenobiología y la agricultura adaptada de la colonia Shakespeare. Pero espero que cuando no esté demasiado ocupado me dé ocasión de hablar con usted y aprender de usted sobre la vida militar.

—Es usted el que entró en combate —dijo Morgan.

—Jugué a un juego —dijo Ender—. No vi la guerra. Pero hay colonos en Shakespeare que realizaron este mismo viaje hace años y no tuvieron jamás la esperanza de regresar a la Tierra. Me gustaría hacerme una idea de cómo fue su entrenamiento, su vida.

—Para eso tendrá que leer libros —dijo Morgan, todavía sonriendo—. Éste es también mi primer viaje interestelar. Es más, por lo que sé, nadie ha realizado dos. Incluso Mazer Rackham sólo realizó un único viaje, que terminó en el lugar de partida.

—Vaya, creo que tiene usted razón, almirante Morgan —dijo Ender—. Eso nos convierte a todos los que estamos a bordo de su nave en pioneros. —Bien, ¿había repetido «su nave» las veces suficientes para garantizarle a Morgan que respetaba la cadena de mando a bordo?

Morgan no cambió su sonrisa.

—Estaré encantado de que hablemos en cualquier momento. Es un honor tenerlo a bordo, señor.

—Por favor, no me llame «señor», señor —dijo Ender—. Los dos sabemos que sólo soy almirante de nombre, y no quiero que los colonos oigan a nadie llamarme de otro modo que no sea «señor Wiggin», y preferiblemente tampoco así. Mejor Ender. O Andrew, si quiere ser formal. ¿Es aceptable o contraviene la disciplina de la nave?

—Creo que no contraviene la disciplina —dijo el almirante Morgan—, por tanto se hará como usted prefiera. Ahora el alférez Akbar les mostrará a usted y su hermana su camarote. Dado que tan pocos pasajeros realizan el viaje despiertos, la mayoría de las familias disponen de alojamientos de tamaño similar. Lo comento por su memorando solicitando no disponer en la nave de un espacio desmesurado.

—¿Su familia está a bordo, señor? —preguntó Ender.

—Engatusé a mis superiores y ellos iniciaron mi carrera —dijo Morgan—. La Flota Internacional ha sido mi única esposa. Al igual que usted, viajo como soltero.

Ender le sonrió.

—Me da la impresión de que nuestra soltería pronto será puesta en cuestión.

—Nuestra misión es la reproducción de la especie más allá de los confines de la Tierra —declaró Morgan—. Pero el viaje irá mucho mejor si durante el mismo preservamos celosamente nuestra soltería.

—La mía disfruta de la seguridad de la juventud ignorante —dijo Ender—, y la suya de la distancia de la autoridad. Gracias por el gran honor de recibirnos aquí. En los últimos días he dormido muy poco y espero que me disculpe por consentirme dieciocho horas de sueño. Me temo que me perderé el comienzo de la aceleración.

—Todos se la perderán, señor Wiggin —dijo Morgan—. La supresión inercial de esta nave es excelente. Es más, ya estamos acelerando al ritmo de dos gravedades, y sin embargo la única gravedad aparente es la producida por la fuerza centrífuga del giro de la nave.

—Lo que es extraño —dijo Valentine—, ya que la fuerza centrífuga también es inercial y uno diría que estaría contrarrestada.

—La supresión tiene una dirección muy definida y afecta sólo al movimiento hacia delante de la nave —explicó Morgan—. Lamento haberle hecho tan poco caso a usted, señorita Wiggin. Me temo que la fama y la graduación de su hermano me han distraído y he olvidado la cortesía.

—A mí no se me debe ninguna —excusó Valentine sonriendo un poco—.

Simplemente vengo de acompañante.

Y con eso se separaron y el alférez Akbar los guió al camarote. No era un espacio enorme, pero estaba bien equipado y al alférez le llevó varios minutos mostrarles dónde habían almacenado su ropa, los suministros y escritorios, y cómo usar el sistema de comunicación interno de la nave. Insistió en bajar las dos camas y subirlas de nuevo, apartándolas, para que Ender y Valentine disfrutasen de una demostración

completa. Luego les enseñó cómo subir y bajar la pantalla de intimidad que convertía el camarote en dos zonas de dormir.

—Gracias —dijo Ender—. Ahora creo que volveré a bajar la cama y me echaré a dormir.

El alférez Akbar, sin dejar de disculparse, bajó las dos camas, ignorando las protestas de que el propósito de la demostración era que ellos pudiesen hacerlo solos. Cuando terminó, se detuvo en la puerta.

—Señor —dijo—, sé que no debería pedírselo. Pero ¿podría estrecharle la mano, señor?

Ender se la tendió y sonrió cálidamente.

—Gracias por su ayuda, alférez Akbar.

—Es un honor tenerle a bordo, señor. —A continuación saludó. Ender le devolvió el saludo, el alférez se fue y la puerta se cerró.

Ender se sentó en la cama. Valentine se sentó en la suya, justo delante de él. Ender la miró y se echó a reír. Ella se le unió.

Rieron hasta que Ender se vio obligado a tenderse y frotarse los ojos para secarse las lágrimas.

—¿Puedo preguntar si nos estamos riendo de lo mismo? —dijo Valentine.

—¿Por qué? ¿De qué te reías tú?

—De todo —dijo Valentine—. Lo de las fotos antes de partir, de Morgan recibiéndonos tan cálidamente, como si no estuviese preparándose para apuñalarte por la espalda, y de la adoración al héroe del alférez Akbar a pesar de tu insistencia en no ser más que el «señor Wiggin»... lo que, por supuesto, también es afectación. Me río de todo eso.

—Comprendo que todo eso es divertido, si lo miras así. Yo estaba demasiado ocupado para verle la gracia. Sólo intentaba permanecer despierto y decir lo adecuado.

—Entonces, ¿de qué te reías?

—De puro deleite. Deleite y alivio. Ahora no mando en nada. Durante el viaje, la nave es de Morgan y yo soy un hombre libre por primera vez en mi vida.

—¿Hombre? —preguntó Valentine—. Todavía eres más bajito que yo.

—Pero Val —dijo Ender—, ahora ya me tengo que afeitar una vez por semana o me sale bigote.

Volvieron a reír, sólo un poco. Luego Valentine dio la orden para bajar la barrera entre las camas. Ender se quedó en ropa interior, se metió bajo una única sábana,

porque no hacía falta nada más en aquel entorno controlado, y en un segundo se quedó dormido.


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