Cuando nos estábamos yendo apareció el niño que hace unos días había estado en mi casa, si mal no recuerdo se llamaba Helge. Se veía bastante avergonzado mientras se nos acercaba, era extraño que no hiciera parte de un grupo de niños como lo hacían el resto de los niños.
-yo… eh… ¿me puedo ir con ustedes? - Dijo Helge, parecía que había requerido toda su fuerza de voluntad para decir esas pocas palabras. Se veía sonrojado y tenia los ojos llorosos.
Se me hizo muy tierno y no pude evitar dedicarle una sonrisa. Siempre me habían gustado los niños pequeños. Era de las nietas mayores en mi familia y muchas veces tenia la responsabilidad de cuidar a mis primos pequeños. Por lo que, sin pensarlo mucho agarre la mano del pequeño niño y empecé a caminar hacia mi casa.
Mis hermanos no dijeron mucho, pero nos siguieron silenciosamente. Pronto la situación se puso algo tensa, aun recordaba el problema en que me había metido y seguía pensando que debía de hablar con Quinn. Sin embargo, no era el momento… Por lo que, decidí empezar a hablar con el pequeño Helge.
Por lo que entendí, era hijo único, su madre había tenido problemas para quedar embarazada y él había sido el único que había sobrevivido del parto. Por lo que, su familia cuidaba mucho de el y desde que tuvo su ceremonia de nacimiento no había vuelto a ver a nadie hasta ahora. Por lo tanto, no sabia como comunicarse bien con los demás y se sentía intimidado al ver a tantos niños de su edad.
Entre más hablaba con él más cariño le tomaba, pude notar que entre más cosas le preguntaba menos apanado se veía. El no parecía notar que de un momento a otro empezó a caminar dando pequeños saltos que lo hacían lucir muy lindo. ¿Sera de tipo conejo y por eso le gustara saltar? En realidad, no lo sé, pero me gustaría conocerlo un poco más.
-Deberías de soltarle la mano si no quieres quedar comprometida. – Dijo Avon.
Aunque lo dijo con usa sonrisa podía sentir el enojo en sus palabras. Si, definitivamente seguía molesto por lo que había sucedido en la clase.
Helge parecía muy avergonzado por las palabras de Avon, soltó mi mano rápidamente y salió corriendo hacia su casa, sin ni siquiera despedirse. Cuando nos quedamos los tres solos la situación volvió a sentirse incomoda y tensa. Sentí que debía de pedir disculpas, ya que toda la situación al fin y al cabo era mi culpa.
-Quinn lamento mucho haberte puesto en esa situación, prometo no volver a actuar de forma tan arbitraria en el futuro y muchas gracias por asumir la culpa por mí. - dije tratando de sonar lo más sincera posible y hasta hice una pequeña reverencia.
-No te preocupes, eres mi hermana menor y debo de cuidarte, además que yo también quería conocer ese nuevo método de cocina. – respondió Quinn, sin sonreír, pero sus palabras se escuchaban genuinas.
- ¡Fue muy irresponsable de tu parte! ¿Tu por que crees que estas en esta casa? Tu viniste aquí para que mi hermano y yo estuviéramos a salvo y si no eres capaz de cumplir con esa única tarea es mejor que regreses al bosque de donde viniste. ¿Cuál crees que es el castigo que pudo haber tenido mi hermano? ¡Pudo haber sido exiliado de la tribu! Si no sabes como actuar es mejor que te quedes en casa encerrada. – Añadió Avon, para posteriormente salir corriendo.
Quinn fue corriendo atrás de el y yo solo pude volver a la casa. Al entrar, seguí de largo hasta mi habitación y me senté en la cama. No entendía muy bien la razón del arrebato de Avon. ¿Por qué estaban en peligro? ¿Cómo yo iba a ser la clave para su salvación? No entendía nada, pero una cosa era segura, tenia algo que ver con la sacerdotisa. Su coqueteo hacia mi padre, la forma en la cual Avon la mira y su mirada helada hoy hacia Quinn. Parece que debo de tener cuidado con ella si quiero volver a mi casa sana y salva.
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