—Espérame, paráme el caballito. ¿Dos? ¿Me estás diciendo que mi esposa tiene dos bebés ahí dentro? — tartamudeé, y Daisy rio.
—Sí, son dos.
—¡Esto es una locura!— no podía salir del asombro, miré a Daisy sin aún creerlo, y ya sus ojos se veían cristalizados.
Lo menos que esperaba era eso. ¿Es esto un regalo divino? He sido muy hijo de puta como para pensar eso.
Dos bebés con Daisy, ¡dos! Recosté mi cabeza de la camilla y reí como un maldito loco. Lo primero que me pasó por la cabeza fue la noche loca que tuvimos aquella vez.
—Esto es increíble, cosita. ¿Quién diría que tendría ese don de duplicar con la máquina de carne? — solté, y Daisy rio.
—Has perdido la cabeza, John— se tapó la cara, y la abracé fuertemente.
—Dos razones más para que te quedes a mi lado, ¿Te das cuenta? — miré al doctor—. Doctor, había mencionado que dejándonos llevar por su último periodo, debía tener aproximadamente unos cinco meses. Entonces se puede saber el sexo, ¿No?
—Eso vamos a ver ahora, no se desesperen. Veamos si se dejan ver— sonrió.
—¿Es normal que no haya sentido ningún síntoma, doctor? Quiero decir, cuando me realicé la prueba, lo hice por mi periodo, pero no he sentido los mareos, náuseas ni nada por el estilo.
—Cada embarazo y mujer es diferente; he visto casos donde la madre no experimenta ningún tipo de síntomas, hasta que rompe fuente; como hay mujeres que tienen su periodo comúnmente y están embarazadas.
—Eso es increíble; significa que si no llego a realizarme la prueba, no me hubiera enterado— dijo, y me acerqué su oído.
—Parece que esa noche, sí llegué a lo más profundo de ti, cosita.
—No hagas eso, John— se puso nerviosa, y bajó la mirada—. Tienes mejor puntería que un arquero.
—Y tú tienes un agujero muy egoísta, ya veo que almacenó cada parte de mi como se supone— reí.
—Eres un pervertido.
El doctor nos miró y reí más fuerte. Me encanta cuando se pone nerviosa.
—Fíjense que ambos quieren dejarse ver claramente.
—Yo no entiendo ese televisor, dígame qué es lo que ve.
—Esta parte aquí son sus genitales.
—Yo no entiendo eso.
—Son niños.
—¿Ambos niños?
—Sí— Daisy rio fuerte, y la miré.
—¿Por qué ríes, cielo?
—Tendremos a dos mini John por la casa, esto será tan divertido— rio.
—¿Está seguro de que son dos niños, doctor?
—Sí, les daré la imagen del sonograma.
Jamás pensé que serían niños. En realidad, estaba muy emocionado con todas las noticias que he recibido en el día de hoy.
El doctor nos dio indicaciones y los medicamentos, para poder irnos de vuelta a la casa.
Al cerrar la puerta de la casa, la acorralé a la pared.
—Tenemos que comprar todo lo necesario para la llegada de ambos. Estamos cortos de tiempo, mami.
—Aún faltan algunos meses. Estás muy desesperado, pareces un niño— acarició mi mejilla, y le agarré ambas manos, acercándola a mi.
—¿No te molesta que cuando estén más grandes, les enseñe a defenderse?
—No, no me molesta en lo absoluto. Luego que no le enseñes de esa manera tan peculiar que me enseñaste a mi, no tengo ningún problema. A mí también me gustaría que estén bien preparados, al igual que Mia.
—Mía es a la primera que hay que enseñarle, pero hay que hacerlo con calma, no quiero que dé un mal paso a causa de eso.
—Me gusta la forma en que cuidas y defiendes a tu hija. Otra persona en tu lugar, luego de haber tenido tantas desgracias en su niñez, no le importaría ni siquiera su propio hijo o hija y, tú no has utilizado eso como excusa para no hacer bien tu papel de padre. Has sido un papá ejemplar, a pesar también de haber dicho una vez que, odiabas a los bebés y que eras alérgico a ellos— sonrió—. Que irónico, ahora tendremos tres— sonreí por su comentario.
—Se siente bien que me trates así. El niño que habita en mí quiere apapacharte ahora. Debo darte cariñito doble, ¿Cierto?— me acerqué a su cuello para oler su rico perfume—. Hueles muy bien, pequeña traviesa. Ahora deberemos hacer doble ejercicio también, ¿Verdad? Me encargaré de que no te falte eso ni nada— besé su cuello, y lo marqué.
A la que la vea, la tenga al lado, o tenga contacto con ella, ya me pongo como roca.
Fui descendiendo mis manos a sus muslos y los apreté fuertemente.
—¿Te gusta?— su piel estaba caliente, y metí mi mano por su entrepierna, subiendo lentamente hasta tocar su ropa interior.
Estaba muy húmeda, podía percibirlo por encima. Poder causar eso en ella, aún después de tantos años, es algo que me hace sentir jodidamente bien.
Acaricié por encima de su ropa, y mis dedos los percibí húmedos con sus deliciosos fluidos.
—Espera— pidió con un hilo de voz, y la besé, evitando que dijera nada; quería que se dejara llevar.
Jugaba lentamente con su lengua, y dejaba escapar suaves quejidos.
La puerta de entrada se abrió, y ella se alejó de mí, cruzando las piernas.
—Lo siento, no sabía que estaban aquí— dijo Alfred cargando a Mia, y Daisy no sabía dónde meter la cara.
—No importa— la miré, y reí.