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23.19% Alma Negra / Chapter 45: 45

Chapter 45: 45

Sonó el teléfono de Kwan y se alejó, estaba tratando de forcejear para soltarme, pero mis intentos eran en vano; por más que trataba de soltarme, más se ajustaba a mis muñecas. Luego de unos instantes, Kwan volvió acercarse.

—Tendré que irme, pero no te preocupes, mis hombres no te harán nada. Regresaré en una hora más o menos, y espero que aún estés aquí, panterita.

—¿Por qué me llama panterita?

—¿No te gusta?

—No.

—Lastima, a mí sí. Pórtate bonito, panterita— me despeinó y se fue. Me trata como si me conociera, además de usar ese tono amable.

Mientras estaba sola, seguía tratando de soltarme, pero no logré nada. No sé cuánto tiempo transcurrió cuando vi a la mujer arrastrarse hacia mí. Estaba desnuda y despeinada, su cuerpo se veía con más golpes que antes. Sus uñas se clavaban en el suelo, cada vez que trataba de seguirse arrastrando sin energía restante. Estaba muy lejos de mi alcance, pero aún así, traté de arrastrarme en su dirección. Quería tratar de ayudarla, aunque ya era muy tarde. Vi como tres de ellos la rodearon, y uno de ellos le puse la pierna en la cabeza, restregando su cara contra el suelo. Forcejeaba con la soga de mis brazos con todas las fuerzas que tenía, pero no sé soltaban, y más desesperada me sentía.

—¡Ya déjenla, animales!— grité con todas mis fuerzas, ellos me miraron y rieron.

Continuaron golpeándola los tres de ellos, le daban patadas en la cabeza o donde la cogieran. Ella estaba quejándose y miró hacia mí dirección. Su rostro estaba lleno de sangre y bastante inflamado.

—¡Son unos monstruos! ¿Cómo pueden hacer algo así?

Uno de ellos sacó un arma y le apuntó a la mujer.

—¡No, por favor! ¡No lo hagan! — les rogué —. ¡No más, por favor!

Solo rieron y le dispararon; al escuchar el sonido y ver cómo el suelo se pintó de ese líquido rojo carmesí en un milésimo segundo, mi cuerpo se paralizó. No podía creer lo que había visto. No sentí esto cuando vi a John matar a mi padre, porque estaba consciente que se lo merecía, pero esto es demasiado enfermo. ¡Esto es horrible!

Escuché el sonido del portón eléctrico, y al abrirse, alcancé a ver a John. Estaba caminando, y habían dos hombres alrededor apuntándole. Su expresión era la misma despreocupada de siempre. Al verme sonrió y bajé mi cabeza, si a él lo tienen ahora, significa que nos van a matar a los dos.

—Mira nada más lo que nos trajo el destino, al famoso Alma negra. Yo que pensaba que sería difícil atraparte y más luego de todo lo que dicen de ti, pero resulta que no eres la gran cosa. ¿Por una mujer eres capaz de entregarte por tu cuenta, y de entrar en la boca del lobo? Eso de alma negra no te queda.

—Nunca pedí que me llamaran así, ¿Yo qué culpa tengo de que me hayan dado ese apodo tan malo y barato? No pega con mi clase.

—Así le llaman a los traidores, a esos que muerden la mano a quienes le dan de comer. Sabes de lo que hablo, ¿Verdad?

—Por supuesto — sonrió relajado.

—Tu hermanita ya nos dijo que mataste a Leonardo.

—¿De eso se trata todo esto? ¿Por qué mencionar tanto a un puto muerto? Por más que quieran no va a regresar, y si vuelve hacerlo, me voy asegurar de volverlo a mandar al infierno— el hombre le dio un puño a John, y él sonrió—. En este negocio estás demás. No aceptamos traidores y mucho menos personas que no siguen las reglas. No eres digno de ese lugar en el que estás, Alma. Leonardo sin duda era la persona indicada para ese puesto— John comenzó a reír, como si le estuvieran haciendo cosquillas.

—¿Y quién crees que era el que manejaba todo? Todo lo que tenía Leonardo fue gracias a mi, yo era el que manejaba todos sus negocios y ni las gracias recibí. Gracias a mi, llegó a dónde estaba, ¿O crees que un inútil como él, podría tener todo lo que tenía por su cuenta? Era alguien con poca capacidad, que se sienta a dar órdenes detrás de un escritorio, mientras que otro viene hacerle el trabajo sucio. Yo solo me encargué de reclamar lo que por ley me pertenece, de reclamar lo que por años he estado manteniendo. El dueño de todo este imperio ahora soy yo, y no dejaré que nadie más ocupe mi lugar— John le dio una patada al hombre con quién hablaba, y de un movimiento veloz se fue detrás de él, colocando así su brazo alrededor de su cuello. Todos le apuntaron, y el hombre a quien sujetaba sacó el arma de su traje, y John se la quitó poniéndola así en su cabeza—. Un movimiento en falso, y tus sesos volarán por los aires, cabrón.

Un hombre apuntó a mi dirección y John le disparó en el hombro, haciendo que cayera el arma al suelo.

—¡No disparen!— gritó el hombre que John sujetaba, y fue cuando se escucharon varios disparos a la par.

Yo me recosté en el suelo y mi cuerpo estaba temblando demasiado al escuchar esa balacera. Tenía miedo de que un tiro de esos me dieran a mi. No podía tapar mis oídos, así que opté por poner mis manos en mi cara. De alguna manera me sentía segura así, aunque sé que no me ayudaría en nada. Al instante de hacerlo, se dejaron de escuchar los disparos y escuché la voz de John cerca.

                  John

—¿Mocosa? — le pregunté examinándola. Al verla sentarse, y ver que su cuerpo se veía intacto suspiré. Sentí un verdadero alivio dentro de mi, al menos esa inquietud se me fue. Le solté las sogas que la amarraban y ella me dio una bofetada, no esperaba que hiciera eso, así que me tomó por sorpresa. Tenía ganas de matarla en ese momento, pero me contuve—. ¿¡A ti qué demonios te sucede, estúpida!?—sus ojos se veían llorosos, y rechinó los dientes.

—¡Dijiste que me protegerías, y me has dejado sola!

—¿Y quién demonios fue el que vino arriesgando su cabeza para salvar a una mocosa de mierda, que no se sabe defender sola, y se dejó atrapar rápidamente? No veo que estés mal, agradece que al menos tienes todas tus partes en su lugar.

—¡Eres un infeliz!

—¿Infeliz? ¿Eso es todo lo que tienes que decir?

—Sí, por tu culpa estoy aquí.

—¿¡Por mi culpa!?

—Permiso, Señor. ¿Qué hacemos con el hombre?

—Ve a interrogarlo, quiero saber quién mierdas lo envió.

—Sí, señor— mi empleado se fue, y me quedé a solas con ella otra vez.

—Eres una malagradecida, pendeja.

—A esa mujer le hicieron cosas horribles, John— señaló el cuerpo de una mujer en el suelo.

—¿Y qué quieres qué haga?

—Ella no merecía que la mataran así.

—¿Por qué tiene que importarme lo que le sucedió a otra perra? ¿Acaso era familia mía o algo?

—Aún así, es una persona. Ella no hizo nada malo y le hicieron muchas cosas horribles.

—¿Quieres que la reviva? ¿Te lo dije, o no te lo dije? ¿Qué creíste que les iban hacer teniéndolas aquí? ¿Llevarlas a la iglesia a rezar o a jugar domino?

—¿Realmente eres humano, John?

—No, no lo soy. No me interesa lo que haya pasado con ella; al menos se divirtieron con ella y por eso estás bien tu, cosa que me alegra. Fue sacrificada por ti, ¿O no fue así?

—Eres tan cruel, John— lágrimas bajaron por sus rojas mejillas.

—¿Cruel? Aún no has conocido nada, pero créeme que lo harás. Espero que esto te sirva para entrenar de ahora en adelante. Si quieres permanecer a mi lado, vas a tener que joderte.

—¿Eso qué significa?

—Que te voy a entrenar como un maldito hombre, es eso, o largarte de mi vida.

—¿Largarme?

—Sí, te daré dos opciones para que veas lo bueno que soy. La primera es que, te quedes conmigo como hasta ahora y aprendas a defenderte;  la segunda, es que te vayas lejos y no vuelvas aparecer nunca más en mi vida.

—Yo no tengo a dónde ir y tú lo sabes.

—Te daré dinero para que hagas tú vida en otra parte, pero ten en mente que si te llegan a secuestrar otra vez, no voy a estar ahí para salvarte el culo como hoy. Cuando digo que me desconectare, es que no importa en qué situación te encuentres, de mi parte no vas a recibir nada. Yo no puedo andar detrás de tu maldito culo todo el puto día, ya no eres una niña y yo no soy tu niñero. Yo tengo cosas más importantes que atender y tú me estás desviando del camino. ¿Qué vas a decidir, Daisy? ¿Te vas a quedar conmigo sin importar lo que suceda o te vas a ir a otra parte a empezar de cero, y arriesgarte a que te encuentren y hagan un festín contigo? Tú eliges, mocosa. Ya me cansé de esto, y te aseguro que no tendré más lástima de ti; para mí serás un empleado más.


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