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17.52% Alma Negra / Chapter 34: 34

Chapter 34: 34

Subimos las escaleras y, al llegar a donde estaba el cuerpo de su madre, ella no mostró ningún tipo de preocupación o tristeza. Tuvo que haber tenido una vida de perros, como para no sentir nada por ella; quizá muy en el fondo es igual a mi.

Ella se le quedó mirando y, pasó por el lado de su mamá, hasta llegar a la puerta de entrada. El cuerpo de su madre estaba un poco más al frente de dónde la había tirado; estaba claro que buscó moverse, pero no pudo llegar muy lejos.

—Tengo que limpiar este desastre, pero será luego de que te lleve a otro lugar. Sabes que no puedes ir al hospital en este momento, ¿Verdad?

—No me gustan los hospitales.

—A mí tampoco, pero dejándome llevar por tu brazo, no creo que te haga falta ver a un médico. Creo que lo acomodé muy bien, ¿Verdad? Cuando lleguemos a mi apartamento, podemos verificar nuevamente.

—No gracias, así estoy bien.

—Lo imaginé — sonreí—. ¿Alguien más sabe qué vives en esta casa con ellos?

—Todo el mundo lo sabe.

—¿Tienes más familiares?

—No, todos son lejanos y nadie quiso saber de nosotros, desde el momento que a mi madre se le ocurrió la brillante idea de casarse con ese viejo inservible.

—Parece que nadie lo soportaba.

—No.

—Tengo que darme prisa, debo regresar a este lugar luego de llevarte a otra parte.

—No quiero dejarte solo y, menos luego de lo que hiciste.

—Solo vas a retrasarme, y no tengo tiempo que perder. Harás lo que te digo, ¿Quedó claro?

—Esta bien.

Salí de la casa y miré discretamente a todos lados; al ver que no había ningún vecino afuera, le hice seña a Daisy para que saliera. Nos subimos al auto y la traje a un Hotel.

—Quiero que te quedes aquí. Regresaré en unas horas. Toma esta tarjeta y compra lo que necesites, la contraseña está detrás — le di la tarjeta, y ella la miró.

—¿John es tu nombre?

—Sí.

—¿John qué?

—John Travolta.

—Ridículo.

—No te vayas de aquí, y no te atrevas a llamar o avisarle a nadie.

—¿Una amenaza?—arqueó una ceja.

—Que bueno que captas rápido, ya nos estamos entendiendo. Es un buen comienzo para esta alianza.

—¿Alianza?

—Ya luego hablamos sobre eso, ahora me tengo que ir—di la vuelta, y caminé a la puerta.

—Espera—me detuve, y la miré.

—Gracias, John Travolta.

—Báñate, apestas—salí de la habitación.

Tengo que contratar dos personas que me ayuden con ese desastre. Tengo que encargarme también de las tres zorritas y, haciéndolo solo, me arriesgo a que se me escape alguna y no puedo cometer errores.

¡Maldición! Hasta donde he llegado por una loca. Que bajo has caído, John, creo que estás siendo demasiado bueno y blando con esa mujer. No entiendo porque ando comportándome como un idiota, dejándome llevar por impulsos que pueden empeorar mi situación. Estoy haciendo cosas innecesarias y que pueden hacerme arriesgar todo lo que he logrado hasta ahora.

¿Ahora qué hago yo con esa mujer? No puedo amarrarla y ponerle un collar como si fuera perro; aunque pensándolo bien, mi solución puede que sea muy simple. Debería entrenarla y usarla para cualquier trabajito sucio que pueda. No, con lo necia e imprudente que es, lo más probable se ponga a discutir con quien se le cruce enfrente. Esa mujer es un peligro más con la boca, que con un arma, estoy casi seguro. Debo analizar todo con detenimiento, pero luego; primero lo primero.

Daisy:

Se supone que sienta miedo de ese hombre tan misterioso y, que acaba de matar a mis padres, pero extrañamente no puedo sentir nada de eso; a pesar de también haber visto su cara de satisfacción al matar a mi padre o incluso al ver el cuerpo de mi madre en el suelo. Sabía que era alguien peligroso, pero no sabía cuánto. Ante mis ojos es como un ángel caído del cielo, quizá como ese genio que cumplió por fin mi deseo. Fuera de que es un narcisista, un imbécil, amargado, odioso, malcriado, cruel y un asesino, muy el fondo es la única persona que se ha preocupado por mi; la única persona que fue capaz de ayudarme y no me dio la espalda como todos.

Me sentía aliviada de poder salir de ese infierno, en el que creí que pasaría mis últimos días. Tenía mucho miedo y no quería demostrarlo; si llego a mostrarle el miedo que sentía al estar ahí, quizás él sí hubiera acabado conmigo en ese momento. Es alguien difícil de interpretar, no se puede saber lo que piensa o lo que hará y, es algo que me causa algo de inquietud. Si hubiera querido matarme, ya lo hubiera hecho y, no hubiera pasado por todo eso con tal de sacarme de ahí. Le debo la vida y tengo que buscar la forma de pagarle todo lo que hizo.

John:

—No olviden la paga, solo necesito que se encarguen de esos dos cuerpos y, de la limpieza me encargo yo. Los llevarán al sitio que les indiqué y luego me encargaré de sus cuerpos. Al terminar, tendrán la otra mitad de su parte y tres buenas perritas para divertirse. ¿Nos estamos entendiendo?

—Sí, señor.


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