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77.5% Entre el amor y el odio (+18) / Chapter 279: 76

Chapter 279: 76

—Lo siento, no sabía que tenías un nuevo juguete.

—¿Quieres ver el nuevo juguete que tiene? Lástima que está entre mis piernas, pendejo— respondió Akira. Por Dios, otra vez él y sus malditos celos.

—¿Se pueden callar los dos? Estamos hablando de algo muy serio, y ustedes dos están pendientes a otro tipo de temas innecesarios. ¿Por qué no se sientan y hablamos sobre lo que realmente importa?

—Ya escuchaste lo que dijo la señorita. Baja tu actitud, jovencito, a Leiko no le gustan los niños ignorantes, estás perdiendo puntos con ella— comentó el oficial.

—¿Crees que a mi mujer le va a gustar un viejo cerdo como tú? La actitud la tendrás que bajar tú, no sabes con quién estás hablando.

—Parece que tú tampoco— sacó su placa y se la mostró a Akira.

—¿Sabes a cuántos como tú he descuartizado junto a esa mierda de placa? — Akira sonrió con malicia. ¿Cuándo será que acaben está mierda?

—¿Estás admitiendo tus crímenes, jovencito?

—No estás en posición de hacer nada, acabas de venir a donde mí mujer para advertirle, lo que significa que eres un corrupto. Esa placa no te sirve de nada conmigo, quedaría perfecta metida en tu culo.

—¡Akira! — lo interrumpí antes de que siguiera con su amenaza.

—Te falta mucho por aprender, jovencito. Estás muy joven para entender temas de adultos, ¿Por qué mejor no te vas y me dejas a solas para disfrutar con Leiko? Eres un estorbo— le di una bofetada con todas mis fuerzas al oficial. Estaba tan molesta con sus palabras, que no pensé en las consecuencias que podría traer.

—¡Ya cállate, imbécil! Ambos me tienen harta con sus malditos insultos de mierda. Si van a seguir discutiendo, ¡váyanse afuera!

—Estas muy agresiva, Leiko. ¿Cómo te atreves a tocarme?— el oficial alzó la mano para pegarme, pero Akira lo detuvo agarrando su mano.

—¿En dónde ibas a usar esa manita?— Akira le torció el brazo, un poco más y casi se lo fractura. 

—Akira, cálmate— parecía un demonio, ni siquiera se veía que estuviera en sí.

—Te diré una sola cosa, y es que, no perdono a las personas que se meten con mi mujer ni mucho menos conmigo. Así que lárgate, antes que cambie de opinión y te corte en pedacitos. ¿Quedó claro?— el oficial tenía su rostro rojo, y su respiración estaba agitada. Akira no había dejado ir su brazo y le estaba haciendo más fuerza mientras hablaba.

—Ya entendí— su voz se escuchaba entrecortada.

—Buen chico, ahora lárgate— soltó su brazo e hizo que cayera al piso.

—Esto no se va a quedar así— le dijo molesto el oficial.

—Estoy de acuerdo contigo— el oficial salió de la oficina y Akira se quedó a solas conmigo.

—Eso que hiciste estuvo mal. ¿No te sabes comportar? ¿Sabes lo que puede pasar ahora? No necesitamos más enemigos—Akira tiró un arma sobre la mesa y sacó su teléfono.

Akira

Llamada telefónica

—Va a salir un oficial de la empresa en unos instantes, sigánlo y ya saben que hacer.

—Como ordene, señor — colgó la llamada.

Lisa

—¿Qué estás haciendo? Estos celos tuyos son demasiado, Akira.

—Cállate, querida Leiko. Tú también vas a tener tu parte.

—¿Qué está pasando contigo, Akira?

—Inclínate sobre la mesa.

—Este no es lugar para eso.

—Te acabo de ordenar que te inclines sobre la mesa, ¿Tengo que hacerlo por ti? — arqueó una ceja, y se veía bastante molesto.

—No tienes remedio, ¿Ahora qué hice mal?— me incliné encima del escritorio, y Akira subió mi traje, dejando visible mi ropa interior—. Esa arma de quién es? — pregunté al verla sobre la mesa, y darme cuenta que no era la suya.

—Del oficial.

—¿En qué momento se la quitaste?

—¿Eso qué importa? Deberías preocuparte más por ti, que por ese oficial muerto— bajó mi ropa interior.

—Ya te estás pasando demasiado, Akira. No hice nada malo para que te desquites de esta forma conmigo.

—Te diré todo lo que hiciste mal y con lujo de detalles.

—Es maldito colmo que hagas esto, nos pueden escuchar o encontrar así.

—¿Y a ti quién te dijo que te iba a coger? Eso sería una recompensa y yo hablé de castigo— sentí una nalgada muy fuerte.

—¡Akira!— me hizo soltar un grito, y tapé mi boca rápidamente—. ¡Estás demente! ¡Me van a escuchar!

—Que te escuchen y vean este lado masoquista que tiene la famosa Leiko— me dio otra nalgada más fuerte.

—¿Estos serán tus castigos ahora?

—¿Aún puedes hablar así?— me dio otra nalgada, que me hizo soltar un gemido—. Que niña tan masoquista tengo. Que sea la última vez que niegues delante de mí que tienes a alguien. La perra de Leiko y lisa son mías, las dos me pertenecen. De ahora en adelante no vas a negar más tu relación conmigo — me dio otra nalgada, y estaba tratando de controlar mis jadeos. Se estaba sintiendo de alguna forma bien; aunque lo hacía muy duro, mi cuerpo se estaba sintiendo caliente.

—Fuiste tú quien me mandó a ser esa tal Leiko. Me mandaste a fingir que no tenía a nadie y ahora te quejas. ¿Quién puede entenderte?

—¡Cállate! — me dio otra nalgada—. Las cosas cambiaron. Me importa una mierda si saben de nuestra relación, tu eres mía y eso es lo que cuenta. Segundo, en vez de defender a tu esposo, me tiraste junto con él y eso no lo soporto— me dio otra nalgada con todas sus fuerzas.

—¡Akira!

—Tercero, me interrumpiste cuando estaba en medio de una conversación importante, y eso no se hace— me dio otra nalgada, y mis piernas estaban temblando al sentir cada nalgada. Dolía, pero a la misma vez se sentía bien. Con él todo se siente tan bien—. Cuarto, no quiero que te dejes tocar de ningún hombre que no sea yo, ¿Quedó claro?

—Sí— respondí con mi voz entrecortada. Se pegó a mí y sentí su erección a través de su pantalón. Agarró mi pelo y se acercó a mi oído.

—Aún no te escucho decir la palabra mágica.

—Lo siento, Akira— dije temblorosa.

—Estás disfrutando de tu castigo, tendré que cambiar el método para la próxima, Srta. Leiko—me soltó y subió mi ropa interior—. Espero no tener que repetirlo.

—Eres muy malo, Akira— le dije retomando mi postura.

—Te dije que dejaría de ser bueno contigo, y hablaba en serio—sus manos estaban rojas, y sentía mis glúteos en fuego, pero se sentía bien mientras lo hacía.

Salimos ambos de la oficina, me sentía avergonzada con temor de que alguien nos haya escuchado, pero al parecer nadie lo hizo. Al llegar al auto, me senté con algo de dificultad, ahí fue cuando sentí algo de dolor. Akira se quedó en la puerta esperando que me acomodara en el asiento.

—¿Así que estás disfrutando de esto?

—No sabes cómo, querida.


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