Ha pasado un mes desde la muerte de mi hermana. Por segunda vez la pierdo y esta vez es definitivo. Duele y quema por dentro, pero era lo correcto. No podía permitir que lastimaran a las personas que más amo. Akira preparó un pequeño funeral para luego sepultarla. Fueron días dolorosos. Debía estar retorciéndose en la tumba, las dos personas que más odia fueron las únicas que la visitaron. Me duele saber que se fue odiándome. No es algo que pueda cambiar ahora, solo tengo que aprender a dejarla ir. No tiene caso que siga pensando en esto, pues ella no va a volver aunque lo quiera.
Akira ha estado muy atento a mi, no se ha separado ni un instante. Busca la forma de hacerme olvidar la situación o aliviar la carga a su manera, típico de él. Hoy tenemos planeado ir a la casa de Mr. Jefferson, no sé cómo tomen la noticia. Me preocupa más mi madre. Sufrir la muerte de dos hijas no debe ser fácil para ella, solo espero pueda entender.
—No podemos decirle nada sobre quién fue el causante. Échame la culpa a mí, a mis enemigos o a quien quieras — me dijo Akira.
—Mamá podrá creerlo, pero ¿Mr. Jefferson qué?
—Vamos hablar con él, ya sabía sobre tu hermana, no será un problema explicarle.
—¿Qué pasará con lisa ahora?
—Ella está muerta, su muerte está certificada ya.
—¿Seguiré siendo Leiko?
—Sí, ya se resolvió el problema que hubo, no tiene porqué haber más problemas o eso espero.
—¿Le diremos también eso a Mr. Jefferson?
—Sí, solo a él.
—¿Y sobre Kanji?
—Todo seguirá igual con él. Lo usaremos hasta que no lo necesitemos más. Por ahora será mejor tenerlo de nuestro lado, sirvió de mucha ayuda para encontrar a tu hermana. Estuvo preocupado por ti, hasta viajó en dos ocasiones al hospital a verte — lo dijo en un tono molesto.
—¿Estás celoso de Kanji?
—Nada a cambiado, princesa. Lo que sucedió, no cambia el odio que le tengo.
—No tienes que estar celoso de él, es nuestro mayor enemigo ahora, y hay que tenerlo bien vigilado.
—Él no nos va a traicionar por ahora, sabe lo que le conviene; es por eso que ahora mismo él no me preocupa. Necesitaré que me acompañes a Brooklyn, NY.
—¿Para qué? ¿Negocios?
—Uno de mis hermanos tiene un negocio en ese estado. Entre más rápido salgamos de esto mejor, así podemos tener una vida tranquila o eso esperemos. Extraño esos años de paz y tranquilidad que tuvimos.
—Hagamos que valga la pena el esfuerzo entonces, mi amor.
—Va a valer la pena cada maldito segundo, eso te lo puedo prometer.
—Quiero hablar contigo sobre algo, no había podido preguntarte antes. Han pasado muchas cosas recientemente.
—¿Qué sucede?
—Un pajarito me dijo algo sobre un negocio que estabas teniendo a mis espaldas. Quería saber sobre eso.
—¿Negocio?
—Sí, quedamos en decirnos las cosas y pienso que no estás cumpliendo con tu parte.
—¿Ese pajarito fue Mr. Jefferson?— alzó una ceja dudoso.
—¿Vas a responder?
—Sí, no tengo nada que ocultar.
—¿Estás traficando menores, Akira?
—Aún no lo he hecho, pero sí, esos son mis planes.
—¿Qué? ¿Qué mierda es lo que te pasa? ¿Cómo puedes decirlo tan tranquilo? — pregunté molesta.
—Relájate, linda. Déjame explicarte el asunto, ¿Confías en mí, corderito?
—Habla— Akira sonrió.
—No te había dicho nada porque en aquel entonces era imposible que entendieras los planes. El negocio es simple, esos niños serán utilizados como cebo.
—¿Qué? ¿Estás perdiendo la cabeza?
—Escúchame. Esos niños no serán realmente vendidos. Según atrape a mi hermano, yo mismo me encargaré de devolverlos a sus familiares. Jamás vendería niños, eso no es algo que me agrade; además los estaré salvando, porque no soy yo quien me encargó de escogerlos, es mi socia.
—¿Cómo puedes hacer eso con niños, Akira?
—Ellos no están pasando necesidades, los tengo bien atendidos, no parecen cargas. Han estado tranquilos, además es algo temporal.
—Esto es enfermo, Akira. Esos niños tienen que estar extrañando a sus padres, y deben sentirse asustados. Detén eso, Akira. Debe haber otra manera de hacer las cosas.
—Corderito, te he dicho un millón de veces, que no me gusta que interfieran en mis planes. No me pidas algo como eso, porque no puedo cumplir con lo que pides.
Me sentí mareada de un momento a otro. Esos medicamentos me estaban matando, quizás también es otro bajón de azúcar. Cada vez me están dando más a menudo.
—¿Estás bien, princesa?— Akira me agarró por la cintura y me acercó a él.
—Sí, creo que es otro bajón de azúcar.
—Oh, ya veo— me besó sin aviso—. ¿Ahora estás mejor o necesitas algo más dulce?
—Tonto.
—¿No será otra Kaori o quizás otro Akirita?
—No te ilusiones, Akira.
—Hay posibilidades.
—No las hay.
—Hemos sobrevivido a los juegos del hambre y no ha sido a base de comida, corderito.