Han pasado tres meses desde que terminé con Akira. Han sido lo tres meses más largos de mi vida. Nos hemos distanciado por completo, no lo he visto, ni tampoco a visto a sus hijos desde entonces. No lo he permitido, ni Mr. Jefferson tampoco. No hay un día que nuestros hijos no pregunten por Akira; en especial Kaori, por obvias razones y porque es la más unida a él. Me duele tener que mentirle, es sumamente doloroso. No podía decirle la verdad. Lin trata de darme ánimos en muchas ocasiones, él es más grande y comprende mi dolor. Ha sido un proceso devastador. ¿Por qué tiene que doler tanto enamorarse?
Me mudé con mis hijos a un apartamento que queda cerca del trabajo. Sigo trabajando en el mismo café, salgo con mis compañeras en algunas ocasiones. Nos hemos vuelto más cercanas por más que traté de alejarme; aunque se siente bien salir y despejar la mente con ellas. Me han servido de consuelo, aunque ninguna sabe la historia detrás de mí.
El proceso del divorcio ha sido largo, el abogado me entregó los documentos hace dos días para entregárselos a firmar a Akira. Yo no sé si tenga el valor de hacerlo, pero tampoco quiero exponer al abogado a que le suceda algo. No sé en qué condiciones esté Akira en este momento. Tengo planeado llevárselos hoy, pero no sé si sea una buena idea. Este proceso es muy doloroso, pero no puedo seguir así. Tengo que olvidarme de una vez y por todas de él. Mr. Jefferson a sido mi apoyo. Mi madre sabe que está ocurriendo algo, pero no dice nada sobre ello. Ella piensa que aún estoy viviendo con Akira. El único que visita mi apartamento es Mr. Jefferson o amigos de la escuela de Lin. Me he sentido muy sola, la soledad me ha ido deprimiendo cada vez más. Trato de disimularlo frente a todos, pero cuando estoy sola es imposible estar bien. Sé que debo seguir adelante, pero me duele. Los recuerdos con Akira me invaden, hasta en mis sueños se mete el cabrón. Lo más probable ya él hizo su vida aparte, es más fácil para él olvidar nuestra existencia, que cambiar su vida y su forma de ser.
—¿Vamos hacerlo hoy, chicas?— preguntó Laura.
—Lo siento, no estaba escuchando. ¿De qué hablas?— pregunté.
—La noche de chicas, ¿Lo olvidaste?
—Lo siento, lo olvidé por completo.
—¿Lo hacemos?
—No puedo, tengo que cuidar a mis hijos — respondí.
—Puedes llevarlos, así conocen a mi hija.
—Esta bien, pero tengo que hacer algo después del trabajo.
—No te preocupes. Ya tienes mi dirección. Nos vamos a divertir.
—Gracias por la invitación.
Realmente no tenía ganas de ir, pero sé que debo hacer una vida normal. No puedo estar encerrada en el recuerdo de ese hombre. No puedo seguir retrasando la entrega de los documentos, tengo que salir de esto de una vez. Iré por Mr. Jefferson para que me lleve con Akira. Sé que debo hablar con él a solas, pero no sé cómo reaccione y será mejor prevenir. Me sentiría más segura si Mr. Jefferson va conmigo. Lo llamé en mi hora de almuerzo y quedó en acompañarme, eso me hizo sentir algo tranquila.
A la hora de salida, busqué a los niños y los dejé en la casa con mi madre para poder irme con Mr. Jefferson. Fuimos a la casa donde vivíamos, pero Akira no estaba. Preguntamos a la empleada y dijo que llevaba más de 2 meses sin venir casi a la casa. El último lugar queda era el casino; ese casino que me trae tan malos recuerdos. Llegamos al casino y me bajé.
—Tranquila, todo va a estar bien. Si me necesitas, no dudes en avisarme — me dijo Mr. Jefferson.
—Quédate cerca, por favor— le pedí.
—Estaré por aquí si me necesitas.
Estaba sumamente nerviosa. No sabía si estaba en su oficina. Me detuve en la puerta y mis manos estaban sudorosas y temblorosas. No sé con lo que me encuentre detrás de esta puerta. Me sentía muy insegura y la valentía que había tenido esta tarde, se me estaba escapando en cada segundo que transcurría. Ya no puedo dar marcha atrás. Respiré profundo y toqué la puerta.
—¿Qué esperas para entrar, lisa?— escuché la voz de Akira al otro lado de la puerta. ¿Cómo supo que estaba aquí? Traté de calmarme, no quería demostrarle mi inseguridad.
Entré a su despacho y cerré la puerta detrás de mí.
—¿A qué debo el honor? — preguntó Akira, sentado en su silla. Se ve igual que siempre. Verlo luego de todo, me tenía algo tensa.
—Vengo a traer estos documentos para que los firmes.
—Oh, ya veo— se levantó de la silla, y caminó lentamente hacia mi.
—No te acerques, Akira.
—Tengo que coger los documentos, ¿No es así?
—Yo te los doy, pero no te acerques — le extendí los documentos y los agarró por donde tenía mi mano. Hice de cuenta que no sucedió nada —. ¿Tienes una pluma o tengo que traer una?
—Tengo una, pero no voy a firmar todavía.
—No tengo mucho tiempo.
—No tengo prisa.
—Firmalos y ya, no hagas esto más difícil.
—¿Y es difícil para ti? ¿Será porque sientes todavía algo por mi todavía, lisa?
—No es tu problema, solo firma de una vez — se acercó a mi, y me puse nerviosa, aunque traté de ocultarlo.
—¿No me extrañas?
—Tus trucos de seducción no van a funcionar conmigo, Akira. Ya todo se acabó. No me hagas perder más el tiempo y firma los documentos.
—Dame un beso y los firmaré.
—Esto no es un juego. Firma los papeles.
—No lo haré si no haces lo último que te estoy pidiendo. Será mejor que te vayas.
—No sigas con esto.
—Si ya no me amas, ¿Por qué te cuesta darme un beso? No creo que sea algo fuera de tu alcance, ¿O si?
—Firma los papeles, por favor.
—Quiero ver a mis hijos.
—No los quiero cerca de ti, ya lo hablamos.
—Ese es una derecho como padre.
—Tendrás que hablarlo con el abogado.
—Tengo el mismo derecho que tú de verlos. ¿Crees que no los echo de menos? Si te he permitido que sigas con este estúpido juego, es por ellos.
—Para ti es estúpido, para mí no lo es.
—Tu no puedes estar sin mí y yo tampoco. Deja este maldito orgullo que tienes y sé mía otra vez.
—No es orgullo, y no voy a permitirlo. No dejaré que les hagas daño.
—Ni siquiera puedes demostrarlo. No me besas porque sabes que te costaría trabajo evitar lo que viene después, ¿No es así?— llevó su mano a mi mentón y sonrió.
—No lo hago porque no quiero. Vete a usar esos trucos baratos con alguien que no te conozca, porque conmigo no vas a poder.
—Eres tan mala para mentir, corderito. Tú cuerpo es mucho más honesto que tú. Ya que seremos desconocidos ahora, según tu estúpido juego, no tengo que contenerme más, ¿Verdad?—sonrió antes de estampar sus labios con los míos. Tan apasionado como siempre, con esa maldita seguridad que me debilita. Lo empujé con todas mis fuerzas.
—¡Te dije que no, Akira! Siempre haces lo mismo, no soy un juguete que puedas usar a tu antojo — estába molesta conmigo misma, volví a caer como una tonta.
—Deseabas esto, ¿No es así? Si hubiera continuado, sabías que no ibas a poder controlarte. Me hace feliz que aún tu cuerpo me recuerde, lástima que no me dejes tocarlo como quisiera.
—Cuando firmes esos papeles, avísame. Adiós, Akira.
—Esta mierda no es valida si las dos partes se desean todavía — rompió el sobre, junto a los documentos por la mitad —. Ahí tienes mi respuesta, lisa.