Miranda Di Maestro terminó la llamada, y tembló por la incomodidad que le causó. Eran las 10 pm cuando una persona borracha y grosera llamo por el intercomunicador, indicando ser un detective de la policía que deseaba hablar con Antonio Di Maestro. Miranda le había dicho que Antonio Di Maestro había estado fuera por cinco semanas, manejando sus negocios de importación y exportación con su empresa. La persona había escupido algunas maldiciones por el intercomunicador, y ella no había tenido otra opción que contactar con la compañía de seguridad de su casa. Los guardias de seguridad llegaron 10 minutos más tarde, solo para asegurarse que el borracho que había ofendido a Miranda, no persistiera y se quedara en el barrio.
Una vez que los guardias se fueron, Miranda se sintió feliz y aliviada, sabiendo que finalmente vería a Antonio Di Maestro esa noche. Ella se había ofrecido a reunirse con él en el aeropuerto, pero él la había rechazado afirmando que tenía que ocuparse de los negocios primero, y seria para él un gran placer ir a casa a disfrutar de ella en toda la extensión de su belleza.
Miranda se miró en el espejo y sonrío por el hecho de ser hermosa. Desafortunadamente, su belleza no la había dado la felicidad que quería de su vida todavía. Trabajando como camarera en Bogotá, ella no había vivido una vida muy glamorosa, y nunca se había sentido segura en su ciudad natal. Miranda se había emocionado cuando Antonio Di Maestro comenzó a cortejarla, y estaba en la luna cuando él se casó con ella durante su 20vo cumpleaños, dos años antes. Ella se había emocionado al principio viviendo en su mansión de Sídney, pero después de un tiempo, su infelicidad regreso. Cuando se encontraron por primera vez, Miranda había creído en Antonio cuando le dijo que él era un empresario legítimo haciendo importaciones y exportaciones con Australia. Después de todo, el mercado de carne de canguro enlatada, estaba en auge en Colombia, y la razón por la que estaba contratando colombianos con visa de trabajo en Sídney, era porque muchos clientes preferían llevar sus negocios con personas de su misma cultura. Dado que había un gran grupo de sudamericanos en Sídney, tenía sentido tener una compañía de construcción de sudamericanos para sudamericanos. Pero después de un tiempo, la fachada se desmoronó. Miranda no era tonta, y ella se dio de cuenta, que un legítimo empresario no almacenaría cientos de miles de dólares en efectivo en su casa. Además, todo ese secretismo parecía innecesario para el tipo de negocios que se suponía estaba haciendo.
También hubo otros factores sobre su relación que hicieron a Miranda infeliz, pero, aunque Antonio era 18 años mayor que ella, ese no era uno de ellos. Al contrario, a ella le parecía muy atractivo que fuera muy experimentado, teniendo muchas historias que contarle, y tanto que enseñarle. No, lo que le molestaba era la falta de su presencia, tanto cuando físicamente estaba ausente debido a los largos "viajes de negocios", sino la falta de presencia que sentía, cuando él estaba con ella. Le parecía que había perdido la mayor parte de su interés, una vez que se habían casado, y que hoy en día la veía como una posesión, que utilizaba a su antojo. Aunque hubo días en que demostró que ella se equivocaba, eran muy pocos para cambiar su impresión general.
Lo peor de Antonio era su naturaleza celosa y controladora. Miranda se había sentido muy aliviada, cuando le dijo que la quería en Australia para que fuera la dueña de casa de la Mansión Mosman. Después de todo, una mujer hermosa trabajando en un bar de Bogotá, no era fácil con los demasiado arrogantes y confiados cabezas de coco colgando cerca de ella. Pero después de un tiempo en Australia, Miranda se sentía frustrada, sin llevar el peso de sus decisiones, y dependiendo del dinero de su marido. Manteniéndola fuera del mercado de trabajo, era la forma de Antonio mantenerla controlada, Pero Miranda no se había rebelado contra su actitud. No era miedo el que no la había hecho no mencionarlo, sino más bien un sentimiento de gratitud hacia él. Después de todo, él había mejorado su vida, comparado con la que había sido antes, y lo último que ella quería, era defraudarlo. Recibió un mensaje de Di Maestro "Regreso en una hora, las palabras no pueden describir lo mucho que te he extrañado en estas últimas cinco semanas, tu eres mi Venus, mi amor, muchos besos, Antonio" Miranda se sonrió a sí misma. Está noche sería para disfrutarla, y después podría preocuparse por el futuro.
Miranda preparó la sorpresa romántica que había hecho para su esposo. Estaba llegando la hora de la medianoche.