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Chapter 226: Capítulo 226.- A pesar de tu perjurio IV

Con movimientos lentos y precisos, Darcy se guardó el reloj en el bolsillo del chaleco y ajustó la leontina. Fletcher pasó el cepillo por los hombros de su levita. Los dos guardaron silencio ante el espejo del vestidor, como habían hecho en innumerables ocasiones, mientras Fletcher lo preparaba para enfrentarse al mundo como un caballero. Todo estaba en su sitio: el reloj, el sello personal, un pañuelo —esta vez el suyo propio— guardado en el bolsillo de la chaqueta. La ropa se ajustaba perfectamente a su cuerpo, llevaba en el cuello un nudo de corbata modesto pero artístico, sus zapatos relucían, la barbilla estaba suave. Tenía el aspecto adecuado hasta que se atrevió a mirar la imagen que le devolvía el espejo. Demacrado y con los ojos enrojecidos, su rostro reflejaba a los cuatro vientos la falsedad de su pose. Desvió rápidamente la mirada, pero no antes de alcanzar a ver el reflejo de la cuidadosa imperturbabilidad de Fletcher por detrás de su hombro. Hoy no había habido ninguna impertinencia, ninguna cita de Shakespeare relacionada con su estado de la noche anterior, sólo un servicio perfecto, ejecutado con el mínimo de actividad y casi en absoluto silencio. Aunque Darcy agradeció la consideración, eso le mostraba la sensación de inquietud que había despertado entre la servidumbre al abandonar sus hábitos de manera tan inesperada.

Ya eran las cuatro y media, o eso decía el reloj de bolsillo. Darcy apenas podía creerlo; nunca se había levantado tan tarde. Realizar a media tarde toda la rutina de la mañana era una experiencia absolutamente desconcertante. A eso había que añadir la extraña sensación que tenía en el estómago y el lento proceso de poner en orden su mente, que conferían al momento un aire extraño y fantástico, que a Darcy no le gustó en absoluto.

—¿Señor Darcy? —El caballero miró a su ayuda de cámara con una expresión que lo invitaba a continuar—. ¿Desea alguna cosa más, señor?

—¡Ah, multitud de cosas! —Darcy esbozó una sonrisa cuando vio que la ironía de su tono hacía volver una chispa de humor en los ojos de Fletcher, pero siguió diciendo de manera sombría—: Pero sobre todo poder recuperar las últimas veinticuatro horas, para emplearlas de un modo más provechoso. Debí haber seguido su consejo.

Fletcher se puso colorado al oír ese elogio y desvió la mirada. Darcy se tiró de los puños y de los extremos del chaleco.

—¿Estoy listo para la señorita Darcy?

—Sin duda, señor. —Fletcher hizo una inclinación y, al ver el gesto de asentimiento de Darcy, se marchó.

Darcy regresó a la alcoba y se encontró con Trafalgar, que parecía aburrido y no dejaba de bostezar. Aunque la puerta del vestidor no era ningún obstáculo para él, el perro había adquirido un cierto respeto por el ayuda de cámara de su amo y la opinión que el hombre tenía acerca de la presencia de animales dentro de la esfera de su actividad artística. En consecuencia, a pesar de todo lo fascinantes que pudieran resultar las actividades de su amo en ese lugar sacrosanto, Trafalgar mantenía una cierta distancia y esperaba pacientemente al otro lado de la puerta a que Darcy saliera. Al verlo aparecer por fin, el perro se levantó con los ojos anhelantes y miró a su amo a la cara.

—No, hoy no, monstruo. —Darcy tuvo que acabar con las sencillas esperanzas caninas de Trafalgar—. Tengo que ver a la señorita Darcy… —El animal dejó caer las orejas, mientras su amo se agachaba a acariciárselas y, con un resoplido, se dirigió hasta la puerta, la abrió con el hocico y dejó al caballero mirando cómo se marchaba. ¡Le dio la sensación de que, incluso para su perro, había resultado ser una triste decepción!

Siguiendo los pasos ofendidos de Trafalgar, Darcy atravesó el corredor y luego bajó las escaleras de la mansión, que parecían congeladas en medio del silencio. El sonido de sus pasos en los escalones perturbó de tal manera el silencio sobrenatural de la casa que hizo que Witcher se asomara al vestíbulo, dispuesto a soltar una reprimenda al que había ignorado sus órdenes, antes de antes de darse cuenta de que era su señor.

—¡Ah! ¡Es usted, señor! ¡Le ruego que me perdone, señor! —El viejo mayordomo abrió los ojos avergonzado, al darse cuenta de que había estado a punto de reñirle a su patrón.

Cuando ambos eran más jóvenes, el mayordomo había reprendido ocasionalmente a Darcy, pero de eso hacía ya muchos años. La rígida imperturbabilidad de Witcher apareció de nuevo al hacerle una reverencia mientras le decía que estaba a sus órdenes durante lo que quedaba de aquel día tan extraño.

Darcy le restó importancia a la ofensa haciendo un gesto con la mano.

—Hágame el favor de levantar la prohibición de hacer ruido, Witcher, y supongo que eso también será un alivio para la servidumbre. —Darcy buscó entonces algo, cualquier cosa, que tuviera el sabor de su vida normal. Cuanto más pronto volviera la normalidad a la casa, antes se olvidaría su aberración—. Y tráigame café al saloncito, por favor —ordenó.

—Sí, señor, enseguida —respondió el mayordomo, pero luego continuó—: Señor Darcy, lord Brougham vino temprano y dejó una tarjeta para usted pidiéndole que leyera una nota que le ha escrito. La he dejado sobre su escritorio, señor.

—¿A qué hora ha sido eso? —preguntó Darcy con sorpresa. ¿Ya había venido y se había ido?

—A las dos de la tarde, señor. La señorita Darcy pasó por el vestíbulo y habló con él un momento, pero su señoría no se quedó más de diez minutos, señor, tal como corresponde.

—Gracias, Witcher. —Darcy giró en dirección a su estudio, con curiosidad—. Y envíeme ese café, si es tan amable.

—Muy bien, señor.

Libre ahora para satisfacer la curiosidad por la misteriosa visita de Dy, Darcy entró en su estudio y, pasando delante del retrato de Georgiana que reposaba allí en un caballete hasta el día en que sería descubierto, se dirigió hasta el escritorio, donde encontró una elegante tarjeta de visita con bordes dorados, sobre una bandeja de plata. La tomó, se sentó en su silla y la abrió rápidamente.

"...Fitz,

...Volveré más tarde y vendré a cenar.; pues la señorita Darcy me ha invitado esta noche. Te aconsejo que hoy te quedes en casa. Confía en que tu hermana conocerá la verdad de una forma correcta. ¡Ella también es una joven excepcional!...

Dy..."


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