Cuando Davi se puso de pie y caminó, comenzó a tambalearse de lado a lado. Sei se movió de inmediato para ayudarla, pero cuando le tomó la mano, la chica lo esquivó, causando que Sei abriera los ojos incrédulo.
Davi ni siquiera lo miró.
—¡No me molestes! Tengo que ir y darle una lección a mi esposo, ¿entiendes? —exclamó con un tono firme y autoritario. Su voz era clara, y hablaba seria, como si no estuviera borracha, pero definitivamente tenía problemas para equilibrarse al caminar.
Sei, quien se quedó congelado un segundo por el inesperado trato que le dio su esposa, se acercó nuevamente hacia ella, ya que en vez de caminar en dirección a la casa, estaba yendo a la calle.
Esta vez, Sei no la tocó. Simplemente le bloqueó la pasada mientras le hablaba.