Lu Wuxin había muerto una muerte rápida. Su cuerpo se había derrumbado en el asiento de hierro, todavía atado. Sus manos y pies aún estaban atados por las barreras. Sus globos oculares, uno grande y otro pequeño, se habían vuelto pálidos.
Todas las cicatrices de su cara fea se habían atenuado, pero sus labios seguían en una sonrisa complaciente, como si se estuviera burlando de los que estaban estudiando su cuerpo. Aunque no había ninguna lesión en la superficie, su cerebro se había fundido en un grupo de veneno semicongelado.
Todas sus células cerebrales y terminaciones nerviosas habían sido corroídas. Su autoconciencia y su alma habían perecido instantáneamente. Nadie en todo el universo podría salvarlo en este momento.