Había agua en movimiento por doquier, y peces de formas bizarras estaban nadando lenta y despreocupadamente dentro de ella. El profundo azul se había convertido gradualmente en un negro total. La luz solar proveniente de la superficie apenas podía extenderse más. Sin embargo, aquel lugar no estaba en completa oscuridad. De vez en cuando podían verse peces sin escamas cuyos cuerpos enteros brillaban y monstruos marinos parecidos a cangrejos que parecían estar sosteniendo dos linternas coloridas. Sus luces propiciaban aún más la nebulosidad y la atmósfera espeluznante del océano profundo.
Luego de que Lucien y Natasha se separaran de Doris, ambos se sumergieron en las profundidades del océano siguiendo una extraña corriente que difería completamente de los alrededores. Ellos vieron el asombroso paisaje, que era totalmente diferente del océano poco profundo, y sintieron la presión del agua, la cual iba en aumento y estaba a punto de aplastarlos.