Temprano en la mañana, el viento frío golpeaba las ventanas sin parar. Cualquiera se sentiría muy afortunado si se encontrara acostado en su cálida cama.
Pero Ali no podía quedarse dormido. Él tuvo un turno nocturno en el hospital y había regresado a casa hacía una hora. Su mente estaba llena de toda clase de pensamientos: ¿Cómo podía mejorar su vida? ¿Cuál sería la mejor manera para realizar logros? ¿Tendría alguna vez la oportunidad de poseer sus propias aeronaves...? No podía detenerlos.
Él soltó un largo suspiro y se sentó en su cama. Luego de ponerse su abrigo, caminó hacia la pequeña mesa en aquella estrecha habitación y se sirvió un par de cervezas insípidas. No podía llamarlo un buen licor, pero ese seguía siendo el único placer que tenía en la vida.
Sosteniendo la copa, Ali caminó hacia la ventana y se sentó sobre el suelo; la mesa era el único muele que tenía en aquel espacio sin considerar la cama.