El Rolls-Royce estacionó frente a la mansión. Era un lugar familiar pero aterrador la jaula a la que debía volver. Saltó del carro y cerró la puerta con fuerza, el portazo fue tan ruidoso que también la tomó por sorpresa.
Caminó hacia el porche y tiró los tacones, se dirigió escaleras arriba sin tiempo para ponerse las pantuflas. Lu corrió, mientras escuchaba que otros pasos la alcanzaban: era el diablo. Este se paseaba hacia ella con su actitud despreocupada de siempre.
Lu Zhaoyang no estaba de humor esta noche para servir a su amo. Se fue a su habitación deprisa, se sacó el tonto collar y lo tiró al suelo fuera de la habitación.
—¡Huo Yunting, esto es mucho! —se apoyó contra la puerta débilmente y se deslizó hasta el suelo, jadeando después de haber trabado con llave la puerta de inmediato, como si fuese una víctima de La Masacre en Texas.