Ella miró con calma la hermosa curva de luz que se mecía en su copa de vino. El brillante, sonriente y bien parecido rostro que llegaba a su visión le parecía deslumbrante.
Bastante tiempo después, ella asintió con un tono apacible y ligero, a diferencia de su habitual hostilidad. —Lo haré.
*¡Clinc!*
Luego, se quedó callada con el vaso en la mano.
Él agarró la botella de vino, le sirvió más y le preguntó: —¿Cómo planeas resolver el problema con el orfanato?