Temerosa de que Xiao Liuliu se tropezara y cayera, la Matriarca Yu gritó: —¡Mi pequeño tesoro, baja la velocidad! ¡Baja la velocidad!
A los niños les encantaba la emoción de ser perseguidos, así que cuanto más gritaba la Matriarca Yu, más rápido corría Xiao Liuliu.
Su risa resonó por todo el patio, haciendo que la nieve del frío invierno fuera menos helada.
Mientras Xiao Liuliu corría felizmente, de repente vio a Nian Xiaomu, ¡y sus ojos se iluminaron de inmediato!
—¡Mami Bonita!
Su suave y tierno cuerpito se abalanzó hacia Nian Xiaomu y se fue hacia adelante para aferrarse a la pierna de Nian Xiaomu.
—¡Cárgame!
—...
Cuando Nian Xiaomu vio a Xiao Liuliu, no pudo apartar la vista en absoluto.
Su corazón se derritió cuando Xiao Liuliu corrió hacia ella y arrulló para que la cargaran.
Nian Xiaomu la levantó sin titubeos y la besó en su carita.