Justo en ese momento, alguien llamó a la puerta.
—Compañero Daoista Ji Ning, ¿puedo entrar?
Yu Qi frunció el ceño, pues esta voz le era bastante familiar. La puerta se abrió.
Entró un anciano bajito y rechoncho, también vestido de violeta. El hombre miró a Ning y se inclinó.
—Halconarte te saluda, compañero Daoista Ji Ning —dijo y sonrió casualmente a Yu Qi—. Yu Qi, viniste bastante rápido.
—Compañero Daoista Halconarte, descubriste a Ji Ning rápidamente. Estoy bastante sorprendido —dijo Yu Qi y dejó escapar un resoplido frío.